¡Hola a todos!

¡Feliz Halloween! Y, sobre todo, triste aniversario de la muerte de los Potter.

¿Os habéis dado cuenta de la importancia del 31 de octubre en la saga de Harry Potter? No solo es el inicio de todo, con la muerte de James y Lily y la caída de Voldemort por El Niño Que Sobrevivió. Es también es el día en que Harry, Ron y Hermione vencieron a un troll, volviéndose inseparables, el día que se abrió la Cámara de los Secretos y el primer día que Sirius irrumpió en Hogwarts, volviendo a la torre Gryffindor después de 12 años encerrado injustamente en Azkaban.

De la importancia de esta fecha nace este fic, que constará de 11 capítulos cortos. En ellos, se repasa la vida de James, Lily y los merodeadores desde el primer Halloween que pasaron juntos, hasta el último. Siempre el 31 de octubre. He intentado basarme lo más posible en el cannon de JK Rowling, única propietaria de la saga. Para ello, he recurrido a nombres oficiales, aunque haya tenido que tener imaginación con algunos secundarios necesarios, así como a datos reales, confirmados por las diferentes fuentes, como datos sobre los equipos de quidditch o el método para hacerse animagos.

Mi intención era publicar íntegramente los 11 capítulos este día pero, hasta el momento, solo he podido escribir la mitad de ellos. Por eso iré publicándolos a lo largo de estos días, empezando por este primero en el que nuestros muchachos, con 11 años, viven su primer Halloween en Hogwarts.

El rating de la historia se debe al lenguaje y futuras situaciones en los últimos capítulos.


1971: Puede que no estés tan mal

La primera impresión entre ellos no es buena. Lily piensa que ese niñato con gafas tiene demasiado ego para tan poco cerebro y que no conoce el respeto ni las buenas formas que tanto le han inculcado a ella. James está convencido de que el Sombrero Seleccionador se ha equivocado: una verdadera Gryffindor no puede ser nada parecido a esa pelirroja pecosa que solo sabe fruncir la nariz, juntarse con Slytherins y mirar con desaprobación todo lo que sea mínimamente divertido.

Su primer año en Hogwarts es de gran descubrimiento. Él ha estado toda la vida oyendo hablar de ese mágico lugar. Ella solo ha podido imaginar su grandeza mientras deseaba, con los ojos cerrados y la sonrisa abierta, que todo lo que le contaba Severus fuera cierto.

Y ambos aprenden su mejor manera de sacarle partido. Él disfruta conociendo cada rincón, hablando con cada cuadro, incordiando a cada fantasma y revisando hasta la última armadura. Ella no parece cansarse de adorar cada diseño, cada piedra y cada libro que hay en la biblioteca, en los que narran la historia que ha transcurrido en los mil años de vida de ese castillo.

Tras casi dos meses de curso, el concepto que tienen del otro no ha cambiado sustancialmente. Se diría que ha sido enemistad a primera vista, aunque lo cierto es que ninguno da tanta importancia al otro para que así sea. Él solo quiere divertirse con sus amigos y aprender cada rincón y secreto que guarde Hogwarts. Ella solo quiere disfrutar de cada momento que pase allí, absorbiendo tanta magia y sabiduría como sea capaz.

No hay nada que haga que coincidan mucho. Quizá, solo el hecho de que ambos le dan mucha importancia a los puntos a las casas. Ella, para recibir los máximos posibles en sus clases. Él, para divertirse por la facilidad con la que puede ganarlos o perderlos, dependiendo de cómo impresione o enfade a algún profesor. Y, especialmente, para burlarse de los que son como ella y le dan tanta importancia a ese sistema.

- Perfecto, Lily. Maravillosa poción del olvido. Diez puntos para Gryffindor –dice orgulloso el profesor Slughorn esa mañana del 31 de octubre de 1971.

Al fondo de la clase, Sirius imita la pomposidad de su profesor de pociones y James se lleva una mano al pecho y finge echarse una melena a la espalda, pestañeando incesantemente para burlarse de su compañera, que sonríe agradecida por el cumplido. Lily les escucha reírse, ve la jugada y les fulmina con la mirada, lo que solo sirve para aumentar las carcajadas.

Lily normalmente trata de ignorarlos pero, la verdad, siempre acaban sacándole de quicio. Su despreocupación y desprecio por el esfuerzo de los demás le irrita sobremanera. Y ese día han conseguido perder la mitad de los puntos que ella ha ganado en las clases. No solo son unos niñatos, sino también unos desconsiderados con los demás compañeros de clase.

- Sois unos idiotas, Potter –les encara a ambos al finalizar la clase de Historia de la Magia.

Los dos siguen muy divertidos. Se les ha escapado, la verdad es que sin querer, una bomba fétida que ha conseguido que el profesor Binns se irrite tanto que ha atravesado sin darse cuenta tres pupitres y a cinco alumnos para gritarles con expresión colérica a apenas centímetros de sus caras. En esa ocasión, les ha restado treinta puntos. Al escuchar su apellido, James se gira con desgana.

- Me vas a gastar el nombre, Evans –rezonga con desagrado, apoyándose contra la puerta del aula con descaro.

- ¡Siempre conseguís que nos quiten los puntos que yo gano! –les grita ella, apretando los puños a sus costados. Se dirige a ambos, a Potter y a Black, pero es verdad que siempre nombra más a James. Una costumbre adquirida de la que no tiene más explicación.

- Simpri cinsiguís qui nis quitin lis pintis qui yi gini –se burla Sirius, consiguiendo que James y Peter se partan de risa.

Desde el primer día de clase, Peter se ha convertido en el eco y la sombra de esos dos. No va al baño sin su aprobación y les mira siempre con una admiración que raya la obsesión. Remus, el cuarto del grupo, el tímido, tranquilo y observador, le da un codazo a Sirius y le lanza una mirada de disculpa a Lily que a ella no le sirve de nada.

- Os parecerá muy gracioso perjudicar a Gryffindor con vuestras payasadas –les espeta enfadada.

- Como si a ti te importara Gryffindor –le replica James, mirando a Severus, que se mantiene alejado pero atento a la conversación-. Todo el mundo sabe que a ti te gusta más la compañía de las serpientes. ¿Por qué no pides un cambio, Evans? Aún estás a tiempo y, en nuestra casa, lo agradeceríamos.

Sirius se echa a reír, lo que consigue que dos de las compañeras de Lily les sigan la broma. Ella no ha conseguido conectar demasiado con la mayoría de sus compañeras de cuarto en esas semanas. Ninguna es hija de muggles ni conocen su mundo, por lo que no entienden sus costumbres ni su fascinación desmedida por cada objeto mágico. Además, parecen demasiado impresionadas por Sirius como para querer hacer nada que les gane mala fama frente a él. Aunque lo cierto es que él las ignora siempre.

Ella rueda los ojos. Le da igual. Realmente no le caen bien ni necesita su amistad. Les falta personalidad y cerebro. Se vuelve hacia James, que sigue mirándola insolente.

- ¿Esa réplica la has pensado tú solo, Potter, o te han tenido que ayudar tus amigos?

- Dímelo tú, Evans. Eres tú la que prefiere la compañía de los de lengua venenosa –replica él con una sonrisa mordaz.

- Venga, dejadlo ya. Lo hecho, hecho está –interviene Remus al ver sus ceños fruncidos-. Vamos a llegar tarde a comer.

Ese tímido y callado muchacho no es precisamente el líder del grupo. Apenas habla y parece contento solo con poder estar con sus amigos cada segundo del día. Pero, al menos, siempre trata de calmar los ánimos. Lily se debate entre su censura porque sea tan neutral y su ternura ante la amabilidad innata que tiene que hace que sea imposible llevarse mal con él. Sin esperar más, Peter echa andar al mencionar la comida y James y Sirius les siguen reticentes, sacándole la lengua a Lily para chincharle cuando Remus no mira.

- Son imbéciles –bufa, viéndolos marchar.

Colocándose a su lado, Severus la mira con comprensión.

- Tienen las neuronas justas para pasar el día y las pierden cada vez que se ríen como orangutanes, Lily. Pasa de ellos.

- Eso lo dices porque no han perdido puntos para tu casa –protesta ella con un mohín, que hace reír a su amigo.


Pero si hay algo que Lily soporta aún menos de ese grupo, y de James Potter en particular, es que, al margen de ser unos gamberros irresponsables que pierden puntos en cada clase y entorpecen a sus demás compañeros, los profesores parecen tenerles aprecio pese a todo eso.

El profesor Slughorn no pierde la oportunidad de pasarle la mano por el hombro a Sirius cada vez que se cruza con él. Él, aunque tiene que reconocer que no es precisamente malo en pociones, no es ni la mitad de bueno que ella. Claro que el profesor siempre está encantado de hablar de su abuelo y su Orden de Merlín de Primera Clase, lo cual inexplicablemente no parece hacer mucha gracia a su compañero.

El profesor Cartwright, al parecer nuevo ese año en Defensa Contra las Artes Oscuras, está siempre impresionado por las capacidades de Remus Lupin, que Lily debe admitir que son bastante singulares en comparación con los demás compañeros de su nivel.

Y hasta la profesora McGonagall ha caído. Su regia, seria y responsable profesora de Transformaciones, que tanto ha reñido y castigado a ese cuarteto durante esas semanas. Aun en contra de su voluntad, no parece ser capaz de reprimir una sonrisa cada vez que James Potter ejercita a la primera, siempre a la puñetera primera vez, cualquier hechizo.

- Es perfecto –murmura impresionada mientras sostiene la aguja afilada que unos segundos antes había sido una cerilla. Sus labios se elevan, dirigiéndole a James una mirada de aprobación-. Hace mucho tiempo que un alumno no lograba realizar a la perfección este hechizo a la primera. Enhorabuena, Potter. Cinco puntos para Gryffindor.

Y Lily, que lo único que consigue en esa hora de clase es volver la cerilla más delgada y de color plateado, bufa y se cruza de brazos sobre la mesa. Como si lo hubiera previsto, James la mira, se recarga contra el respaldo de la silla y le dedica una sonrisa burlona que solo la irrita más.


Esa tarde, mientras anochece por los fríos terrenos de Hogwarts, los cuatro amigos se escapan y se encuentran merodeando por los límites del Bosque Prohibido. Dejan atrás el Sauce Boxeador, con el que ya han dejado de hacer juegos temerarios tras el accidente de Davy Gudgeon, y bordean el bosque.

- Eso es una trola, Sirius –se ríe James, escudriñando los árboles, que se hacen más y más espesos cuanto más se pierde la vista en el horizonte.

- ¡Te digo que no! –bufa su amigo, detrás de él y con las manos metidas despreocupadamente en los bolsillos-. Le oí decir a Hagrid que acababa de nacer una camada de unicornios. Lo estaba comentando con ese profesor manco y medio cojo al que le falta media cara.

- El profesor Kettleburn –aclara Remus tras ellos.

- Sí, ese.

- Pero es imposible que los unicornios estén tan visibles –les dice Remus andando más despacio, sabiendo que no deberían estar allí-. Son animales que prefieren vivir en zonas oscuras y aisladas. Desconfían mucho de los seres humanos. Especialmente de los hombres. Y vosotros no tenéis un alma muy femenina, la verdad.

- ¿Y tú cómo sabes tanto de unicornios? –se interesa Sirius saltando de una roca a otra con agilidad.

- En Historia de Hogwarts hay un apartado muy interesante sobre las criaturas que habitan en el Bosque Pro…

- Solo a Remus se le ocurriría perder nuestros primeros dos meses en Hogwarts leyendo ese peñazo –le interrumpe su compañero con una carcajada.

- A Remus y a la peñazo de Evans –se ríe James, que lidera la marcha, agarrándose a una rama para poder sortear un conjunto de rocas puntiagudas.

James se detiene, apreciando que se encuentran cerca de la cabaña de Hagrid y el guardabosques puede pillarlos en cualquier momento y mandarlos de vuelta al colegio.

- Bueno, si queremos ver las crías de unicornios, solo hay una opción –concluye volviéndose hacia sus amigos con una amplia sonrisa-. Tendremos que internarnos en el bosque.

- ¿Q-qué? –pregunta Peter, que hasta ahora les ha seguido obedientemente en silencio-. Pe-pero está prohibido. Dumbledore lo dijo en su discurso de bienvenida. Y Filch lo tiene apuntado arriba de todo en su lista de prohibiciones.

- ¡Oh, Filch lo ha prohibido! –se burla Sirius con una carcajada, colocándose junto a James para apoyar su idea-. Pues con más razón para no hacer caso a ese viejo aguafiestas.

Remus y Peter se quedan frente a ellos, uno mirándoles inseguro y otro atemorizado.

- No creo que debamos hacerlo –refuta Remus con el ceño fruncido.

James y Sirius comparten una mirada socarrona.

- ¿Tú también tienes miedo, Lupin?

Este les mira, alzando la barbilla, orgulloso. Nunca ha llevado bien que le llamen cobarde.

- ¡Claro que no! ¡Pero nos pueden atrapar y restarnos puntos! –incide, tratando de ser la voz de la razón-. Y, después de la bomba fétida en clase de Binns y la armadura que desmembrasteis ayer, creo que tenemos el cupo cubierto esta semana.

- Además, puede haber animales peligrosos –aporta Peter, consiguiendo que los tres rueden los ojos al mismo tiempo.

- Bueno, yo voy –se anima James-.

- Y yo también. Ya os contaremos si vemos los unicornios.

Peter da un par de pasos atrás y Remus se muerde el labio. No quiere que sus amigos entren al bosque. De verdad que no es buena idea. Aunque reconoce que también a él le gustaría ver si lo de los unicornios es verdad… Pero, en un alarde de responsabilidad, se niega a sí mismo con la cabeza.

- ¡Esperad! –dice cuando James y Sirius apenas han avanzado unos pasos dentro del bosque-. Vamos, hoy no. Es Halloween. Podemos ir otro día.

- ¿Qué tiene que ver que sea Halloween? –pregunta James.

- Me han dicho que se prepara una fiesta especial en el Gran Comedor, con las mejores chucherías. Dicen que las traen de Hogsmeade.

James y Sirius se quedan pensativos, mientras se escucha el estómago de Peter rugir ante la idea de las golosinas.

- Sí, yo también lo he oído –coincide el joven Black, relamiéndose un poco.

Si hay algo que le puede a Sirius, es el dulce. Una cualidad que comparte con Remus. Y, como es habitual, los dos morenos se miran y se entienden sin necesidad de palabras. Algo que ha sucedido desde el primer día de su amistad.

- Vale –concede James-. Pero el sábado vamos a intentar buscar los unicornios.

Remus sonríe, satisfecho por haber conseguido pararles los pies en esa ocasión.

Los cuatro emprenden la vuelta al colegio, con un cielo cada vez más oscurecido que cubre los terrenos y el lago como un manto negro. James y Sirius aún están rezongando por su oportunidad perdida y Peter no para de preguntar qué comida se servirá esa noche, pero Lupin no les presta atención porque, nada más entrar a la escalinata inferior, una escena le llama la atención.

Es su compañera de casa, Lily Evans, discutiendo acaloradamente con tres Slytherins de quinto curso que parecen divertirse esparciendo las cosas de su mochila por todo el suelo.

- Mira la enana cómo salta. Si no levanta un palmo del suelo –se burla uno de ellos cuando ella trata de arrebatarle su mochila, que él pone sobre su cabeza, fuera de su alcance.

Remus se detiene a cierta distancia, fulminándolos con la mirada. Sus amigos tardan algo más en percatarse de la situación y se paran también de golpe. Lejos de ellos, Lily no parece amedrentada sino que se cruza de brazos y mira a sus contrarios con una autoridad que, por desgracia, no posee.

- Devolvedme mis cosas o…

- ¿O qué? –se burla otro-. ¿Qué os parece que una sangre sucia se atreva a amenazarnos?

El tercero, rubio y alto, sonríe y saca la varita. Los chicos le reconocen como Lucius Malfoy, prefecto de Slytherin.

- Quizá necesite que le enseñemos cuál es su sitio.

- ¿Y cuál se supone que es mi sitio? –le responde valientemente la muchacha, sacando también su varita.

- Eso, ¿cuál es su sitio?

Antes de que ninguno de sus amigos se percate, James se ha adelantado para enfrentar a los mayores, también varita en mano. Porque si hay algo que soporta menos que a los pelotas como Evans es a los puristas como Malfoy.

- Finalmente, unos con menos ganas que otros, los demás lo siguen. Lily mira sorprendida el apoyo de sus compañeros pero no deja de vigilar las varitas de los alumnos más veteranos.

- ¿Qué pasa, los enanos os habéis juntado para que os demos una lección? –se burla uno los Slytherin-. No sabíamos que las sangre sucia llegaban ahora a Hogwarts con guardaespaldas.

Lily, que en esos dos meses ha tenido la mala fortuna de aprender muy bien qué significa ese insulto que está poniéndose tan de moda, alza la varita.

- Yo no necesito que nadie me defienda.

Otro de los chicos agita la varita y la túnica de Lily se rasga a la altura de su hombro, haciendo que se desprenda la manga de la túnica y provocándole un arañazo que empieza a sangrar. Sus cuatro compañeros se agitan ante ello y Lucius levanta las manos, con falsa conciliación.

- Vamos, vamos. Portaos bien, que esto solo es una bromita para enseñaros que en esta escuela, como en nuestro mundo, hay escalas sociales.

- ¿Y qué escala ocupáis los puercos como tú, Lucius? –espeta Sirius mirándole con odio.

El novio de su prima le observa con frialdad.

- Cuidado, Sirius. Tus padres ya están bastante enfadados contigo por haber caído en la casa incorrecta como para que yo les cuente con qué clase de chusma te juntas aquí.

- ¿Y a tu padre le cuentas a qué dedicas la chapita que te han comprado con su dinero, Malfoy? –le pregunta James con mordacidad, señalando con la barbilla la insignia de prefecto.

Lucius enseña los dientes.

- A ti es al primero al que habría que cerrarle la boca, Potter. Eres un insolente.

Uno de los Slytherins se impacienta.

- ¿Por qué no acabamos primero con la sangre sucia y después les demostramos a estos cuatro deslenguados quién manda? No voy a perderme la cena para seguir escuchando sus impertinencias.

- Yo también preferiría estar cenando y aquí me ves, Dolohov. Aguantándote.

Remus no sabe de dónde ha sacado el coraje para enfrentar a ese matón que tiene atemorizado a medio colegio pero, en ese momento, siente la sangre bullir en su interior porque utilice una expresión tan horrible, de forma repetida y sin ninguna consecuencia.

Los Slytherins levantan las varitas y también lo hacen los pequeños, que apenas saben defenderse con un par de chispas. Afortunadamente, la casualidad quiere que, en ese momento, cruce el patio Nick Casi Decapitado, acompañado de un grupo de estudiantes a quienes les está contando que ese día se celebra 479 años de su muerte.

- Ese día llovía. ¡Ay de mí! Podréis imaginar mi desesperación cuando… ¡Ey! ¿Qué pasa aquí?

Los Slytherins guardan enseguida las varitas. Aunque los fantasmas no tienen ninguna autoridad, no quieren que nadie pueda acusarlos de amedrentar a los más pequeños. Los profesores suelen darles crédito cuando testifican contra algún alumno.

- Nada, sir Nicholas –responde con falsedad Lucius, mostrando que está acostumbrado a mostrar dos caras diferentes-. Les enseñábamos a los nuevos algunas tradiciones. Es Halloween.

- Así es –responde el fantasma algo inseguro sobre si creerles y sin percatarse de que el grupo que le ha estado escuchado con paciencia se ha escabullido a la mínima oportunidad-. Deberíais entrar al comedor ya. Sobre todo los mayores. Tenéis que dar ejemplo.

Como no se mueve, a la espera de que ellos desaparezcan, los tres alumnos de quinto bufan. Uno de ellos le tira a Lily su mochila vacía, que la toma en el aire con aspecto desafiante, y se marchan de allí lanzándole una mala mirada al fantasma.

- No tardéis, chicos –dice Nick, despidiéndose una vez los cinco se quedan a solas.

Lily ya se ha agachado y ha comenzado a recoger sus cosas en silencio. Remus hace lo propio y la ayuda. Por su parte, James y Sirius comparten una mirada incómoda, sin saber qué hacer ahora que no hay nadie a quien enfrentar. El joven Black recoge un tintero que hay roto a sus pies, lo repara y se lo tiende a Remus. Y James no puede evitar fijarse en el desgarrón en la túnica de Lily, que deja ver un arañazo superficial en el hombro.

- ¿Estás bien, Lily? –pregunta Remus cuando la ayuda a meter los pesados libros en su mochila.

Ella asiente, echando hacia atrás su larga melena pelirroja bajo la atenta mirada de los cuatro.

- Hacen falta más que tres cobardes para amedrentarme. Gracias por la ayuda pero no hacía falta.

- ¿Te duele? –pregunta James a regañadientes, señalando su hombro.

Lily se mira la herida y hace una mueca.

- No es nada.

En medio de ese silencio incómodo, los cuatro amigos se miran y se ponen de acuerdo para marcharse de allí.

- Será mejor que vayamos a cenar –dice Remus-. Lily, si nos necesitas…

- No lo hago –se apresura a aclarar ella, más cortante de lo que pretendía, aún molesta por el incidente.

Los cuatro se marchan en silencio pero, en el último instante, James no puede reprimirse y da unos pasos hacia atrás, buscando a Lily. Si no lo hace, la voz de su padre le martilleará en la cabeza toda la noche.

- No debes permitir que te hagan sentir menos por tu origen –le dice en voz baja, más serio de lo que le ha visto hasta ahora-. Y no les muestres miedo, eso es lo que buscan.

Lily no responde y él no espera a que lo haga. Se queda mirándole intensamente mientras él le da la espalda, se reúne con sus amigos y entra al Gran Comedor, que está decorado con telarañas, calabazas y esqueletos andantes.

No vuelven a interactuar esa noche. Cada uno se sienta en una punta de la mesa, degustando los manjares propios de esa fiesta y tratando de olvidar lo ocurrido.

Tampoco hablan más que por encima durante el resto del año. Pero ese 31 de octubre queda marcado para la historia.

Aunque no son amigos ni se caen bien, ese día es el primero en el que James Potter reconoce en Lily Evans la valentía Gryffindor y la admira por ello. Y ese día, aunque luego cambiará de opinión cientos de veces, es el primero en el que Lily se percata de que James tiene un código moral que se parece más al suyo de lo que creía.

Ese día es el primero en el que ambos se reconocen como iguales y se respetan por ello.


Este es el primer capítulo. Unos niños de 11 años que son demasiado diferentes y no encuentran modo de entenderse. Él no la soporta por ser aburrida y seguir siempre las reglas y ella a él porque todo le salga bien a pesar de no seguirlas nunca. Y, sin embargo, esa primera noche encuentran un motivo para respetar al otro. Aunque acaba de empezar y ya sabemos que su relación está llena de altibajos.

Aunque no sale en este capítulo, Severus Snape también tendrá su papel, al igual que el resto de los merodeadores -especialmente ellos-. Porque su amistad también hace especial la relación de esta pareja explosiva.

¿Queréis seguir conmigo en este resumen de las aventuras sucedidas en la última noche de octubre? Mañana publicaré el siguiente.

Eva.