La simpleza del caso era abrumante.
Lo había encontrado, al fin, su opuesto, su horma en el zapato … su todo.
Nunca nada pasaría, al fin y al cabo él era un sucio perro.
El perro.
Un perro enamorado de un pequeño pájarito … era absurdo, .
Ella era demasiado para él. Demasiado frágil, demasiado bonita, su sangre demasiado azul, sus modales demasiado principescos.
Tal vez si su ascendencia no hubiera sido noble, si su belleza no fuera tan abrumanta, tal vez, él habría tenido una oportunidad.
Si el no tuviera el rostro desfigurado, si no fuera tan cobarde, si hubiera nacido de otra cuna …
Tal vez.
Pero no había otra realidad.
Él era el perro, tan despreciado por todos y odiado.
Ella era Sansa Stark, una princesa, suave, dulce y amable, aunque últimamente las tensiones hubieran dibujado pequeñas arrugas en su rostro.
Él la quería con una desesperación, con una pasión que rayaba la locura.
Ella no.
Y eso era todo.
Porque un perro podía amar a un pajarito, pero tarde o temprano podía matarlo con sus fauces … y tal vez llegaría ese día.
Tal vez.
El perro deseaba no estar vivo para verlo.
