+SECRETOS DE ALCOBA ~ 1era. Temporada ~+
+STAGE 01: DIGNIDAD+
Ese día, el brillo del pequeño y hasta diminuto diamante, me pegó fuerte.
Me había quedado frente a la ventana toda la mañana, recordando cómo te habías arrodillado frente a mí anoche y habías puesto ligeramente la sortija en mi mano, a lo que le agregaste una repetida confesión de amor y me hiciste a mí quedar como una completa estúpida.
Pero, aunque no tardé en decirte que sí y en dejar que te me vinieras encima con un beso... había estado volviendo a considerar mi decisión apresurada desde el alba, desde que me volví a la ventana de la sala y falté, al compromiso que desde anoche llevaba encima.
Estuve como dos horas parada hasta que apareció, cuando se cerraron las puertas del negocio prospero ese y ella salió caminando lentamente con los tacones altos, junto a una cartera mezquina entre los dedos y el vaivén de sus caderas al compás de su pelo suelto.
Ella como siempre vestía de negro, llevaba un escote que casi alcanzaba su ombligo y que dejaba su espalda blanca completamente al descubierto, con ese vestido ajustado que resaltaba cada una de sus curvas y que apenas alcanzaba a cubrir su trasero.
Sin embargo apenas podía perseguirla, ella desfilaba para mí unas cinco veredas y después daba vuelta a la esquina en un santiamén, cosa que repetía todas las mañanas luego de pasarse la noche entera ahí dentro.
Insignificante, ¿no? Sí, pero a mí me servía.
POR ESO, NOSOTROS ESTABAMOS BIEN.
Obvio que siempre te había sorprendido mi entusiasmo por la mañana, pero... como tú la pasabas más que bien con esa "yo", tu cara de sorpresa nunca rechazaba a mi instinto animal y así los dos conseguíamos lo que tanto queríamos, tú acción con la mujer que amabas y yo acción con el hombre que quería que fuera esa mujer.
Y con eso quedabamos los dos bastante aplacados, hasta que volvía a caer la noche en la ciudad y yo volvía a verla a ella pasearse por la calle, cosa que volvía a desatarme por segunda vez en el día y así tú volvías a calmar mi ansiedad.
Pero se me hacía cada vez más dificil esta fachada, tú ya casi me hacías vomitar y me daba asco tener que dejar que me complacieras, para que únicamente me hicieras lo único que sabías hacer de "hombre" y no prestaras la atención a mi punto débil que yo tanto deseaba por parte de esa mujer.
Y sin embargo no te hablé nunca del tema, preferí tener con ella una relación imaginaria y así alenté nuestra potente vida sexual, hasta el punto que llegué a agobiarte y tú solito te negaste a acostarte conmigo por toda la casa.
Obvio que me convenía de cierto modo, pero... yo también tenía que depositar en alguien el deseo que ella me despertaba, a lo que convertí al baño en nuestro punto de encuentro y a la regadera, en mi único premio consuelo.
¿Que si estabas al tanto? Sí, por supuesto que estabas al tanto.
Sabías exactamente por qué le tenía devoción al baño, sabías obviamente para qué lo usaba y sabías con lujo de detalle lo que hacía ahí dentro, cosa que te llevó a dejarme mucho más tiempo sola y a dejarme pasar una que otra noche con el agua entre mis piernas.
Cosa que me puso a mí mucho peor que antes, abandoné mis otras tareas para dedicarme únicamente a ella y deseé las manos de esa mujer como nunca antes había deseado nada, hasta el punto en que manché ese diamante y no precisamente de vergüenza.
Por eso anduve como una semana sin el dichoso anillo, me liberé apenas eso dejó de tenerme atada a ti y fantaseé únicamente con el otro tipo de vida que deseaba tener, al lado de la mujer que ganaba más dinero que yo y que ganaba aún más si no estaba vestida de gala.
UNA MUJER QUE, QUISE PARA MÍ SOLA.
-¡Anna!-me llamaste, desde el baño-¿Necesitas el baño ahora?-
-"Buen día", ¿no?-me quejé, aún pegada a la almohada-Perdiste tus modales, últimamente-
-Ah, perdón...-te asomaste, por la puerta-Buenos días, entonces...-
-Ahora sí puedes usar el baño tranquilo-dije, con una sonrisita-Pero, ¿para qué tan temprano, igual?-
-¿Qué?-saltaste, medio irónico-¿Lo necesitas tú?-
-¿Me estás cargando?-contesté, desde la cama-Son las seis de la mañana, recién-me acurruqué, tonta-Mi horario es a las ocho y lo sabes-
-¿Qué?-volviste, a repetir-¿Sale fría el agua después?-
-Claro-asistí, con otro tono-No tienes idea de lo fría que sale-
-Entonces, ¿por qué te bañas más de una vez al día?-cuestionaste, curioso-¿Me estás ocultando algo, acaso?-
-Soy una mujer, Yoh-corté, sin verte a la cara-No voy a darte detalles de mi intimidad-
-Era nuestra intimidad, que es diferente-me saliste, de la nada-Pero, desde que le tomaste el gusto a otra cosa...-
-¿Y eso qué tiene que ver?-resongé, de espaldas-No veo que esté haciendote tan mal nuestra falta de comunicación, ¿o sí?-hice referencia, a lo que quise-Comprame algo para compensarme, si quieres-
-Ahí tienes tu regalo, en la mesa de luz-giré, a la par de tu voz-Lo dejaste al lado de tu dignidad-
