Disclaimer:Las historias de Sherlock Holmes no me pertenecen, le pertenecen al grandioso Sir Arthur Conan Doyle, así como tampoco me pertenece BBC Sherlock, esta versión de Sherlock pertenece a los increíbles Mark Gatiss y Steven Moffat. Además, la historia de la saga de Darren Shan y algunos personajes le pertenecen a...bueno, Darren Shan. Pero muchos de los personajes que aparecen, la mayoría formando parte del Cirque, son míos.

Advertencias: Advierto que no haré spoiler con la advertencia (?).

StudyInMara: que no he terminado de traducir The Ships of Dreams, tuve muchos problemas. Mi laptop se me dañó y no me dieron otra hasta tres meses después, y para entonces ya había comenzando las clases por lo que desde Noviembre he estado imposibilitada para todo. Muchas tareas, el proyecto científico, acto de grado... en fin. Es ahora cuando empiezo a tener tiempo libre y fue cuando se me ocurrió esto. Es un crossover, obviamente, y no lo pongo en la sección de Xros porque sé que nadie se mete allí. Y bueno, eso. ¡Espero que sea de su agrado así como disfruto escribirlo!


Eran las doce de la madrugada en una "dormida" Londres cuando una hilera de carrozas comenzaba a entrar por la avenida 301. Es difícil creer que nadie se percató de aquel desfile de carrozas de estilo victoriano cruzar por una moderna Londres, dónde esos tipos de espectáculos se veían en un día específico y porque sí era un desfile oficial. Pero era un 24 de diciembre, dónde las personas estaban felizmente en su casa reunidos en familia y los borrachos se quedaban en los bares: no había nadie en la calle.

El galopar de los caballos apenas se oía, como si de fantasmas se tratasen, y el chofer que los manejaba no movía las cuerdas que lo ataban a los caballos. Sin embargo se movían con agilidad entre la calle nevada, sin resbalar en ningún momento, como si conocieran muy bien hacia donde se dirigían.

Su chofer era otra de las curiosidades que el pequeño festival traía con él. Principalmente porque no era el chofer, sino el dueño de todo el grupo que venía con él. Estaba vestido con un pulcro esmoquin negro, brillante a la luz de la luna, y un elegante sombrero de copa. Apenas se le veía el rostro, y lo poco que se mostraba, sus labios, no parecían curvarse ni mostrar una nimia emoción por parte de él. No se fijaba en las calles, no parecía fijarse siquiera en los caballos, y no parecía haber un suceso lo suficientemente sorprendente como para hacer que el hombre despegase sus ojos de donde sea que los tenía clavado.

Luego de unos minutos los caballos llegaron finalmente a su destino: se detuvieron frente a un viejo y enorme teatro abandonado. El chofer (y el dueño) se bajó y se quitó el sombrero de copa, dejando que el frío viento de aquella noche invernal agitara su cabello castaño. Sus orbes dorados brillaban mientras miraban el edificio: viejo, oscuro, con las tejas caídas y ventanas y puertas rotas, selladas con los típicos tablones de madera.

Era perfecto.

"Gus, me dará hipotermia si no entramos ahora"

Gustavo Hiddens parpadeó pues aquella voz lo sacó de su trance. Se giró y miró a quien le había hablado: un hombre alto, de cabello largo y púrpura y ojos grises pero vivos. Gus, cómo le había dicho, lo miro durante unos segundos sin alguna expresión en su rostro antes de cerrar los ojos y colocarse nuevamente el sombrero. Le dio la espalda y empezó a subir poco a poco los escalones que lo llevaban a la entrada del teatro. Y quien sabe cómo, pero quitó los tablones de la puerta como si de una simple astilla se tratara.

"Dile al Cirque que baje" dijo antes de adentrarse a la oscuridad.


Cualquiera pensaría que Sherlock Holmes era un chico extraño a simple vista. Estaba obviamente apartado de los demás (se sentaba en el último asiento, en una esquina al lado de la ventana y en la única mesa que no era doble) y no era precisamente el que más hablara en su clase: era como si no existiera. No hablaba con alguien, no prestaba atención en clases o al menos así lo aparentaba, porque las únicas veces en las que el chico de cabello azabache abría la boca era para corregir a un profesor. Y esas eran las veces en las que acababa en detención y posiblemente en la dirección luego de decirle al profesor de detención que no hacía bien su trabajo.

Podría decirse que era especial, o huraño, o sólo un chico asocial de esos que eran comunes en los tiempos de ahora, claramente falsos y que sólo mostraban la cara para ser populares. Pero Sherlock Holmes genuinamente no se interesaba en los demás, como tampoco se interesaba en sus clases porque sus contenidos eran "aburridos", ya se había leído el libro antes de comenzar el curso escolar y no necesitaba tomar apuntes pues todo se quedaba en su cabeza el tiempo suficiente. Luego lo eliminaba, como si estuviera desechando muebles viejos e inservibles.

Más aquel se trataba de un día especial. Y no precisamente por ser una semana luego de Navidad, donde los chicos traían sus obsequios y se los mostraban a los otros, restregándoselos y con el propósito de generar envidia (Sherlock se divertía mucho analizando lo que podía de aquellos regalos y las reacciones de sus dueños). Lo que en esos momentos, mientras esperaba que iniciara su clase de Historia, comenzaba a interesarse era el panfleto negro pero de colores brillantes que el chico que se sentaba en la mesa de al lado tenía en sus manos.

"EL ASOMBROSO CIRQUE DU FREAK"

Sherlock entrecerró los ojos mientras leía. No le importaba el muchacho, que desde hacía unos minutos había notado la mirada extraña que Sherlock tenía sobre él, aunque sabía que no era la primera vez que lo hacía y trató de ignorarlo, sino el contenido del papel. Por lo que alcanzaba a leer se trataba de un espectáculo de extraños. "¡Hombres lobo, la mujer barbuda, el chico cocodrilo, Alexander Calavera, y muchos más!" rezaba el resto del panfleto, lleno de imágenes, dibujos de lo que posiblemente serían los artistas. Debajo estaba la dirección dónde vendían los boletos, además de los días que presentaban las funciones: desde el lunes primero de enero hasta el sábado seis. El chico a su lado comenzaba a sentirse incómodo, claramente.

Escuchó la puerta y copió rápidamente la dirección del panfleto en la esquina de su cuaderno. Su profesora, Deborah Hemlock, ya había llegado y los chicos comenzaron a guardar sus cosas. Era una chica bastante joven para ser profesora, Sherlock no le veía más de treinta años de edad, y a pesar de ello ejercía su carrera con orgullo y buen porte. Debía decirlo, era posible una de los únicos profesores a los que no había corregido…mucho. Pero sí se trataba de la única que no lo había mandado a detención por haberlo hecho, es más, le agradecía la corrección.

"Sherlock Holmes" lo llamó mientras pasaba la asistencia. Alzó la mano y ella le sonrió, pero luego se fijó en otra cosa. En el chico que tenía a su lado, que aún tenía el panfleto en la mano y ahora que no tenía la mirada inquisidora del Holmes encima compartía su contenido cómodamente con su compañero de mesa. "Nathaniel" lo llamó la profesora Hemlock, con una paciencia que desafiaba a la de los ángeles. Nathaniel se removió en su asiento y fue cuando notó que la mirada de todos, no solo la de Sherlock, estaban puestas en él. "¿Me pasas eso que tiene allí? Sabes que mis clases comienzan cuando yo entro al salón"

Cualquiera se habría molestado, pero Nathaniel sólo bajó la cabeza, algo apenado, y luego se levantó, dirigiéndose a llevarle el panfleto y dejándoselo en la mano. Posiblemente su hermano se enojaría con él al ver que había perdido el panfleto, pensó Sherlock.

La profesora Hemlock tomó con una sonrisa el panfleto y lo miró antes de rápidamente cambiar su expresión. Sherlock alzó la cabeza y por única vez toda su expresión facial indicó que estaba genuinamente interesado en lo que ocurría. La profesora miraba en trance el papel, inclusive algo asustada, antes de simplemente negar con la cabeza y guardar el panfleto en uno de los cajones del escritorio. Sherlock ladeó la cabeza, antes de abrir los ojos y sonreír.

Ella había estado allí.

Sí, ella había estado allí. Quizás no como miembro, pues no tenía nada anormal (y sobretodo él lo hubiese notado), pero sí que lo había visitado. Y por la expresión en su rostro no parecía haber pasado un buen rato allí. No… no fue algo que ocurrió en el circo, fue algo relacionado con él. Sonrió de una manera más amplia, casi placentera, mientras unía las yemas de los dedos de sus manos y las llevaba a su rostro, apoyándose allí. Había algo más en sus ojos, más que el recuerdo de un mal momento: era nostalgia, tristeza, posiblemente le gustó su estancia pero esté relacionada a un evento triste. Sería… ¿la muerte de un ser querido? ¿Su esposo? ¿Su novio?

Sonrió, miró sus manos. No había anillo ni la marca de uno, no era su esposo. Pero sí que era su novio. Soltó una pequeña risita mientras se relajaba y se apoyaba en el asiento. Finalmente la profesora Hemlock reaccionó. Ahora era a ella a quien sus estudiantes miraban.

"No deberías fijarte en estas cosas, Nathaniel" Dijo con algo de temblor en su voz. Se aclaró la garganta y miró a su salón en general "Nadie debería" repitió. Hubo un murmullo en general hasta que finalmente una de las chicas alzó la mano y preguntó lo más estúpido que alguien pudiera haber dicho. Sherlock rodó los ojos.

"¿Por qué, profesora?" Oh, Dios, y luego se quejaban de lo que decía de ellos.

La profesora la miró y luego se mordió los labios, mirando al escritorio. Era la primera vez que la veían así. Tan… insegura.

"Porque… son sitios horribles. En la mayoría de ellos se tratan de personas disfrazadas como 'extraños', pero en la antigüedad solían ser personas con tres brazos o algún tumor" Miró a sus alumnos, paseando la mirada entre ellos. "¿Entienden lo que es eso? Separaban a personas de sus familiares y las encerraban en una jaula, las trataban como animales por ser… diferentes"

Sherlock ladeó la cabeza, la sonrisa de autosuficiencia aún la mantenía en su rostro. Sólo necesitaba saber una cosa más. Levantó la mano, para sorpresa de todos, y pidiendo permiso para hablar. Todos lo miraban, a ver con qué saldría esta vez.

Pero por primera vez Sherlock no iba a reclamar algo, como tampoco explicar el comportamiento de la profesora. No le convenía, no lo iba a decir en voz alta. En cambio, preguntó.

"Y, ¿qué piensa usted que es ese?"

La profesora Hemlock lo miró, claramente pensando en lo que iba a responder. Suspiró, tomó un borrador de tiza y solo comenzó a borrar la pizarra. Por un minuto Sherlock pensó que iba a ignorar su pregunta, pero luego habló, dándoles la espalda a sus alumnos.

"Seguramente se trata de un espectáculo de personas disfrazadas." Ah, entonces lo defendía.

Sherlock sonrió y curiosamente prestó atención el resto de su clase. Definitivamente visitaría el circo.