Disclaimer: historia escrita por y para fans. No plagio no lucro.
Género: drama, romance, tragedy, hurt/confort, friendship.
Advertencias: violencia, contenido yaoi. AR, leve OOC en los personajes.
Categoría: NC-17.
Notas: realmente, realmente, me enamoré de esta pareja. Lamento mucho la tardanza de la actualización de esta historia, la verdad es que la escribí cuando caí completamente enamorada de May Angels Lead You In por heyjacquelynn. Enserio, es una historia encantadora que, hasta ahora, también está WIP o ABANDONED. Ahora, mi fanfiction pasó por varios cambios y la edité/revisé de nuevo, ¡tenía tantas faltas de ortografía y vacíos de trama! En sí, la trama sigue el mismo curso (que recuerdo), pero agregué/mejoré/quité escenas para que (según yo) se leyeran mejor. Estaré atenta a sus comentarios si es que aún planean en seguirme.
Agradecimientos: a Nikki por betearme el fanfic en sus comienzos.
Notas - Lid de vigor: 'lid' significa 'luchar, combatir' o 'enfrentamiento'. Mientras que 'vigor' significa 'voluntad, fuerza, vitalidad'. El título sería, entonces, «Pelea de voluntades».
LID DE VIGOR
PARTE I: URAYAMU
Capítulo 1
Kawakiri
Quizás fue cuando Ryoma ganó su segundo título del Grand Slam Juvenil en EE. UU. que este pensó que las cosas no iban bien o, por lo menos, no como él quería. Su padre seguía teniendo esa mirada de «te estoy esperando» que lograba sacarlo de quicio, pero a la vez, sabía sin lugar a dudas que se estaba estancando en el país de las mil oportunidades, solo que él no podía encontrar ningún oponente digno de su alcance y eso lo aburría.
Oh, había otra cosa que el mundo tenía que considerar antes de emitir algún juicio... Ryoma Echizen tenía 10 años cumplidos, pero no era como cualquier otro niño, muy por el contrario. Ryoma era el hijo de una leyenda del tenis no solo japonés, sino internacional. Hijo de Nanjiro y Rinko Echizen, un extenista profesional y una abogada, Ryoma sabía desde pequeño lo que significaba el esfuerzo y la injusticia.
Por primera vez en mucho tiempo el menor de la familia Echizen comenzó a comprender por qué su padre dejó el tenis y se dedicó a haraganear en casa, aunque su madre al principio —según sus propias palabras— se mostró escéptica al vuelco que la vida de su esposo estaba tomando, ella aceptó de buen agrado que su padre se quedara en casa y ella se dedicaría a trabajar en lo que más le gustaba. No que necesitaran dinero, pensó por un momento el menor mirando la «modesta» piscina que tenían en su residencia en Estados Unidos.
—Ryoma, te acaba de llegar una invitación, esta vez a un torneo en Noruega. Participan adolescentes hasta los dieciocho años de todo el mundo, al parecer es un gran momento para probar otros límites —inquirió curiosa su madre. Hasta ahora, Ryoma solo había participado en torneos junior en Estados Unidos, así que sería la primera vez en saliera del país.
La familia estaba en la mesa comiendo comida occidental y Ryoma la detestaba. Puede que tuviera doble nacionalidad; que su madre fuese mitad japonesa nacida en «el país de la libertad»; y que su padre, como hombre que buscaba siempre la conveniencia, se hubiese nacionalizado en este país solo por el placer de hacerlo; sin embargo, Ryoma odiaba las frituras, el tocino y las cosas extremadamente saladas, no eran lo suyo y es por eso que en su casa se dedicaba siempre a fruncir el ceño cuando le preparaban algo no japonés, era uno de los pocos vestigios que tenía de su doble nacionalidad siendo que nunca había pisado suelo nipón.
A Ryoma le gustaba la comida japonesa, sobre todo le gustaba la fanta, su gato y, aunque muchos no lo creyeran, estudiar... Claro, en esta lista no estaba el tenis, el tenis tenía otro importante escalafón en su vida.
Ryoma Echizen tenía una meta que derrotar a su padre, pero también pensaba en algo más, en llegar más lejos. No obstante, por ahora, tenía que enfrentar los primeros obstáculos de su naciente carrera como tenista juvenil.
—Mah, ¿Porsche Open*? —la voz del que se hacía llamar su padre sonó aburrida, pero su madre asintió sin decir mucho tampoco. Ambos estaban acostumbrados a la idiotez de ese hombre—, podría ser una gran experiencia, seishonen* —su padre revoloteaba con la comida que quedaba en su plato por un segundo antes de engullirla, como siempre lo hacía, con muy mal gusto.
—Lo que dice tu padre es cierto, Ryoma, podría ser una gran oportunidad y...
—Iré.
—¿Quieres tomar unas clases de noruego? Por lo menos para ubicarte correctamente —aunque Ryoma quisiera negarse, sabía que su madre lo inscribiría igual y le metería un tutor a la fuerza, por lo cual aceptó sin mayor miramiento. Nunca estaba de más saber más idiomas.
—Tienes que irte ahora, Ryoma, o llegarás tarde a clases. ¿Quieres que te lleve?
—Gracias —aceptó la invitación sin mucho inconveniente y con las palabras justas.
Nanjiro se quedó allí por un momento mirando la mesa vacía, el jugo a medio terminar y el plato completo de huevos con jamón. Ryoma no había comido nada nuevamente.
—Mada mada dane —murmuraba para sí mismo Nanjiro mientras apoyaba los codos en la mesa. Agitó sus pensamientos molestos, después de todo, su hijo aún tenía diez años y mucho camino por delante, ni él mismo hacía mucho a esa edad, pero no podía evitar sentirse inquieto. Llevaba esperando mucho tiempo para poder tener un buen partido, pero sentía que algo estaba fallando y pese a que su hijo tenía parte de su dormitorio con trofeos, medallas y diplomas —ya sea por los campeonatos ganados o por sus notas—, Nanjiro no podía dejar de pensar que la habitación se sentía igual o más vacía.
Dos años más tarde.
—Punto y juego. 0-5, Echizen a la cabeza. Cambio de pista.
Era 15 de septiembre. Se suponía que debía estar en clases, pero su madre había pedido un permiso especial en su colegio por su beca deportiva y el gran «blah» que venía después por ser un alumno de elite y quién sabe qué más.
A Ryoma sólo le importaba una cosa y esa era jugar.
Estaba en Italia esta vez y, como siempre, su madre había presionado para que por lo menos iniciara conversaciones en el idioma natal, a Ryoma sólo le gustaba aprenderse lo básico para no quedar como idiota y pese a que no le puso mucho empeño, logró formar una oración coherente con el chico que estaba jugando, un italiano que, si bien no hablaba mucho, se creía demasiado para su gusto. A Ryoma no le gustaba ni los creídos, ni los habladores.
—Avete ancora un lungo modo*—dijo con una enorme sonrisa apuntándolo con su raqueta. De piel morena, apariencia distinguida, ojos grandes y cabello liso, Amirov Palvan mordió su labio con resentimiento.
¡Aquel era un pendejo de doce años diciéndole que era malo! Le estaba dando la paliza de su vida y él siquiera podía meterle más de un jodido punto. El mayor quería decirle unas cuantas verdades, pero el maldito niñato se dio la vuelta y cogió una pelota. La lanzó al cielo y Amirov sabía cómo iba a quedar el marcador, no que le gustara el resultado.
Los Angeles Saint Youth Elementary School. Una semana después.
—¡Ryoma! ¡Ryoma! ¡Por aquí!
—¡Ahh! Es tan lindo.
—¡Ryoma!
Caminó con disgusto por su escuela, realmente apestaba estar en primaria, y pese a que era su segundo año no podía evitar desear cumplir pronto los catorce para ir a la secundaria donde todos tenían cosas más interesantes que hacer que lanzarse arriba de él. Además de que eran más creídos y lo evitarían con gusto.
Su próxima clase era de —irónicamente— italiano, por lo cual no tenía ningún problema con el maldito examen. Ir a Italia Open* se suponía que debía ser un nuevo desafío, no obstante, ya llevaba ganando los cuatro torneos de en los cuales se encontraba el torneo alemán y el italiano.
¡Una porquería!
Ryoma realmente sentía que estaba perdiendo el espíritu.
Residencia Echizen, Los Ángeles, California.
Nanjiro miró a su hijo pelotear en las canchas que se encontraban en el patio trasero de su casa, él y su esposa estaban preocupados por la falta de interés que tempranamente su hijo puso en su vida.
A Ryoma no le importaba llegar tarde a clases porque tenía buenas notas —eso seguramente lo sacó de Rinko porque él era un asco en la escuela—; su vida se basaba en el deporte y no encontraba ninguna buena sensación. El menor no había retos y no había nada que él pudiera hacer para ayudarlo estando en casa. Todas las tardes hasta entrada la noche desafiaba a su hijo y poco a poco lo vio perder las ganas de jugar, pasó a convertirse en una meta más tener que ganarle, poco a poco lo vio marchitar.
A Rinko no le gustaba como estaban las cosas, y tras el segundo año consecutivo en el cual Ryoma ganó el Abierto Juvenil de ., al menor le llovían invitaciones para ingresar a los Grand Slam Juveniles en distintos países. Por un momento, Nanjiro pensó que, si bien en Estados Unidos no estaba lo que Ryoma buscaba, lo encontraría en Alemania o Italia, pero no había sido así. Dos copas y más medallas llegaron, la cuenta de ahorros de su hijo creció otro enorme tanto y él se seguía marchitando.
No sabían que hacer.
No les gustaba ver a su hijo así de apagado.
—Jiro, creo que tengo la solución —dijo su mujer, quien estaba mirando por la misma ventana que él, con un libro en sus manos y una gran sonrisa.
—¿Rin?
—Mira, Jiro, y dime si no es lo correcto.
Club de tenis Seishun Gakuen
Año '57
Nanjiro miró el álbum por unos momentos, solo la cubierta, admirando el título del mismo y un montón de recuerdos que creía haber olvidado aparecieron de repente, recordándole sus inicios y cómo llegó a ser el que era ahora.
—Ya me acordé por qué me casé contigo, Rinko. Pensé que sólo era porque me gustaban tus senos —rio de buena gana, y si bien su comentario dejó mucho que desear, su esposa y madre de sus hijos bien sabía lo que significaba.
—¿Japón? —la manera en que los padres de Ryoma le comunicaron que se estaban mudando a Japón lo extrañó, conocía muy bien a su padre y sabía que a él le gustaba más Estados Unidos por toda la libertad de prensa y la cantidad de erótica que podía encontrar en una misma calle. En cambio, Japón era un país más estricto en esos aspectos.
Había una extraña manera en la cual sus padres se conectaron que le daba escalofríos al pequeño Echizen, a veces, creía que era porque su madre era la única que podía controlar al demente que se hacía llamar a sí mismo «figura paterna».
—Hm. Creemos que es hora de un cambio. Has estado recibiendo mucha atención últimamente, Ryoma, y sabemos los últimos incidentes con los medios y el teléfono que no para de sonar ofreciéndote nuevos torneos está comenzando a estresarte. Eres muy joven aún para irte de gira y tu padre piensa lo mismo. No queremos que te estreses más de lo necesario, pero tampoco queremos que dejes de jugar y Japón es un lugar alejado de la prensa amarillista estadounidenses en ese aspecto sin perder la oportunidad de seguir jugando. ¿Qué dices?
Realmente creía que algo se traían entre manos, la larga explicación que su madre le dio se lo dejo entre ver. De todas formas, él no tenía mucho qué opinar, lo llevarían igual y su padre parecía particularmente silencioso.
—Betsuni —declaró dando su consentimiento «obligatorio». Por el próximo mes Ryoma sólo escuchó hablar japonés en toda la casa, sus padres lo hacían para que se fuera acostumbrando a hablar el idioma que por otra cosa. Su escritura también comenzó a variar, mezclando el inglés con el romanji hasta poder escribir algo medianamente legible. Ryoma realmente no tenía dotes para escribir en japonés, pero incluso así se esmeraba en aprenderse los kanjis o la escritura kana, sea como fuese, él no podía dejar de lado las letras romanas ya que habían estado presentes desde el comienzo. Sinceramente, esperaba que su futura escuela fuera un poco permisiva.
Lo bueno de todo este proceso es que tenían más o menos las mismas estaciones, solo que ellos ingresaban a la escuela en abril y Ryoma estaba ya a mediados de año en su vida escolar. Le obligaron a tomar exámenes especiales para que aprobara los grados correspondientes y así poder entrar a séptimo año en Japón.
Fue un 20 de marzo cuando se dejó Estados Unidos con todas sus cosas y, por supuesto, su gato. Le dijo adiós a sus amigos quienes lo obligaron a crear un correo electrónico para comunicarse con más regularidad y también su nuevo número de teléfono en su nueva casa. Ryoma, por otro lado, nunca había visto a su padre tan feliz, parecía brillar al recordar su tiempo en Japón, y pronto se encontró a sí mismo excitado por ver lo que le deparaba el futuro. Al parecer su padre conocía a alguien en alguna escuela y lo había inscrito allí envíando sus notas por fax, fue un proceso bastante informal si le preguntaban al menor, pero qué más daba. En su nueva casa vivirían con una prima a la cual recordaba haberla visto mínimo una vez por año, ya sea en Navidad o Año Nuevo, Nanako era la sobrina de su padre, pero de lo que recordaba el de cabellos oscuros, ella no podía ser más distinta a su padre.
Su tía Nadeshiko era todo lo contrario a su padre, de su tío no sabía mucho y no quería saberlo, pero al parecer la región en la cual vivía Nanako estaba demasiado lejos de la universidad que quedó, la Universidad T*, es por eso que viviría con ellos. Había escuchado decir a sus padres que era una universidad muy difícil ingresar, por lo cual la madre de Nanako estaba más que aliviada cuando se enteró que Nanjiro pensaba irse a vivir por Tokio, que quedaba en la región de Kantou.
Llegaron a la casa de un monje retirado que quería pasar los últimos años de su vida recorriendo lo que pudiera por el mundo. Le vendió la casa a su padre solo bajo la promesa de que siempre tocaría la campana a determinadas horas y cuidara del templo, mientras que su padre le pidió permiso para instalar una cancha de tenis.
Fue un 27 de marzo cuando Ryoma se enteró que lo habían adelantado un año gracias a sus exámenes extraordinarios, pero que le recomendaban solo tomar las optativas avanzadas si deseaba tener tiempo disponible para el tenis, no que a él le importara, pero estaba aliviado de no tener que repasar nuevamente todo lo que sabía por temas burocráticos, eso y que se alejaría un poco de los chicos de su edad… Ryoma nunca terminaba por entenderlos.
Ryoma Echizen entró un día lunes 5 de abril a la escuela en lo que los japoneses llamaban séptimo año de primaria, le tocaba el salón 1-4 y su madre le dijo lo más sutil posible que no hiciera estupideces.
El domingo, Ryoma durmió esperando que este nueva aventura a la cual lo habían lanzado sus padres no fuera una completa locura. Karupin se enrollo en su estómago y él se dejó llevar por el calor que le otorgaba su gato y su suave ronroneo.
Mañana sería otro día.
Notas:
*ITF Gjovik Porsche Open o Porsche Open es una copa de tenis junior que organiza la Federación Internacional de Tenis. Esta copa se realiza en Noruega en la ciudad de Gjøvik.
*Versión italiana de «mada mada dane».
*Italian Open es un torneo categoría A (es como ir avanzando a los circuitos más importantes hasta llegar a Wimbledon Junior), se realiza en Milán.
*Universidad de Tokio.
Urayamu: envidia, tener envidia de las aptitudes de otra persona.
Kawakiri: comienzos.
Seishonen: jovencito, joven.
Las fechas están sostenidas a la realidad alterna, el único dato fidedigno es la fecha de nacimiento de Ryoma en su totalidad y los tornos escritos. Les recuerdo que este fanfic es yaoi y posee contenido adulto no apto para lectura de menores 18. Si leen esto está claro que lo hace con el debido reconocimiento.
Otra cosa: realmente lamento la tardanza, cuando quise retomar este fanfiction me di cuenta de cuántos errores la historia tenía, cuánta investigación tenía que volver a hacer para que quedara contenta y cuánta edición y revisión tendría que hacer en toda la historia... Fue un caos. Por suerte, logré (creo) trabajar en ello. Espero que les siga gustado la historia.
¡Muchas gracias por su paciencia! Y también por las personas que no se rindieron y siguieron preguntando que cuándo subiría actualización. Ahora, oficialmente, Il Segreto y Toutoi están en HIATUS, así que tendrán que esperar otro tanto para leerla.
-Derwyd
