Los personajes no son míos, tampoco los conceptos, son de MasamiKurumada
No planeo ni obtendré ningún beneficio monetario por esto, solo matar el tiempo jugando con la luz y la oscuridad
Por eso les ofrezco esta historia que busca ver donde empieza y termina la cordialidad
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Criaturas de la noche
Un triste pasado
En la bella Grecia, cerca de la emblemática ciudad de Atenas se encuentra un lugar rodeado de misterios y leyendas, una tierra atrapada en el tiempo en que los dioses y los héroes aun moraban por la tierra . Un lugar sagrado al que la gran mayoría de los mortales jamás podrá acceder, sólo los elegidos por los dioses podrán entrar, sólo ellos podrán entrenar hasta convertirse en los guardianes de esta era, entrenar hasta ser los poderosos caballeros de Atenea.
Capaces de desgarrar el cielo con sus puños y destrozar la tierra de una patada, ellos son los guardianes de nuestro mundo y los protectores de la diosa Atenea. Resguardados por las ochenta y ocho constelaciones que rigen nuestro cielo, guerreros que combatieron contra el capricho y crueldad de diferentes deidades... Los asesinos de Dioses.
Pero así como en el pasado, este lugar sagrado y los guerreros que lo custodian tuvieron que sufrir el impiadoso golpe la guerra. Las imponentes construcciones y templos que se alza sobre la montaña había sido reconstruida hace tan solo siete años, tras la última gran guerra que había asolado esta sagrada tierra, una de las batallas más feroces que sus muros contemplaron...
La cruzada del Olimpo.
Luego de la batalla interna desatada por Saga, de haber pasado por Asgard, de la batalla contra Poseidón y la guerra contra Hades, por primera vez se dieron el lujo de creer que por fin había llegado los tiempos de paz. Durante tres años se reconstruyeron las doce casas, se buscaron nuevos aprendices, establecieron nuevos centros de entrenamiento, lograron piedra a piedra reconstruir la orden y tuvieron la esperanza de vivir en paz...
¿Por qué?
Esa pregunta lo asaltó de repente, se encontraba comodamente recostado en uno de los pilares de su templo. Hacia horas que se encontraba observando el Santuario que él y sus hermanos protegían. Ya habían pasado muchos años desde esa última batalla que libro y ahora con sus veinticinco años encima ya era todo un hombre, un experimentado guerrero... El legendario caballero Ikki de Leo.
Bajó la vista y observó el lejano templo que seguía al suyo, la casa de Virgo... La cual aún no tenía guardián. No podía evitar mirar aquella emblemática construcción sin que la nostalgia se apoderara de él, habían pasado ya siete años... Y aun así no conseguía reponerse, siete años pero aun así su falta seguía siendo tan fuerte como lo fue desde el primer día. Como un recuerdo que siempre está latente, como el susurro del viento que cada tanto toca nuestra puerta, no podía el evitar a veces preguntarse lo que haría él en estas épocas de paz... Pensar que sonreiría aquel día del campo, recordarlo cuando lo regañaba por pelear con sus amigos o por andar saltándose las reuniones de caballeros... Realmente nunca conseguía dejar de extrañarlo...
Se separó del pilar, ya hacían un par de minutos que lo había llamado para que se presentara en Templo del Patriarca, pero hoy no estaba de humor como para tener que participar de esas insufribles juntas, o para ver a cualquiera de sus compañeros de armas... Hoy lo único que quería era dejar que su mente divagara libremente entre los recuerdos de su pasado...
A veces se preguntaba si pudo haber hecho algo más por él, si pudo haberlo evitado. Durante la infancia él lo protegió e intento prepararlo para el duro futuro que les esperaba, siempre fue tan pequeño y frágil, algo demasiado hermoso para este mundo tan cruel.
Nunca le dejo de sorprender que pese a la difícil infancia que tuvieron él jamás cambiara, sus sonrisas siempre fueron sinceras, sus ojos eran eternos inocentes, de hecho, no parecían ser capaces de reflejar maldad. Pero el destino no le dejo seguir cuidándolo, fueron cruelmente separados y obligados a entrenar para caballeros. Un entrenamiento que término transformándolo en un monstruo lleno de odio y sed de sangre, un tirano que solo quería vengarse del mundo que le había quitado su infancia y al amor de su vida.
Cuando lo volvió a ver no dudó en atacarlo, de hecho, no hubiera dudado en matarlo. Ya no le significaba nada, no era más que otro de los traidores, uno de los obstáculos que se interponía entre él y su glorioso destino. Cuando volvieron a encontrarse, no presto atención al dolor que se reflejaba en sus ojos, ni a las brillantes lágrimas que corrían por su rostro, en esos momentos solamente deseaba poder y nada más... Ni siquiera su propio hermano le importaba.
Después de aquella pelea, de que intento apoderarse de la armadura de Sagitario, después de que intento matarlo tanto a él como a sus amigos. Aun así, cuando estuvo a punto de caer al precipicio su mano lo sostuvo, usando todas las fuerzas que le quedaban lo elevó junto a él y lo perdonó, pese a todo lo que hizo lo perdonó. Fue poco el tiempo que lo vio antes de que la muerte se cerniera sobre él, pero no murió con dolor al saber que aquellos ojos verdeazulados seguían reflejando el mismo brillo de cuando eran niños, él seguía viéndolo como su amado hermano.
La última batalla fue la peor, cerró sus ojos recordando el justo momento en que las enormes puertas del Tártaro se abrían de par en par, dejando sentir a cada alma presente la oscuridad que tras ella había sido encarcelada. Después de las batallas que había librado para poder llegar has allí, estaban demasiado heridos y con sus armaduras destrozadas como para poder hacer frente a tan nefasta situación. En su mente repasaba el fugaz momento en que lo vio levantarse, sabiendo que de todos era al que en mejor estado se encontraba le dirigió una última mirada, sus ojos verdeazulados y su sonrisa de disculpa fue lo último que le quedo... Lo ultimo que le dejo.
Su hermano se dio vuelta y corrió directo hacia las inmensas puertas que se le abrían como las fauces de una bestia. Elevando su cosmos más allá del infinito, logró concentrar todo el poder de la tormenta nebular en su puño y se lanzó directamente hacia ella. No le importaron los gritos de sus amigos, ni siquiera los de él.
Apretó sus puños con fuerza, la misma fuerza con la que estiró su mano sin poder detenerlo, viendo como su hermano en un último y devastador ataque lograba destruir las puertas del Tártaro, sellándolas para siempre con su propia vida.
—¿Por qué Shun?—Pronunció en un murmullo, aunque él ya sabía la respuesta. Siempre fiel a su estrella, Andrómeda no dudó a la hora de entregar su vida con tal de salvarlos.—Hermanito, si supieras cuanto te extraño.—Dijo a la nada, aprovechando su momentánea soledad para dejar salir aquellos sentimientos.
La guerra del Olimpo fue la peor, sólo siete caballeros dorados sobrevivieron, muchos de los aprendices y los nuevos caballeros que participaron murieron en aquel brutal bautismo de fuego. El Santuario que con tanto empeño habían reconstruido fue reducido a escombros por los caprichosos dioses. Los dioses contra los que frente a frente lucharon, en una batalla que término arrastrándolos hasta el mismo Monte Olimpo y que acabo con la Tierra del Edén...Lo que marcó el fin del reinado de los dioses.
¿Por qué?
Aquella pregunta lo atormentaba ¿Por qué en la en vida jamás les dieron su tan ansiada paz? ¿Por qué después de todas las batallas que había librado, después de toda la sangre que había dejado y derramado en nombre de la maldita paz el destino aun lo hacía pagar? No fue suficiente castigo haber perdido a Esmeralda...O acaso este era el castigo de los dioses por las fechorías su pasado. Su hermano se merecía disfrutar la paz por la que tanto habían luchado ¿Acaso Shun no se merecía ser feliz?... Su hermano se lo merecía... Se lo merecía mucho más que él.
Apretaba sus puños con la rabia acumulada en su pecho, incapaz de evitar que una traicionera lagrime se le escurría por su mejilla. Había fracaso y roto su promesa ¡Era un maldito fracasado! ¡Debió ser él quien realizara quien diera la vida por Shun! ¡No al revés!... No al revés... No había podido proteger a su hermano, y aunque lo odiara le había prometido seguir, pasara lo que pasara ambos se habían prometido seguir. Poco antes de aquella guerra lo habían pactado, como si un oscuro presentimiento les hubiera advertido, ambos acordaron que pasara lo que pasara iban a continuar con sus vidas. Ya no podía romper esa promesa, mantendría su palabra y por Shun seguiría viviendo, por su recuerdo seguiría viviendo.
—¿Estás bien Ikki?
La voz le llamó a la realidad, frente a él se encontraba uno de sus compañeros de armas. Con sus veintitrés años Seiya no había cambiado casi nada, seguía llevando su cabello castaño corto y aun cuando su piel ahora estaba más bronceada de tanto entrenar bajo el sol de Atenas, sus ojos marrones seguían tan vivaces y divertidos como siempre. Embestido por la imponente armadura dorada de Sagitario, se encontraba en el templo de leo justamente para buscar a su guardián, después de todo, ya había pasado bastante tiempo desde que los mandaron a llamar.
—Estoy bien, no pasa nada.—Fue la seca respuesta del leonino.
—Ikki, todos lo extrañamos pero él hubiera querido que siguiéramos adelante.—Le respondió el castaño, por más que Ikki pareciera de hierro, todos sabían que aun sentía la muerte de su hermano...sobre en estas fechas.
—Lo sé.— La voz del leonino le dejó en claro que no iba a continuar hablando de ello.—, vamos que nos esperan en el templo del Patriarca.
Se dio vuelta y siguió por las escalinatas, pasando por al lado de Seiya sin ni siquiera dirigirle la mirada. El caballero de sagitario largo un pesado suspiro, en estas épocas el humor de Ikki empeoraba considerablemente. Por unos momentos miró hacia el cielo, perdiéndose en el mar de estrellas que bañaba la tierras griegas. Entendía perfectamente al antiguo caballero de Fénix, todos ellos también extrañaban a Shun.
—Realmente se te extraña Shuny, espero que donde sea que estés, estés bien.
Dijo con la leve esperanza de que su compañero pudiera escucharlo para luego voltear y seguir al leonino por los escalones.
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Siberia, el país de los hielos eternos, el lugar que llamaba su hogar. Parado en medio del aquel mar congelado que se extendía hasta perderse en el horizonte, con su único ojo celeste miraba la gruesa capa de hielo que le separaba del frió mar Ártico y del recuerdo de una de las personas que más había amado en este mundo, aquella que le había enseñado su religión y quien le había inculcado todos los valores que ahora poseía.
—Madre, quiero que sepas que tendré que volver al — con un aire triste.—. Muy a mi pesar debo hacerlo, soy uno de los pocos caballeros que quedan en la orden y es mi deber como tal. Han pasado eventos extraños en varios lugares del mundo, no me dijeron bien la razón, pero es algo que preocupa a Saori. Siendo sincero, creo que son solamente rumores ya que no hay muchos enemigos que se puedan enfrentarnos, después de que hemos vencido a los mismos olímpicos, sinceramente creo que ya no existe nadie más con quien pelear.
Suspiró dejando ver la frustración que sentía, realmente no deseaba volver a pisar ese lugar. Jamás había sido bueno para manejar sus emociones, ni lidiar con los recuerdos. Fue esa la precisa razón por la cual pidió venir a crear un nuevo campamento de entrenamiento en Siberia...
—Desearía entender por qué lo extraño tanto, sé que fue mi mejor amigo, pero... Siento como si cuando murió se murió con él una parte de mi...No sé qué pensar, por lo menos sé que debe estar tranquilo ya que ahora por fin dejara de pelear-Dijo mientras negaba lentamente. Era una de las cosas que mas odiaba, todos, incluso él que tanto odiaba pelear, habían luchado ferozmente por esa tan anhelada paz...Esa paz que él nunca pudo disfrutar.—De seguro está contigo ahora, debes haberte dado cuenta que es una gran persona.
Una traicionera lágrima escapó por el único ojo celeste que le quedaba, ya había pasado bastante tiempo y no podía seguir retrasando lo inevitable; debía preparar sus cosas para partir en el primer vuelo de la mañana. Con una leve sonrisa depósito unas pocas flores rosadas sobre el lecho de Hielo. Con un último adiós se dio vuelta para partir al deber que su destino le imponía, caminando por el desolado paisaje hasta perderse entre los blancos vientos del norte.
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En otro lugar...
Un joven de unos diecinueve años de larga y sedosa cabellera esmeraldina estaba parado en medio de un antiguo cementerio. Sus ojos verdeazulados observaban en cielo, buscando a las pocas estrellas que aun eran visibles a través de la suave niebla que le rodeaba. Vestido con una chaqueta de cuero negro abierta y que dejaba ver la remera violeta que llevaba por debajo.
Dejo su infructuosa acción de lado y caminó por el solitario lugar, acompañado únicamente por el silencio de la muerte y sumiéndose en una profunda meditación. Parecía que no le prestaba atención a nada de lo que le rodaba, ni siquiera al alto césped que manchaba la parte baja de sus pantalones negros con la helada humedad de la noche...
Su piel tersa y pálida, más suave que la misma niebla que lo rodeaba, le daba una apariencia de un ser sobrenatural, una criatura que no era de este mundo, un solitario ángel abandonado en la soledad de una oscura noche.
—Mi joven Shun, ¿que te distrae?—La suave voz de una mujer rompió el silencio.
Desde la sombras apareció una joven de ta sólo diecisiete años, sus cabellos largos eran tan negros como la noche que les rodeaba más en sus profundos ojos marrones se veía trasparente la preocupación que tenía por aquel joven. Al igual que Shun poseía una tés muy pálida, misma que resaltaba sus rojos labios y la larga cicatriz que cruzaba todo el alto de su bello rostro. Un corte en forma de media luna que iniciaba en su frente y bajaba hasta su cuello, marcando todo el costado de su cara iluminada por la endeble luz de las farolas.
El joven caballero la miró tranquilamente, notando el vestido negro tan elegante y esbelto que su compañera poseía, esbozó una pequeña sonrisa en un infructuoso intento de tranquilizarla. Ella no le creyó, pues aunque Shun lo disimulara, ambos sabían que la hora de la verdad había llegando.
— Iris —La saludó. Siendo sincero, no esperaba que lo siguiera ya que debería estar demasiado ocupada como para darse cuenta de su ausencia. —No pensaba en nada especial.
—Has estado muy callado últimamente, Shun, me preocupas ¿Qué ocurre?
El aludido volvió a tener un semblante serio, con un tono tranquilo y firme le dijo:
—Ha llegado la hora, el cuarto sello se ha roto, ellos serán libres otra vez.
La joven mujer sintió como sus peores miedos se hacían realidad, el cuarto sello del apocalipsis se había roto, liberando la ira y el caos, liberándolos a ellos para hacer su voluntad. Pero esto no era lo que más le preocupaba, la razón de su verdadero temor era que aquella mujer avenida del averno volvería a reclamar lo que consideraba suyo, alejando para siempre al joven que se hallaba frente a ella, queriendo arrancar de este mundo a su ángel de ojos verdeazulados.
Shun noto su preocupación, ya sabía de sus sentimientos, pero él jamás podría corresponderle de la manera que él mismo deseaba, después de todo, él ya no podía volver a sentir el calor del amor. Suavizo su semblante y la saco de sus pensamientos.
—Iris, no te preocupes por mí.
—Shun, te conozco, y se —Su voz se torno dolida, después de todo ya sabía lo que ello significaba —Y...Yo sé que todavía la amas.
Shun apretó sus dientes con fuerza, pero no negó sus palabras, desvió su rostro evitando ver la el rostro de la muchacha más podía imaginar el dolor que se reflejaba en ella. Ya sabía que ninguna de sus palabras podría consolarla, que ninguna podría darle fe en que podrían con la batalla que se les avecinaba, sabía que podrían contra ellos pero...Ella era una asunto muy diferente. Aun así se lo había dicho ya, siempre fue sincero con ella, él jamás podría amarla y de cierta forma se maldecía a sí mismo por poseer un corazón tan estúpido, un corazón tan patéticamente perdido y condenado...
—Iris, sólo caminare un rato, tengo que prepararme para mañana.—Se alejó de la chica, internándose en el cementerio.
En ningún momento la volvió a mirar, simplemente no podía, pues sabría que se daría cuenta de la verdad.
Continuara...
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Bien, un capitulo corto, demasiado ¿no?, que deja más duda que respuestas, ¿Shun está muerto?...digamos que en parte. Decidí que en este fick no será uno de los me enamore a primera vista, el amor puede llegar a ser mucho más complejo y confuso de lo que pensamos, más si se da en las condiciones en la que esta Shun.
¿La anterior guerra?, no hablare mucho de ella, solo han de saber que fue muy dura y que la mayoría de los santos murieron, tal y como Ikki lo dijo.
esta catalogado para mayores de 18 por favor respeten la edad, tenemos the truth par las demás edades. Más adelante en la historia profundizamos contenido y no quiero andar destruyendo infancias, entras bajo tu propio riesgo y si quieres mi concejo aprovecha las otras historias de mi catalogo.
Espero que les haya gustado el capítulo inicial.
