Summary: La vida de Elena Gilbert no podía ser más normal. Tenía una familia genial, un novio que la quería, unas amigas sensacionales, unas notas estupendas... Pero todo se tuerce al conocer al hermoso y misterioso Damon Salvatore...
Disclaimer: The Vampire Diaries no es mio. Si lo fuera Damon estaría conmigo en este momento.
Only you and me
-Elena PoV-
Estaba haciendo abdominales, aunque no le hacía mucha falta, puesto que ya tenía unos muy marcados músculos. Llevaba un pantalón estrictamente corto y las gotas de sudor perlaban su torso desnudo hasta esconderse en su bajo vientre. Cuando sintió mi presencia, levantó la mirada y me pareció atisbar un destello gris de esos ojos que, no sabía por qué, me dejaban sin aliento.
-¿Ves algo que te guste? -me sonrió pícaramente. Le devolví la sonrisa y me acerqué a él mientras se levantaba. Cuando se hubo levantado, le di un apasionado beso en los labios, señal de mi necesidad de él- Mmmh... Veo que me has echado de menos... -se relamió, pensando en todo lo que podríamos hacer ahora que ya estaba aquí...
···
-¡Elena! -me susurró de repente una voz conocida; la de Bonnie Bennett, mi mejor amiga.
¡Mierda, había vuelto a quedarme dormida en la clase de Historia Europea!
-Veo, señorita Gilbert, que tiene cosas más interesantes que hacer que atender a la clase -el señor Tanner se había aproximado a mi mesa y me miraba con ira-. Es la segunda vez esta semana que le ocurre. La primera vez se lo perdone, pero ésta no. ¿Cree que puede burlarse de mi de esa manera? -se dirigió a su mesa y añadió- Una semana de castigos comunitarios y expulsión de clase bastarán...
Empecé a recoger mis cosas y a guardar los apuntes en mi carpeta mientras sentía la atónita mirada de Bonnie en mi nuca. -Es que esto se pasa de castaño a oscuro -y no seguí escuchándolo porque, ¿acaso no era oscuro el color de pelo del muchacho de mi sueño? Me dirigí a la mesa del señor Tanner a trancas y barrancas debido a las carteras de los demás estudiantes. Estaba deseando salir de la clase, pero el profesor estaba rellenando la hoja de la amonestación y lo único que podía ver era mi nombre en ese estúpido folio de color verde.
-Tenga, lléveselo al profesor que este libre y que lo firme. Ahí están anotadas las tareas y el castigo que debe cumplir -cogí la hoja con dedos aun temblorosos por la vergüenza y salí del aula sin reclamos. El señor Tanner no era un hombre con el que pudieras discutir. Caminé por el enorme y vacío pasillo hasta la sala de profesores y cuando llegue solo estaba la señorita Gray, una profesora casi recién salida de la Universidad. Le dije que me firmara la hoja y ella la firmó, me sonrió y me dijo que podía irme a casa si quería. Le di las gracias y prácticamente corrí hacia el aparcamiento.
Allí no había nadie, como era de esperar. Perfecto. Pero justo antes de llegar a mi coche, me choqué con alguien y como llevaba la carpeta en la mano, todos mis apuntes se desperdigaron por el suelo.
-¡No, mierda, no! -maldije mientras unas manos varoniles se apresuraban a ayudarme. ¡Necesitaba esos apuntes para aprobar el curso!
-Lo siento -se disculpó el muchacho con una voz seductora; aun no le había visto el rostro, y ya sabía que no era de aquí, tenía un acento agradable... Que no supe identificar, pero que me era terriblemente familiar.
-¡Podrías probar a mirar por donde... vas! -al levantarme me topé con un par de ojos increíblemente azules, que me miraban divertidos mientras me daba los folios llenos de garabatos que él había recogido- A mi no me hace ninguna gracia, necesito esos apuntes para graduarme y si me falta alguno, juro que te buscaré hasta debajo de las piedras para que TÚ lo copies -amenacé fríamente sin mirarlo, comprobando que no me faltaba nada.
-Ya he dicho que lo siento -su voz contenía un deje de malicia y picardía-. Y tranquila, que por ti me dejaría hasta encontrar -¡no me podía creer que estuviera flirteando conmigo después de lo que le había dicho! Tal vez era masoquista-. Soy Damien. Damien Salvatore, pero tú puedes llamarme Damon. En realidad casi todo el mundo lo hace ya -su pelo negro parecía tener reflejos azules debido a la luz del sol, que daba directamente en su cabeza. Tomó mi mano de forma casi casual y depositó un beso en el dorso de ésta sin apartar la mirada pícara de mis ojos, tal como uno de esos muchachos del siglo XIX. Cada vez me era más familiar.
-Soy Elena Gilbert -me presente, rindiéndome.
-Encantado, Elena -me echo una sonrisa de medio lado hermosamente pícara. No pude evitar devolvérsela, esa sonrisa era tan... sexy y contagiosa.
-Oh, eh, soy... El nuevo, aunque ya lo habrás supuesto debido a que, no se porque, me parece que no llega mucha gente nueva aquí -hizo una cosa rara con el ojo, no sabría describirlo, pero resultaba tan atractiva en él.
-Las clases empiezan a las ocho y media, no a las doce de la mañana -aclaré frunciendo el ceño, recelosa.
-Lo se, pero me dijeron que viniera a esta hora para arreglar el papeleo -sonrió de medio lado.
-Se supone que eso deben hacerlo los padres o un tutor legal -insistí.
-Vale, basta -exclamó divertido-. Soy mayor de edad. ¿Has terminado el interrogatorio? -me encogí de hombros y su sonrisa se ensanchó, dejando al descubierto sus brillantes y perfectos dientes- ¿Podrías acompañarme a secretaría? No tengo ni idea de donde esta -sus ojos brillaban con súplica maliciosa.
-Claro, no vaya a ser que te pierdas y no queremos eso en tu primer día, ¿verdad? -le sonreí mientras nos dirigíamos al interior del centro.
-Pues claro que no -el me devolvió la sonrisa, encantado.
-Damon PoV-
Estupendo. La primera parte de mi nuevavidabarraplan estaba completa: hacerme amigo de Elena Gilbert. Sólo esperaba que mi hermanito no me chafara todo el plan. La muchacha era preciosa, eso debía concedérselo, y no solo porque se pareciera a Katherine, a excepción del pelo. Katherine amaba sus rizos achocolatados, pero Elena tenia el pelo completamente liso y caía perfectamente sobre su espalda. Sus ojos marrones eran iguales a los de Katherine, ni siquiera se diferenciaban en el tono y por el tiempo que llevaba observándola, no solía sonreír, mucho menos divertirse. Pero de eso me encargaría yo. Por no hablar de sus labios carnosos y sensuales... Por un momento imagine como seria besarlos, rozar su cuerpo desnudo... Mmm...
-Y, ¿donde dices que estas viviendo? -pregunto Elena, gracias a Dios, interrumpiendo mis pensamientos pecaminosos.
-No lo he dicho -le sonreí de medio lado, mientras oía su corazón latir a toda prisa; estaba acostumbrado a las reacciones de las mujeres-. En la pensión de Wickery Bridge... ¿Sabes cuál es? -pregunte inocentemente, aunque por supuesto que sabia cual era; todo el pueblo conocía MI casa, y todo por ser tan enorme.
-Por supuesto que la conozco. ¿Estas viviendo en esa mansión? -pregunto atónita. Sonreí para mis adentros, mientras asentía- Vaya, tienes que estar forrado para poder pagarle a «ese hombre»... -sentí el entrecomillado en su voz; si, mi sobrino podía ser un tipo raro.
-En realidad no pago nada -ella me miro, sorprendida-. Es mi tío. Y también vivo con mi hermano, Stefan Salvatore.
-¿Y tus padres? -dijo.
-Murieron en un accidente de trafico -fingir una mirada sombría; esa era la parte de mi vida inventada que servía para empatizar con ella.
-Dios, lo siento -ella agarro mi brazo para mirarme a los ojos.
-No importa, ocurrió hace mucho tiempo -le dirigí una sonrisa triste.
Finalmente llegamos a la secretaria.
-Bueno, parece que hemos llegado -me hice el desencantado, aunque creo que realmente lo estaba; era muy agradable hablar con Elena, no se parecía tanto a Katherine después de todo. Elena era pura sinceridad mientras Katherine era todo cinismo-. Podría acompañarte a tu casa, si quieres -le ofrecí antes de entrar. No sabía porqué pero después de la charla, solo quería saber más sobre ella, puesto que yo le había contado mi vida. Bueno, lo que ella creería era mi vida.
Me sonrió amablemente y supe su respuesta antes de que la dijera: no.
-Tengo el coche allí fuera, aparcado. Pero gracias de todos modos.
Le tomé la mano y le besé el dorso como antes demorando mis labios en su suave piel y mi mirada en la suya, mientras ella se ruborizaba deliciosamente.
-Ha sido todo un placer, Elena -le sonreí, soltando su mano con delicadeza.
Ella volvió a ruborizarse aun más y yo entré en secretaría con una sonrisa de suficiencia: la tenía en el bote.
Espero que os guste y dejad muchos Reviews.
