Prologo
El diagnostico
…
Lincoln no sabía exactamente como reaccionar ante el hombre frente a él. Cunado sus padres dijeron que lo mandarían con un experto en el tratamiento de niños, se había esperado a un hombre con sonrisa amable que le hablara tranquilamente, como si fuera un bebé o algo así. No a un sociópata que apenas parecía importarle que estuviera ahí.
Miró nuevamente la placa con el nombre de aquel hombre: Albert Stimbelton, el clásico psicólogo con barba espesa, bigote y gafas. Aquel hombre estaba leyendo una revista mientras fumaba un cigarrillo. Lincoln siempre odió el olor a cigarrillo, escuchó que era peor para el fumador pasivo. Y Lincoln podía estar de acuerdo.
Lincoln se removió un poco en el diván mientras miraba el reloj, ya había pasado casi una hora. Apenas había dicho mucho más que su nombre mientras hablaba con aquel tipo, y Albert no parecía importarle mucho hablar con él. Pero así estaba bien, Lincoln no tenía nada que decirle.
Cerró los ojos en el diván mientras trataba de relajarse un poco, pero le era imposible. No podía dejar de removerse.
-¿Problemas para dormir, Lincoln Loud? –Albert preguntó sin quitar los ojos de su revista.
Lincoln lo miró un segundo. –…Un poco. Yo… no pude dormir anoche.
-¿Te masturbas?
Lincoln casi saltó del diván al escuchar eso.
-¿Qué?
-Sí te masturbas, Lincoln. Ya sabes: picas hielo, agitas la botella, le das la mano al diablo. Como lo llamen los jóvenes ahora. ¿Eso te mantiene despierto por las noches? Te recomiendo hacerlo por las mañanas, pero en una casa como la tuya debe ser toda una operación hacerse una mísera paja.
Lincoln lo miró con la boca abierta. ¿Acababa de preguntarle si se masturbaba de forma tan contundente? ¿Tendría que llamar a sus padres ahora?
-Supongo que no, de otra forma lo negarías en lugar de quedarte mirándome con cara de estúpido. –Albert apagó su cigarrillo y encendió otro. –Pero eres capaz de tener erecciones bajo la estimulación adecuada, ¿Verdad?
Lincoln lo miró con una mescla de preocupación y miedo mientras se sentaba en el diván. Ya estaba listo para correr hacia la puerta si ese tipo volvía a decir algo así.
-¿Por qué me preguntas eso? –Se atrevió a preguntarle.
-Porque parece que estamos ante un asunto muy delicado aquí, sólo quiero cerciorarme de todo. No necesito esta clase de mierda en mi consulta, Lincoln Loud.
-¿Podría preguntar como obtuvo un titulo de psiquiatra infantil?
Albert se encogió de hombros. –La paga era buena y escuchaba historias interesantes, ¿Qué más da? Además, me expulsaron por romperle la nariz a un compañero que se pasó de listo.
Así que era un frustrado de la vida que realmente odiaba su trabajo y se desquitaba con sus pacientes. Lincoln no podía tener peor suerte. Ya tenía suficiente en casa como para poder soportar esto. ¿Por qué sus padres tuvieron que mandarlo con este tiempo? ¿No podían simplemente ignorarlo? Era entendible que se dieran cuenta de que algo le molestaba, pero nunca antes lo habían mandado a un psicólogo por eso.
Albert cerró la revista y presionó un botón. –Que pasen los señores Loud. –Dijo con un suspiró mientras dejaba su cigarrillo en un cenicero.
Lincoln realmente no quería hablar con sus padres sobre estos temas, pero ahora realmente agradecería su compañía, no le agradaba la idea de quedarse a solas con aquel doctor.
-¿Tienes alguna hermana favorita, Lincoln? Con diez de ellas tienes que tener alguna que te guste más que la otra. Uf, ¿Es qué tus padres no conocían los anticonceptivos?
-¿Por qué te importa eso? –Lincoln respondió con dificultad.
-No me des evasivas, chico. Sólo quiero saber lo cercano que eres con alguna de ellas.
-Eso no le importa.
Albert negó con la cabeza mientras tomaba su cigarrillo y fumaba un poco hasta que sus padres entraron por la puerta. Al verlos entrar Albert apagó el cigarrillo y unió sus manos sobre el escritorio. Lincoln agradecía la presencia de sus padres, era bueno saber que quizás Albert no dijera nada incomodo, y si lo hacía podía ser una excusa perfecta para no verlo nunca más.
Nunca creyó que podría desagradarle tanto una persona que apenas conocía.
-Doctor, ¿Encontró cual es el problema de mi bebé? –Su madre se sentó junto a él y lo abrazó. Fue humillante. Lincoln sintió la sangre acumulándose en sus mejillas mientras su madre lo abrazaba. ¿Cómo sabía que había algo malo?
-Sí, pero este problema es para molestar a la policía, no a mí. –Albert dijo con un poco de molestia mientras lo miraba.
-¿A que se refiere con la policía? –Su padre se adelantó un poco, no pareció gustarle el tono de Albert.
-Porque su hijo fue violado. –Lo dijo así de fácil o sencillo, como si no fuera lo más impactante que se puede decir sobre un niño de once años. –Y el violador fue una de sus hermanas.
Lincoln cubrió su cara con sus manos mientras su madre lo apretaba con más fuerza. En su cara había una expresión de horror e incredulidad, no muy diferente a la de su padre.
¿No podían dejarlo simplemente en paz y ya?
NA: Sólo algo que se me ocurrió hace poco y lo he estado desarrollando. Si lo continuó será un fic corto pero dramático. O al menos eso es lo que estoy planeando. Ya veremos más adelante.
