El Infierno del Paraíso.
El joven moreno con gafas huía despavorido por una amplia avenida. Era de complexión delgada y no demasiado alto. Sus ojos marrones mostraban claramente el pavor en una cara que tendía a ser bastante inexpresiva. La cadena que colgaba de su pecho resonaba a cada paso que daba en su carrera. Un gruñido le indicó que aquello que le estaba persiguiendo aún estaba detrás suya.
¿Por que le pasaba eso? Primero el accidente que le había costado la vida. Porque había muerto. Su cuerpo había sido atravesado por un hierro y se vio a varios metros, con esa ridícula cadena colgándole del pecho. Y después ese monstruo parecido a un simio con una máscara que le perseguía. No tenía ni idea de que rayos era, pero todo su ser le gritaba que huyera.
Otro rugido le hizo correr aún más deprisa. A pesar de lo torpemente que andaba el bicho ese, se movía demasiado deprisa para su gusto.
-No corras, pequeño aperitivo.- Un gruñido acompañó estas palabras del simio.
La voz susurrante del monstruo le hizo correr mucho mas deprisa, espantado por el miedo. ¿Es que esa cosa es inteligente?
Cuando giró una esquina se encontró con una de las personas con la pinta más rara que había visto en su vida. Era rubia y encima con ojos azules. Iba vestida de negro, con una especie de ¿hakama? Si, el traje tradicional de Japón. También llevaba una katana y estaba mirando a un móvil. Debía ser un cosplay o algo por el estilo que se había escapado de una convención de manga. Lo más curioso es que alzó la vista y le vio. Si, vio a un muerto. Daba igual, tenía que avisarla.
-¡Corre! ¡Rápido! ¡Por ahí viene un monstruo!
La mujer volvió a mirar el móvil y se lo guardó. Tras esto sacó la katana de su funda.
-¿Pero que haces? ¡Corre, por amor de Dios!
-Tranquilo, chaval, está todo controlado.
-¡¡Pero que...!!
Tenía la vista fija en el lugar en que estaba la mujer. No la había movido ni un segundo. Pero ella ya no estaba.
Instintivamente se giró y vio a la mujer unos metros por detrás de el. Y un poco más lejos estaba el simio ese.
-Oh Señor, Máscara de Carne y Hueso, toda creación, batir de alas, aquellos que llevan el nombre de hombre, verdad y temperamento. A través de este muro sin destino de sueños desatados pero con la leve ira de tus garras. Hadou 33 – Soukatsui.-Varios rayos de fuego de color azul surgieron de la mano de la mujer al terminar la recitación y golpearon al ser con tanta fuerza que salió despedido por los aires.
-Pe...pe...pe...pe...¡¿pero tú te has escapado de la casa de Goku o que?!
La mujer no hizo caso al comentario del chico que estaba tirado en el suelo por la impresión. Se acercó al monstruo, que chillaba y se retorcía de dolor y le clavó la espada en la máscara. La mantuvo así unos segundos, hasta que la cosa esa empezó a deshacerse en el aire.
Acto seguido, la mujer se puso la espada en el hombro y se le acercó con paso tranquilo.
-¡¿Pero tu que demonios eres?!
La mujer le lanzó una mirada irónica, que acompañó de un sonrisita.
-Soy una Shinigami.
-¿Lo que?
-En España creo que nos conocéis como "la Parca".- No hizo caso al súbito movimiento hacia atrás del chaval.- Podría decirse que me encargo de llevar las almas a lo que vosotros llamáis Paraíso.
-¿Y que rayos era eso que me perseguía?
-Un Hollow.
-¿Mande?
-Un espíritu devora-almas.
El chico tragó saliva, más blanco que una hoja de papel. Esto empezaba a parecer una serie mala de las que ponían a las dos de la madrugada. Y lo fastidiado es que era lo que le estaba sucediendo a él de verdad.
-Vamos a proceder con el entierro del alma...- Movió la katana e hizo un movimiento a unos palmos de la cabeza del joven con la hoja del arma. El chico, temiendo por su cabeza echo a correr, aunque la shinigami lo derribó de un simple golpe en la espalda.
-¡Estate quieto, atontao! ¿O es que quieres convertirte en un bicho como el de antes?
-¡¡Que?!
- Esa cadena que tienes es lo que te queda de humano. Si la pierdes puedes terminar transformado en un monstruo como aquel, o convertirte en su aperitivo. La única forma de evitarlo es que un shinigami como yo te envíe a la Sociedad de Almas antes de que ocurra eso. ¡Y ahora que te tengo a mano no pienso dejarte escapar!
Le colocó el pomo de la katana en la frente y el joven sintió una energía que le recorría el cuerpo.
-Cuídate chaval.
La mujer miró al cielo de la ciudad mientras los últimos restos de energía de su "Entierro del Alma" desaparecían.
-Jodio retaco. Mira que preocuparse de avisarme.
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El chico cayó al suelo violentamente, haciéndose bastante daño. Cuando se atrevió a abrir los ojos vio que estaba vestido con un kimono blanco y que la dichosa cadena ya no estaba.
-¿Y ahora que se supone que tengo que hacer?
Se medio incorporó, pero en ese momento una puerta corredera se abrió y un brazo lo metió para dentro de un tirón.
-¿Tu estas loco?- Una mujer lo estaba sacudiendo. Aparentaba unos cuarenta y su pelo marrón empezaba a tener algunas canas.- ¿Como se te ocurre salir a la calle a esta hora?
-Yo acabo de llegar...- Respondió el chico, que ya no sabía si estaba en el Paraíso o en un manicomio.
Una niña le puso la mano en el hombro a la mujer. Era muy pálida y tenía una carita bastante triste. Tenía unos ojos verdes enormes, enmarcados por una melena de pelo negro. Abrió la boca para decir algo, pero no emitió ningún sonido.
Como obedeciendo a una señal, la mujer soltó al chico, que intentó recuperar los papeles. En el último día le habían matado, perseguido, pateado y sacudido como a una maraca. Sin duda, el pack completo de desgracias.
-¿Donde me he metido esta vez?
La mujer suspiró y negó con aire de tristeza.
-En el Distrito 77 del Rukongai Oeste, una de las áreas mas salvajes de la Sociedad de Almas. ¿Sabes como te llamas?
-Esto... si. Soy... No pudo continuar, ya que la mano de la mujer le tapó la boca. Miró a los lados, nerviosa, como si quisiera cerciorarse de que nadie los estaba escuchando.
-No lo digas nunca. Y no lo olvides jamás. Es lo único que te puede mantener humano en este terrible lugar.
La niña se acercó al chaval y le cogió de la manga, tirando de ella. En un acto reflejo, el chico la cogió y le dio un abrazo, al que la niña respondió con ganas, como si ese no fuera un gesto que le hicieran muy a menudo.
-¿Y entonces como he de llamarme si no puedo usar mi nombre?
-Tengo un nombre perfecto para ti.- Dijo la mujer mientras contemplaba con una sonrisa a la niña muda.- Shitotsu Akio, como la persona que nos salvó de la muerte.
