Todos los personajes de la serie de Inuyasha pertenecen a la genial Rumiko Takahashi ninguno de los personajes me pertenece a mi aunque lo que diera por poder tener aunque sean los ojos de Inuyasha Ahaaa v_v….aclarado esto aquí vamos.

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Ashita ne Nareba

Por Mimi chan

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Prologo

El mar estaba en completa calma. las gaviotas echaron a volar en cuanto escucharon a los extraños llegar cerca de ellas, asustadas y confusas preferían huir. Las olas golpeaban mansas la costa, la marea alta había cedido hacia mucho rato, y el sol del amanecer si bien no manchaba el cielo con los caleidoscópicos colores del verano, si tenía la mansa sombra gris y añil del invierno.

— ¿Tienes frio Kagome? – le preguntó el joven hanyou a su esposa en sus brazos.

— Estoy… – un acceso de tos le vino de nuevo a la garganta, tardó un minuto en sobreponerse mientras el joven hanyou masajeaba su espalda con cuidado – estoy bien Inuyasha, no te preocupes.

Respiró profundamente mientras el aroma del mar la llenaba por dentro, y se aferró al haori de su esposo, lo vio a los ojos y se hundió de nuevo, como siempre lo había hecho dentro de sus ojos dorados, enredó una de sus manos en su cabello plateado y admiró lo perfecto que era… lo perfecto que aun era.

Rimani qui per me così accanto a me così

Mentre il sole va giù un'isola siamo noi

Permaneces aquí para mí, por tanto, a mi lado por tanto, mientras el sol desciende, somos una isla.

Siempre fue mi lugar favorito – dijo la sacerdotisa suspirando con cierta dificultad – siempre ame el mar.

— Siempre adore verte nadar Kagome – dijo con una sonrisa calmada.

— Especialmente cuando me espiabas desnuda ¿verdad? – dijo con una sonrisa divertida.

El joven Hanyou sonrió, recordaba muy bien que la mitad de su concentración estaba en admirar la piel tostada previamente por el sol, como su olor a quemado se fundía en el salado del mar y como las lujuriosas curvas delicadas de su cuerpo se movían como si fuera un pez, y la otra, en que nadie más pasara siquiera por error por ese lugar y viera lo que solo él debía poder ver. Muchas veces se olvido de los espías y fue en pos de ella.

— Me conoces… – dijo como toda respuesta.

— De toda una vida Inuyasha – dijo con una cálida sonrisa, tanto conocerlo, tan poco tiempo del que ella dispuso de la vida de él para poder conocer sus gestos, sus manías, sus tristezas y las cosas que le daban alegría y placer, cuanto deseaba que el tiempo fuera eterno para seguir compartiendo, para seguir observando y para seguir amando todas y cada una de esas cosas, pero el tiempo nunca se detenía, nunca paraba para nadie – prometí que me quedaría contigo lo recuerdas, con el tiempo las personas llegan a conocerse.

— De mente y corazón – dijo besando la base de su cabeza, oliendo el aroma de su cabello, memorizando la esencia exacta que tenía su cuerpo como si la oliera por primera vez, la misma esencia que la había despertado de ese sueño perpetuo, si, la conocía, podía ser ella, Kagome Higurashi una copia de un millón de ellas y él la seguiría reconociéndola – por eso supe que querías venir aquí… en este momento.

Che sì se ne va

Una nave che dice sì Good– bye

Ci dice Good– night.

Que si algunos se van, una nace que dice adiós, que dice buenas noches.

El sol se abrió sobre el mar brillante y en toda su gloria, era hermoso, había algo en el sol y el mar que estaba en la sangre de todos los japoneses… bueno en los que se llamarían un día japoneses, todos se portaban como isleños que estaban rodeados por el mar, la arena y el sol y eso calentaba el alma, Inuyasha había supuesto bien era bueno estar tan cerca del mar en ese momento.

— Mamá quería lo mismo sabes – dijo mirando con sus ojos chispeantes y dorados el mar mientras la sostenía cerca – decía que como el mar era tan infinito si podías fundirte con él, te harías infinito con él, yo no entendía muy bien eso por que era muy pequeño pero recuerdo la expresión de sus ojos, se parecía mucho a la tuya.

— ¿De verdad? – preguntó con curiosidad.

— Si – respondió sin verla.

— Bueno por una parte yo tengo mucha más suerte que tu mamá cierto – dijo con una amplia sonrisa – yo te tengo a ti.

— Si, mucha más suerte – dijo con una expresión presumida.

— Eres un…

Otro acceso de tos le vino a la garganta, está vez tardó mucho más en ceder. Inuyasha tuvo que recostarla en la arena caliente para que el calor del sol la ayudara a templar sus pulmones, tardó mucho, parte de la arena quedó manchada de rojo, pero se detuvo, afortunadamente se detuvo.

Se quedaron allí en silencio por largo rato. Una pequeña nave de pescadores pasó delante de ellos y el pescador saludó y ambos agitaron las manos.

— Hablemos Inuyasha… – le pidió ella mirándolo con cierta suplica en sus ojos, deseaba tanto escuchar su voz en ese momento.

— Pero Kagome… – ella no podía hablar demasiado, sabía lo doloroso que le resultaban esos ataques de tos que venían sin previo aviso.

— Por favor, no me niegues eso – dijo mirándolo con esos ojos castaños que había mirado tanto – es la última vez que te lo pido, solo habla conmigo está vez.

Y habló. Habló de años que no habían compartido y años que sí. Habló de las cosas bellas que había visto y de las penas que había pasado necesitando de un alivio, del alivio de ella. Le habló de las cosas que le habían hecho reír, en las cuales innegablemente estaba siempre ella. Habló y habló esperando que el tiempo de detuviera para que él día no muriera.

Hablaron mientras el sol subía, nada los detuvo, no tenían calor, sueño o hambre, estaban más allá de la comodidad o de la prisa. Kagome rió con delicadeza cuando él le decía algo especialmente divertido, y deseaba llorar por los momentos que no estuvo con él, y deseó haber llegado antes a su vida, antes de Kikyou, antes que su madre muriera, deseó estar a su lado desde que los dos eran niños… Kami deseó tantas cosas que no podían ser.

Entre los deseos, las risas y las lágrimas la noche los alcanzó, los mismos pescadores que en la mañana los habían saludado ahora les daban las buenas noches. La noche había llegado, el día había terminado y la cuenta regresiva que habían iniciado cuando llegaron a ese lugar había llegado a su final.

El final.

Amarti si amarti e poi

Senza mai dire no

Amarti qui fra queste stelle

Senza parole in questo mare.

Para amarte a ti, amarte a ti sin nunca decir "no" amarte a ti, entre las estrellas sin palabras en este mar.

— Solo hay una cosa de la que nunca voy a arrepentirme Inuyasha – dijo de pronto y con la voz cada vez más rota.

— ¿De qué…? – preguntó sin poderlo evitar

— De haber atravesado el pozo – respondió con una risa triste – de haber sido atacada por ese ciempiés, de caminar por ese bosque y de haberte encontrado en ese árbol.

Inuyasha tomó una de las manos delgadas de la sacerdotisa y puso un beso sobre ella. La mujer temblaba y él tuvo deseos de llorar, no había llorado en tanto tiempo.

— Desde el momento que te conocí hasta hoy siento que no hubo un solo día perdido – tosió un poco y sonrió quitando el pañuelo de su boca para que él no lo viera, era por demás sabía que podía oler el acido de la sangre – bueno, solo un poco.

— ¿Ah sí? – dijo tratando de ignorar el aroma a sangre que lo había asaltado.

— Si, aquellos tres años en los que no podíamos vernos – dijo con una cálida sonrisa.

— Alguna vez te dije que durante esos 3 años fui cada 3 días al pozo – confesó él lo que se había jurado a si mismo nunca decirle, era algo bochornoso – incluso excave un par de veces en el piso, todo lo que encontré fueron huesos.

— Bueno, sería muy hipócrita de mi parte si no dijera que hacía lo mismo, no recuerdo con qué frecuencia lo hacía, pero solía pasar largos ratos sentada cerca del pozo, esperando alguna señal, alguna oportunidad que me trajera de regreso, un eclipse, una fecha sagrada, lo que fuera, solo deseaba una oportunidad – miró el cielo y las estrellas brillantes tintinaban sobre su cabeza – no sé cuantas estrellas fugaces vi esos tres años y el deseo siempre era el mismo.

— ¿Cuál? "quiero atravesar el pozo" – preguntó.

— No – respondió con delicadeza – siempre era "quiero ver a Inuyasha"

La abrazó fuerte y sintió la delicadeza de su cuerpo, sabía que quizás la lastimaba, pero se negó a soltarla, deseaba que se hiciera una parte de ella, que nunca lo dejara de nuevo. Esos tres años habían sido sin duda el momento más difícil de su vida, no había nada como tener a la persona más querida a tu lado para cuando la pierdes sentirte completamente solo.

Desde el momento en que ella había atravesado de nuevo, desde que había sostenido su mano no había querido soltarla otra vez, no habían pasado dos días completos sin que él supiera exactamente donde estaba, siempre quería estar a su lado, escuchar su voz, su risa, su gemido al hacer el amor, había querido todo de ella y jamás perderla.

Pero los absolutos no existen para nadie.

— Yo tampoco me arrepentí nunca de nada, Kagome – dijo sosteniéndola más cerca y sentía como lagrimas de ella se perdían en la tela de las mangas de su rata de fuego, solo una pequeña huella fría llegaba a su piel – cada día contigo fue un regalo, nunca pude haber pedido una mejor compañera que tú, nunca.

— Dijimos que no haríamos sonar esto como una despedida, Inuyasha – dijo con tristeza relajada la sacerdotisa, tratando de no hacer evidente su amargura.

— Si – dijo con tristeza – supongo que fallamos miserablemente.

La sacerdotisa no pudo si no más que reír, gracias a Kami sama está vez no tosió, parecía que le estaban brindando un pequeño tiempo fuera.

Resta ancora un po' per me lo so che c'è la vita che

Sempre ci chiama e sempre rispondiamo noi

Sigue siendo poco para mi, se que la vida es eso, él nos llama siempre, y nosotros siempre respondemos.

— Fue muy poco el tiempo Kagome – dijo en su oído – tan poco tiempo.

— Pero eso significa la vida para… – se interrumpió con cierto dolor, con cierto resentimiento, no hacia él si no a esa característica de él, no la había pedido, solo la tenía, y sabía que hubiese querido renunciar a ella, pero era como renunciar a sus colmillos, a su sangre, imposible – casi todos, algo te hizo más resistente a ti que a mi seguramente porque hay mucho más que tú le darás al mundo.

— Que puede darle un sucio…

Kagome tapó su boca con una mano, las manos demasiado delgadas de la sacerdotisa no lo dejaron hablar, ella siempre había odiado que él se hiciera menos a sí mismo, ella lo había visto siempre como a un gigante y eso es lo que había querido ser para ella, solo para ella, si Kagome le pedía que entrara en una choza en medio de las llamas para salvar a un bebe lo hacía sin pensar, si le pedía exterminar a un centenar de youkai para salvar una aldea desconocida él lo hacía, si ella solo le pedía que se quedara a su lado en el invierno aunque no la pudiera tocar él lo hacía, él era su héroe y él deseaba serlo.

Pero sin ella…

— No te atrevas a decirlo Inuyasha, tú eres… – meció su cabello plateado en sus manos – Kami tú eres mucho más que un youkai, mucho más que un humano, eres la criatura sobrenatural más asombrosa que he conocido en toda mi vida, y no permitas que nadie te diga lo contrario.

Inuyasha tomó la mano que había sobre su boca y la besó, luego se agachó sobre su boca delgada y suave y la besó, con el mismo deseo, el mismo brío y la misma pasión que había sentido la primera vez, ella subió sus manos por su cuello y se aferró a él, y él la aferró de la cintura, tan delicada que parecía que se rompería en cualquier momento y entonces, solo entonces las lagrimas cedieron en sus ojos.

¿Por qué?

¿Por qué? Tenía que perderla, cuando al amaba de la misma desesperante forma como la había amado desde un principio, ¿Por qué tenían que quitársela? si la amaba con toda su alma.

Cuando interrumpió el beso ella escondió su rostro en su pecho y respiró, profundo, dolorosamente, pero había valido la pena, había deseado besarlo así durante muchos años, como la primera vez, lo volteo a ver y vio el anhelo ardiente de sus ojos, solo por ella, a pesar de todo, cuan difícil era perderlo.

— La vida es un equilibrio perfecto Inuyasha – dijo mirando el cielo, las lagrimas no dejaban de caer – el ser supremo que nos creo nos da un límite de tiempo, debemos vivir determinadas experiencias, realizar determinadas acciones y después cuando todo está cumplido irnos de nuevo para darle cabida a los que vienen después de nosotros, lo importante es haber vivido ese tiempo con la mayor dicha posible y cumpliendo con nuestro destino.

— Y ¿Cuándo no estás conforme? – dijo él con algo cercano a la ira.

— Cuando no estás conforme corres el peligro de romper ese equilibrio, o quizás… – dijo porque era justo lo que ella sentía – solo te duele lo que estás dejando atrás, pero no se puede ser tan egoísta para querer llevarlo contigo.

— Y ¿Cuándo quiere ser igual de egoísta que tú?– respondió con ansiedad, lo deseaba, Dios debía sabía cuando lo deseaba – ¿Cuándo quiere irse contigo?

— Inuyasha…

— No quiero perderte Kagome – respondió con desesperación hundiéndola en su pecho, sintiéndola cerca – te espere demasiado, no puedo dejarte ir ahora.

— Si pudiera escoger…

Pero no, no podía, cuando ese ser supremo que nos exige volver a su lado ha dicho que es hora, uno solo responde, "pronto estaré contigo".

Ma questa notte no scegliamo il mare

Lasciamo il porto e si diciamo noi Good– bye.

Pero esta noche no, escogemos el mar, nos quedamos en el puerto y decimos un buen adiós.

— Hace mucho tiempo, cuando aún estaba en mi época, leí un libro el autor hizo una hermosa historia sobre las almas gemelas que se encuentran a través del tiempo, yo estoy segura de que mi alma pertenece a la tuya, por eso quizás me llamaste desde tan lejos y acudí a tu llamado.

Kagome pasó su mano por la tersa piel del joven hanyou, limpio con su toque las lagrimas que resbalaban por sus mejillas, su joven hanyou, tan orgulloso, que solo pocas personas en el mundo lo habían visto llorar, ella encabezaba la lista del honor de saber que bajo toda la fuerza de su joven esposo había también una fragilidad y una ternura infinitas.

— Espero… – esa molesta tos la interrumpió de nuevo, tosió un poco y luego trató de respirar, llenar sus pulmones, lento, dejando el aire caminar a su ritmo mientras pudiera – un día Inuyasha cuando el mañana llegue… espero que mi alma… encuentre de nuevo a la tuya, espero un día poder volver a verte en este o el otro mundo… – "Kami sama, solo un poco más, deja que el aire entre solo un poco más" suplicó – ten por seguro que… siempre te estaré esperando, tú y yo, estamos ligados al mañana, por eso… siempre debes mantener tu corazón… tu corazón abierto al amor.

— Nunca… – respondió por impulso.

— Nunca digas nunca, Inuyasha, – dijo con una sonrisa – los absolutos… los absolutos no existen.

— Solo serás tú, Kagome – dijo con tal convicción, algunos absolutos podían aplicarse, algunos eran validos – nunca habrá nadie igual a ti, siempre, por siempre voy a amarte únicamente a ti.

— Nunca… nadie… siempre… únicamente, hay muchos absolutos allí Inuyasha – dijo con una sonrisa, sus labios estaban volviéndose azules y sus manos tan frías.

— Pero es la verdad.

Cuando de su boca empezaron a salir pequeños y entrecortados gemidos supo que era la hora. Ella se llevó una mano al pecho y sintió su pelea, su pelea solo por capturar un poco más de aire, su lucha por un momento más de vida, por una palabra más que decir, solo una palabra.

— Inu... Yasha – dijo casi de forma inaudible, pero suficiente para que él la escuchara – te… amo.

— Te amo, Kagome.

Y el suave gemido se detuvo, la sacerdotisa se hizo completamente laxa y quieta entre sus brazos. No más lucha, no más dolor, no más pena, solo paz y quietud. La noche estaba profunda a su alrededor y las olas llegaban alto en la arena.

Nadie fue testigo de su dolor, la tomó entre sus brazos y la arropó con fuerza. Lloró, si, lloró en su pecho dejando salir solo parte de su dolor en su cuerpo, nunca sería suficiente, nada lo calmaría, el dolor de no tenerla sería eterno, otro absoluto que sabía que cumpliría.

Entre lagrimas la miró, no, en 60 años, nada había arruinado la perfección y la belleza de Kagome, seguía siendo tan hermosa como el día que la había conocido, sus perfectos ojos castaños, su precioso cabello marrón salpicado por cabellos tan blancos como los suyos, no había arrugas, si no al contrario, como una mujer mayor Kagome solo se había hecho más hermosa.

Tanto y tan poco tiempo para vivirlo juntos, se volvía a repetir en sus oídos la dureza de Sesshomaru la última vez que lo había visto, "los seres sobrenaturales y los humanos no deben amarse" no había entendido por que lo había dicho en ese momento. Ahora lo hacía.

Amarti si amarti e poi

Senza mai dire no

Amarti qui fra queste stelle

Senza parole in questo mare.

Para amarte a ti, amarte a ti sin nunca decir "no" amarte a ti, entre las estrellas sin palabras en este mar.

Había sido 60 años desde que Kagome regresara por el pozo devora huesos y este se había cerrado de nuevo, 60 años juntos donde habían vivido cada día como marido y mujer y se habían amado, dioses como se habían amado, cada día juntos compartiendo lo bueno y lo malo.

Solo cuando habían pasado 20 años y Kagome se había convertido en la mujer más hermosa que hubiera alguna vez visto se dio cuenta de que él… bien él casi no había envejecido nada, seguía teniendo casi la misma apariencia que había tenido cuando lo había despertado, había madurado pero no envejecido, pero Kagome era joven, hermosa, apasionada, no importaba.

Pero pasaron 10 años más, y el cuerpo de Kagome poco a poco empezaba a desgastarse, no podía correr tan rápido, o hacer viajes tan largos como el que habían hecho por culpa de Naraku, algunas cosas la ponían más enferma que lo que hacían antes y no podía cargar a los niños de la aldea como lo hacía antes por mucho que lo deseaba. Él sin en cambio podía hacer todo eso aun y quizás incluso mejor, algunos planos de su cuerpo empezaban a ser más fuertes, sus piernas, su estomago, su pecho era más firmes.

Cuando pasaron 10 años más Kagome seguía teniendo el mismo temperamento pero su cuerpo no la seguía más, ella deseaba todo, deseaba ir y hacer, pero su cuerpo ya no la seguía, y no solo le pasaba a ella si no también a Miroku, y Sango, ellos también estaban acabándose poco a poco, pero él… él no.

10 años más y Kagome no quería que se le acercara más, fue la cosa más terrible que le pudo haber dicho, cuando le había dicho que no era por él si no por ella no lo hizo sentir mejor, le dijo que su cuerpo no era el mismo, que ya no podía resistir la fuerza que el poseía, que sus huesos eran cada vez más delicados y que él era demasiado fuerte como para no lastimarla aunque se lo propusiera, no volvió a tocarla como mujer desde ese día pero seguía a su lado, seguía a su lado provocando sus risas y sus enojos, ayudándole a hacer todo lo que ella no podía, podía besarla, podía abrazarla pero cuando su sangre la reclamaba debía dejarla sola.

Pasaron 8 años más y todo fue en picada, hacia poco que Sango había muerto y después de 2 meses Miroku con ella, él lo comprendió, Miroku y Sango, eran uno mismo, en cuerpo y alma, no había habido día en que no los viera juntos, habían tenido muchos, realmente muchos hijos y eso había contribuido a que él cuerpo de Sango se desgastara con velocidad pero sabía que ninguno de los dos habría querido lo contrario, Kagome había sido la encargada de darles los últimos ritos, primero a uno y luego al otro.

Recordaba esa noche como ninguna otra, después de guardar las cenizas de Miroku en el mismo altar que el de Sango, Kagome había salido con él, se habían sentado en las raíces del goshimboku y lo había abrazado, hacia mucho que Kagome no lo abrazaba con esa libertad, esa noche le dijo que estaba enferma, que era un tipo de enfermedad que llevaba a las personas a la muerte y que solo era cuestión de tiempo.

Cáncer… cáncer en los pulmones, él jamás había escuchado de nada como eso, Kagome le dijo que durante su época eso era muy común que había muchas medicinas que ayudaban a que la enfermedad fuera más llevadera pero que era incurable. Que el único hermano de su padre había tenido la misma enfermedad y que había reconocido los síntomas con velocidad, si no era eso daba igual era alguna enfermedad de los pulmones y no se curaría, que eran cosas de la edad.

Cosas que él nunca sabría.

Desde ese día por meses intento regresar a la otra época, buscar esa medicina que le daría una esperanza de que ella no se iría o que al menos no sufriría, pero nunca lo logro, Kagome solo le decía que ella había escogido vivir como una persona del pasado, y que como tal así moriría, que las mágicas curas del futuro allí se quedarían.

Y entonces pasaron solo 2 años, solo dos miserables años más que los llevaban a está noche bajo las estrellas y aun lado del mar.

Lo llevaba a este momento con Kagome muerta en sus brazos, nunca escucharía su voz de nuevo, nunca su risa, nunca sentiría de nuevo sus besos, nada, nunca tendría de nuevo nada, NADA.

Il cielo sa che voglio te

Il cielo sa che sono te

Il cielo sa.

El cielo sabe que te deseo, el cielo sabe que es a ti, el cielo sabe.

Espero de nuevo al amanecer antes de dejarla ir ella estaba tiesa en sus brazos ahora, con la piel mechosa y blanca que tienen todos los muertos, pero más hermosa que ninguna de ellos, con su traje de sacerdotisa en su preciosa figura, él había creído una vez que todos los ancianos hacían como Kaede baba, que se hacían pequeños y redondos, la mayoría de los ancianos que conocía así eran, pero ella no, ella conservo su porte y su belleza hasta el ultimo día de su vida, su piel no estaba tan surcada de arrugas como otros ancianos, no su piel si bien ya no era tan suave como solía ser seguía siendo casi en todos lados lisa, había perdido las curvas que tanto había disfrutado, en su lugar ella se había vuelto muy, muy delgada, algunos huesos como de sus manos, sus piernas y sus costillas podían sentirse aun bajo la piel, sus pechos se habían hecho flácidos, y su apetito se había extinguido.

Pero no su amor.

Kagome lo había visto todos los días con el mismo amor que el primer día que había reconocido que lo amaba, su característica y cálida sonrisa siempre había estado en sus labios y su aroma silvestre y sosegado, ese que le gustaba tanto no había cambiado nunca.

Ella en realidad nunca había dejado de ser la Kagome que había amado.

Cuando el amanecer los alcanzo él supo que debía dejarla ir, pero no como a un humano común y corriente, ella se merecía la inmensidad, la eternidad.

La tomó en brazos modelando su figura tiesa en sus brazos y la cubrió con su rata de fuego, con prisa para evitar que algún animal dañara el cuerpo recogió leña y armo una hoguera, la puso en ella y la encendió.

Las llamas lamieron codiciosas el cuerpo de su amor, y con prisa la consumieron, lo vio todo, no se perdió de nada, para guardar el momento para siempre, no porque lo deseara si no solo porque ella se lo merecía.

Pronto no fue nada más que cenizas, que recogió y puso dentro de su rata de fuego, que había llenado ya con hojas de palma y barro para hacerla resistente al agua y entró en el mar, entró tan hondo como pudo, caminó y caminó deseando no detenerse y el agua lo cubrió por completo, solo podía ver a Kagome en sus brazos, y deseó quedarse con ella, pero sabía que Kagome no lo habría permitido, lo hubiera odiado si hubiera escogido la muerte en ese momento, lo sabía, lo sentía.

La cosa más difícil que hizo en el mundo fue soltarla, abrió los pliegues del traje y vio las cenizas flotar en el agua, llevadas arremolinares por las corrientes marinas, se quedo allí hasta que no pudo ver más y el aire se le terminó en los pulmones no pudo hacer más que nadar a la superficie, cuando llegó solo vio la orilla que estaba si lejana pero no inaccesible y nado a ella, dejo a Kagome allí, en el mar, que fuera parte de la inmensidad.

Y se quedó en la orilla dejando que él sol lo secara de nuevo. Y así se hizo de nuevo la noche, con la noche la ira, destrozó todo lo que había a su alrededor, palmeras, rocas, arbustos, todo lo hizo jirones uno cada vez más pequeño que el otro hasta que parte de su dolor, una muy pequeña e ínfima parte salio.

Nunca había querido poner en duda las creencias de Kagome, ella decía que había un dios, un ser celestial que nos cuidaba y protegía del mal que purificaba las cosas y que nos daba la vida. Que vivía en el cielo y desde allí nos vigiaba.

Si, quizás para los humanos pero no para él, si lo había ¿No sabía ese dios que él la amaba y que no debía quitársela? El cielo sabía que ella era la única que alguna vez deseara, que era ella a la única que alguna vez amaría, ¿Por qué se la llevaba? no podía hacerle más falta que a él, no podía simplemente ser.

Amarti si amarti e poi

Senza mai dire no

Rimani qui

Amarti qui, nel mare.

Para amarte a ti, amarte a ti sin nunca decir "no" permaneces aquí, amarte a ti, en el mar.

Pero ninguna cosa que hiciera se la devolvería, Kagome lo decía siempre, todo tiene una solución menos la muerte

Miró al mar donde ella pertenecía ahora y por última vez le dijo adiós, un adiós eterno.

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Un mes después…

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— Allí está.

La jovencita de ojos castaños corrió hasta donde veía venia la figura de rojo que había desaparecido desde hacía un mes con la señora de la aldea, había tenido tanto miedo de que algo malo le hubiera pasado, a él o a la señora con el estado en el que estaba.

— Inuyasha sama… Inuyasha sama…

Inuyasha se detuvo cuando vio venir a la joven y dejó que lo alcanzara, solo a unos pasos de él se detuvo para recuperar el aliento.

— Inuyasha sama – dijo la joven que ya podía hablar después de la carrera – estábamos tan preocupados por usted y Kagome sama, ¿Todo está bien?

— Kagome… ella está muerta.

La joven se llevó una mano al pecho apesadumbrada solo por el enorme dolor que había en los ojos de el joven de cabello plateado delante de ella y por la pérdida de la sacerdotisa de la aldea, había sido tan buena con ella desde que era niña ella y su abuela había sido tan grandes amigas que desde que era pequeña había sido como tener dos abuelas en lugar de una.

Y la leyenda del amor entre Inuyasha sama y Kagome sama era la inspiración de todas las chicas de la aldea, todas y cada una deseaban un amor como el que ellos se tenían, incluso más de una deseaba no solo un amor así, si no el amor de el hombre de ojos dorados que miraba a la anciana sacerdotisa de la aldea como a una chiquilla de 15 años. Cuando debía dolerle al joven de ojos dorados la pérdida de su esposa.

— Lo siento tanto Inuyasha sama, todos sabemos cuánto se amaban – dijo con sinceridad.

— Gracias Mei chan – respondió.

Inuyasha avanzó para alejarse de Mei, la tercera nieta que habían tenido Sango y Miroku, hija de su primera hija de aquellas preciosas gemelas que habían tenido apenas había terminado la batalla contra Naraku.

— Y…

Inuyasha se detuvo al escucharla hablar, la chica se mordió el labio en un gesto parecido al que solía tener su abuela.

— Y… – preguntó con todo el tacto posible – el cuerpo de Kagome sama…

— Le di la sepultura que merecía – respondió.

— Entiendo – dijo con cierta aflicción, había deseado poder ver a la sacerdotisa al menos una última vez. Ella había participado en los ritos de su abuela y ella deseaba corresponderle – mi tía y mi madre habían estado preparando el funeral desde que se habían marchado, de alguna manera sabíamos que este momento llegaría.

— Toma… esto es todo lo que queda de ella.

Inuyasha extendió la mano y Mei corrió hasta donde estaba para obtener lo que le ofrecía. Lo que le entregó hizo que le dieran ganas de llorar de nuevo. Era un collar que Kagome sama siempre había dicho era su "collar de compromiso", Inuyasha sama siempre había tenido puesto un rosario encantado, desde que lo había visto la primera vez y Kagome sama le había contado que como ella le había dado un collar él sentía la necesidad de darle otro, este tenía perlas marinas nacaradas y rugosas con cuentas negras de una piedra que ella no conocía pero que sabía que solo había cerca de los volcanes.

— Gracias Inuyasha sama – dijo abrazando el collar en su pecho – yo se lo mucho que esto significa para usted.

— Dile a los aldeanos – dijo Inuyasha sin mirar a la jovencita – que les agradezco mucho los honores que le darán a Kagome, aunque no me pueda quedar a verlos.

— ¿No se quedara? – lo miro preocupada – ¿A dónde ira, Inuyasha sama?

— Iré… no lo sé, solo no me puedo quedar en este lugar, huele… – sus ojos se nublaron por la pena – huele demasiado a ella.

No dijo más se perdió por el mismo bosque que había aparecido, Mei supo de inmediato que ella sería la última persona que alguna vez viera a Inuyasha sama en la aldea o quizás en toda la región de Musashi y sintió un gran pesar.

A pesar que de Inuyasha sama había vivido siempre como si no hubiera persona alguna más que Kagome sama en la aldea todos le había tomado un gran afecto y aprecio por las cosas que había hecho por todos a lo largo de los 60 años que había vivido con ellos.

Cuando Kagome sama había caído tan enferma, ni siquiera ella imaginó que cuando muriera también lo haría con ella Inuyasha sama, al menos en espíritu. Pronto Inuyasha sama no fue más que una sombra roja entre los árboles y después nada más.

Fin prologo.

Lunes 11 de agosto de 2008

9: 33 p.m.

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Nota de autor: que puedo decir, yo lo pensé, lo escribí, lo corregí y lo edite y aun así me hizo llorar, lo sé un empiezo espantoso para una historia, pero como siempre este tiene su motivo, no crean que yo quiero dejar a Inuyasha y Kagome separados, pero no deje de advertir el error de cálculo, sobre que Inuyasha es un semi demonio que siempre ha dicho que los humanos envejecen muy rápido, comparados con él, así que me he imaginado a Inuyasha envejeciendo casi igual que Sesshomaru por ello Kagome moriría mucho antes que él, si me equivoco y ya hay una respuesta para eso, bien pasen por alto mi error de cálculos.

Que más…. A si, la canción de llama Amarti si, de una fantástica cantante italiana llamada Filippa Giordano, no se tomen la traducción muy literal, que solo encontré una versión en ingles y de allí al español y ya imaginan lo que resulta.

Si, Ashita ne Nareba, el es nombre de una canción del disco All star collection de Kaitou Saint Tail, siempre he creído que es una nana increíble, cuando empecé el fic dije sin lugar a dudas (influenciada por lo friqueada que quede por las últimas líneas del manga) que el fic se llamaría "Mañana", luego decidí buscar el termino en japonés – romanji y resulto ser Ashita, y eso me llevo a Ashita ne Nareba "cuando el mañana llega" que va muy a dock con el ritmo que tomara está historia.

Y creo que ya explique un montón de cosas, así que solo me queda pedirles que no se pierdan el siguiente capítulo, prometo que nos los decepcionare.

Shian shen

Mimi chan