Bleach
Ichigo / Rukia
Advertencia: controversial hasta cierto punto. Implica a Rukia enamorada de Byakuya. Mención a drogas, violaciones, vejaciones. Un poco oscuro.
Capítulo I
Él era el hombre perfecto: guapo del tipo que llegaba a poner nerviosa a las mujeres con sólo su presencia; era tan gentil que no aceptaba un no por respuesta y antes de que pudiera decirle que no, él la sorprendía con algo que sabía a lo que no podría negarse; él era tan preocupado que cuando ella salía la esperaba despierto para asegurarse de que había vuelto bien; él era tan alto que alcanzaba las cosas a las que ella no podría llegar sin treparse en algo que le facilitara la tarea; su cabello era tan sedoso que cualquier mujer lo envidiaría; sus ojos tan brillantes que enceguecían; su voz muy profunda y masculina; su espalda ancha y firme; su pecho era notoriamente pétreo, su piernas eran fuertes. Rukia podría seguir describiendo a ese hombre que hacía que por las noches la única forma de sobrellevar su anhelante deseo era masturbarse hasta que ya su intimidad pedía clemencia a sí misma. Ella deseaba a ese hombre con la pasión que se anhela al primer amante, ella deseaba ser suya, ella deseaba tenerlo dentro de ella, sentir su semen abriéndose camino a su matriz y gestar su hijo. De él lo anhelaba todo… pero él jamás iba a ser de ella y de eso Rukia estaba muy consciente, tan consciente que dolía, sin embargo, no era ella la que cargaba al hijo de ese hombre al que ella amaba lastimosamente, sino su hermana. La esposa de ese hombre que no era libre, era Hisana, y aquel hombre era su cuñado, Byakuya Kuchiki.
Rukia no había pedido enamorarse de él, pero lo había hecho. Hasta que él apareció sólo habían sido ella y su hermana en el mundo y todo era difícil para dos chicas, especialmente para Hisana que era la mayor y tenía la carga sobre sus hombros al ser la encargaba de proveer la comida y el techo. Sus padres habían muerto y ella tenía trece años cuando habían fallecido, su hermana acababa de cumplir los veinte y había podido, después de una ardua lucha, hacerse cargo de su hermana menor y eso ella lo valoraba con el alma. Rukia adoraba a su hermana y sabía que se merecía al hombre que la amaba con devoción, pero no podía evitar querer ser ella a veces, y esos sentimientos eran los que la asustaban, porque se sentía poco merecedora del amor que Hisana le brindaba.
Hisana, después de tres años de feliz matrimonio con su cuñado había quedado embarazada y esa noticia fue devastadora para Rukia. Estaba enojada con la vida, con su hermana y con Byakuya, aunque la razón y el sentido común le gritaban en el oído que no tenía ningún derecho a sentirse de esa forma, pero ella tampoco había pedido que él fuera tan preocupado por ella. Él la había protegido, la había ayudado, le había otorgado un mínimo de cortesía, y ella terminó enamorándose de él, de la persona menos apropiada para fijar su atención. Sus sentimientos la avergonzaban y la enrabiaban y era esa la razón por la cual había terminado caminando por esas calles que él le había advertido que nunca fuera a esas horas, y mucho menos sin compañía. Siendo casi las tres de la mañana, con el frío propio de las horas posteriores a una nevazón que no correspondía a esa época del año, ella se encontraba haciendo todo lo que le habían advertido que jamás hiciera. Era un acto de rebeldía y estupidez que hacía deliberadamente.
—Oye, chica —le habló alguien.
Rukia siguió su camino: era distinto buscar los problemas a definitivamente encontrarlos.
—Te estoy hablando a ti, blanquita —insistió esa voz.
Un hombre altísimo y robusto se interpuso en su camino, obligándola a detenerse. Ella intentó pasar de él haciéndole el quite, pero no lo consiguió. Miró al hombre por primera vez al hombre y comenzó a temblar.
—Déjame pasar —exigió ella.
Ella oyó una risa burlesca de aquel hombre que difícilmente era endémico de su país. Lucía como extranjero.
—Es peligroso para ti estar sola por estas calles a esta hora —evidenció.
—Se me hará más tarde si no me dejas pasar —respondió escondiendo el temor en su voz.
Ese hombre era realmente intimidante.
—Ya basta, Chad —sentenció una voz más suave, pero firme.
Ella notó por primera vez que tras el corpulento hombre había uno más menudo, pero ni tanto más, se le apreciaba musculoso a través de su ropa de chico rebelde. Rukia dio un rápido vistazo a su alrededor y no había nadie en las inmediaciones. Incluso un poco más allá la luz no alumbraba y fue inevitable pensar: ¿se preocuparía Byakuya por ella? ¿Se había percatado acaso que había salido? Recordó que él con lo del bebé en el último tiempo él estaba en otro mundo. Estaba tan feliz que difícilmente lo notaría. Ellos iban a ser una familia completa ahora y ella pronto comenzaría a sobrar.
Rukia había alcanzado la mayoría de edad en el noventa y ocho por ciento de los países del mundo, excepto, claro, en el suyo. No podía independizarse por más que quisiera, sin iniciar un proceso que justificara el proceso. Agitó su cabeza y se enfocó en la situación que tenía frente a sí: dos hombres en medio de una calle en la que algo le decía que ni siquiera la policía se atrevía a irrumpir. Buscó sentir miedo con lo que vivía, pero no lo sentía. Algo había muerto dentro de ella, no siquiera el sentido de alerta se había despertado, a pesar de lo que experimentaba.
—Debe estar drogada, y debió ser de la buena —escuchó al hombre más alto.
El otro chico rio y se dirigió a ella por primera vez, acercándose. Ella simplemente se quedó en su lugar.
—¿Te queda de lo que has tomado? —preguntó el chico de ojos dorados —. ¿Serías tan amable de compartirlo con nosotros?
Ella se preguntó de qué estarían hablando ellos y siguió impávida frente a ellos.
—Está loca —aseguró el otro hombre.
Comenzaron a acorralarla, sin acercarse demasiado, y ella ni isquiera notó que se aproximaban a otra calle. Rukia seguía sin sentirse amenazada.
—Ya, acá estarás bien —dijo al chico que parecía menor que el otro de cuerpo más impetuoso.
Rukia miró y se dio cuenta de que había llegado a una calle más transitada.
—Escucha, no te metas por esas calles, podrías encontrarte con gente mala, con personas como nosotros, pero de la clase que le ponen las chicas menores, ¿me entiendes? —dijo el chico de piel menos bronceada.
Se sorprendió, él no había activado su alarma y al parecer su instinto no estaba equivocado, ellos la habían acompañado y protegido de un modo medio extraño, pero lo habían hecho y la habían llevado a un lugar donde ella podría volver. Habían taxis, pero el comentario de que ella era menor, le lastimó el orgullo.
—No sé qué te haya pasado, mocosa, pero de seguro tus padres están buscándote. Vuelve a casa y deja de llamar la atención —dijo él acusatoriamente.
Ella abofeteó al chico que dijo eso y él fue detenido por el hombre de mayor tamaño.
—Esa mocosa me golpeó, ¡déjame darle su lección! —espetó él, indignado.
El seguir escuchándolo hablar de ella como una niña con un berrinche, la perturbó.
—¡No soy una niña! ¡Tengo dieciocho años! —exclamó con firmeza.
Los hombres la miraron sorprendidos y miraron a sus pechos, como buscando confirmar la información brindada y ella se cubrió automáticamente.
—¿Segura? —quiso corroborar el hombre moreno.
Ella los ignoró, y el chico al que había golpeado detuvo un taxi.
—Oye, súbete ¿tienes dinero? Sino de seguro te darán cuando llegues a casa, vete —ordenó él.
Rukia siguió caminando y escuchó al muchacho disculparse con el conductor que se había detenido.
—¿Estás loca o de verdad estás drogada? —exigió saber.
Él la sujetó del brazo y ella por primera vez notó que él debía tener su misma edad o poco más.
—¡No me toques! —expresó con desdén.
—Entonces detente y súbete a un puto taxi, ¿quieres? —manifestó con enojo.
—¡No quiero volver a mi casa! —gritó.
El chico la soltó al oír su grito quebrado y desesperado.
—Cálmate, ¿sí? Van a pensar que te estoy haciendo algo —solicitó.
No supo por qué, pero concedió la petición. El hombre más grande seguía un poco más allá.
—Escucha, estas calles no son para mujeres solas, a no ser que estés buscando que te paguen por sexo o que lo tomen de ti gratis… ¿quieres eso? —consultó él.
Rukia bajó la guardia al observar la seriedad del hombre. Él parecía genuinamente preocupado por ella.
—No, pero no tengo un lugar al cual llegar. No quiero volver a casa —reconoció —. ¿Podrías decirme tu nombre?
—Kurosaki Ichigo —dijo él sin titubear—. ¿Y el tuyo?
—K... Rukia —contestó.
Se miraron buscando saber si en realidad se habían dicho la verdad, pero no había manera de saberlo.
—No sé qué habrá pasado en tu casa, pero es de madrugada, hace frío, y estas no son las mejores calles incluso para nosotros. Vete, algo podría pasarte y créeme, no va a ser nada bueno —aconsejó él
—Me importa una mierda —soltó ella —. ¿Quieres ser tú y asegurarte que no será otro?
La mirada del chico que clamaba llamarse Ichigo se vio notablemente afectada por el comentario que Rukia había soltado. Ella seguía sin parpadear, ni un músculo se movia, pero por dentro había un montón de emociones recorriéndola.
—No hables estupideces de las que no te podrás hacer cargo —rechazó él.
Él era un extraño, y ella se le había ofrecido. Él la había rechazado… ¿es que no era suficiente mujer para nadie? Ni siquiera para ese hombre al que le estaba ofreciendo todo sin pedirle nada a cambio.
—Sólo vete —pidió ella herida —. No te metas en mis asuntos.
—¡Como quieras! No es mi problema, en eso tienes razón —respondió él —. Chad, vámonos.
La chica observó cómo los dos hombres se alejaban y se perdían de su vista. El frío había regresado junto con la partida de ambos. Caminó un momento y de pronto se detuvo, un hombre alto y que se acercaba a los treinta según ella misma juzgó se detuvo frente a ella y a diferencia de lo que le había pasado con su encuentro con Ichigo y el otro hombre que había oído que se llamaba Chad, su cuerpo completo de paralizó ante la mirada burlona y la sonrisa que parecía imposible de tener, pero que aquel hombre portaba. Sintió miedo y deseó haber tomado ese taxi cuando tuvo la oportunidad. Lamentó estar a esas horas dando vueltas y pensó en su hermana e inevitablemente en Byakuya. El miedo continuó, pero pensar en su cuñado le dio el valor para no volver. No quería regresar.
—Hola, niña —saludó el hombre con una voz que hizo que recorriera un aire frio por toda su espina dorsal —. ¿Estás buscando algo?
¿Estaba buscando algo? Sí, quería arrancar esos sentmientos por su cuñado. Necesitaba desesperadamente deshacerse de ellos. Al precio que fuera.
—Sí —soltó con esfuerzo.
—¿Y qué es lo que buscas? —exigió saber ese hombre de cabello claro y una mirada que no ocultaba sus malas intenciones.
—¿Qué es lo que tienes para ofrecer? —respondió con más valor del que realmente sentía.
Escuchó la risa enérgica del hombre frente a ella. Al parecer su respuesta le había agradado.
—Tienes agallas, me gusta —manifestó él.
Ella no se sintió alabada en lo absoluto y menos agradada aún cuando el hombre acabó con la distancia entre ellos, y con un dedo delgado y largo la tocó. Su toque fue más frio que esa misma noche y ella se sintió asqueada.
—Tengo todo lo que puedas querer, pequeña —dijo él.
Él frotó su entrepierna y se rozó con su estómago. Sintió su erección y consecuentemente el asco materializarse en su cuerpo. Lo había estado pidiendo a gritos, pero ahora que era una posibilidad no quería, no podía; no obstante su cuerpo no se movía. Sintió un dedo del hombre rozar uno de sus pezones y quiso poder correr.
—Ya es suficiente, Ichimaru —reconoció esa voz —. No vas a tener suerte esta noche.
Era ese chico, ¡Ichigo!
El hombre frente a ella dio un paso hacia atrás y ella se dio cuenta de que hasta ese momento había dejado de respirar y el aire se sintió maravilloso una vez que lo notó.
—¿Quieres que le diga a Rangiku lo que intentaste hacer? —amenazó.
El hombre bufó y finalmente se marchó. Ella quedó estática en ese lugar.
—¿Te diste cuenta que no es un juego? —interpeló él —. Sujetos como él hay por montones, y de hecho mucho peores.
Se giró y vio a Ichigo no mucho más allá. Había pasado un susto que casi la había hecho mearse y literalmente paralizarse del miedo. Había aprendido la lección, pero era demasiado orgullosa para admitir que estaba exponiéndose demasiado y que estaba realmente agradecida con él por haber alejado a ese hombre.
—¿No te habías ido? —consultó ella.
—Lo había hecho, pero no podía pretender que una chica estúpida no estaba por ahí queriendo encontrar problemas —manifestó con indiferencia —. Te llevaré a casa.
Rukia quería decirle un simple "gracias", pero la palabra no salía de su boca.
—No debiste intervenir —insistió.
Ichigo se acercó impetuosamente y la acorraló en ese inmundo callejón.
—Deja de hablar estupideces mujer imbécil. Renuncia a tu idea de buscar problemas y sólo vete, ¡con una mierda! —habló con indignación —. ¿Quieres que te violen? ¿Qué es lo que está pasando por ese pequeño cerebro tuyo? ¿Tienes la más mínima idea de lo que es eso? ¿De lo que se siente que te pasen a llevar de ese modo?
En un contexto distinto esas palabras hubiesen sido para ella las más ofensivas. Que un hombre le hablara de esa forma era impensado, pero ella necesitaba que él le dijera que lo que estaba haciendo estaba mal, quería que la obligara a marcharse.
—Quiero olvidar —confesó ella —. Necesito olvidar esto que siento.
—¿Eh? –exclamó Ichigo con confusión —. ¿Olvidar qué? ¿Tu noviecito se acostó con alguien y habían jurado perder la castidad juntos? No seas boba, un hombre no puede valer lo suficiente para exponerte a ti misma de esta forma.
—No subestimes mis sentimientos —exigió.
—No lo hago, pero te pido que pienses con más cuidado —solicitó él con menos ira —. Ninguna persona es el mundo de otra. Piensa más en la gente que te rodea y qué sentirían si te vieran actuando tan patética.
Esa era justamente la palabra: patética.
—Duele —musitó ella.
—Dejará de doler —la consoló con brusquedad.
—¿Puedes hacer que duela menos? —pidió ella anhelante.
Era la última vez que se lo pediría a ese extraño que había mostrado preocupación por ella. En esa posición, mirándolo desde abajó él no la hacía sentir inmóvil como le había pasado con el otro hombre. Ese chico no la hacía sentir vulnerable ni expuesta. Tampoco le daba miedo.
—Ayúdame a olvidar —rogó —. Por favor…
Continuará...
Hola, ¿cómo están? espero que bien. Les traigo esta nueva historia y espero que les guste, como siempre les pido que me dejen saber lo que piensan y si les agrada la idea. Tenía este proyecto que no me deja concentrarme y aquí estoy, haciéndome cargo de él y plasmándolo... por otro lado este proyecto es un desafio porque no estoy narrando en primera persona como acostumbro y bueno, no es algo que se me de demasiado bien, asi que críticas, opiniones y lo que deseen hacerme saber, estaré muy agradecida.
Saludos y hasta pronto =)
