Odio los comienzos, porque el primer paso siempre es el más difícil y si le preguntara a mis dos protagónicos su opinión, estarían de acuerdo muy en su fuero interno… aunque Franziska insistiera que eso es una soberana estupidez ;D En fin, esto no es más que una historia donde se defiende el derecho de la persona a ser humana y hacer su camino con libre albedrío, así como rendir homenaje a clásicos del arte en general y de mi propia cultura, que no están en discordancia con estos personajes.
Tengo dos agradecimientos iniciales: Obviamente a Capcom por poner en mis manos la posibilidad de escribir sobre dos caracteres tan interesantemente concebidos y por las tardes y las noches en que pude jugar a placer, después de las obligaciones que como madre me tocan. Y el segundo a mi ahora nueva amiga Lena Lawlipop, que a través de sus fanfics me dio la determinación para empezar éste.
A mis lectores, que la juzguen, la disfruten y la hagan suya en la medida que lo estimen y sepan que estoy disponible a corresponder sus comentarios. Es un placer.
1
"Aprendí que no se puede dar marcha atrás,
que la esencia de la vida es ir hacia adelante.
La vida, en realidad, es una calle de sentido único".
Agatha Christie
El tono suena insistente, haciéndome despertar. Por suerte, no tengo pesadillas desde hace varios años y duermo con sueño profundo. Solo una imagen atrevida irrumpe algunas noches, para recordarme que ella existe. Eso me hace asociarla al timbre del teléfono y sin demorar más lo acerco. Un número que me sé de memoria y hace que tiemble de forma inconsciente. No me ha llamado en mucho tiempo, que ahora se decida y use para eso un teléfono del salón, a estas horas de la madrugada, la lógica indica que algo va mal.
—Habla Edgeworth…
—¿Señor…? —la voz de mujer se escucha con dificultad— ¿Señor Edgeworth? ¡Perdone usted si le desperté… Lo siento…! —tal parece que susurra— ¡No me atrevería a molestarle de no ser por la señorita!
—-¡¿Franziska?! ¿Qué sucede con Franziska? Dígame, por favor —intento sonar calmo, pero engañar a una vieja ama de llaves que te conoce desde niño es bastante difícil— Sé de ella básicamente por la prensa o la Interpol.
—Los detalles vendrán luego, no puedo extenderme… Lo llamo sin su consentimiento y esto puede acarrearme el despido —el tono de la sirvienta es medroso, pero hay decisión en sus acciones—. La srta. Von Karma no está bien, algo la desvela y pasa horas de la noche recorriendo la biblioteca de su padre o la mansión… Incluso habla sola ¿Puede hacer algo por ella?
—… —no sé qué responder. La distancia nunca ha sido un problema, lo es la propia Franziska. Puede contar conmigo así estemos en lados opuestos del mundo, pero su orgullo hace que prefiera morir antes que confiarme sus dilemas. Imagino lo que le sucederá a la pobre mujer si la atrapa contándome algo como eso. ¿De qué forma podré ayudarla en este caso, a todas luces psicológico? No demoro más la respuesta— Muy bien, solo manténgalo en secreto. Iré tan pronto logre organizar algunas cosas y rentar un jet.
—Le agradezco mucho, señor —alivio. A juzgar por el suspiro, las cosas están bastante fuera de lugar con respecto a Franziska—. Será un placer recibirlo en casa otra vez.
Intento pensar fríamente apenas cuelgo, en otras ocasiones lidié con ella y no ha sido fácil aguantar las riendas a la potranca desbocada, pero igual es posible. Curioso, quizás sea el único que logre frenarla en sus impulsos… La primera vez que nos vimos como hombre y mujer fue a raíz de una tonta discusión, donde Franziska impuso la manera violenta que la caracterizaba. Sobrellevé su trato hasta un punto, pero me negué a ser el blanco de su látigo, apropiándome de él para quebrarlo y luego lo arrojé al fuego de la chimenea. Me observó contrariada, pero no se atrevió a reclamar, bajó la vista ante mí y se mordió los labios.
—Tú, estúpido de entre todos los estúpidos… Tú ¿por qué? No voy a ceder ante ti.
Fue apenas un susurro, pero sus puños cerrados y la lucha interior que evidenciaba me hicieron tragar en seco. Pronto buscó un látigo de reemplazo, de alguna forma ella no volvió a imponerse, amenazaba de palabra pero cuidó más sus golpes. Lo percibí algo tarde, a partir de entonces yo hice como que no me percataba y aprendí a diferenciar su trato para conmigo del que tenía con el resto del sexo masculino
Hasta hoy, permanecemos conscientes – inconscientes de tantas señales que nos muestran un solo camino. ¿Quizás…? Me dejo caer sobre las almohadas y observo el techo, saco la cuenta de los años dedicados al estudio, al trabajo en las distintas fiscalías, al aprendizaje de la vida. Todo lo que me hace sentir vivo está en los pequeños momentos, en su mayoría compartidos con ella. Si demoro un poco más… apenas lo necesario para detenerme y dar cuerda al reloj, marcarle el principio de una decisión y luego continuar adelante… ¿esperarás por mí?
Sonrío complacido al imaginar su reacción, tendré que ir de puntillas, con mucho tacto. No debe advertirlo sino cuando, al mirar el camino andado por los dos, note que he dejado en él la vida entera. Ignoro qué mal aqueja a Franziska, pero no el remedio para su cura. Aunque esperaba cualquier cosa menos desvelos y falta de sueño, su carácter nada tiene de romántico, puedo aventurar que aún siente remordimiento por causa de su padre. Debe estársele viniendo el mundo encima, no obstante shhhhhhh, silencio. Tendré que preparar un testimonio bien preciso que justifique mi presencia en la mansión de los von Karma.
Apenas comience la mañana haré una inversión que no terminaba de zanjar y la prensa trabaja rápido si se le da una buena exclusiva, de modo que la noticia debe llegar pronto a su destino. Luego podré tomar el jet e iniciar un capítulo con el que me siento orgulloso de antemano.
/
Un sobresalto constante, no importa si la noche es oscura o hay luna, él siempre me sorprende. Creo soñar y despierto para darme cuenta de que no es una pesadilla. Los rayos irrumpen en mi habitación a través de los tres ventanales, pero no hay lugar a dudas, su figura es inconfundible a pesar de lo etéreo. Como si desafiara a la propia luz, mostrándole que no puede obstruir sus propósitos.
—¿Papa…?
Me cubro aún más con el edredón para que no me vea temblar. Una von Karma que revele sus temores lo decepcionaría aún más de lo que ya lo he hecho. De otro modo, supongo que descansaría en paz, aunque no lo sé… Dicen los místicos que hay pecados que ni con la muerte se pagan. Fui una ilusa cuando pensé que podría ser otra, ahora que soy independiente.
—Al menos podrías hablarme… —susurro con tristeza y respeto— Sé que estás molesto, pero no puedo continuar mi camino del modo en que lo hacía. Lo intenté por varios años, crecí con mis errores y soy dueña de mi futuro —mis puños asen las sábanas, acumulo fuerzas para soltarle de una vez todo lo que no le dije cuando animaba un cuerpo físico—. Mi prestigio crece al demostrar la verdad oculta, el inocente se libera si lo es, el culpable paga, todo fluye.
Me es violento mirar un contraste imposible, lo incorpóreo siempre se asocia a lo ligero, grácil o delicado, no importa el sinónimo… ninguno concuerda con el espíritu de mi padre, ni con la aterradora expresión que muestra.
—¿Miles Edgeworth, cierto?
El sonido resuena en mi mente, las sienes me duelen y algo dentro me golpea como un latigazo. De un tiempo a esta parte, ya sé lo que duelen esas heridas.
—No es su culpa, soy yo —¡Todavía lo defiendo! Supongo que con veintidós años, no hay mucho sentido para una rivalidad que nació por causas que ya conozco y me explico. Madurar puede ser maravilloso, si abres los ojos a la comprensión. Sólo que él es lento, quizás prefiere que lo siga, pero ya lo hice varias veces y no tuve una respuesta definitiva.
Casi de inmediato, un manotazo hace caer el libro que reposa en mi escritorio.
—Debilidades y tonterías, debí prohibirte esos sueños cuando eras todavía una chiquilla.
Mi padre me mira con saña, lanza un rugido de ultratumba y se esfuma entre los rayos de luz. Quedo atónita, nunca en sus apariciones habló, jamás salió a colación el nombre de mi hermano adoptivo. Me pregunto si es lo que le mantiene atado a este mundo. Desde que volví de América a mi casa natal, su espíritu no ha dejado de visitarme.
Imposible que pueda seguir durmiendo, salgo de la cama para recoger el libro, abierto varias páginas después del centro.
—"Se ha salvado y estoy libre; debería encontrarme bien… pero ¡me ha dejado usted tanto tiempo luchar sola contra la muerte que no siento y no veo más que muerte! ¡Me siento como muerta!"
Es una página al azar, pero esa historia me marca desde niña. Para que mi padre no lo hiciera desaparecer, conseguí guardarlo hasta que tomé posesión de mi herencia. Por supuesto, Miles lo descubrió bien pronto y a regañadientes, compartí con él ese original en inglés que ahora me escucha desde el suelo. Nunca le dijo a mi padre sobre los secretos que yo ocultaba en mi librero, como ese, teníamos varios títulos escondidos. Fuera de los textos legales o afines a nuestra carrera, el resto de la literatura pasaba a ser cultura general y por tanto, nuestros maestros no profundizaban en ella. Nada que moviese el alma, nada que despertara las emociones. El piano, la ópera y el ballet, solo conocimientos básicos esenciales como miembros de la alta sociedad. La poesía era un misterio que también compartí con Miles, cada uno en su mundo y en su espacio. Transcurrieron años para consentirnos la lectura de aquellos versos que nos eran prohibidos, no sin cierta reticencia por parte de mi progenitor. Aún así, solo admitió que leyéramos a los poetas trascendentalistas, con mucho contenido político en su obra.
Vuelvo a centrar la atención en el ejemplar caído y lo tomo con cuidado, acaricio la portada y lo llevo contra mi pecho. Me pregunto si alguna vez él relacionó los personajes con nuestra propia vida ¿Sería igual para los dos? De una cosa sí estoy segura, al menos por mi parte, estoy en la piel de la protagonista. Abandono el libro sobre mi escritorio y bajo a beber algo. El ama de llaves de la familia se sorprende, pero no dice nada, solo me acompaña al refectorio y prepara un té.
—Señorita von Karma, son varias noches en vela —su tono es cauteloso, pero me conoce desde niña y supongo que realmente se preocupa. De lo contrario, no buscaría sentarse frente a mí tratando de que saque mi parte humana, como ahora lo hace— ¿No debería tomarse unos días de sosiego?
—Me basta con la infusión. Iré a la biblioteca a estudiar un caso bastante complejo —el gusto de la bebida me sabe algo dulzón— ¿Le echaste canela al té?
—Viene con ella, señorita. Es inglés.
—Por lo que aprecio, lo endulzaste con miel. Tsk, qué tontería —sonreí. Mi ama de llaves fue traída por mis padres desde Nigeria, en un viaje que hicieron al continente africano. Mi madre se encariñó con ella y desde entonces permanece en la familia. Es descendiente de germanos, pero cree en cuanta religión pagana existe y eso incluye el uso de la miel para dulcificar los caracteres fuertes—, no vas a cambiarme el humor.
—¿Ha vuelto a tener visiones, señorita?
—¿Qué te hace pensar tal cosa? —le tuerzo los ojos, odio esa parte de mi que no acepto de buen grado— Soy una mujer de ciencia, entiendo que el espíritu existe y es una materia en estudio, pero no quiero involucrarme. Te llevarías muy bien con la tonta de Maya Fey.
—Supongo que es la médium de la que habló la señorita hace unos años ¿No debería consultarle…?
—Una von Karma no tiene que buscar más respuestas que las necesarias para acusar a un criminal —termino la infusión y en la taza quedan restos que forman un ave. No sé por qué la asocio con la paz, me gustaría creer en los augurios—. Estaré en la biblioteca.
Terminé rendida en el diván, cuando abro los ojos es de mañana y el ventanal de la biblioteca deja entrar el sol. Una vez recogido el reguero de papeles que se volaron al dormirme, voy hacia la ventana y me acomodo en el alféizar, recostándome a la pared. Apenas hojeo el caso en cuestión, leo en saltos y termino arrojando el fólder sobre el escritorio de mi padre. No logro concentrarme, una de las muchas sirvientas pide la venia para entrar y me extiende la prensa de hoy.
El diario no parece tener sino una noticia que me interesa, el titular escrito en tinta roja, llama poderosamente mi atención. El color escarlata invoca un nombre que me acompaña desde la infancia, uno sobre el cual llovían y llueven los rumores. Aunque intente evitarlo su esfuerzo es nulo. Prodigio de inteligencia, apuesto, con una personalidad subyugante y la profesión de fiscal, es un blanco seguro amén de tentador para los reporteros. Igual si se trata de su carrera que de su vida privada, los diarios no le conceden respiro. Prácticamente conozco de todos sus pormenores con solo leer las noticias e imagino lo incómodo que le resultará el acoso, dado su carácter retraído.
"EL GENIO DE LOS TRIBUNALES, MILES EDGEWORTH, DESEMBOLSA UNA FUERTE SUMA PARA ADQUIRIR PROPIEDAD DE "LES NOISETTES"
Meses atrás los titulares anunciaban que había vendido la mansión de los Edgeworth por una cantidad nada despreciable y solo hallé una respuesta lógica: Miles se crecía con sus tropiezos, e intentaba dejar atrás los fantasmas de su niñez. Capaz de sobreponerse a cualquier cosa que no fueran los terremotos o los elevadores, había dado aquel paso por encima de sus recuerdos y buscaba sino volver a sentirse vivo, un camino para encauzar su existencia.
Si ésta no es una prueba concluyente de eso, le daré un descanso a mi látigo. Espero no equivocarme. "Les Noisettes", si mal no recuerdo, es una propiedad que evoca el art noveau y se la han disputado varios famosos. Lo último que imaginaba era que alguien como Miles tuviera interés en una mansión como esa, quizás decidió evolucionar de la regencia al modernismo, sabia decisión.
—¿Qué tonta idea te pasa por esa tonta cabeza llena de tontos pensamientos? —lo digo en voz alta, acomodándome en el improvisado asiento de la ventana. Casi me adormezco, de no ser porque alguien quiebra el sopor.
—Irrumpiste en mi vida como se cuela una ráfaga por una ventana abierta ¿Qué has hecho, revoltosa?... ¿Cómo penetras sin permiso?... No quieras irte. He cerrado cuidadosamente la ventana y no te dejaré hasta que arregles lo que desordenó tu travesura ¡A ver si recoges aquel recuerdo mío y me traes esas cuartillas de la historia triste… Anda, obedece!—si no es una visión, el propio Miles me observa desde el umbral de la puerta con una sonrisa irónica, en su voz un tono divertido. Se cruza de brazos, recostándose al marco— Indudablemente, nada hay más descortés que un rayo de sol…—instintivamente miro hacia mi rodilla, la bata ha caído a un lado, exponiendo la pierna al brillo solar. Me cubro con un movimiento presuroso y viéndome de esa forma, viéndolo a él, no puedo evitar el rubor. Solo ahora me percato de que aún no me he cambiado— Y lo peor del caso ¡atrevida! Es que pareces muy satisfecha de que haya cerrado mi ventana.
Se acerca lentamente, no abandona su expresión divertida casi mordaz.
—Antes de que te entusiasmes, no es mío —advirtió malicioso—. Ni siquiera me lo sé completo, incluso pienso que equivoqué el inicio, pero no pude evitarlo… supongo que la memoria es traicionera y cede ante la inspiración.
—¡Miles Edgeworth! ¿Qué te da derecho a pasearte por esta casa sin tan siquiera anunciar tu presencia?
—Franziska, si lo hacía, nunca hubieras escuchado esas líneas —parece desconcertado. En realidad, que alguien como él me sorprenda con una prosa poética es digno de alabanza—. No luces muy interesada en cualquier forma, por lo visto prefieres estar al tanto de los cotilleos —señala el diario con un gesto de cabeza.
—Repito mi pregunta, Miles ¿Qué tonta idea te pasa por esa tonta cabeza llena de tontos pensamientos? —agito la prensa ante él, pero se limita a encogerse de hombros.
—Ah, creí que hablabas sola… Me preocupaba que así fuera.
—Sigues sin responder y no quiero ir en busca de mi inseparable compañero —mi expresión es fría, pero la amenaza, inútil— ¿Te has deshecho así de tus raíces para instalarte en un lugar completamente nuevo? ¿A qué se debe esa estupidez ilógica?
—Si lo miras bien, las raíces continúan en mi tierra. Lo que yo llame casa u hogar, es otra cosa muy distinta, Franziska —su gesto ahora es serio, se cruza de brazos y me observa fijamente—. Desde niño me acostumbré a cambiar de sitio, no puedo decir que la mansión de los Edgeworth es mi casa solo porque la heredé. Necesito apropiarme de las cosas, sentirlas verdaderamente mías para decir que lo son, y aquel lugar no lo era.
—Si yo renunciara a mis posesiones, dejaría atrás parte de mi vida —alego molesta, él ha logrado algo que yo deseo poder enfrentar, pero no me siento capaz. Todavía soy presa de mi apellido, aunque intento demostrar lo contrario.
—Eres Franziska von Karma, la fiscal prodigio, dueña de tu nombre y tu futuro. No tienes por qué deshacerte de nada —Miles continúa frente a mi, su voz es un susurro grave—, excepto de los fantasmas que arrastras contigo.
—Realmente, ¿qué viniste a hacer aquí? —me sobrecojo al escuchar sus palabras.
—A estudiar la fiscalía internacional, por supuesto ¿debo hospedarme en otro sitio o soy bienvenido?
—Pudieras concebir una excusa mejor, Miles Edgeworth —agito el índice ante su rostro y sonrío maligna—. Conoces más de las leyes y todo el derecho de este país que el propio fiscal general.
—Bien, puedes colocarme un dispositivo de rastreo si eso te apacigua, mujer. Pero vas a aburrirte de visitar los mismos lugares.
—No tengo interés de seguirte a ninguna parte —mi orgullo acaba por revelarse—, métete donde quieras…
—Ok, por lo pronto, estaré desempacando en mi habitación —hace un gesto de adiós con la mano, indicando que mi displicencia le es indiferente. Al llegar al umbral se vuelve de improviso y chasquea los dedos— ¡Eureka! Toma, el remedio para esa curiosidad… sé que te estás preguntando aún de donde saqué los versos. Es un regalo extraño, dada la tierra de donde viene, creo que te gustará.
Y me tiende una edición que apenas cabe en mi mano.
