Título: Un lugar para arder
Autor: Misato Mitarashi
Valoración: Adolescente. Lectura recomendada para un público de quince años en adelante
Resumen: Jirou no lo dice en voz alta, pero extraña ese lugar cálido, donde los viejos recuerdos le sacan sonrisas húmedas. (Secuela de "Atrapasueños de ceniza")
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Un lugar para arder
Capítulo único
Algunos días el espejo le miente y casi se olvida de sí misma. Su mandíbula se pone un poco demasiado rígida, tal vez, y se aleja de sí misma. El silencio la abruma, la hace tiritar como si tuviera frío. No lo dice en voz alta, pero extraña ese lugar cálido, donde los viejos recuerdos le sacan sonrisas húmedas.
Jirou no reconoce a la niña pequeña en el espejo. No desde los trece cuando sus padres la encontraron fumando en el balcón. No durante los meses siguientes cuando hace cosas de adultos. No ahora cuando le exige que la mire.
Pero esos tiempos son cada vez más infrecuentes. Ahora cuando se mira en el espejo le duele menos la sonrisa que le muestran. Esos ojitos llenos de vida ya no la hacen rumiar. Siente que después de muchos años es capaz de entenderla.
No, es que ya no me tapo los oídos cuando habla, piensa Jirou, cuando reúne sus cosas y se va. Mira alrededor de la habitación casi vacía con una pequeña sonrisa. No hay señales de que haya estado allí. Ella siente los hombros ligeros cuando abandona un lugar al que nunca considero su hogar.
−Mamá, papá –dice por el teléfono− ¿Cómo han estado?
Algunos días el espejo le miente y casi se olvida de sí mismo. Izuku reconoce al niño pequeño en el espejo. Lo ha llevado cargando en la esplada por mucho tiempo. Cuando todos a su alrededor dieron un paso adelante Izuku se quedó con él. Ambos le tienen miedo a lo que hay afuera.
Pero esos tiempos son cada vez más infrecuentes. Ahora cuando se mira en el espejo tiene que lidiar con el niño que se ha reducido a hacer rabietas. Que chilla y patalea tapándose los oídos. Siente que después de muchos años ya no es capaz de aguantarlo.
No, es que ya no le dejo salirse con la suya, piensa Izuku, cuando se sienta a revisar las cuentas. Necesita triunfar en el oficio si quiere mantenerse sólo, si espera algún día tener una familia y sostener a su madre.
El siente los hombros más ligeros cuando se enfrenta a los problemas que fingió no ver. No son el Coco y no se irán cuando cierre los ojos.
El timbre suena y se encuentra con ella cuando abre la puerta. Sus ojos vagan a la maleta que lleva y a la funda de guitarra que carga en el hombro. Ella levanta una ceja y él le sonríe con travesura haciéndose a un lado y dejando la puerta entreabierta. Jirou entra y la cierra; se sienta en la silla al lado de la suya. Izuku regresa con dos tazas de café: el negro para ella y el azucarado para él.
−Oye.
Él gruñe en respuesta.
−¿Alguna vez viste ese programa… ya sabes, donde hay este policía que está hablando sobre este tiroteo en un pasillo donde mataron a este tipo que se estaba follando a…?
Izuku asiente y mientras se quita los zapatos para estirar los pies, una parte de él, piensa que esta es la conversación más interesante que ha tenido en su vida. Las charlas banales se vuelven comunes desde ese día. Al igual que las cenas de macarrones, los cigarros compartidos y los conciertos de ronquidos.
