Prologo: Viaje.

Davis corría debajo de la lluvia muy triste, unas lágrimas salían de sus ojos.

— ¿Por qué, siempre que amo a alguien, nunca es correspondido? —se preguntaba el chico en su mente.


Una chica de cabello dorado y ojos violetas estaba en un hospital, en su mano derecha apretaba la de un familiar suyo.

— Padre, no puedes dejarme así —decía la chica muy triste.

— Perdóname Jimena, pero no queda otra opción. Reconoce que no me curare —dijo el familiar— Si en tu casa encuentras una carta, recógela y ve al aeropuerto. Un avión sale a las 12:00 AM que te llevará a Odaiba —

La chica no dejaba de llorar.

— Y recuerda esto, mi pastelito de crema dorada, en algún momento ve al "lugar especial" que tu madre y yo compartimos. Allí me encontraras de nuevo, listo para seguir viviendo junto a ti. Por ahora vivirás con tu tía —

La mano del padre deja de realizar fuerza, cayendo al lado de la cama sobre la cual el cuerpo estaba.

Jimena sale corriendo del lugar, recordando una y cada una de las palabras de su padre. Llega a su casa, entra encontrando la carta y un pasaje de avión; junto a dos maletas celestes. Recoge todo y sale de la casa, había una leve llovizna. Se coloca un abrigo y camina hacia el aeropuerto.

— Padre, se bien que nunca me abandonarías, pero... ¿por qué tuviste esa enfermedad? Al último lugar que habías ido era... Silent Hill, el lugar especial —pensaba la chica de cabello dorado, ya entrado al avión.

Pasa una hora, faltaba poco para llegar a Odaiba, Jimena habre la carta y la empieza a leer.

"En mis sueños sin descanso, veo esa ciudad.

Silent Hill.

Me prometiste que me llevarías allá nuevamente algún día. Pero nunca lo hiciste.

Bueno, estoy solo allí ahora… En nuestro antiguo "lugar especial"… Esperando por ti…

Esperando por ti que vengas a verme.

Pero nunca lo haces.

Y así espero, envuelto en mi caparazón de dolor y soledad.

Sé que te he hecho algo terrible, algo por lo que nunca me perdonarás.

Ojala pudiera cambiar eso, pero no puedo.

Me siento tan patético y feo tendido aquí, esperando por ti…

Cada día miro arriba los hoyos en el techo, y en todo lo que puedo pensar es cuán injusto es todo esto.

El doctor vino hoy, él me dijo que me podía ir a casa para una estadía corta.

No es que me esté mejorando, es sólo que ésta sea quizás mi última oportunidad.

Creo que sabes a que me refiero.

Aún así, me siento feliz de volver a casa.

Te he extrañado muchísimo.

Pero… Me temo Jimena, me temo que tú no quieres que vuelva a casa realmente.

Cuando sea que vienes a verme puedo decir cuán difícil es para ti.

No sé si me odias o si te apiadas de mí o quizás yo sólo te disgusto. Lo siento por eso.

Cuando supe que iba a morir, no quise aceptarlo. Estaba tan enojado todo el tiempo y golpeaba a todos a los que más amaba. Especialmente tú, Jimena.

Es por eso que entiendo si me odias…

Pero quiero que sepas esto, Jimena.

Siempre te amaré.

Aunque nuestra vida juntos tenga que terminar de esta manera, aún así no lo cambiaría por nada en el mundo.

Tuvimos unos años maravillosos juntos.

Bueno, esta carta se ha alargado demasiado, así que diré adiós.

Te dije que recogieras esto cuando llege el momento de que me fuera.

Eso significa que mientras tú leas esto, yo ya estaré muerto. No puedo decirte que me recuerdes, pero no puedo soportar que olvides estos últimos años desde que me enfermé.

Lo lamento mucho por lo que te hice, hice a nosotros. Me has dado tanto y no me ha sido posible devolver nada.

Es por eso que quiero que vivas, para ti misma ahora. Haz lo que sea mejor para ti, Jimena.

Jimena…

Tú me hiciste feliz."

La chica estaba muy sorprendida, su padre le había dedicado tan hermosa carta. La guarda y se levanta, sale del avión ya que habían tocado tierra firme.

Ya abajo, recoge sus maletas y camina hacia la salida. Allí una señora de cabello rubio, ojos cerceta, vestida de enfermera y con un chaleco rojo la esperaba.

— Jimena —dijo la señora, abrazando a la chica de ojos violetas— Me he enterado lo que ha pasado —

La chica de cabello dorado no se movía de su lugar, varias lágrimas salían de sus ojos.

— Ven, tuve que salir de mi trabajo para venir a buscarte. Te llevare a casa, acostúmbrate a vivir allí. Mañana irás a la Escuela Elemental —exclamó la tía de Jimena, llevando a su sobrina a su casa.

La chica no decía nada, solamente caminaba. Estaba muy triste por la pérdida de su padre.