Ninguno de los personajes me pertenece, son obra de la maravillosa Rumiko Takahashi.
Este fic es en respuesta al mini-reto 'Jo, jo, jo en cadena' del foro ¡Siéntate!, y está dedicado a Ma'am Morgan.
Advertencias: Este capítulo en especial toca temas sexuales y aunque no hay nada grave mejor prevenir, así que ya saben, si no les gusta no lean. Me encantaría hacer una antología de regalos así que el fic probablemente tendrá varios personajes, en varios universos y con historias sin relación.
Regalo I. Muñecas para el mal humor.
El golpeteo de unas uñas sobre la mesa retumbaba de lleno en su cabeza. Se suponía que estaban estudiando, pero su amigo poco ponía de su parte para leer el libro enfrente de sí. En lugar de eso observaba la ventana como si su vista pudiera llegar hasta la ciudad en donde estaba su novia. Con una mano recargaba su barbilla y con la otra hacía un ruido infernal que poco dejaba que los que sí tenían ganas de estudiar, lo hicieran.
Trató de mantener la paciencia, respirar hondo y buscar las palabras adecuadas para que arreglar la situación. Sin embargo, a su lado, la respiración molesta de una castaña con pocas intenciones de ser paciente lo alertó. Fue rápido, intentando parar la tormenta que nada lograría; se anticipó a la, temporalmente, única fémina del grupo y levantó la voz.
—Inuyasha, ¿podrías por favor guardar silencio? Sanguito y yo sí queremos estudiar— El mayor observó a la chica, haciendo un gesto como intentando que ella confirmara sus palabras. En respuesta ella le dirigió al aludido una mirada de descontento —. Deberías hacer lo mismo, tus exámenes también se acercan.
—Keh— Ni siquiera se había girado a mirarlos. Su atención seguía en la distancia, su ceño fruncido y la mirada clavada en un imaginario punto lejano —, no me molesten. Yo ni siquiera quería estudiar esta carrera.
La mirada de Sango se suavizó al recordar a dónde estaba la mente de su amigo. Suspiró y negó con la cabeza intentando buscar las palabras indicadas para hablar con él —Tu padre tiene razón, si quieres entrar en la policía no basta con quererlo.
—Así es, Inuyasha. Si entras con una carrera de abogado tus oportunidades serán mucho mejores y te será más fácil colocarte en un puesto que te agrade —Miroku entró a apoyar el argumento de su novia. Hablar con Inuyasha no era fácil, mucho menos ahora que Kagome estaba en otra ciudad, estudiando su propia carrera.
—… Eso ya lo sé— Se dignó a mirarlos, sin cambiar su semblante malhumorado ni poder disimular la nostalgia que se mezclaba con su enojo —. Es sólo que odio que Kagome se haya largado a otra ciudad —su puño izquierdo terminó sobre la pequeña mesa de té que les servía de apoyo a los libros— ¡Carajo! ¡Podía estudiar la maldita carrera aquí! Además, ni siquiera quiere ejercer, es un jodido capricho nada más —Bufó.
Miroku suspiró, esa no era la primera discusión al respecto. Era cansado ver las nulas intenciones de su amigo por entender a la más joven. Dirigió una mirada fugaz a su compañera, quién rápidamente entendió el mensaje y se dispuso a dejarlos a solas con la excusa de ir a buscar un refrigerio.
Una vez a solas, y cuando Miroku encontró en su lista de artimañas una que los ayudara, pasó su brazo por los hombros de Inuyasha y se decidió a hablar —¿No te gustaría salir de paseo?
Casi lo había llevado a rastras, sin embargo era obvio que él también sabía que necesitaba salir y al final había cedido. Sango prefirió quedarse y Miroku no objetó… Y aunque aquello levantó las sospechas de la castaña, prefirió no decir nada debido a la situación extraordinaria que tenían entre manos (dígase el pésimo humor de Inuyasha).
—¿A dónde vamos?— Su sexto sentido estaba comenzando a lanzarle alertas rojas en cuanto vio que el camino por el que iban se estaba saliendo del habitual, y que además, el barrio estaba extrañamente… diferente.
—Tranquilo, Inuyasha. Vamos a una tienda cerca de aquí— A pesar de que Inuyasha solía ser lento con algunas cosas, Miroku decidió que lo mejor era no soltar la lengua y guardar las sorpresas.
Para su suerte, cuando llegaron al local que buscaba, Inuyasha estaba demasiado atento viendo todas sus expresiones faciales como para leer el nombre y propaganda del local.
—Llegamos. Aquí encontraremos algo divertido para que quites esa cara de perro rabioso.
Normalmente habría recibido un insulto en respuesta, pero Inuyasha estaba demasiado avergonzado como para poder articular una palabra. En realidad, era como si todos los músculos de su cuerpo se hubieran contraído en su posición (eso incluía un rostro ligeramente desencajado, colorado y las manos haciendo alguna pose estilo metalera que no llegaba a serlo). El local ponía en varios lugares que se prohibía la entrada a menores, estaba lleno de juguetes para adultos y un sinfín de curiosidades que no tenía idea de que existían… ¿Eso dónde carajo se supone que se metía?
Y antes de poder reaccionar su gran amigo ya lo estaba arrastrando al mostrador y pidiéndole amablemente a la señorita algún juguete para ayudarlo a quitar la cara de enfurruñado. Después de varios modelos de consoladores masculinos de todas formas, lubricantes, explicaciones vergonzosas y antes de que la señorita comenzara con los dildos, el cuerpo de Inuyasha logró reaccionar y salir del local infernal. No sin antes dirigirle a Miroku una mirada que bien podría haber ido acompañada de alguna maldición gitana.
Él negó con la cabeza sin guardarse la sonrisa pícara para luego dirigir los ojos a uno de los estantes, en el que algo llamó su atención y ensanchó su gesto burlón—Dígame, señorita ¿Ese artículo se puede personalizar?
La dueña del local también lo observó en un gesto cómplice, tomó una silla y una vez tuvo a su alcance la mercancía y algunos folletos, sonrió.
—¡Maldito idiota pervertido! ¡Me las vas apagar, Miroku!— A pesar de estar en la tranquilidad de su apartamento su rostro seguía encendido, mitad furia, mitad vergüenza. La almohada llamada Miroku ya llevaba varios lanzamientos exitosos contra la pared y estaba por dejar salir su relleno. Por suerte su torturador optó por tumbarse en el sillón y esperar que sus amigos, especialmente el pervertido, no lo molestaran en al menos unos días.
Y para su suerte así iba a ser. Durante el mes siguiente, la insistencia por tocar el tema de su mal humor se había desvanecido y también las invitaciones a estudiar juntos. Extrañamente las sonrisas de Miroku, no lograban tranquilizarlo.
Para bien de su bilis la euforia por los exámenes había pasado y ahora podía recluirse a gusto en su departamento para disfrutar el fin de semana —Kagome idiota… Debiste quedarte acá— Una milésima de tristeza quería abrirse paso en él en cuanto el timbre sonó y lo alertó.
Antes de abrir se asomó por el pequeño ojo en la puerta, pero lo único que alcanzó a ver fue a un repartidor dándole la espalda, apurado por entregar el resto de sus paquetes. Se sintió extrañado, pero la pequeña esperanza de que fuera un paquete desde otra ciudad lo obligó a apresurarse y meter la caja dentro de su hogar.
Desgarró sin cuidado alguno el papel marrón que cubría el envoltorio. Para su desgracia no se tomó la molestia de leer la nota que declaraba al contenido como un regalo de su gran amigo Miroku… Igual no tardó en descubrirlo cuando vio lo que había dentro y el tamaño exagerado de la caja cobró sentido.
Probablemente hubiera estado lleno de furia en otra situación. Pero ahora estaba asustado… Lo que tenía ante sus ojos daba miedo, y al mismo tiempo lo obligaba a tocarlo.
Extendió su mano con inseguridad, hasta tocar la nívea y falsa piel… Era suave, tan parecida a una piel real. Acercó su rostro al rostro plástico. Era idéntico al de Kagome, sólo que, bueno, sin vida y una expresión obviamente más guarra que la que haría ella. El cuerpo era algo que se veía más bien genérico, no como el de ella… Pero aun así aterraba el parecido.
Tragó saliva al recordar en fin de la muñeca… ¿Cómo se le ocurría pensar al idiota de Miroku que él usaría esa cosa? ¡No podía remplazar a Kagome!
La curiosidad lo empujó a continuar examinando el objeto, se atrevió a mirar discretamente entre las piernas, como si la falsa Kagome fuera a reclamarle estar viendo su lugar secreto… El terror, era tan detallada que parecía real. Luego se atrevió a mirar un poco más.
—¡Mierda! ¡Pero si tiene dos hoyos!— Cubrió su boca con violencia tras el grito sorprendido, a ese paso le iba a dar un ataque.
Y si tenía dos huecos abajo, como una mujer real… Dirigió su mano hacia los labios que se mostraban medio abiertos sólo para comprobar que el silicón de la muñeca se expandía y dejaba un hueco más disponible.
Ni siquiera a la real le había hecho algo como eso. Sólo habían usado el lugar que por naturaleza, era para eso. Esa Kagome no le podía reclamar, ¿o sí?
Se golpeó en la cabeza por atreverse a pensar usar ese objeto tan obsceno e impropio. Su mente le estaba jugando malas pasadas por el periodo de sequía y su cuerpo no estaba reaccionado como él lo pedía.
—¡Maldito Miroku!— Antes de que su cuerpo tomara posesión de su mente se apresuró a salir del departamento para dar caza al desgraciado que le había hecho la broma. Dejó su desastre tal y como estaba, confiado de que la llave protegería a la muñeca de cualquier intruso.
Lo malo: No recordó que no sólo él tenía la llave.
Lo peor: Su amada novia quería darle una sorpresa y llegar de improviso al departamento.
Lo temible: Se encontró con una versión bizarra de sí misma en medio del piso de la sala.
—¡Inu-ya-sha!
A lo lejos el aludido sintió un escalofrío que le caló hasta los huesos. Pobre víctima inocente, por lo menos le estaba dando una buena tunda al responsable.
El grupo poco tardó en estar junto de nuevo. Tras no encontrar a su novio en su departamento, Kagome había tardado menos de un suspiro en llegar a la casa de Sango para encontrarse con todos (ojalá y lograra tener ese súper poder de rapidez cuando se quedaba dormida y llegaba tarde a clases, pero no). Cuando su amiga le abrió la puerta y estaba a punto de celebrar su llegada, ella no hizo más que clavar la mirada en el chico de ojos dorados que estaba sentado en la sala con los brazos cruzados y el rostro enfurruñado.
Sango reconocía esa mirada, la había vivido en carne propia porque ella misma escudriñaba así a Miroku, pero no lograba entender por qué su amiga estaba enojada. Inuyasha se había portado tan bien como su personalidad se lo había permitido… Para cuando su mente hizo el clic necesario para entender la furia de su amiga, era tarde: Inuyasha tenía el rostro tatuado por el miedo y los brazos en alto para cubrirse del cojín que amenazaba con caer sobre él.
—¡Kagome, espera! ¡Es todo culpa de Miroku!
Y como si de un conjuro se tratara, el mayor apareció desde el baño hasta donde había sido invocado sólo para lucir sus chichones y moretones, con una bolsa con hielo cubriendo uno de los golpes, y se quedó inmóvil en medio de la sala.
Kagome logró frenar su fuerza a tiempo, si bien no lograba entender lo que estaba pasando, en su mente había un rompecabezas con suficientes piezas como para ver que estaba a punto de herir a un inocente.
—¿Me podrían explicar por qué estoy tirada en medio del departamento de Inuyasha, entonces?— A pesar de su enojo se sonrojó tras la declaración sin rodeos de su molestia, pero no se retractó ni le quitó la mirada de encima al recién revelado culpable.
A juzgar por lo rápido que Inuyasha había cambiado el rostro de reproche a uno de vergüenza y a la forma en que Sango lanzaba cuchillos mentales a Miroku, entonces Kagome supo que había hecho bien en esperar a descargar su furia y vergüenza… así que espero paciente por la explicación. Sin embargo, ésta no ayudó para nada a que se le quitara la vergüenza de encima, por el contrario: con cada palabra de su amigo, su rostro iba adquiriendo un tono rojo más intenso, hasta que había terminado por querer desaparecer.
—… y eso es lo que pasó— Miroku había dado un discurso digno de aprobar algún examen sobre cómo defender a un acusado. Kagome ahora estaba sentada junto a Inuyasha, la parejita ni siquiera podía verse mutuamente a las caras. Y mientras tanto, Sango negaba con la cabeza, tratando de decirse a sí misma que Miroku no tenía remedio y debía ser paciente.
—Yo l-lo siento, Inuyasha. Debí esperar a preguntarte, es sólo que… que… — El rostro encendido y el jugueteo con sus dedos daban fe de su imposibilidad para continuar la oración.
—Déjalo ya— La mirada de Inuyasha seguía apuntando al lado contrario donde estaba su novia—… Lo importante ahora es que el idiota de Miroku entienda que no debe hacer ese tipo de bromas —Todas las miradas fijas en el culpable del lío.
—No me miren así, véanlo por el lado bueno: ¡Ahora podrán hacer un trío! Cumplirás tu sueño de tener dos Kagomes.
Las miradas volvieron a asesinarlo, Sango se preguntó mentalmente como era posible que su novio pudiese ser tan sensato en la sala de clases, pero que no fuese capaz de pensar antes de hablar en temas que involucraran el elemento erótico. Negó con la cabeza e hizo caso omiso a los pedidos de auxilio del responsable de tanto alboroto, en tanto Inuyasha y Kagome procuraban hacerle entender que ese era tema de dos y que él no estaba invitado.
Está de más decir que la tranquilidad en esa casa tardó un par de horas más en regresar después de esa declaración y que Miroku no pudo ir a clases durante un par de días por culpa de una supuesta gripe, que tenía nombres y apellidos. Por lo menos el asunto había sido aclarado. Y, aunque fuese difícil de admitir, quizá el regalo no había sido del todo un desperdicio, porque al salir de la vergüenza y el enfado inicial, la pareja tal vez pudiese encontrarle algún uso a la muñeca. Quién sabe, quizá hasta la idea del trío propuesta por su amigo podría ser posible, después de todo él era el experto en esos temas y no estaba de más escucharlo a veces… claro que mejor era que no se enterara, sino no se lo quitarían de encima ni con Sango y, probablemente, recibirían más regalos inapropiados como ese. No, era suficiente con eso… por el momento.
¡Hola! Esta vez vengo a dar lata con una actividad más del maravilloso foro de Siéntate. Una bella actividad navideña porque hay que ponernos junto a la celebración.
Este regalito es para nuestra bellísima Capitana Ma'am Morgan… Estoy emocionada pero nerviosa, espero de corazón que le guste, pero si hay algo que no te haya terminado de gustar puedes decírmelo sin miedo. ¡Feliz navidad!
Quiero agradecer, como siempre, a mi adorada YumiPon quien esta vez no sólo me ayudó con mis dudas, sino que la hizo de Beta y me ayudó a completar los detalles que había dejado flojos. No es un secreto que este grupito no es mi especialidad.
¿Me dejan un review? Recuerden que cada lectura sin review deja a Miroku castigado un mes sin travesuras…
