Por besarte.
Entre alegrías, juegos, discusiones, gritos, tareas, no quedaba tiempo para aquello, demostrarse lo mucho que se amaban y lo que harían por mostrarlo.
Deseaban estar, una noche, solos, en la Sala Común, besándose, acariciándose, hacerse el amor... simplemente, expresar libremente y a gritos lo mucho que se amaban. Los dos lo deseaban, claro, pero... el problema es que ninguno lo sabía.
Así que sólo se tendrían qué conformar con el trato diario, con las miradas, rozones de manos, y a cada que pasaba, más se deseaban.
Harry y Hermione, dos almas unidas... sin saberlo.
Era una noche normal, eso aparentaba ser, claro: Tareas, pergaminos tirados, plumas rotas, frascos de tinta chorreados y manchas en el escritorio. La desesperación tocando la puerta del trío maravilla de Hogwarts.
-Ron, ¿entendiste, por fin? – repetía por enésima vez la castaña, revolviéndose por misma ocasión el cabello, que la hacían ver, a ojos de cualquier chico, menos atractiva de lo que ya era. Pero, a la vista de Harry, lucía más bella que nunca.
No cabe duda de la certeza de aquella frase que nos dice: Todo depende del cristal con que se mire. Pero el cristal de Harry estaba lleno de amor, deseo, pero inexpresivo...
-Sí, sargento, ya me entró en la cabeza, ¿lo dudas? – preguntaba el pelirrojo haciendo un gracioso puchero.
-Ay, Ron.- reía la castaña.- Aun con tu cabeza dura, me animas más el día con tus comentarios.- A esto Harry reaccionó por dentro con dejo de celos asomándose.-
-Bueno, Ron, ya que entendiste, no sé si me dejes hablar con Hermione a solas. Como los buenos amigos que somos.
Hermione casi chocaba su cabeza contra el pesado libro que estaba guardando. ¿Harry hablar a solas con ella? No podía ser cierto, era evidente que el sueño la estaba invadiendo, y la hacía pensar cosas que tal vez no estuvieran ocurriendo.
Por su parte, Ron casi se cae de la risa, pero se tuvo qué calmar. Hacía tiempo el ojiverde, en una hermosa tarde de otoño, le había confiado sus sentimientos hacia la chica, lo cual había llenado de incredulidad, sorpresa y alegría al pelirrojo.
-Bueno, Harry, creo que te hago caso. ¡Hasta mañana! – se despedía el ojiazul recogiendo sus libros, y dirigiéndose a la escalera que daba al dormitorio de chicos.
-¡Hasta mañana Ron! ¡Que descanses! – exclamaban los dos, pensando, cada uno, lo estúpidos que se podrían ver a la vista del otro.
Afortunadamente, ellos eran los únicos que quedaban en la Sala Común, así que podrían tener el campo libre para, poder expresar lo que sentían uno por el otro.
Estaban pensando en diferentes maneras de expresarlo, hasta que después de un letargo que parecía no tener fin, el ojiverde rompió el hielo.
-Hermione, creo que... bueno, no sé cómo decirlo.
Hermione deja de hacerte ilusiones. Tienes sueño y eso te hace imaginar cosas que no son. Punto. – ¿Cómo decir qué?
-Ejem... lo que ha pasado en estos últimos meses. ¿Acaso no te has dado cuenta?
¿Darme cuenta de qué? Hermione permanecía sorprendida, lo miraba extrañada...
-Hermione... – después de un largo silencio, se atrevió a confirmarlo.- Yo te amo.
Ahora sí la chica tenía motivos para estar sorprendida. Jamás se imaginó que alguien, y mucho menos de él, emanaran aquellas tres pero hermosas palabras, que silbaban dentro de su confundida mente.
-Pero, si tú no me quieres a mí, será mejor que me retire. Con que lo sepas ya es suficiente. – Acto seguido, el muchacho se levantó, con paso derrotado, justo a dirigirse a su dormitorio. Pero, ella, lo detuvo y respondió:
-Harry, por favor, no te vayas, escúchame. Yo también te amo. No sé cómo pude callármelo todo este tiempo. Siempre he deseado amarte, besarte, abrazarte, cuidarte, respetarte... No me dejes, por favor.
Entonces, el ojiverde la miró a los ojos, se acercó al rostro de la joven, y llenó, sus labios, lentamente de él. Ella ya no tenía nada qué esconder, ni en qué pensar. Sólo quería, estar perdida en sus brazos, tener siempre su imagen en su mente, y grabar cada área de su cuerpo, de él.
Así, estuvieron varias horas, demostrándose que, nunca es tarde para amar. Ya iba a finalizar séptimo curso, y ya llegaría la hora en que él se enfrentaría a ese infeliz que podría separarlos. Pero eso no importaba, lo que valía era el presente, así que lo disfrutaron, lo más que podían.
