Flexibilidad

El auror se sujetó con ambas manos del cabecero de la cama, pero estas resbalaban producto del sudor y acabó agarrándose del colchón, necesitaba urgentemente un punto de soporte.

Sabía que de seguir así, pronto se correría y por eso ponía todo su empeño en evocar imágenes que consiguieran enfriar su calentura.

Aquello era simplemente lo más delicioso que jamás hubiera experimentado y deseaba prolongarlo el máximo tiempo posible.

Todo había comenzado como un comentario al pasar, la respuesta a una de esas típicas pullas que se enviaban cuando andaban de joda.

Sabía que el punto débil del rubio era su ego, tocarlo era irse a la segura si quería mosquearlo de verdad.
Por eso había lanzado esa frase casi sin pensar:
"— Malfoy, una cosa es que seas gay, pero con lo remilgado que eres dudo que alguna vez se la hayas chupado a alguien siquiera".

Él había alzado una ceja, desafiante, sonreído con suficiencia y agregado esa frase que acabaría siendo su perdición:

"—Te asombrarías de lo que soy capaz".

Todos en el pequeño círculo en el que estaban expresaron su curiosidad, pero el diplomático sólo accedió a revelar su secreto al oído del auror, el que abrió
desmesuradamente sus ojos (y su boca), incrédulo de que tal portento fuera posible.

Pues sí lo era, y lo estaba comprobando empíricamente.
Se había tenido que tragar sus palabras, pero eso importaba muy poco ahora porque el ex Slytherin se tragaba un bocado mucho más grande en ese preciso momento.

Harry no solía ser el pasivo de nadie, pero estaba tan ansioso por averiguar qué tal se sentía la experiencia, que transigió en ese punto. Y no se arrepentía ni por un momento.

Ahora comprendía la soberbia del rubio.

¡Era un puto Dios del Sexo! Y tuvo la osadía de alzar levemente su mirada y sonreírle triunfalmente —todo lo que le permitía la polla en su boca— sin dejar ni por un momento de follarlo.

El auror se rindió, no podía aguantar demasiado tiempo más. Y en un grito desgarrado de "¡Tú ganas!" se corrió violentamente en la garganta del Sly.

Si pensó que este se alejaría asqueado, se llevó una gran sorpresa pues aguantó estoicamente toda la descarga y sólo se retiró para buscar sus labios y compartir en un beso el sabor de su propia leche.

Un instante más tarde fue el turno de venirse del diplomático, y lo hizo sin quitarle esos impresionantes ojos apizarrados de encima.

La cabeza aún le daba vueltas y su cuerpo todavía era presa de los últimos espasmos, culpa del potente orgasmo.
Malfoy en cambio, se había levantado tras acabar —fresco como lechuga— y se había metido a la ducha. Como si tener un mega-orgasmo fuera algo cotidiano para él.

Pero claro, él no había tenido a un sujeto chupándole hasta el alma mientras era follado a conciencia.

Cerró los ojos y se dejó caer suavemente en la inconciencia, su último pensamiento fue que debía conseguir que el rubio deseara repetir a como diera lugar.

EPÍLOGO

Sentado en la bañera, Draco Malfoy reponía fuerzas.

Ignoraba qué se había posesionado de él para decir semejante barbaridad. Tal vez fue su orgullo herido ante la insinuación de sus deficientes dotes amatorias. De acuerdo, no era lo que se dice el mago mas osado en la cama (culpa de su educación conservadora). Pero tampoco era como si nunca hubiera felado a nadie. Eso, sumado a su eterna costumbre de pavonearse ante el moreno, lo hicieron meterse en semejante lío. Ignoraba siquiera que eso fuera algo físicamente posible, pero no podía echar pie atrás y quedar como un idiota y encima mentiroso.

Se tocó el abdomen donde faltaban un par de costillas, ya no dolía tanto, sólo debía asegurarse de volver a hacerlas crecer al día siguiente.

Al menos había conseguido su objetivo, callar a Potter.
El que lo hubiera hecho con el polvo más explosivo de su vida era un agradable agregado.

Fin