Inspirado en una canción, en un sueño y en una locura un tanto obsesiva.

Corazón solitario

Capítulo Primero: Conociéndonos

—El que seas una bruja no te hace especial, estúpida, deja ya de sonreír así. Lo único bueno de ésto es que no te volveré a ver hasta Navidad— me dijo Petunia, mirándome altiva y distante, recargada en la puerta de mi cuarto.

—No te preocupes, al fin que ya me voy— le respondí mientras tomaba mis maletas y me arreglaba las trenzas. Mis papás me estaban esperando afuera de la casa para llevarme a la estación King's Cross. Salí despacio de mi habitación e intenté abrazar a mi hermana, mas no me lo permitió. Desde que llegó la carta de Hogwarts y descubrimos que yo tenía poderes mágicos, ella no había dejado de fastidiarme. Papá dice que no me moleste ni entristezca, porque Petunia sólo tiene celos porque yo soy bruja y ella no. Ella no quizo acompañarme a la estación.

Bajé las escaleras y vi a mi mamá, observándome con esa sonrisa que ponía cuando se sentía orgullosa de mí. Sus cabellos pelirrojos me parecieron más bellos que nunca y su sonrisa¡iba a extrañar tanto su sonrisa! Cuando llegué a su lado me llenó el rostro de besos y salimos en silencio a la cochera, en donde estaba papá esperando. El camino me pareció muy corto, pronto estuvimos caminando entre los andenes de la estación. La carta decía claramente: Andén 9 3/4. Supuse que el tren que llevara al Colegio no estaría visible para los muggles, como había leído que los magos llamaban a las personas sin magia, así que no me asombré por lo de "3/4".

Aún así, no me imaginaba cómo iba a llegar a un andén que se encontrara entre el 9 y el 10. Por suerte, una familia de magos iba caminando cerca de nosotros. Lo noté porque iban hablando de palabras que no eran coloquiales, como varita, Callejón Diagon, calderos, hechizos, criaturas, pociones y otras más. Eran una mujer muy hermosa, un hombre alto de lentes y un niño que parecía de mi edad. Los padres le iban previniendo que no hiciera maldades, mientras él sonreía ampliamente.

Cuando llegamos al andén que tenía los carteles 9 y 10, los padres del chico le dijeron que corriera rápidamente contra la pared y que si tenía miedo cerrara los ojos. El niño, que parecía un tanto antipático, lo hizo sin cerrar los ojos. Mis padres y yo quedamos asombrados al verlo desaparecer, cruzar la pared. Sus padres lo siguieron y luego crucé yo, con los ojos bien cerrados y el corazón palpitándome con mucha rapidez. Mis papás dudaron mucho, quizá sólo los magos podían cruzar, pero aún así lo intentaron y poco después de que abrí los ojos, estaban ellos junto a mí.

Busqué con la mirada a la familia que venía caminando junto a nosotros, pero había tanta gente que me resulto imposible encontrarlos, siendo yo una niña de poca estatura. Mis papás parecieron asombrarse también, ya que había todo tipo de gente ahí: desde quienes lucían tener todo el dinero del mundo, hasta otros que lucían humildes. Me sentía muy nerviosa, me temblaban las pierdas y mi frente sudaba. Mis papás se percataron y me dieron muchas palabras de aliento, pero ni eso logró tranquilizarme.

—¡El expreso está a punto de salir!— escuché que gritó un hombre de voz muy grave. En esos momentos no podía conmigo misma, creí que el mundo se iba a hacer pedazos.

—Mi amor, tranquilízate. Todo va a estar bien, tú eres una niña bastante inteligente y buena, todo va a estar bien— me dijo mi mamá, llenándome de besos.

—Te amamos Lily, escríbenos con frecuencia¿si?— se despidió mi papá, dándome un tierno abrazo.

—Si, les escribiré mucho. Los quiero— dije y me metí al expreso, sin mirar atrás. De haberlo echo, me hubiera tirado a llorar ahí mismo. Todos los alumnos iban de un lado a otro, entrando a los vagones. Me pregunté entonces¿con quién me sentaría? En aquel momento vi al chico que había visto antes con sus padres y, después de vacilar un poco, me dirigí a su lado.

—Disculpa...— le dije, con tono de voz nervioso.

—Hola¿te conozco?— me preguntó con una sonrisa aparentemente simpática.

—No, perdón. Soy Lily Evans. Te vi mientras caminabamos por la estación— respondí, sonrojada.

—Soy James, mucho gusto Lily— nos dimos la mano, sonrientes. —¿No quieres sentarte conmigo?

—Claro, muchas gracias— era justo lo que esperaba de él. Ya no lo veía tan antipático como cuando estaba con sus padres, hasta me pareció agradable. Tardamos unos minutos, pues todos los vagones parecían estar llenos, hasta que llegamos a uno en el que sólo había un chico.

—¿Están ocupados todos los asientos?— preguntó James al chico que estaba dentro.

—No, sólo estoy yo. Pueden pasar, si quieren— respondió el chico con una débil sonrisa y voz entrecortada. James se sentó junto a él y yo, frente a ambos. Hasta entonces no había tenido oportunidad de observar bien a James, pues mientras caminabamos por el expreso evité que nuestras miradas se cruzaran; me daba pena estar con un niño.

James tenía el cabello castaño claro y despeinado, sus ojos eran oscuros y usaba gafas. Debo admitir que era un niño muy guapo. El niño que estaba sentado junto a él se veía incluso más pequeño que yo, pero sabía que eso era imposible, pues yo entraba a primer año, así que supuse que él también. Su cabello era marrón claro y sus ojos miel, tenía unas grandes ojeras y una expresión de profunda tristeza.

—¿Cómo te llamas?— le pregunté, segura de que si no lo hacía, no se presentaría por sí mismo.

—Remus Lupin— me respondió, sin levantar la mirada de un libro grueso que estaba hojeando.

—Es un nombre extraño —declaró James, intentando averiguar de qué era el libro. —Yo soy James Potter, mucho gusto— se presentó.

—Yo me llamo Lily— dije —Soy nueva—agregué.

—También yo— dijeron James y Remus al unísono. —Pero conozco bien como funciona el Colegio, mis padres estudiaron ahí mismo¿saben? Mi papá era Gryffindor y mi mamá era Hufflepuff— agregó James, mirando por la ventana. —Yo quiero entrar a Gryffindor, mi papá siempre ha dicho que es la mejor casa de todas.

—¿Qué es eso de casa?— preguntó Remus, sonrojado.

—¿No sabes? Pues verás: cuando lleguemos a Hogwarts habrá una ceremonia, algo así como una fiesta de bienvenida, en la que un sombrero que habla nos dirá a qué casa pertenecemos. Hay cuatro casas, pero la mejor es Gryffindor, como ya dije. Las demás son Ravenclaw, Slytherin y Hufflepuff, a la que perteneció mi mamá. Ella dice que la casa de alguien es como su familia y que al final del año a la casa que tenga más puntos le dan un premio, o algo así. Como si fuera un concurso. —El asombro se notaba en el rostro de Remus, pero yo ya sabía todo eso, ya que leí un poco de la historia de Hogwarts.

—Yo leí que Ravenclaw, Gryffindor, Slytherin y Hufflepuff, son los nombres de las casas en honor a los cuatro fundadores de Hogwarts y que el sombrero que habla, le perteneció a Godric Gryffindor —dije, confiada de mis conocimientos.

—¿Qué diferecía a una casa de otra?— preguntó Remus con timidez. James pareció querer responder, pero yo fui más rápida que él.

—La diferencia es la cualidad que resultaba más importante para cada uno de los fundadores en sus alumnos. Rowena Ravenclaw, por ejemplo, creía que lo más importante era la inteligencia, así como Godric Gryffindor, la valentía— expliqué. Ya no me sentía nerviosa.

—Si, Slytherin quería sólo a alumnos de sangre pura y Hufflepuff se quedaba con los que sobraban. Es por eso que creo que Hufflepuff es la peor casa— declaró James.

—¡Eso no es cierto!— bufé con impaciencia. —Helfa Hufflepuff buscaba alumnos justos, leales y pacientes.

—Mientes, ella se quedaba con los que ningún otro fundador quería— dijo James, evidentemente enfadado por mi contradicción. Comenzamos a discutir, hablamos de los fundadores, de las casas, de algunos personajes históricos famosos, de quidditch. Yo había leído de todo esto y me sentía confiada de lo que decía, mientras que James se basaba solamente en lo que su padre o madre decían. Remus parecía no entender nada, pero eso no evitó que James y yo continuaramos discutiendo.

—Disculpen mi interrupción, pero no entiendo qué es eso de sangre pura— musitó Remus muy bajito, sólo yo lo escuché.

—Son los magos que son hijos de magos— respondí, ignorando por un momento a James, que pasó de parecerme agradable a un fastidioso y terco.

—Oh, entiendo. Yo no soy de sangre pura— me dijo, algo apenado.

—Yo tampoco lo soy, mis padres son muggles— le dije, mirándolo fijamente a los ojos. ¡Su mirada era tan triste! Nos quedamos en silencio unos segundos, los tres, mirándonos las caras, hasta que alguien abrió de súbito la puerta del vagón.

—Deberían ponerse los uniformes, dentro de poco llegaremos a Hogsmade— dijo un chico apáticamente. Se disponía a cerrar la puerta cuando James lo interrumpió.

—¿No te bañas muy frecuntemente, cierto?— el chico se sonrojó, pero no dejó de observarlo con indiferencia. —Lo digo por tu cabello—. En efecto, el cabello de aquel chico era sumamente grasoso y daba la impresión de que no lo lavaba muy frecuentemente, mas eso no era razón suficiente para que James se burlara de esa manera de él.

—¿Cómo te llamas?— le preguntó el chico del cabello grasoso.

—James Potter— respondió James, con una pícara sonrisa.

—Potter...— musitó y cerró la puerta del vagón.

James y Remus salieron del vagón para que yo me cambiara. Después de ponerme el uniforme salí del vagón y encontré a Remus recargado en una pared, solo. Le pregunté por James y me dijo, con toda sencillez, que se había ido. Le dije que pasara para cambiarse y así lo hizo, mientras yo me quedaba afuera. Desde que lo conocí me llamaron la atención sus ojos vidriosos y entristecidos. Tenía curiosidad por saber lo que pensaba, lo que sentía, lo que escondía. Pasaron los minutos y yo continué ensimismada en mis pensamientos, tanto así que no me percaté de que Remus había salido y estaba de pie junto a mí, observándome detenidamente. No pude evitar sonrojarme al darme cuenta.

—Disculpa, discúlpame. No era mi intención que tú, em yo sólo...

—No hay problema, pasemos al vagón— le dije, aún sonrojada.

Me senté junto a la ventana y Remus se sentó frente a mí. Evitabamos nuestras miradas, ambos eramos bastante tímidos.


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Srita-Lunática