0. Lilly en la carretera
El cuero del volante ya había dejado de quemar. No por nada ya llevaba media hora de camino. Lilly Potter subió el volumen de la radio y apretó más el acelerador, animada por la canción de la radiofórmula. Bajó las ventanillas.
Vale, esto era vida.
Le perdían las cosas muggles. Nadie sabía del cierto de sonde le venía esa afición, tal vez fueran los genes del abuelo Weasley. O los veranos que había pasado jugando en casa de los abuelos de Rose y Hugo y descubriendo artefactos tales como el reproductor de VHS o la máquina cortacésped. Luego sus amigos muggles del pueblo donde veraneaban le descubrieron el encanto de los móviles y el tacto áspero de los vaqueros. Incluso los aparatos dentales que decoraban la sonrisa del que fue su primer beso tenían cierto encanto. En todo caso, esa magia de vivir sin magia le atraía en todos sus aspectos. Pero sobre todo en uno. Los coches. Aparecerse era cómodo, y la red Flu bastante práctica si le cogías un poco el truco y sabías caer bien. La escobas podrían ser divertidas si no le inspirasen ese vértigo atroz. Pero para Lilly no había nada como sentir el rugido de un motor viejo al arrancar y el olor a lavanda del ambientador muggle. Las ventanillas a medio bajar cuando corrías por la autopista, y esa sensación cuando el coche aceleraba repentinamente.
"Yo de eso no me fío… mi padre tenía uno y no quiero recordar lo que pasó"- Ginny se cerró en banda a que nunca se subiera en uno, pero su padre se le acercó y le dijo que cuando cumpliera los 18 ya se vería.
Lilly no tuvo la paciencia suficiente y se las ingenió. Toda la familia había viajado a Alemania a ver la final de Quiddich. La pequeña de los Potter pensó que ya que estaban en la Europa continental podía ir a visitar a Laurie, una chica que conoció en unas vacaciones con sus padres. El tedio del complejo turístico fue más fácil de soportar junto a aquella risueña chica francesa, y pasadas las vacaciones empezaron a cartearse bastante a menudo. "¿Pero cómo no te pueden dejar usar Internet en tu internado? ¿Tampoco teléfono?" Laurie estaba escandalizada, pero aún así cada dos semanas llegaba su carta puntual a Hogwarts, que sus los Potter habían reenviado desde su residencia en Londres, que sí tenía una dirección exacta y un buzón. Acordó con sus padre que quería viajar "a lo muggle", que iría en avión hasta París y allí la recogerían Laurie y sus padres. Al fin y al cabo aún no había aprobado el examen de aparición, y sería muy raro que se presentara de la nada en la puerta de la casa de los Daurent. Su pequeña travesura era que le había dicho a la familia francesa que sus padres la llevarían hasta su barrio residencial, pues querían recorrer Francia. Lilly había alquilado un coche, y nunca antes se había sentido tan libre. Si sus padres se enteraran sería el apocalipsis. No podría haber nada peor en el mundo. Pero esa excursión por las carreteras francesas era su secreto.
O eso, al menos, es de lo que estaba convencida hasta que vio un coche de policía aparcado en la cuenta. Que le hizo claras señales para que estacionara el vehículo. Lilly contuvo la respiración… ¿podría darse a la fuga? No tenía carnet de conducir, ni siquiera la edad para tenerlo! Es más, la joven inglesa ni tan solo existiría en los registros muggles. Mientras iba reduciendo las marchas, y pisando el freno, deseó más que nunca antes haber aprobado el dichoso examen de aparecerse. Dios mío, si incluso James, que había repetido curso en Hogwarts de lo cazurro que era, se lo había sacado a la primera. Respiró hondo. No pasaba nada. No le pedirían ningún permiso de circulación, ni ningún tipo de identificación. La dejarían ir. Ella sabía convencer. Tenía una varita de madera de cerezo y sauce en el bolsillo. Nada podía salir mal.
- Bonjour – Chapurreó en el precario francés que había aprendido de tía Fleur
- ¿Señorita Lilly Luna Potter? – La expresión de Lilly se congeló. Rápidamente el uniforme de la policía francesa se reemplazó por unas túnicas azul oscuro, con una insignia plateada en el pecho izquierdo. Reconocería esa túnica en cualquier lugar.
Eran aurores.
- Me temo que tendremos que multarla con una sanción por incumplimiento de la normativa muggle. Pero eso tendrá que esperar. Su prima Rose ha desaparecido. Usted fue la última persona con la que fue vista, necesitamos que venga a declarar.
El auror le cogió de la mano. Su Renault alquilado y los bosques que rodeaban la autopista de desvanecieron. Estaba en el ministerio de Magia.
