Los personajes son de Masashi Kishimoto. La historia pertenece a Sophie Saint Rose.

Yo solo tomo prestados para mis ideas.

¡Disfruten!


Se miró al espejo comprobando que su vestido color turquesa estuviera impecablemente planchado. Hizo una mueca porque aunque había hecho los arreglos necesarios para ajustarlo a su cuerpo, no había quedado del todo perfecto. Miró hacia abajo y pensó si quitarse el sujetador.

—Hinata, ¿quieres darte prisa? ¡Vamos a llegar tarde a misa! —Gritó impaciente su padre desde el hall.

—¡Ya voy, papá! —Se dio prisa en pintarse los labios de un rosa pálido y se peinó su melena azulada, pensando que no tenía su mejor día para que su rubio la viera. Aunque nunca la veía. Podía pasar ante sus ojos mil veces, que no le hacía ni caso.

Suspirando fue hacia la salida y al llegar a lo alto de las escaleras su padre sonrió.

—Estás igual que tu madre.

—Mentiroso. —Dijo deprimida bajando los escalones.

—¿Sabes que le regalé ese vestido en nuestro segundo año de casados? —Sonrió porque se lo había contado mil veces— Estaba tan contenta —La miró con sus mismos ojos perla de arriba abajo y frunció el ceño al ver que sus sandalias blancas estaban algo gastadas—. Hija, deberías comprarte unos zapatos nuevos.

—Tenemos que ahorrar para pagar los impuestos —Dijo ella sin darle importancia. Le dio un beso en su mejilla y lo tomó del brazo— ¿Sabes que estás muy guapo con esta chaqueta negra? La pastelera, Kanna, hoy no te va a dejar escapar.

Su padre se echó a reír a carcajadas.—Pero si puede ser mi madre.

Ella aparentó sorpresa.—¿De veras? Y yo que pensaba que eran de la misma promoción. —Su padre gruñó indignado mientras ella se reía.

La verdad es que su padre estaba muy bien para su edad. Era delgado y el trabajo en el rancho hacía que su cuerpo estuviera en muy buena forma. Sólo tenía algunas canas en sus sienes castañas, que le daban un aire interesante. Hinata sabía que tenía locas a varias viudas y divorciadas del contorno, pero su padre sólo se había enamorado una vez y, tristemente nunca olvidaría a su madre, como ella nunca olvidaría a Naruto. Bufó ante eso ultimo.

¿Por qué nunca se fija en mí? ,pensó subiendo a la camioneta de su padre creyendo que sabía de sobra la respuesta: porque no tenía una hermana.

Los hermanos Namikaze eran gemelos, lo que los hacia mas deseables para las mujeres, pues eran el sueño de cualquiera de ellas. Los dos muy guapos, ambos rubios y de ojos azules, eso por no decir que tenían el mejor rancho del contorno y trabajaban de sol a sol. El yerno que todo padre querría tener. A las chicas se les caía la baba cada vez que los veían. Sus amigas lo habían intentado con ellos pero ninguna había sido la elegida y la razón era muy simple:

Querían casarse con dos hermanas.

Todo había empezado como una broma; su padre, el gran Minato, les había dicho delante de medio pueblo a la salida de la iglesia que, ya que eran inseparables, deberían casarse con dos hermanas que se llevaran igual de bien, para que la convivencia en el gran rancho fuera perfecta. ¡Y todos les habían dado la razón! Malditos entrometidos... Desde aquel día, que ella no recordaba porque apenas tenía 7 años, ya habían pasado 18 y los hermanos se lo habían tomado tan a pecho que ahora con 35 años, todavía no habían encontrado las esposas perfectas.

Cuando a uno le gustaba una, la otra le caía mal al hermano o al revés. O a los dos les gustaba la misma, como habían pasado con las hermanas Yamanaka. Ino, la mayor, estuvo presumiendo 3 años que los dos habían discutido por ella. La muy estúpida no se daba cuenta que cada vez que abría la boca, humillaba a su hermana menor. Pero a Hinata ni siquiera la tomaban en cuenta por ser hija única.

Recordaba claramente cuando se había enamorado de él con 15 años.

Flash Back.

Un día saliendo de la heladería del pueblo, se subió a su bicicleta y cruzó sin mirar la calle. No le dio tiempo a esquivar la camioneta recién estrenada de Naruto y la golpeó tirándola a la calle ante el coche. El frenó en seco antes de pasarla por encima y cuando llegó hasta ella, estaba pálido. En cuanto ella levantó la vista y vio sus ojos azules, se le olvidó por completo que se había despellejado el codo y que le dolía la rodilla.

—¿Estás bien? —Preguntó nervioso.

—S-Sí... —Sonrió nerviosa y eso pareció aliviarlo.

—¿Puedes levantarte?

—S-Sí. —Respondió como si fuera boba y no supiera decir otra palabra. Naruto la sostuvo por el brazo y comprobó que estaba bien. La bicicleta afortunadamente casi no había sufrido daños y él la levantó de un costado de la camioneta, sacándola de la calle y sujetándola por el manillar.

—Parece estar bien —Dijo rodando las ruedas pero cuando vio el rayón que el manillar había provocado en la pintura roja de la camioneta, Hinata se mordió el labio inferior porque su expresión indicaba que estaba más que cabreado—. ¿No sabes que tienes que mirar antes de cruzar?

—Lo siento... —Susurró tomando la bicicleta por el manillar. Rozaron sus dedos al hacerlo y Hinata sintió una descarga que la dejó sin aliento.

Ella, que nunca se había sentido así, se sonrojó intensamente mientras él seguía diciendo que podía haberse matado, o podía haberla matado él, que era todavía peor. Después empezó a gritarle que la camioneta era nueva, que Menma y su padre lo asesinarían por esto, y que le costaría un ojo de la cara repararla.

— Lo pagaré yo —La miró como si fuera estúpida— T-Tengo trabajo, puedo pagarlo —Naruto se cruzó de brazos mientras varios miembros del pueblo se acercaron para comprobar que estaba bien, pero ella casi los ignoró mientras él la miraba con los ojos entrecerrados—. Lo pagaré. Dime cuanto es y te lo pagaré.

—No creo que puedas pagarlo, Hinata —Dijo el dueño de la heladería que era su jefe—. Será un arreglo muy caro.

Ella miró la camioneta y se dio cuenta que seguramente un arreglo en ese coche no sería lo mismo que en la camioneta de su padre, pero ella era insistente cuando se lo proponía.

—Pues si no tengo bastante dinero lo pagaré a plazos, pero lo pagaré.

—Bien —Cedió Naruto al final—. Me parece justo. Tardaré en cobrar 20 años, pero lo acepto. —Extendió la mano y Hinata sonrió radiante antes de extender la suya para estrecharla.

Supo, en el momento que sus manos se unieron, que no querría separarla nunca más. Le miró a los ojos y sintió una conexión que nunca había sentido con nadie, que le subió por su brazo hasta llegar a su corazón, haciéndolo palpitar más rápidamente.

Naruto apartó la mano y le preguntó.—¿Quieres que te acerque a tu casa? —Se sonrojó de gusto, pero aún así no quería molestarle más.

—No, gracias.

Él frunció el ceño al ver su brazo.—¿Seguro? Sólo será un momento.

Lo estaba deseando y al final asintió tímidamente. Toruu, el dueño de la heladería, tomó su bicicleta y la puso en la parte de atrás, mientras ella se subía a la enorme camioneta. Naruto le dio las gracias a Toruu antes de rodear el vehículo y subirse detrás del volante.

—Tú eres la hija de Hiashi, ¿verdad?

—Sí —Sonrió mirándolo—. Me llamo Hinata. —La miró brevemente antes de girar el volante para dar la vuelta.

—¿Trabajas en la heladería por las tardes?

—Sí. Mi padre me dijo que trabajara en el rancho o en otro sitio, pero que tenía que trabajar unas horas después de clase.

—¿Estás ahorrando para la universidad? —Preguntó preocupado—. Porque si es así...—

—¡Oh, no! —Negó vehemente con la cabeza— Mis planes son otros. Haré un curso de costura y pondré mi tienda de arreglos, se me dan bien esas cosas. Además hago colchas artesanas. —El la miró de reojo a lo que Hinata volvió a sonreír, y él desvió los ojos a toda prisa. Esa reacción le pareció un poco rara.

—¿Ocurre algo? —Preguntó inocentemente.

—Dime, ¿cuantos años tienes?

—15. ¿Y tú?

Él gruñó antes de contestar.—24.

—¿Y tienes novia? —Preguntó aunque lo sabía de sobra. En ese momento los hermanos Namikaze estaban solteros, de nuevo.

—No. —Se alegro tanto al oírlo que pensó que igual ella le había gustado. Entonces se dio cuenta que ella sí salía con alguien. Kiba no se tomaría muy bien su enamoramiento de uno de los gemelos.

—Yo sí. —Dijo sin pensar. La miró sorprendido

—¿Tienes novio?

—Parece que te sorprende. —Dijo sintiéndose un poco ofendida.

—No, no es eso —Miró a la carretera durante unos segundos y Hinata vio que casi habían llegado a su casa.

—Siento lo de la camioneta. Ya que estás aquí, te daré los 2.000 que tengo ahorrados. —Frenó la ranchera ante su puerta y se bajó a toda prisa. Ella salió del coche de un saltito e hizo una mueca cuando le dolió la rodilla.

—¿Segura que estás bien? Puedo llevarte con la doctora Kurenai. Hoy estaba en la consulta.

—Estoy bien —Vio que ya había bajado la bicicleta y levantó la mano para que no se fuera—. Espera que te traigo el dinero.

—Ya me lo darás cuando sepa lo que es. —Dijo apoyando el manillar de la bicicleta en el porche.

—Pero...

—Me tengo que ir. —Y se volvió para rodear la camioneta. Decepcionada porque se fuera ya, se acercó a la ventanilla del pasajero.

—¿No quieres tomar una limonada? Tengo tarta de chocolate. La hago yo, ¿sabes? —La miró como si fuera el diablo y acelero a toda prisa llenándola de polvo. Se quedó allí un rato mirando el camino, sabiendo que su vida había cambiado para siempre.

Y así fue, porque a la mañana siguiente habló con Kiba para romper con él. Fue bastante traumático porque él se puso a llorar al lado de su teléfono preguntando porque lo dejaba y Hinata no sabía qué decirle. Sus amigas decían que estaba loca. ¡Había dejado al hijo del alcalde! Además hasta el día anterior su relación parecía perfecta. Pero no era perfecta porque cuando Kiba la besaba, no sentía nada en comparación con lo que sentía sin que Naruto la tocara siquiera. Sabía que no era correcto seguir con él cuando su cuerpo y su mente le pedían estar con otra persona, así que no cedió. Afortunadamente después de insistir durante un mes, Kiba le pidió salir a su amiga Sakura y todo quedó olvidado. Al fin y al cabo sólo tenían 15 años y los amores pasaban rápidamente. Pero el de ella no.

Mes y medio después vio la camioneta de Naruto ante la farmacia y decidió entrar al ver que ya estaba arreglada. Sonriendo lo vio con su hermano hablar con la farmacéutica.

—Sí, los quiero lubricantes.

Se sonrojó intensamente al darse cuenta que estaba comprando preservativos y le enseñaba dos cajas a la mujer que miraba a los gemelos como si quisiera devorarlos.

—¿Crees que estos están bien? —Preguntó Menma con una sonrisa de medio lado. Sabia que el gemelo menor era un ligón, y con casi de todas las edades, pero aquello...

—Seguro que esos te irán perfectos. Debería inspeccionarte a ti también, Naruto. —Dijo melosa dirigiéndose al nombrado, que le sonreía gustoso. Hinata se les quedó mirando con la boca abierta. Menma la miró de reojo carraspeando a lo que Naruto se volvió y al verla enderezó la espalda perdiendo la sonrisa.

—Oh, Hinata, ¿querías algo? —Preguntó la señora Mei, la farmacéutica. Su marido debía tener unos cuernos que no le pasaban por la puerta.

—Quería hablar con Naruto —Dijo metiendo las manos en los bolsillos de su vaqueros mostrando su vientre plano bajo su camiseta— Esperaré a que compres los condones —Menma aguantó la risa mientras que Naruto se puso como un tomate. No sabía por qué se avergonzaba cuando unos segundos antes hablaba de ello tan normal, así que decidió entrar en la conversación— Dicen que los estriados van muy bien. Mis amigas los usan y...

—¡H-Hinata! ¡Espérame afuera!

—Un momento Naruto, que esto es muy interesante —Dijo Menma divertido— ¿Y tú cuales usas?

Ella sonrió encogiéndose de hombros y contestó sin sentir ninguna vergüenza. El tema del sexo era algo normal y en su casa siempre habían sido muy abiertos al respecto. Su padre le había hablado de ello muchos años antes para que estuviera preparada

—Yo no lo he hecho nunca. Pero ellas dicen...—

—Hinata, espera afuera. —La miraba entre molesto y avergonzado.

—Sí, pero ellas...—

—¡Afuera! —Se sonrojó intensamente por la regañina y salió de la farmacia a toda prisa. Se sentó en uno de los bancos de la calle principal, mirando hacia la puerta para que no se le escapara. Cuando salieron, Naruto llevaba una bolsa de papel en la mano y una cara de mala leche.

Hinata se levantó a toda prisa y se acercó sonriendo mientras Menma se detenía a hablar con un amigo.

—Has arreglado la camioneta.

—Sí. —La miró de arriba abajo antes de apretar los labios.

—¿Y cuanto es el arreglo?

—700.

—¿Sólo? —Chilló de alegría dando un saltito.

—Déjame el dinero en correos, ya lo recogeré allí. —Dijo muy serio yendo hacia su camioneta a toda prisa. Ella le siguió.

—¿No prefieres que te lo deje en el rancho? De verdad, no me importa acercarme y...—

—No te acerques al rancho. —Siseó antes de subirse a la camioneta dejándola en shock. Mientras arrancaba, Hinata se le quedó mirando como si acabara de matar a alguien.

—¿Pasa algo? —Preguntó Menma acercándose por detrás.

—No —Susurró dándose la vuelta reprimiendo las lágrimas—. No pasa nada.

—¿Quieres subir a la camioneta de una vez? ¡No tenemos todo el día! —Oyó que gritaba Naruto a su hermano mientras ella caminaba calle abajo.

End Flash Back.

Suspiró recordando ese día. Al decirle que no se acercara al rancho, la había tratado como una apestada y ella entendió que ni siquiera quería ser su amigo. Sabía de sobra que era demasiado joven para él, pero que no quisiera ni verla, le sentó fatal.

Estuvo días sin salir de casa, excepto para ir al instituto y cuando llegaron las vacaciones de verano, no pisó el pueblo en dos semanas. Sus amigas fueron un día a buscarla para ir al cine y ella se animó. Mala idea, porque en cuanto llegaron vio la camioneta de los gemelos en la entrada. Era un estreno en el pueblo, así que el cine estaría lleno. Cuando se juntaron todos sus amigos, entraron después de comprar las entradas. Naruto, que estaba en la zona de palomitas con su hermano y con dos pelirrojas que evidentemente eran hermanas, la miró y Hinata avergonzada desvió la mirada.

—¿Quieres palomitas? —Preguntó su mejor amiga Sakura apartando un mechón de su pelo rosa chicle detrás de su oreja—. ¿O prefieres una chocolatina?

Forzó una sonrisa.—Palomitas por supuesto.

Se pusieron en la cola y ella les dio la espalda en todo momento, intentando concentrarse en la conversación de sus amigas. Kiba tomó a Sakura y a Hinata de la cintura y las besó en las mejillas.

—¿Cómo están mis chicas favoritas? —Sonriendo levantó la vista y vio que Naruto la seguía mirando, pero ella volvió a hacer como sino lo hubiera visto.

Y esa fue la tónica de esos años. Se ignoraban y sólo se saludaban cuando era estrictamente necesario al encontrarse uno frente al otro. Pero Hinata nunca volvió a mirarlo a los ojos. No se veía capaz de hacerlo. No quería volver a experimentar lo que había sentido ese día del atropello.

Gruño frustrada. ¡Maldita sea! ¿Por que rayos no tenia una puta hermana?

—¡Papá, esto es tu culpa! —Soltó de golpe ya enfadada y descolocando a Hiashi que por poco soltaba el volante del susto—. ¡Tu eres el causante de la no-creación de mi hermana perdida!

A Hiashi le tomó un momento entender esa ultima frase repentina de su hija.

—¿Eh?


Espero y hayan disfrutado de la lectura.

Saludos!

08.11.17