DISCLAIMER:Por primera y última vez, ¿por qué es requerido para publicar un fanfic en ffnet? Si yo fuese J. K. Rowling, la historia a continuación seria canon en el Potterverso. La gente pagaría millones por leerla - no sería tan económicamente inconsciente como para subirla a esta página con este alias, como único modo de publicarla. Si Harry Potter (personaje, universo y franquicia) me pertenecieran, entonces lo que escribo no seria fanfiction. Es decir, ficción escrita por fans. Es decir, soy una fan que escribe ficción. Nada más y nada menos.
Notas: Lo importante es la historia, no la autora. Por lo que siento que es importante establecer cosas acerca de esta historia - qué es, y qué no es. Si estas clarificaciones no son de tu interés, puedes comenzar a leer bajo tu propio riesgo.
Entre otras cosas, este es mi segundo intento de enlazar con el canon (de los libros, no las películas) la pareja de Katie y Oliver. Eso sí, cualquier parecido con Fotos en la Pared es pura coincidencia. Esta historia es menos inocente e idealizada. Va tocar una mayor cantidad de temas, una pizca de contenido ligeramente sexual, y la guerra contra Voldemort va a tener mucho más impacto. Advertidos todos.
Aparte de Katie y Oliver, realmente me tomé licencia artística con Alicia y deseo enfocarme más en ella, porque Angelina ya tiene una historia que es bien canon (aquí simplemente la refuerzo y expando) y sobre Katie ya escribí suficiente. Sobre Alicia pocos escriben, así que le quiero hacer cierto honor.
Como ya indiqué, esta historia trata de seguir el canon, pero los que me conocen saben que tiendo a tomarme extensas libertades con lo que no fue establecido por JKR hasta límites casi imposibles, y como prefiero mostrarlo y no explicarlo, les dejo esta introducción como toda explicación:
Tres.
Introducción:
Tres años antes...
Escoba al hombro y mirada fija en el suelo enlodado, volvía al castillo tras lo que fue el momento más humillante de sus doce años de vida. Si tan siquiera el clima hubiese contradicho su estado de ánimo, Alicia hubiese conseguido más fácil olvidar aquella pena tan opresiva.
No es que hubiese jugado mal; nada de eso. En palabras del guardameta del equipo, volaba de forma excepcional. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Casi había aprendido a volar antes que a gatear. En algún rincón de su habitación debía tener aquella primera escoba de juguete, guardando polvo, ya demasiado pequeña, pasada de moda y olvidada. En tardes lluviosas como aquella, cuando el temporal había dimitido, Alicia agarraba aquella escoba y corría al jardín sin molestarse en quitarse el pijama y ponerse ropa presentable, o siquiera calzarse. Sus hermanos la seguirían, vigilándola con mirada divertida mientras buscaban su vieja bludger, burlándose de la pequeña Alicia porque aun no era lo suficientemente mayorcita como para usar una escoba de verdad.
Siempre demasiado pequeña como para ser tomada en serio.
Y había volado bien, ella sabía que lo había hecho. Simplemente el capitán había preferido a Angelina. Alicia sabía que tenía mejor puntería. Casi hubiese preferido no tener ninguna especie de talento. Angelina era su mejor amiga y estaba feliz por ella, o quería estarlo. Pero Alicia sabía que ella lo había querido más, y en lo más profundo de sus pensamientos estaba la idea de que ella se lo había merecido más. Angelina no había pasado toda su infancia sobre una escoba. Angelina simplemente había decidido ir a la prueba porque le gustaba el guardameta del equipo.
Una sensación reconfortante la invadió cuando entró al castillo finalmente, pero no se dejo ablandar, poniendo atención al rastro de lodo que dejaba detrás de sí y al sentimiento de indiferencia que esto le provocaba. Seguía con su cabecita agachada, vencida, en una retirada forzada que le parecía larga en exceso. Quería llegar a su habitación, quitarse la ropa y meterse en la ducha. Pasar una eternidad bajo el agua casi hirviendo, que le quemara la piel, se mezclara con sus lágrimas y que la consolase. El agua a altas temperaturas a la hora de la ducha siempre le hacía sentir como envuelta en un abrazo.
Al entrar a la Sala Común de Gryffindor (después de que el retrato de la Dama Gorda le reprochase su estado de ánimo) notó a todos sumidos en sus actividades usuales de sábado por la tarde, y se dijo a si misma que no hubiese puesto ninguna clase de objeción contra un abrazo.
-¿Spinnet? –dijo una voz cantarina. Supo sin siquiera verla que se trataba de Katie Bell, una chica de primero de ojos inusualmente grandes y actitud infantil con la que hablaba de vez en cuando-. ¿Cómo te fue?
Giró su cabeza hacia donde la chica se sentaba. Varita en mano. Frente a ella, una pluma y el libro de Encantamientos abierto.
-¿Cómo te parece? –fue su respuesta, pero casi se arrepintió de ser agresiva al ver la mirada herida de la otra chica. Apretó los dientes.
-¿Entonces a quien le dieron el puesto? –preguntó entonces la menor.
-A Angelina.
-¿En serio? Nunca pensé que le gustase volar.
-No es volar lo que más le atrae del equipo. ¿O es que nunca la has oído hablar de Wood?
Se hubiese sentido mal por sus palabras de no ser este un dato conocido por casi toda Gryffindor. Por la mayoría de las chicas, al menos, que es más que sabido el hecho de que los hombres eran un fallo total en aquel cotidiano (pero apreciado) arte de darse por aludidos.
Alicia se dejó caer en su sillón favorito de la Sala Común, junto al fuego y frente a Bell, quien hacia una mueca comprensiva.
-El año que viene, Spinnet –comentó entonces, mirando fijamente a la pluma blanca. Alicia alzo una ceja.
-¿Cómo?
-Tu hermana y la otra cazadora se gradúan de Hogwarts. El año que viene vas a estar en el equipo.
Alicia sonrió levemente. No sabía si podía explicarle a Bell lo importante que había sido para ella en ese momento. Todos sus hermanos habían sido parte del equipo de sus respectivas casas en segundo. Era lo que se esperaba de ella. Según tenía entendido, Bell no tenía hermanos. Siquiera primos. Sus padres la consentían hasta en su último capricho. En cambio Alicia, siendo la tercera de cuatro, no tenia siquiera el privilegio de decir que era la hermanita bebé.
Optó por irse por la tangente.
-Tú nunca has jugado Quidditch, ¿cierto?
Bell levantó su mirada de la pluma, una sonrisa brillante haciéndose presente, pero volvió a concentrarse en el objeto blanco milésimas de segundo después. ¿Acaso está tratando de hacer conexión mental con ella, o algo así? La sola idea retuvo la sonrisa de Alicia en sus labios.
-¿En qué momento? Soy hija de muggles, ¿recuerdas? Pero cuánto me gustaría aprender… Digo, he volado solo dos veces y no puedo esperar a la tercera. Es como montar a caballo. La escoba casi sabe lo que sientes. Es como un amigo. No puedo esperar a tener mi propia escoba, pero mis padres no quisieron ni oír hablar de eso.
La actitud de Bell divertía a Alicia, muy a su pesar (que vamos, no le encantaba estar en estado de depresión, pero creía merecerse unas horitas de autocompasión, llanto y chocolate antes de seguir con su vida.) Siempre era así con hijos de muggles. Se aplicaban más en sus clases, mostraban más interés por volar… mostraban más interés por todo en general. Le resultaba casi halagador.
-¡Wingardium leviosa! –Bell había dado la conversación por terminada con un movimiento rápido, una sonrisa subrepticia, y una pluma que lentamente se levantaba de la mesa. Lentamente, moviendo su varita para dirigirla, guió la pluma hacia la cabeza de Alicia y la dejó reposando ahí.
Ese fue el momento en que decidieron hacer aparición todos los nuevos integrantes del equipo de Quidditch. O mejor dicho, el equipo al completo.
-Bonito sombrero, Lizzie –rió uno de los gemelos Weasley (ve tú a saber si era Fred o George) mientras el otro examinaba de cerca la pluma. En lugar de montar un numerito como lo hubiese hecho diez minutos antes, Alicia agarró la pluma y empezó a hacerle cosquillas con ella en la cara al gemelo que tenía más cerca. El arrugó su naricita pecosa, y de no haber sido aquella mente maquiavélica (según ella) tras el rostro risueño, ella le hubiese encontrado tierno.
-A callar, Weasley…
-¿Weasley? Que poca clase, Lizzie. Un año juntos y todavía ni te enteras. ¿Soy Fred, o George? –ese era el juego favorito de los gemelos: Confundir a Alicia. Con Angelina no podían. Ella los conocía desde la infancia y parecía tenerlos dominados, entrenados, y para disgusto de los gemelos, correctamente identificados.
Vamos, que ni su propia madre. Aunque con tanta descendencia nadie puede culparla. Alicia se sintió culpable por el pensamiento, pero este igual la mantuvo sonriendo.
-Angie, ayúdame –rogó, olvidando por un instante que estaba enojada y resentida con su amiga. No tardó mucho en recordarlo, por lo que no fue capaz de verla a los ojos. Pero esta no se dio por aludida.
-¿Qué hacías con esa pluma en la cabeza, por Merlín?
-Pregúntale a Bell.
-¿Bell?
Alicia la buscó con la mirada y comprobó que, efectivamente, la chiquilla se había ido. No obstante, había dejado su libro de estudio abierto y descuidado. Se valió de la pluma como marcalibros, cerrando el libro cuidadosamente. Ya se lo daría cuando la viera…
-Katie Bell, de primero. Estaba aquí hace un minuto. No tiene importancia.
-No, la verdad es que no. ¿Puedo hablar contigo? –soltó sin más Angelina, sin ninguna clase de rodeos innecesarios ni falsas modestias, ni intenciones fingidas, ni pretensiones ocultas. La pura y clara verdad, la pregunta dirigida directamente, con lo que Alicia sabía que esperarse y qué decir de regreso. Por eso Angelina era su mejor amiga desde el mismísimo momento en que el Sombrero Seleccionador la declaró Gryffindor sin mucho pensar, casi inmediatamente, y sus pasos la llevaron a sentarse entre la gente que ahora la rodeaba.
-Está bien, Angelina. En serio -…por lo que Alicia optó por no dejar siquiera que la discusión tuviese lugar. Los gemelos ya comenzaban a pasar su mirada de un lado a otro, decidiendo finalmente que entre mujeres quedaba la conversación y tomando retirada como quien no quiere la cosa.
-No, no está bien. Hablé con Charlie y…
Solamente ahí Alicia se dio cuenta de que tal vez estaba siendo injusta.
-No. Nada de eso. Siempre te quejas conmigo de que… de que no sobresales en ningún respecto, aunque es una mentira brutal. Ya tienes algo para lo que eres talentosa, tú misma puedes notarlo, y no pienso dejar que…
- ¿Y? ¿Y de que me sirve? No me interesa tanto. Tú te lo mereces más. Trabajaste más por ello. Igual Charlie me dice que no se opone a entrenar a un equipo de reserva...
-Tú eres mejor. Te eligieron a ti. Y mira, que impresionaste a Wood de veras. Y ya vas a dejar de fastidiarme con que me importa demasiado el Quidditch cuando tú misma entiendas lo divertido que es. Felicidades, cazadora.
Alicia mentía, un poquito. No creía que Angelina fuese mejor que ella, no necesariamente. Pero el capitán parecía pensarlo, así que alguna verdad debía estar diciendo.
-Era George –dijo Angelina súbitamente, y Alicia estuvo alegre ante el cambio de tema-. Fred nunca arruga la nariz, y muy probablemente te hubiese quitado la pluma para hacerte cosquillas él.
-¿Y tu como descubres esas cosas? ¿Acaso después de que hacen algo que te parece diferente les vas preguntando sus nombres?
Angelina rió.
-Una vez que los Weasley vinieron de visita, cuando teníamos seis años, me dio por jugar al novio y la novia y... bueno, uno de los gemelos fue mi novio y el otro nos casó. No sabía cuál era cual, y todavía no lo sé… pero desde ahí les juré que iba a aprender a distinguirlos.
Alicia ya se imaginaba a Angelina con seis años y un ramillete de las flores del jardín de su madre, envuelta en una sábana blanca (pero raída, que la señora Johnson no hubiese querido cederla de estar en mejor estado) y a uno de los gemelos inclinándose cómicamente para darle un pico después de que el otro diera su solemne e infantil permiso.
-…Así que tu primer beso fue un Weasley.
-Qué va. Mira que estos dos son ingeniosos y divertidos, pero de chicas, ¡nada!
Alicia no pudo hacer más que alzar una ceja y desviar la mirada, con una sonrisa furtiva. Si ella había nacido montada en una escoba, Angelina había nacido con su Manual Mental de Entender a los Hombres planificado por capítulos y a medio escribir. Y la parte ya escrita serían los capítulos que describían al hombre perfecto (y según Alicia, inexistente.)
Ella no andaba realmente en plan de chicos -no muchas chicas de su edad años lo estaban- pero Angelina era diferente. Lo primero que Angelina le había dicho en su vida, después de que Alicia hubo sido proclamada Gryffindor, fue:
-Mira ese de allá, el que está al lado de ese pelirrojo… ese de espalda ancha. ¿A que es guapo?
Se refería, cómo no, a Oliver Wood, guardián del equipo de Quidditch. Una cara bonita, pero nada que despertase en Alicia aquello que parecía despertar en Angelina. Siempre sensata, tenía que recordarle a su amiga que el amor eterno no se encontraba a esa edad. Ella hacia oídos sordos. Entrenó durante el verano para impresionarle, y para impresionarle se presentó a las pruebas. Alicia sabia que el "buen pase, Johnson" que había conseguido arrancarle (junto con una brillante sonrisa) seria alimento para sus mejores sueños por lo menos durante una semana.
Cuando salió de sus pensamientos, se dio cuenta de que sus ojos estaban fijos en el antedicho jugador de Quidditch, quien tenía una conversación animada con…
-¿No es esa Katie Bell hablando con Wood?
Lo soltó sin pensar, pero Angelina volteó más rápido que snitch recién liberada.
-¿Crees que le guste?
-¿Bell? Ella todavía cree en Papa Noel y en el hada de los dientes, juega con muñecas y hasta se trajo su perrito de peluche porque no puede dormir sin él. ¿Crees de verdad que…?
-¡Y mira como la está viendo! ¡Le brillan tanto los ojos…!
Pero de nada servía explicarle que no, que Bell era una chica inocente, de esas que claramente venían de Venus cuando los hombres eran de Marte y tenía poco o nulo interés en la socialización entre planetas. Y que Wood decididamente venia de Marte, era ampliamente considerado asexual y que, si acaso, no le iban las de primero. Que con la diferencia de edades y madurez, lo último que haría en su vida seria fijarse en la pequeña (de edad y mentalidad) Katie Bell.
Así que cuando la chica se dirigió hacia donde ellas estaban, presumiblemente a recoger sus útiles, se tuvo que encarar con la mirada fiera de Angelina.
-¿Y ustedes dos de que hablaban? –espetó.
Y la chiquilla como si estuviese en una pradera con florecillas y mariposas, felizmente ajena ante el enojo de Angelina.
-De negocios y de Quidditch –…y eso explica la mirada de maniático, pensó Alicia-. Lo escuché decir hace unos días que quiere comprarse una escoba nueva y estoy convenciéndolo de que me venda la suya a fin de curso, que para no utilizarla…
-¿Y por qué no te compras la tuya? –Angelina no se rendía. Alicia no pudo evitar rodar los ojos y agradecer que Bell fuese así de distraída.
- Mis padres no quieren comprarme una escoba. Creen que es peligroso. Y yo no creo que podría ahorrar el dinero para una nueva, pero si puedo comprar una usada y lo que me dan mis abuelos por mi cumpleaños va a ser suficiente. Además, ¿no crees que heriría los sentimientos de la escoba estar guardada y olvidada? Me parte el corazón pensarlo.
Alicia casi se siente culpable por su escoba de juguete. Mejor ni le contaba esa historia… pero no pudo hacer más que admirar a Bell. Algo bueno le había dado el ser una niña consentida: No aceptaba un no por respuesta, y si la respuesta era no, ella buscaba la forma de convertirla en un sí. Se llevaría más de una decepción al tratar de adaptase a las clases de Snape…
-Date por vencida, Angelina –intervino entonces-. Bell, creí que te habías dejado tu libro de Encantamientos…
-Sí, yo ya me voy. ¡Gracias por cuidarlo! –y con una sonrisa, se despidió y subió a los dormitorios de las chicas.
-¿Tu de donde la conoces y la defiendes?
-No sabía que era un crimen hablar con tu amorcito. No, menos mal que no quedé en el equipo. No me hubieses dejado en paz. Lo estas llevando muy lejos, este asunto de Wood.
Angelina quedó en silencio, y Alicia supo que había logrado hacerla entrar en razón. Pero antes de que pudiesen decir mucho más, el chico a discutir se sentó al lado de Angelina, para gran placer de ésta.
-Esa Katie Bell… ¿Vuela bien?
-Ni idea. No está en nuestro curso –se apresuró a decir Angelina-. ¿Por qué preguntas?
- Tiene buena complexión para ser buscadora, y dice que le gustó muchísimo volar y que fue una de las que mejor pudo con su escoba en la clase de vuelo. Claro que quizás una Cleansweep 6 no sea la mejor opción…
Katie Bell de buscadora. Esa si era buena. Podía tener la snitch a tres milímetros de su nariz y distraerse con el pajarito colorido que le volaba al lado. Alicia no fue capaz de reprimir una risita.
-¿Qué pasa? –Wood se veía desorientado.
-Nada, nada. No sé cómo vuela, pero te puedo asegurar que Bell no va a ser tu buscadora.
Y es que Wood, un año antes de tiempo, ya se estaba obsesionando con eso de que sería capitán del equipo el curso que seguía, y parecía ver en cada persona una ficha más de su tablero de juego. Quidditch, Quidditch y más Quidditch, como siempre. No, que si al final terminaba saliendo con Angelina, Alicia saltaba de la Torre de Astronomía. Jurado. El chico le daba un poco de miedito. Tenía un carácter casi patológico. Obsesivo y solitario, no tenía amigos más que los miembros del equipo. Con los que su relación se era estrictamente profesional, como quien dice.
-Es una pena. No hay nadie en esta casa aparte de Charlie Weasley que pueda hacer ese trabajo. Me gustaría ir a la clase de vuelo de los de primero, a ver si ahí hay alguien… y esa chica Bell, cómo me gustaría que fuese buena. Hasta me negoció el precio de mi escoba. Dice que estuvo informándose al respecto. Eso es interés.
Los celos de Angelina eran evidentes, y Alicia tenía la solución más efectiva para aplacarla.
-Wood, oye, ¿Qué te parecieron las pruebas de hoy?
-Spinnet... ¿Spinnet, no? Estuviste excelente... pero creo que Johnson es lo que Gryffindor necesita porque es más agresiva mientras tu...
Y mientras el chico se enfrascaba en un monólogo emocionado y analítico, Alicia se paró de su lugar y subió a su dormitorio sin ser notada. Ya Angelina podría coquetearle a Wood sin provocarle a Alicia ganas de vomitar. Alicia hubiese estado encantada de y comentar la más reciente temporada, de paso. Sabía que cuando ella estuviese en el equipo, o incluso entrenando como reserva, podría formar con él una especie de amistad. Pero mientras tanto, se lo dejaba a Angelina así como lo quería, envuelto en papel de regalo, con gran lazo rojo y una elaborada dedicatoria.
Rió ante la imagen mental, mientras decidía darse su tan anhelada ducha. Como esperaba, el agua caliente la hizo sentir como recién sacada del empaque, y se deleitó también ante el roce de su ropa contra su piel ahora limpia. Al entrar a su habitación, se consiguió con Angelina, toalla en mano y mirada perdida.
-Me baño y bajamos a comer. Y de camino te cuento toda mi conversación con Wood… -Por su tono, Alicia detectaba que algo no había ido bien. No sabía si entristecerse o alegrarse. No entendía como alguien de carácter tan fuerte como Angelina podía ser propensa a tales estupideces y mientras antes le olvidase, mejor.
Angelina cumplió su promesa y apenas habían salido de la Torre de Gryffindor, soltó lo que la había puesto de tan mal humor.
-Wood me dejó claro que jamás saldría con alguien de su mismo equipo de Quidditch.
-¿Eso es todo?
-¿Te parece poco? Llevo un año completo…
-Ya vendrán otros, Angie. Mejores y más posibles.
-¿En serio crees que no tengo oportunidad?
Conversaciones acerca de chicos solían marearla. Angelina tenia amigas en cursos superiores por una buena razón - Alicia se sentía pequeña e inocente a su lado.
-Se trata de Oliver Wood -respondió finalmente-. ¿Alguna vez lo has visto con una chica, sea quien sea? Y no es por falta de candidatas.
Angelina no respondió, y Alicia rogó poder dar el tema por cerrado definitivamente. Por suerte, nadie les mencionó nada relacionado con chicos, Wood o Quidditch en general aquella noche. Pero tuvo que soportar el domingo escuchando a sus amigos más cercanos discutir el plan de entrenamientos de Charlie Weasley, mientras ella terminaba los deberes de Pociones para el día siguiente. Por la noche, como era seguro, Angelina, los gemelos y Lee Jordan se adueñaron de su buen trabajo para reproducirlo descaradamente.
Pociones era la primera clase de la mañana, como para empezar el día y la semana con buen pie (nótese el sarcasmo.) Nada más al llegar, las chicas tomaron asiento la una al lado de la otra, combatiendo sus ansias de quedarse dormida. Angelina se había quedado dormida una vez, y el castigo resultante, según contaba, no le había resultado nada agradable.
Pero hubiese preferido dormir a que escuchar la discusión de la mesa de atrás suyo. Slytherin #1 pedía una pluma y Slytherin #2 la negaba. La discusión se volvió personal y tan hastiada estuvo de escucharlos reñir, que sacó una pluma de su mochila y se la entregó sin pensarlo demasiado a #1, a quien identifico como Adrian Pucey, para asombro de éste y de #2, quien no era otro sino Montague. Pucey era relativamente tolerable. En cambio, Montague era... ¿cómo ponerlo de forma decente...?
Incluso siendo naturalmente delicada, Alicia jamás encontró una forma decente de ponerlo.
Era un gesto que no había pensado en exceso (¿quién piensa en exceso a primera hora de la mañana?), pero Angelina le dedicó una mueca a cejas alzadas.
-¿No y que no tienes una obsesión con Pucey?
Rodó los ojos como toda respuesta. Su "obsesión" se basaba en que la Selección del chico había durado casi quince minutos. Había oído hablar de Selecciones largas, pero nunca imaginó que tenía que esperar de pie durante una de ellas. Y si el Sombrero había dudado con respecto a Slytherin, capaz Adrian Pucey no era tan Slytherin. La duda picaba su natural curiosidad.
Iba a contestar, pero sus intentos se vieron frustrados por la entrada del profesor. Ese era otro personaje que le causaba gran curiosidad a Alicia – Severus Snape. Eso nunca lo confesaría (porque con Pucey, incluso Angelina admitía que no era un "troll descerebrado, insensible e inestable" como la gran mayoría de los de Slytherin. ¿Snape? Angelina se lo recordaría hasta después de muertas.)
-Abran sus libros en la página 98. Usos y propiedades de los insectos en la fabricación de Pociones…
La mente de Alicia se desconectó y trabajó en modo zombie por las siguientes dos horas. Al ser una magia tan precisa, no tenía ningún problema real en Pociones. Angelina y ella simplemente trataban de pasar desapercibidas para que Snape no respirara sobre sus cuellos (porque aparte de molesto, con sus hábitos de higiene –o la falta de los mismos- ya imaginaba su aliento de dragón recién despertado.)
No como los gemelos, que se ganaron una detención por discutir a cuál de los dos se refería Snape cuando llamo a "Weasley."
-Deberían dejar de caer en sus provocaciones –fue la opinión de Alicia, ya sentados en el Gran Comedor, habiéndose deshecho de la nube negra que tomaba la forma de aquella odiada clase.
-Normalmente no estaría de acuerdo, pero ahora que estamos en el equipo… -comenzó Angelina.
-No pasaría nada, preciosa. ¿Te has dado cuenta de quién es el capitán? –Interrumpió entonces Lee Jordan. Lee sentía una especie de admiración hacia Angelina, tan mal disimulada como la de ella por Wood. Alicia sentía un poco de pena por él.
-¿"Preciosa"? -Angelina, lejos de intimidarse, alzo las cejas con aparente diversión-. Pero por lo mismo, Lee, deberían mostrar más respeto hacia su hermano…
-¡Qué va! ¡Detención con Snape es tan instructiva!
Traducción: Los gemelos estaban escribiendo un manual (mental, como el de Angelina con los chicos) de "1001 formas de lograr que un caldero explote." A diferencia de que esos dos realmente hacían explotar calderos.
-La otra vez los puso a limpiar su armario, ¿recuerdan?
-Queridísima Angie, ¿Cómo crees que conseguimos los ingredientes para…?
-Fred, no traiciones el secreto –George alzó la barbilla con solemnidad, pero una sonrisilla traviesa lo delataba-. No en frente de Lizzie.
-¡Hey! -se indignó Alicia.
-Lo siento, pero eres una de las personas más inteligentes que conozco. No queremos que nadie... ¿cómo se dice?
-No queremos que nadie una los eslabones -completó George-. Por cierto, ¿de qué hablabas con Pucey en clases de Pociones?
-No paraba de quejarse de que no tenia pluma, así que le di mi pluma extra. Cero palabras.
-Oh, Lizzie. Lección elemental de lidiar con un Slytherin: No alimentes a los trolls, querida. Van a querer volver por más.
Años mas tarde, Alicia se maravillaría de los poderes proféticos de Fred Weasley. Pero en aquel momento, rió y no le puso la menor importancia.
Notas: Aquí es cuando la petición para reviews empieza. Esta básicamente confirmado que los reviews me motivan, apoyan y me hacen mejor escritora. ¿Por favor? aparte, me gusta siempre conocer y escuchar a los lectores. No hay nada más conmovedor.
Gracias.
-Kailey Hamilton.
