Calamidad Ashe

Capítulo 1: El Susurro de la Muerte

En un punto entre la consciencia y la inconsciencia, sintió un repentino dolor extendiéndose por todo su cuerpo. Abrió los ojos al mismo tiempo que dejaba escapar un jadeo. Se encontró mirando al techo del refugio, por lo que pronto se dio cuenta de que estaba tirada en el suelo.

Ashe intentó incorporarse pero un dolor ardiente le hizo emitir un grito involuntario. Al bajar la mirada vio la herida en su abdomen junto a un reguero de sangre que hacía un camino hasta su ubicación.

Con una mano hizo presión sobre la herida, y trató de usar su otro brazo para afirmarse en un intento por levantarse pero el temblor era muy fuerte. Sentía que sus fuerzas la abandonaban mientras su visión se volvía borrosa.

No podía pensar con claridad. Respiraba profundamente tratando de evitar un desmayo pero la pérdida de sangre era elevada. Con esfuerzo logró abrir el chaleco negro, pero no pudo terminar de quitárselo. Se quedó observando su camisa blanca teñida de rojo durante unos instantes, a la vez que trataba de recuperar la compostura.

A su alrededor todo estaba en silencio. La habitación tenía una mesa redonda, varias sillas, lockers, un par de camas parecidas a las de un campamento militar y una caja fuerte. El rastro de sangre seguía hasta la única puerta de entrada, que daba a un pasillo.

Era el refugio que ella y su banda habían establecido para encontrarse. Pero no podía recordar con claridad, tenía la mente revuelta. Su concentración estaba en el hecho de que se desangraba.

Se pasó una mano por la herida, confirmando que aparentemente era un balazo. Posiblemente aún tenía el proyectil alojado dentro suyo. ¿Cómo podían haberla alcanzado? Un pensamiento de frustración cruzó por su cabeza. Con algo de las fuerzas que le quedaban le dio un puñetazo al suelo.

Algo había salido mal.

Empezó a arrastrarse con dificultad hacia las camas. No podía pensar con claridad, sólo quería acostarse. Sintió un nudo en la garganta, una mezcla de angustia y desesperación se apoderaba de ella. Miró hacia el rastro de sangre que estaba dejando, con la visión borrosa y notando progresivamente que todo se apagaba a su alrededor, como si entrase en un cuarto hermético. Fue lo último que sintió antes de desmayarse otra vez.

Parecía que el tiempo no transcurría. El aire se sentía espeso. Poco a poco escuchó unos pasos acercándose a paso lento. Ashe alzó los párpados y levantó la mirada, para ver una silueta que se detenía sobre ella. Aquella figura le apuntaba con una pistola. Escuchó la detonación al producirse el disparo...

Ashe abrió los ojos. Aún estaba en el suelo, a centímetros de una cama. Quizás había recordado algo, o quizás era sólo una alucinación. Una manifestación de un deseo de muerte, o una anticipación al final. Sea como fuere, no podía permitirse morir. No de esa manera.

Movió las piernas, desparramando el rastro de sangre por el suelo. Trató de incorporarse nuevamente sin lograrlo. Volvió a golpear el piso, con menos fuerza pero acompañó con un grito de furia.

Extendió la mano que usó para el golpe hacia la cama y tiró de la sábana. La arrastró todo lo que pudo hacia su ubicación en el suelo, quedando parcialmente cubierta antes de quedar inconsciente nuevamente.

Mientras tanto una motocicleta se detuvo fuera de un edificio. El lugar no destacaba mucho, era una construcción fea en un barrio algo abandonado de una gran ciudad. A lo lejos podían verse rascacielos con logotipos de diversas corporaciones.

Jesse McCree apagó el motor, para luego bajarse de la moto con cautela. Conocía el edificio, ya que en otros tiempos había sido uno de los refugios que utilizó cuando pertenecía a los Deadlock.

Observó algunas manchas de sangre en la acera. Fue así que se acercó a un portón que daba a un garaje y lo abrió.

Dentro del mismo se encontró una escena que lo alarmó. La motocicleta de Ashe estaba apoyada contra una pared, aún con el motor en marcha, y una gran cantidad de sangre que iba del vehículo hacia el marco de una puerta. Ese acceso conducía a un pasillo, por donde el rastro continuaba.

McCree salió a la calle, llevó su moto hacia el garaje y cerró el portón. Tras esto se acercó a la motocicleta de Ashe para apagar el motor. Sobre el panel vio aquella vieja fotografía de él y Ashe en otros tiempos. La foto tenía huellas de sangre encima, por lo que McCree decidió adentrarse en el edificio cuanto antes.

El pasillo tenía una iluminación deficiente, pero no era problema para seguir el rastro escarlata que pintaba el suelo. En el camino encontró el rifle Viper tirado cerca de un charco de sangre, por lo que lo levantó.

Fue así que llegó al cuarto de reunión del refugio, donde inmediatamente vio a Ashe en el suelo. Rápidamente dejó caer el rifle para acercarse a ella. Se arrodilló junto al cuerpo y comprobó que seguía con vida.

Primero le sacó la sábana y la dejó a un lado. Luego le removió la corbata y el chaleco, para finalmente levantarla con cuidado dejándola en la cama que aún estaba limpia. Por un momento Ashe entreabrió los ojos, luego murmuró casi en un hilo de voz:

—Oh, no... McCree...

McCree esbozó una sonrisa. Ashe seguía siendo Ashe.

Se alejó unos pasos hacia la mesa, mientras sacaba un intercomunicador. Sabía perfectamente a quién llamar.

—¿Angela? —dijo McCree—. Necesito tu ayuda.


Continuará.