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LA QUERIDA TIERRA
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Desde sus orígenes, hacia 48 millones de años, la isla de Ataria Sur era perfectamente circular, cubierta con árboles, muy probablemente descendientes de las ancestrales semillas que viajaron en el viento, o que flotaron en el mar desde cientos de kilómetros. Como muchas de las islas que salpican el inmenso Océano Pacifico, Ataria era parte de una cadena de archipiélagos al sur del Japón. Era raro, pero a pesar de llamarse Ataria Sur, no había una isla llamada Ataria Norte.
Con casi 3 kilómetros de diámetro, la isla de Ataria Sur era grande en términos de tamaño comparado con otras de las islas del Pacifico. Pero su insignificancia había desaparecido en una madrugada de julio de 1999.
Recordaba mucho haber leído las Centurias de Michel de Nostredame, conocido como Nostradamus.
Todo será escrito: no hay evolución sin dolor... decía en una de las paginas.
Era extraño, diez capítulos de cien cuartetos -centurias- que parecían escritas por un borracho.
La centuria 10, cuarteto LXXII decía:
El año mil novecientos noventa y nueve siete meses,
Del cielo vendrá un gran Rey del Terror;
Resucitar el gran Rey de Algolmois,
Antes de Marte reinar por dicha.
Y el Rey del Terror había llegado, efectivamente.
Esos días, a 36.000 km de altura, la inmensa estación espacial New Frontier se encontraba deslizándose placidamente en el espacio. Vista desde la tierra, la estación parecía suspendida sobre un punto fijo en el cielo, justo en el cenit de la pequeña isla Fénix en el medio del Pacifico ecuatorial.
En comparación con sus predecesores, como las estaciones espaciales Mir, Salyuz y Skylab, New Frontier era más grande y avanzada. Desde allí se realizaban los vuelos de enlace desde la Tierra y se lanzaban los vehículos con destino a la Luna. En orbita geoestacionaria se encontraba libre de las perturbaciones atmosférica que frenaban a las otras estaciones a baja altura, y permitiéndole prescindir de los propulsores de maniobras para elevarla. A esa altura solo era afectada por el tenue pero insistente viento solar. Por ello la estación tenia una extraña forma alargada para mantenerse equilibrada entre la fuerza de atracción terrestre y la Luna.
La gente pensaba que la ingravidez era divertida, y que los astronautas gozaban de la vida flotando allá arriba. Pero sentir los líquidos en él estomago flotar y llegar a la garganta, la sensación constante de frió en piernas y manos, las intermitentes nauseas y peor aun, esa sensación de que la cabeza se le hinchaba, sobre todo cuando se estaba moviendo. Lena nunca se había sentido tan enferma como cuando estuvo en su primera misión espacial, y cuando lo cuenta nadie quería creerle.
New Frontier era utilizada para todo, desde estación de enlace para vuelos más lejanos a laboratorio, y más que todo para la astronomía, contando con varios telescopios y radiotelescopios que continuamente estudiaban el firmamento. Periódicamente en su orbita, la estación salía de los cinturones de radiación, permitiéndole escapar del ruido producidos por la magnetosfera de la Tierra.
Visto desde la superficie de la Tierra el cielo estaba despejado, salvo la luna creciente que se alzaba a través del cielo estrellado. Desde fuera de la atmósfera, la vista era diferente, ya que no se podía ver el halo fantasmal que cubría el lado no iluminado de la Luna Creciente. Si uno se asomaba por la ventanilla que daba al espacio, podía ver la oscura Tierra justo enfrente justo en del camino entre la New Frontier y la Luna. A la derecha, relativamente cerca de la Luna se veía al Planeta Venus, brillando como nunca seria visto jamás desde la superficie de la Tierra. El propio Sol estaba mas hacia la derecha en una combinación imposible de sol brillante y cielo negro, donde estaba iluminando la mitad de la Tierra que estaba mucho mas por delante de lo que podía ver la tripulación, que solo veía oscuridad debajo. Aterrador, porque la única manera de saber que la Tierra estaba allí era por la ausencia de estrellas, y al estar orbitando el pacifico, las únicas luces visibles en la superficie eran de las aisladas islas como Hawai y el Japón en el horizonte, pero que se encontraba fuera de la vista de la ventanilla.
La Luna parecía cortada con una tijera, en un cuerno perfecto que se sobreponía en el cielo pintado de estrellas, inmutable en el silencio del otro lado del cristal. Era el panorama estelar perfecto, ese que hacia que uno pegara un poco mas la nariz al cristal, que al ser trasparente e increíblemente pulido parecía no estar allí.
Pero un fulgor breve pero brillante, casi opacó a la Luna, bañando su lado oscuro con un breve pero intenso fulgor. Era un brillo que parecía causado por una explosión, que se disipaba rápidamente en el espacio. A pesar de estar a la lejanía, se podía ver una especie de tenue onda de luz que se alejaba del centro luminoso.
No hacia falta utilizar los instrumentos para notarlo. Un breve destello cósmico azulado, aunque con una sombra de naranja.
Ese momento, a las 15.30 GMT del martes 17 de Julio de 1999, fue el momento en que el mundo cambio.
Ese día a la entonces Capitána Nikolayev se le había ordenado salir con su escuadrón hacia la base naval de Arkhangel, muy, pero muy al norte, junto con el grueso de las fuerzas aéreas.
Volaba un Sukhoi Su-27, el avión que había sido sus mil amores a lo largo de su carrera de piloto. El sol le daba un extraño calor, y ella sentía los rayos que se filtraban por el cristal de su casco, pero era, a pesar de su intensidad, solo era un resplandor, como el de una bombilla. Llevaban varias horas de vuelo cuando, en un momento y por razones que no pudo explicarse después, el cabello en la parte de atrás de su cuello se erizó. Asomándome sobre el horizonte sur, pudo verlo.
Literalmente hacia agujeros en el cielo y podía ver el sonido. No era frecuente que un ruido pudiera verse, pero las grandes explosiones creaban ese fenómeno. El aire comprimido de la onda expansiva creaba un muro espectral que se expandía radicalmente desde el punto de explosión, y lo hacia a una velocidad hipersónica. A pesar de ser pleno mediodía, a la distancia parecía un segundo sol, rivalizando en intensidad con el verdadero.
El objeto había hecho su contacto atmosférico a una altura de 150 km sobre Birmania, al sur de China. Sobrevoló el oeste de China, las republicas de Kyrgyzstan, Kazajstán, la propia Rusia al sur de los Urales, el mar báltico en su máximo acercamiento de poco mas de 55 km, destruyendo Moscú y Estocolmo, e inflingiendo daños mientras pasaba encima de Europa. Regreso brevemente al espacio encima de Islandia y Groenlandia para reingresar de nuevo sobre Canadá y finalmente caer sobre la minúscula isla del tamaño de una estampilla, Ataria Sur, al extremo sur de las Islas Ogasawara sobre el Trópico de Cáncer a medio mundo de distancia.
Acababa de presenciar algo que pocos habían visto en la historia de la humanidad. Acababa de ver cambiar el mundo y, a diferencia de la mayoría de las personas, comprendía lo que eso significaba.
Era un honor, que había preferido no tener nunca.
Los anuncios oficiales decían que se trató de un asteroide compuesto de grandes cantidades de metal.
Pero era solo para ocultar lo que verdaderamente llegó.
Debido al gran daño del objeto, los cambios del clima y desastres "naturales" causados en partes de América, Europa, y otras partes del mundo por la onda de choque que acompañó al "asteroide", se trató la verdadera naturaleza de lo ocurrido como asunto secreto debido a que su conocimiento obviamente causaría un pánico inimaginable. Se hizo una conferencia cumbre de emergencia entre Estados Unidos y la Federación Rusa que se volvió una conferencia cumbre entre todas las naciones apenas pasadas unas horas.
A las pocas semanas del evento las Naciones Unidas organizan un equipo de investigación multinacional. El estudio completo del ASS-1 (desafortunado nombre, si uno era angloparlante, para lo que había caído del cielo) empezó nada mas poner a la isla de Ataria Sur en la esfera de la jurisdicción de las Naciones Unidas.
La sorpresa de que existía definitivamente vida mas allá de la tierra, y tuviera tecnología para crear este tipo de cosas ya era de por sí algo fascinante. Ella misma había soñado con ese tipo de cosas. Se había imaginado que volando en el espacio, en alguna de las misiones espaciales, tendría la oportunidad de tener una prueba directa de esa vida.
La entonces Capitána Nikolayev tuvo la oportunidad de formar parte del equipo ruso, aunque oficialmente su cargo era de oficial de enlace con los otros efectivos de la fuerza militar multinacional. Allí pudo ver con sus propios ojos como la isla circular ahora tenia la forma parecida a la de una herradura. Si la astronave de combate hubiera caído directamente sobre el horizonte en lugar de rebotar por medio mundo perdiendo velocidad, la isla hubiera quedado destruida completamente con el impacto y la nave espacial quedado hundida a casi 6 kilómetros de profundidad. Pero al perder velocidad había quedado relativamente intacta sobre la superficie de la isla.
Mucho del equipo tecnológico estaba intacto... al igual que los restos de su tripulación. Nunca había visto un cadáver en su vida, a pesar de que ella misma había matado. No era lo mismo ver al cadáver después que dispararle a otro avión. Pero ver un cadáver de un tamaño 7 veces el normal escapaba del sentido común. Muy fuera de lugar, pero le hedor de la muerte era el mismo.
Allí dentro, luego de una concienzuda investigación, se disiparon las fantasías sobre robot asesinos, piscinas de ácido o paredes que se podían atravesar como puertas que muchos esperaban ver. Lena se reía de esos comentarios e incluso le parecían una ridiculez digna de una mala novela norteamericana bastante fastidiosa de leer.
A veces cuando pasaba algo impresionante pensaba en lo afortunada que era de vivir en esta época. Sinceramente había pensado en que la idea de la llegada de vida extraterrestre a la Tierra seria algo positivo.
Pero allí, en ese momento, empezó a dudar de todo lo que había pensado.
Había creído que la existencia de vida extraterrestre se mantendría en secreto y que se mantendría conocido solo por los más directos testigos, como sucedía con las supuestas visitas de extraterrestres en el pasado. Pero lo impensable pasó casi un año después del evento, cuando el Secretario General de las Naciones Unidas anuncio que lo había llegado era una nave extraterrestre. Lo había hecho con la idea de unificar voluntades para la creación de un gobierno unificado.
El 3 de Enero de 2001 fue ratificada una resolución de la UN: el mundo tuvo su primer gobierno unido aunque todos los estados guardarían sus soberanías nacionales. La UN también ratificó un tratado sobre unas Fuerzas Armadas propiedad de la UN, que unía buena parte de todas las fuerzas armadas nacionales bajo un mando adjunto de funcionarios del alto rango de todas las naciones.
Pero todo resultó al contrario.
Apenas al mes del anuncio, comenzó la Guerra de Unificación.
¿Por qué comenzó la guerra?
Por las mismas razones de siempre...
La guerra siempre podía ser un robo a mano armada a gran escala. También la excusa para que un grupo se deshaga de sus vecinos molestos, o sencillamente para demostrar la supremacía contra los demás. Pero la causa más fuerte siempre es la diferencia de ideas, cuando a un grupo sencillamente no le gustan la ideas de los demás, incluso cuando saben que los contrarios tienen razón.
La Guerra de Unificación fue causada por esa ultima razón. En Centro y Sudamérica, así como en África y el sudeste asiático se formó una coalición de guerrillas, las cuales eran difíciles de enfrentar, no por sus tácticas y armamentos, sino porque tendían confundirse con la población. Uno no podía decir con mirar quien era amigo o quien había puesto una mina para matarte.
La Alianza Anti-Naciones Unidas estaba formada por ejércitos de países hostiles, pero también por guerrillas que eran como hormigas. A veces había países que los apoyaban tras bastidores, motivados por sus propios intereses.
El triunfo del comunismo -socialismo del siglo XXI- en Sudamérica fue el catalizador del conflicto, al motivar a las poco educadas masas a revelarse contra la oligarquía imperialista. La pobre gente solo podían ver hasta donde sus brazos alcanzaban. Si sus lideres le daban pan no tenían que mirar mas allá para ver que había mas mundo, paradójicamente no eran apoyados por la mayoría de su pueblo, pero ellos tenían las armas, manejaban las leyes y eran los que controlaban la comida. Los "Socialistas" como se hacían llamar, no veían con buenos ojos la idea de un gobierno unido –egoísmo, falta de confianza, diferencias ideológicas, necedad.
A pesar de contar con recursos menores a los de las grandes potencias, esas pequeñas masas eran tan aguerridas que hicieron que el conflicto, iniciado en 2001 durara hasta 2007, con la muerte de millones de personas a manos de los propios seres humanos.
Al estar en los cielos, Lena se sentía alienada de lo que pasaba. Nunca había visto a una persona morir ante sus ojos, a pensar que podía ver cuando otro avión caía envuelto en llamas sin que apareciera un paracaídas. Al pensar las veces que se quedaba mirando como un avión al que le había disparado caía en espirar hasta estrellarse, cuando ella solo decía "¡BOOM! ¡Uno menos!", se sentía avergonzada. Puede que eso mismo fuera lo que sentía la gente que mataba con un rifle.
Por si sola cada persona por separado es relativamente decente, pero al formar masas parece que la personalidad se disipa, dejando solo el nosotros, por lo que se crea el ellos y por lo general ellos son enemigos.
Todos los que se ven involucrados en una guerra creen que hacen lo correcto. Las Naciones Unidas realizaban misiones con el objeto de matar al enemigo, satanizandolos ante los medios de comunicación, mientras que la Alianza, como se hacia llamar, demostraba las atrocidades por parte de las Naciones Unidas, pero ninguno de los dos bandos pensaba que era el malo. El malo siempre era el enemigo.
No se atacaban ciudades ni centros civiles... solo hasta el final de la guerra, cuando se decidió utilizar todo el peso militar contra cualquier país que tuviera relación con la Alianza, incluso llegando a utilizar armas nucleares.
Era una de las ironías de la guerra, que a cierto nivel el peso de las armas es capaz de detener una guerra.
Nikolayev había tomado su parte, como piloto, tratando de no cuestionarse moralmente por lo que sucedía. Solo se había limitado a hacer su trabajo. Se había habituado a seguir ordenes, y esto era mas de lo mismo.
Pero tenia que concentrarse en el presente inmediato.
Había pasado los últimos 10 meses preparados para la misión que le habían encomendado, y era algo que había pensado -y soñado- toda su vida.
No era algo que se decidía de la noche a la mañana ni una responsabilidad que tomara a la ligera, mucho menos porque de sus decisiones había dependido la vida de muchos jóvenes, muchos chicos que apenas habían pasado fugazmente por la adolescencia. Los nuevos pilotos eran jóvenes salidos directamente de la academia de la U.N.Spacy.
Ninguno tenia mas de 300 horas de vuelo.
Había pasado mucho tiempo leyendo los reportes de cada uno de los pilotos de los tres escuadrones bajo su mando. No fuera que le dijera Edwin a algún John o cosas así. Pero mas allá de esos detalles, la Mayor Yelena Arkadieva Nikolayev se preocupaba muy personalmente de sus subordinados. En las dos guerras donde había estado involucrada había visto morir a muchos pilotos bajo su mando. Algunos habían sido veteranos de muchas batalla, unos cuantos eran recién salidos de la academia, y muchos eran solo chicos a los que se había enseñado a pilotar ante las desesperantes bajas en combate.
Por lo general los viernes no daban muchos problemas, sobre todo este viernes 6 de febrero. Ya todos los preparativos para la misión estaban listos, y muchos de los pilotos habían venido ya desde diferentes bases. Los que tenían familia aquí pasarían este fin de semana con sus familias, mientras los demás, los que vinieron desde lejos, buscaran otras cosas para pasar estos días hasta el comienzo de la misión.
Yelena no tenia una familia de la que despedirse, además ya estaba acostumbrada a este tipo de vida. Salir en una misión que llevaría meses ya era algo rutinario en su vida. El viaje mas largo había sido de tres meses, exactamente la duración de esta misión, así que esto seria mas de lo mismo.
Por eso se lo tomaba con calma desde que se levantaba en la mañana hasta que llegaba a la base.
"Hola Lena," le saludó su segundo al mando, el Capitán Gennadi Engel, caminando desde el fondo del pasillo nada mas ella aparecer.
Juraría que estaba escondido a la vuelta de la esquina esperándole.
El Capitán no vaciló en darle un beso en la mejilla, una libertad que Lena no le permitía a ningún otro oficial, y seguro hacia a Engel el blanco de la envidia de muchos.
"¿Qué tienes para mi?" pregunta Yelena, segura que Engel lo sabia todo. Él siempre llega una hora antes que nadie.
"Todo según el plan. El lunes nos vamos."
"Eso ya lo se. Cuéntame ¿La gente esta bien? ¿No hay nadie con pánico o algo parecido? Es asqueroso que la gente se ponga a vomitar de los nervios."
A Yelena le tenia un poco nerviosa la parte que cumplirá en la misión, ya que a pesar de que volarían muchos pilotos expertos, muchos de continuarían su entrenamiento pasando al vuelo espacial, un campo en que solo habían un puñado de pilotos calificados. El único que había volado una misión de combate espacial real con el Valkyrie había sido el Mayor Roy Focker, pero en una situación desesperada en la que muchos no confiaban que funcionaria. Lena tenia experiencia en vuelo espacial, pero con naves mas grandes que una casa, y no en los ágiles pájaros que eran los VF. No importaba, para algo le debería servir haber visto Battlestar Galactica cuando era joven. Por alguna razón nunca se sintió atraída por Star Trek.
Engel llevaba su uniforme azul oscuro de franjas rojas de la fuerza aérea, al igual que ella. Llevaba un año en la U.N.Spacy y aun tenia problema en reconocer las especializaciones de cada oficial por el color de su uniforme. Sabia que los azules claro cumplían funciones de control los de caqui funciones administrativas, los de blanco de mando... pero preferiría que fuera como antes, los de blanco o caqui para la Naval, verde para el Ejercito y azul para la Fuerza Aérea.
Lena Nikolayev era una mujer alta y esbelta con una bella sonrisa y una brillante personalidad. Con el cabello negro como la media noche que siempre llevaba algo corto (lo suficiente para permitirse recogerlo en una pequeña coleta pero no tanto como para que le llegara a los hombros), ojos verde claros, nariz respingona y pecosa, Lena sabia que tenia mucho efecto sobre Engel. Lo sabia porque lo llevaba conociendo tres largos años y estaba a la altura de poder interpretar cada gesto que hiciera.
"¿Qué vas hacer después?" preguntó Lena al ver que llevaba una tablilla con muchísimas hojas de papel.
"Tu trabajo," dice Engel, mientras doblaba en la esquina, contraria a la que ella iba.
Caminando por el pasillo se encontró al Mayor Focker inclinado contra la ventana, como si se fuera a caer, mientras sostenía una taza (ojala sea café, pensaba Lena).
"Buenos días, Mayor," saludó Focker con un exagerado moviendo de la mano.
"Buenos días, Focker. Espero que lo que tengas aquí sea café," dijo señalándole la taza.
"Estoy dejándome de algunas cosas, es muy temprano," dijo Focker, tratando de disimular un bostezo, pero al final termina abriendo la boca como un camello.
"Mi gente esta lista. ¿Y la tuya?"
"Humm, lo mismo que la tuya pero mejor," replicó mientras se tomaba de su taza.
Entre los 6 escuadrones lideres que viajarían en el Macross (Skull, Ángel, Apollo, Ghost, Royal Eagles y Wildcard) existía cierta competencia, ya que para estar allí debían de ser los mejores y debían demostrarlo. Y en su profesión esto era como el béisbol: jugabas para averiguar quien era el mejor.
Macross llevaría 18 escuadrones de combates agrupados en 6 grupos aéreos liderados por esos 6 escuadrones, comandados por un Mayor cada uno, y todos estarían bajo el mando del Teniente Coronel Maistrov, un oficial que no había volado un avión en mas de 15 años, debido aun accidente que le había lesionado la espalda –por lo que su ascenso en la cadena de mando había sido tan lento. A Yelena no le gustaba estar bajo las ordenes de Maistrov, porque no le caía bien ningún oficial con experiencia en combate, además de que por su nombre todos lo tomaban por ruso cuando en realidad era ucraniano.
Yelena siguió caminando, hacia su oficina.
Increíble que tuviera una oficina, pero ahora que tenia la responsabilidad de 3 escuadrones de Valkyries con todo el personal de soporte, y en alguna parte tenia que esconder los papeles, además de permitirle darse sus siestas de las tardes. No es que fuera un palacio, apenas había un escritorio, un par de sillas y un archivador. Por suerte tenia una ventana que le daba una hermosa vista de la bahía, sobre todo dejándole ver el sol del atardecer sobre el mar.
Nikolayev tenia 3 escuadrones de 12 VF cada uno bajo su mando, pero estaba mas apegada al SVF-500 Ángel porque había sido el primer que se fundo llevando el VF-1 Valkyrie.
Sobre su mesa tenia la carpeta con los planes para el día. Debía pasar revista de su escuadrón en la tarde, en preparaciones para la partida el lunes del Macross al espacio.
Se puso sus lentes para leer. Realmente debería usarlos todo el tiempo, pero solo los usaba cuando requería ver detalles. Tenia la mala costumbre de empujarse los anteojos con la punta de dos dedos, y siempre tenia una mancha en los cristales. Eran un par de gafas pequeñas y redondas de armazón dorado.
Se dio cuenta de lo que estaba haciendo con su mano derecha cuando ya era tarde. Estaba abriendo una de las gavetas para sacar un cigarrillo y el cenicero.
Aun no se había podido liberarse de eso. Era una de las muchas malas costumbres que le había pegado su amiga Polina Bisyarina. Pero había comenzado por llevar parches de nicotina al ver que sus uñas se estaban empezando a poner amarillas.
Lo pensó y cerró la gaveta, justo cuando sonó el teléfono.
"Mayor Nikolayev," contesto.
"Un momento que le van a hablar," dijo la voz de una operadora.
"¡Hola gatita!" saludó en ruso una voz de mujer unos segundos después.
"¡Hola fea!" devolvió el saludo en el mismo idioma. "¿Y eso que me llamas?"
"Quería saber como estabas, aquí me sigo preocupando por ti," comentó Polina Bisyarina. "¿Que haces?"
"Estoy jugando con agua ¿Y tu?"
"Igual que siempre... ¿Cómo esta... Gennadi?" preguntó algo vacilante, como si no quisiera hacer la pregunta realmente.
"Creí que no querías saber nada de él," preguntó Lena, algo seria.
"No es que no quería saber nada de él. Me gusta estar informada."
Lena pensó un momento antes de responder, mirando fijamente el anillo que lleva en un dedo de la mano derecha, y lo hacia girar con su pulgar.
"Esta aceptando lo de Sabina. Pero han pasado dos meses, no creo que nadie acepte algo así completamente en tan poco tiempo. No lo culpo, mas bien me sorprende lo bien que lo ha llevado."
Lena misma había vivido una experiencia parecida, pero en su caso había sido la guerra y no una enfermedad incurable.
"¿Cómo esta tu bebé?" preguntó Lena con mas animo, para apartar un poco la conversación.
"Hmmm... Como siempre, creciendo y cada vez pareciéndose mas a su papá."
"Que mala suerte para él. Espero que no pretendas exponerlo al escarnio publico... a propósito, ¿y Nikolái, como anda?"
"En lo mismo, ayer me dijo que va estar dos semanas mas en maniobras, puede que hasta te lo encuentres."
"No creo. Me estoy yendo el lunes, y creo que ya no hay tiempo de nada mas..."
"A propósito, escuche que solo eres otra oficial. Debieron darte el mando de los escuadrones allí, eres la que tiene mas antigüedad," dijo sarcásticamente Polina, reabriendo un tema largamente discutido.
"Ya hablamos de eso. Recuerda que he pasado la vida recibiendo ordenes. Esto es mas de lo mismo."
"En cuanto a Gennadi..."
"Eso ya lo hablamos también," dijo Lena atajándola a media frase, evitando también a tiempo decir discutimos, que le sonaba a agresión.
"No sé... no me gusta que estés con él... mira lo que me pasó. Puede que a ti te este tratado de una forma pero... las apariencias engañan" - dijo Polina.
"No. He pasado mucho tiempo con él como para conocerlo," respondió Yelena dejando de girar su anillo.
"Yo también. Desde que era un chico, y mira lo que me hizo."
"Sé que no lo vas a perdonar, tuviera la culpa o no. Si fuera tu, intentaría escucharlo. Pero no soy tú y no creo que lo que diga cambie las cosas. Pero quiero que sepas que nada de lo que tu me digas hará que cambie lo que siento por él."
"¿Que es lo que sientes por él?"
"Respeto, mucho respeto. Espero que no estés insinuando nada mas allá de eso."
"No he sido yo la que lo dijo," acotó en voz baja, aunque estaba conteniendo una ligera risita.
"No," respondió Lena bastante seria.
"Te arrepentirás de eso Lena."
Las dos se quedaron calladas unos momento.
"¿Gatita?"
"¿Si?" preguntó Yelena.
Por otros segundos solo hubo silencio, como si no decidieran que decir.
"Te quiero mucho. Cuídate quieres."
"De eso me encargo yo. Mas bien cuida a tu bebé y deja de preocuparte por mi."
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A pesar de su relativo pequeño tamaño, la isla de Ataria Sur era un bello lugar que la mano del ser humano no a tocado. El semicírculo en forma de herradura que forma el cráter del impacto del Macross hace diez años era tan grande como para albergar a una pequeña ciudad. El resto de la isla era una zona de bosques, nada de las palmeras con la que la gente asocia a las islas del Pacifico. Por alguna razón esta era una de las pocas islas que aun conservaban la flora arbórea que en otras fue destruida por la agricultura antes de 1945. Tampoco había caníbales, ni mucho menos lindas polinesias con falditas de palmas.
Well I wonder... could it be
When I was dreaming bout you baby you were dreaming of me
Call me crazy... call me blind
To still be suffering is stupid after all of this time
Pero era un lugar muy remoto, pero gracias a la tecnología el apelativo de remoto podía ser relativo. En el cielo siempre se podía ver siempre volando aviones que llegaban y se iban. La Internet podía hacer que uno estuviera contacto con todo el mundo en cualquier lugar. Y había tanta gente aquí que uno no podía aburrirse de ver las mismas caras en las calles, y a pesar de que uno conocía a muchas personas, siempre quedaban personas a las que uno no conocía del todo bien.
Como cualquier ciudad del mundo tenia a mucha gente trabajando en cosas que servían a los demás. Solo aquí se podía ver el verdadero valor del trabajo de las personas. No había oficinistas ociosos aletargando en sus oficinas aunque los burócratas era una especie que estaba muy lejos de extinguirse.
Did I lose my love to someone better
And does she love you like I do
I do,
You know I really really do
El lado boscoso de la isla era un lugar muy visitado los fines de semana. Yelena trataba de escaparse cada vez que podía, pero su trabajo, sus responsabilidades, le dejaban tan cansada que los fines de semana lo único que podía hacer era dormir (y como dormir era su pasatiempo favorito) por lo que sus días de descanso parecían durar solo horas, y le dejaba un poco malhumorada los domingos por la noche.
Pero este era un momento especial, uno de esos momentos donde uno dice ahora o nunca. El solo pensamiento en lo que tenia en el futuro era suficiente para que la fatiga y los problemas de su trabajo quedaran atrás, como si simplemente pasara un suiche y solo viera este momento.
Well hey
So much I need to say
Been lonely since the day
The day you went away...
So sad but true
For me there's only you
Been crying since the day
The day you went away
Era una canción con un contenido nostálgico, pero le gustaba como sonaba. A parte de su propia voz mientras cantaba, Lena escuchaba al viento susurrando entre las ramas de los árboles. El único olor que sentía era el de la tierra húmeda por las lluvias recientes y el aroma de los diferentes tipos de plantas que susurraban en el viento.
"¿Ahora te arrepientes?" le preguntó Yelena a Gennadi, quien venia detrás de ella, mirando hacia arriba, hacia el cielo sobre los árboles.
Gennadi Engel no había querido venir. Lena siempre le reclamaba que siempre parecía un preso, encerrado en su casa los días de descanso. Cuando lo iba a visitar lo encontraba viendo películas, leyendo o frente a la computadora. Gennya tenia una vida demasiado organizada y, por lo tanto aburrida. Se levantaba a la misma hora, le tomaba el mismo tiempo hacer el desayuno, comer, arreglarse para ir a la base, llegar, vivía sobre un horario. A ella le molestaba cuando él reclamaba porque algo lo retrazaba 5 minutos. Ya arrastraba esas costumbres desde hace años, pero en las ultimas semanas parecía que eso era lo que le daba mucho mas sentido a su vida.
"Esta bien, tienes razón," dijo Gennadi sonriendo, deteniéndose ante un árbol enano de flores color rosa.
Era raro verlo sonreír.
Habían pasado menos de 2 meses de la muerte de su esposa. La perdida de una persona que había sido su compañera por tanto tiempo es algo muy difícil de sobrellevar, mucho mas para él, que era un hombre que tenia un entorno intimo muy reducido, y que no pensaba incrementar.
Gennadi y Sabina habían sido novios desde que estaban en la secundaria, y eso había sido ya hace mas de una década. Estudiaron juntos, se graduaron juntos, incluso habían entrado juntos a la academia de la fuerza aérea, pero la salud de Sabina no era la adecuada para esa rama del ejercito, y ella siguió en el camino militar por otra vía. En Rusia las reglas sobre parejas en el ejercito eran mucho mas flexibles que en los ejércitos de otros países, donde las relaciones estaban prohibidas, por lo que pudieron vivir juntos por mucho tiempo, incluso antes de casarse.
Gennya y Sabi eran personas que se parecían en mucho, pero al mismo tiempo eran algo diferentes. Sabina era una mujer religiosa, aunque parecía irse mas por el misticismo. Como todo el pueblo ruso, ella estaba fuertemente ligada a eso por las tradiciones religiosas y hasta mágicas.
Gennadi era laico en ese sentido, aunque se declaraba a si mismo como Cosmista, una filosofía originalmente rusa que dice que la humanidad debía olvidarse de Dios y seguir su propio camino tomando el acto de la Creación en sus manos.
Realmente Gennadi le había explicado algo mucho, mucho mas complejo.
La extraña espiritualidad del alma rusa que a veces a los propios rusos, como Yelena, por no hablar de los occidentales, les costaba entender.
Pero pasando a algo mas terrenal, hace seis meses Engel y Sabina eran las personas mas felices del mundo, y no era una exageración. Gennadi estaba en mismo centro del mundo viendo en directo con la tecnología con la que había soñado. El VF-1 Valkyrie era en lo que cualquier piloto había soñado con volar, y Engel era ahora uno de los elegidos para subir a su cabina. Se veía como un niño con juguete nuevo, y Sabina, también aficionada a la aviación, entendía perfectamente como se sienta su esposo. Inclusive su misión de 3 meses al espacio no los separaría, ya que Sabina vendría también, no solo como su esposa sino como oficial en el departamento aéreo.
Cuando Sabina le dio la noticia que serian padres, a Gennya no le cabía la emoción en el cuerpo, y como todo padre primerizo no dejaba que Sabina ni se levantara de la cama. Sabina no pasaba mas de una sola hora a solas sin que él se apareciera, o llamara preguntándole como estaba.
A Yelena le divertía mucho eso, porque había conocido a muchas parejas primerizas y sabia tanto de lo que pasaría que podría escribir un libro sobre todo lo que haría Gennadi. Lena se sentía feliz de estar con ellos, porque su felicidad era contagiosa.
Gennadi pasaría 3 meses en Macross, y lo mas probable era que Sabina no tuviera labores de parto hasta julio de este año, por lo que los planes de viaje no cambiaron...
Pero el destino (odiaba decir que era Dios el responsable) tenia algo diferente.
Gennadi se agachó para agarrar una rama en el suelo. En esta parada Yelena aprovechó para poner su mochila en el suelo. Encontró una roca lo bastante grande para sentarse, para después quitarse la pañoleta que le cubría el cabello, acomodándola y volviéndola a atar.
"No habíamos venido aquí desde hace tiempo," comentó Lena luego de acomodarse el nudo.
"Aja. La otra vez llovió," recordaba Gennadi.
Yelena se reía, recordando que esa vez habían ido los tres (ella, Sabina y Gennadi) y había llovido. Sabina no tenia intenciones de esperar a que escampara y tuvieron que seguirla en la lluvia.
"Nada como respirar aire fresco," dice Yelena mientras aspiraba profundamente.
"Yo no soy quien tiene los pulmones tan sucios."
"Si, ya."
El descanso solo duró 5 minutos, mas que todo porque Lena lo necesitaba. La idea era llegar a la cima de la montaña una antes de que la tarde empezara a caer.
Había previsto que la subida a la montaña les tomaría dos horas, sin contar las paradas para descansar y el almuerzo. Realmente les tomaba ya tres horas, lo que no le molestaba en lo absoluto. La idea de este viaje era disfrutar la naturaleza, respirar aire natural, porque durante los siguientes meses estaría encerrada en una caja de metal respirando aire reciclado. Era una costumbre que había adquirido hace tiempo, antes de emprender viajes largos en el espacio. Antes había anhelado estar en la playa, pero aquí en Ataria había playa todo el tiempo y ya se aburrió. Además la playa le estaba trayendo algunos recuerdos de los que quiere desprenderse.
La conversación entre los dos era de cosas sin importancia, sobre lo cansado que se sentía Engel al ver que tenían que rodear por un sendero o sobre la encantada que estaba Yelena por estar aquí.
Yelena fue la primera en llegar a la cima de la montaña. El sol estaba a un cuarto de la distancia entre el cenit y el horizonte. Era increíble la vista desde allí, con el sol iluminando el mar, y el cielo que cambian gradualmente de color, desde el horizonte este hasta donde estaba moviéndose el sol. De un azul claro a un tono rojizo. Al nordeste podía ver los contornos de la isla de Iwo Jima apenas asomándose por el horizonte. Algo mas grande que la isla Ataria, esa isla con mucha historia (desafortunadamente historia de muerte) era un sitio histórico, donde hace ya mas de seis décadas se libro una de las mas encarnizadas batallas de la Segunda Guerra Mundial. En tiempos mas reciente sirvió de base de operaciones para las Fuerzas de las Naciones Unidas para la investigación de la Macross. Yelena la había visitado, e incluso se permitió darse un paseo por el terreno de fantásticas colinas, mesetas y barrancos, con escarpadas vertientes sobre la costa, y por uno de los extremos del volcán Suribachi, de 167 metros de altura.
Pero apartando la historia pasada y la reciente, pensaba que era un momento ideal para fotografiar, mientras levantaba la cámara, ajustando un poco el filtro de la lente. No era una cámara de película, sino una muy moderna cámara digital, ligera y confiable, regalo del programa espacial ruso.
Le atraía mucho la fotografía, y le gustaba fotografiar. Tenia muchísimas fotos de muchos lugares a los que había ido, desde los desiertos de nieve de la Antártida, el desierto de Negev, Iwo Jima por supuesto, el propio planeta Tierra visto desde el espacio. Recuerda que por puro pasar el tiempo había hecho fotografías de la Tierra, una cada hora, mientras se encontraba en una misión espacial que se alejaba poco a poco hacia el planeta Marte. La había captado desde el mismo momento en que la nave orbitaba sobre la superficie hasta que nada mas era un punto en el cielo oscuro pintado de estrellas. Solo después de haber hecho el montaje de las fotografías fue que se dio cuenta de la inmensa soledad, del aislamiento, del frío vacío del espacio.
Aquí en la Tierra y bajo el sol de la tarde, el mar y el cielo eran lo primero que llamaba la atención, pero mirando hacia abajo, podía ver la mitad de la ciudad, y el inmenso SDF-1 Macross descansando en el espacio que le dejaban los edificios. No tenia la costumbre de fotografías cosas artificiales, hubiera sido una buena fotógrafa de la National Geographic, pero la ciudad tenia un bello perfil desde aquí. Los edificios (los mas altos de 5 pisos) contrastaban mucho con el ambiente natural. El propio Macross desentonaba con el ambiente, pero no podía negar la imponencia de todas esas millones de toneladas de metal merecían ser fotografiadas.
Gennadi miraba hacia abajo, bastante alejado del borde por cierto. Yelena apuntó su cámara hacia él, y le tomó unas cuantas fotografías antes que él se diera cuenta.
No podía creer que un piloto como él, que tenia le record de altura volando un avión convencional, le tuviera miedo a estar alto. Él le decía que el problema no era la altura, sino el miedo a caer.
Engel no era una persona que hablara mucho, aunque en ocasiones hablaba y decía verdaderos discursos cuando tocaba algo que le interesaba. Contestaba mucho con monosílabos y a veces solo le daba a uno un gruñido o un par de palabras. Muchos aquí atribuían eso a que ahora no hablaba su lengua materna día a día, pero ella sabia que esa era su naturaleza.
Gennadi Engel para ella era algo perspicaz, de una característica mirada metálica con esos ojos azules que muchos decían que eran fríos, un hombre inteligente, muy preparado, solitario, alienado, no excesivamente imaginativo como muchos militares de carrera.
Su amiga Polina Bisyarina le había hablado sobre él antes de que lo conociera en persona, mucho antes del incidente que separó a Engel de Polina. Ella lo llamaba su pequeño muchacho, porque ella literalmente lo había encontrado por casualidad y lo había guiado en los primeros años de su carrera de piloto. Polina lo alababa tanto que Yelena le bromeaba diciéndole que parecía que estaba enamorado de él.
Era una buena relación... hasta que una tarde de diciembre el mundo de los dos se volteo. Polina terminó pasando varios meses en un hospital con terribles quemaduras y pasaría las siguientes dos décadas culpando a Gennadi por lo que pasó. Luego de esto, el cariño y amor que Polina sentía por Gennadi desapareció, su mente y corazón se cerraron ante cualquier posibilidad de perdón.
Yelena había visitado a Polina en el hospital, y había visto por si misma lo que le había pasado. Nada mas salir del cuarto de hospital, fue cuando vio a Gennadi Engel por primera vez. Al oír hablar a Polina de él, se imaginó a un tipo enorme con cuernos puntiagudos, alas de vampiro y colmillos. En su lugar, era de una estatura promedia que apenas le llegaba a ella a la altura de la barbilla y que tenia que alzar un poco la vista para hablarle, de constitución normal, con un alborotado cabello café rojizo y unos ojos azules.
Al verlo entrar en la habitación, Yelena no pudo evitar regresarse y quedarse parada tras la puerta, escuchando, sin importarle las miradas de los que pasaban por el pasillo. Polina le gritaba y Gennadi contestaba como un niño cuando su maestra le regañaba. Siempre que Polina y Gennadi se encontraban era lo mismo, ella le gritaba y él parecía encogerse y buscar un lugar por donde escapar.
Cuando Engel fue puesto bajo su mando, Lena era presa de contradictorios sentimientos al tener que elegir. Por un lado, había preferido no tenerlo a su lado porque era culpable de lo que le había pasado a su mejor amiga; por el otro, era conciente que podía darle una oportunidad de comprobar su inocencia.
No se había equivocado al elegir.
Había visto a Gennadi siendo un buen oficial, un amable esposo y un buen amigo. Sin decirlo directamente había hecho que Yelena confiara ciegamente en él. Y se había sentido muy unida a él durante los días y semanas de enfermedad de su esposa. Como su oficial superior tuvo que verlo día a día mientras su esposa empeoraba. No se podía hacer nada mas de lo que los médicos habían hecho por ella, a pesar de que los padres de Sabina por un lado y la madre de Gennadi por el otro buscaron a los mejores especialistas en oncológica del mundo. Sabina les dijo que no pasaría sus últimos días en un cuarto de hospital para sufrir lentamente con la quimioterapia...
Yelena trataba de convencerse que Sabina había tomado la decisión correcta al cumplir con eso...
Cada vez que miraba a Gennadi, como ahora a través de la lente de su cámara, sentía que los pensamientos de Sabina flotaban en torno a los de él incluso mucho después de que ella muriera.
Estuvieron parados ahí por lo que parecían horas, observando la belleza que tenia el paisaje. Aunque daban dos amaneceres mas, este era el ultimo momento que disfrutaría de una dosis de luz solar por un largo tiempo...
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Fin Capitulo 1
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Notas / divagaciones del autor:
En mi fanfic "En la Tormenta" hay un vacío entre la llegada de los Zentraedis y el regreso del Macross a la Tierra, o sea, toda la travesía espacial del Macross a la Tierra. No recuerdo porque fue que salte esa parte tan importante, pero es de esas cosa que deje pasar, porque había escrito los primeros 20 capítulos en 2003 cuando estaba comenzando a escribir fanfics... que tiempos aquellos.
¿Por qué rusos? Siempre han sido los malos en todos los lugares donde los ponen, principalmente por los estadounidenses. La imagen del ruso malcarado, alcohólico y con un hablar con exceso de erres (ese acento viene de las traducciones al español de "rusos" hablando en ingles en las películas. Los rusos no hablan así, y lo se porque conozco a varios.) Quería hacer algo diferente, porque la mayoría de los escritores de fanfics siguen la moda de usar nombres estadounidenses, así como habían hecho con Robotech, donde también fueron eliminados los nombres rusos de dos personajes... además Misa/Lisa y Hikari/Rick no son los únicos personajes que hay en toda la saga Macross. Los mas importantes pero no los únicos.
Estoy agradecido con todos los que han leído "En la Tormenta" y que me han mandado sus comentarios, sobre todos los que me han dicho que Yelena se volvió su personaje favorito. Espero que me manden uno que otro review o me escriban a mi email o me agreguen a su messeger que siempre esta disponible, diciéndome lo que les gusto, lo que no les gusto, para decirme que es una maravilla o una verdadera basura. Si son buenas las criticas estaré feliz, si son malas me molestare como no tienen idea, pero ¿qué se le voy a hacer?
Gracias por leerme.
