Fanfic nacido de mi indignación por cómo murió Fili en TBOFA. Al principio hasta pasé por la negación, pensando que así no podía morir y que en cualquier momento volvería. Por eso al final he escrito un corto y rápido fic sobre esto.
Fili iba por delante. Al frente de los dos, el primero que caminaba por aquella edificación. Cualquier peligro, él se lo encontraría antes. Quizá estos pasos de ventaja le permitieran proteger a su hermano.
Cuando vio un solo movimiento frente a ellos, hacia arriba, supo lo que tenía que hacer.
-Espera –detuvo a Kili poniéndole un brazo por delante-. Yo voy arriba. Tú ve por ahí.
Su hermano asintió, y siguió el camino indicado.
Fili respiró hondo, ahogando un sollozo y un temblor. Agarró su espada, y comenzó a subir las escaleras.
A cada paso, comprendía más lo que se iba a encontrar ahí. Pero debía hacerlo, enfrentarse a los orcos era su deber. Era él quien tenía que subir a donde estaba el peligro, no podía dejar ir ahí a su hermano pequeño. Si lograba al menos distraerlos, conseguiría que Kili escapara de esa trampa, que pudiera ir con su tío y se enfrentaran a ellos…
Tenía que proteger a su familia, él sería la advertencia de los orcos que llegaban. Haría cualquier cosa que hiciera falta, por un ápice de ventaja, por hacer crecer una pequeña esperanza de que su hermano fuera a estar a salvo en esa guerra.
Y aunque cuando llegó y se encontró ante ellos trató de luchar, porque cada muerte del enemigo sería siempre algo a favor de su bando, al final irremediablemente lo capturaron.
Allí mostraban los orcos a Fili, con una espada en su espalda. Justo abajo, su hermano.
A salvo, todavía…
-¡FILI! –gritó su desgarradora voz, la mayor desesperación que un enano podía soltar.
Un cuerpo comenzó a caer desde lo alto.
El mismo grito volvió a sonar, y Kili lanzó los brazos hacia delante, que cayera en él.
Ambos fueron al suelo cuando recibió el peso. Pero en tan solo un instante Kili ya estaba de pie de nuevo, con su hermano inmóvil en brazos. Se movía rápidamente, sin apenas avanzar, sintiendo todo girar a su alrededor.
Confuso, perdido, desesperado. Comenzó a correr, a un lugar entre las ruinas. Un sitio en el que pudieran estar a salvo, apartados de la guerra, solo unos minutos, unos mínimos instantes.
Lo colocó en el suelo, sus brazos temblando, sin saber qué hacer, solo tomándolo por los hombros.
-¡Fili! ¡Fili, no me hagas esto!
Las lágrimas ardientes salían a montones de sus ojos. Su voz hablaba desesperada y temblorosa, casi incapaz de entenderse. Su respiración se aceleraba y frenaba de tal forma que lo mareaba y le hacía daño. Su rostro contraído y sus ojos húmedos apenas le permitían ver.
-¡Hermano! ¡Por favor, no te mueras!
El mayor pánico imaginable lo había invadido, desolado. Veía las peores pesadillas convirtiéndose en realidad ante sus ojos.
Se arrancó de cuajo una tela bajo la armadura. Levantó las ropas de Fili, descubriendo el corte en su espalda sangrante.
Moviéndose entre los sollozos, con un cuerpo tan sumido en la desesperación que apenas era capaz de controlar, fue vendando su herida, aquella que estaba a punto de arrebatárselo.
Murmurado palabras abatidas y silenciosas, luchó desesperadamente por cortar ese daño, recuperar cualquier atisbo de vida que quedara en ese cuerpo. Mientras sus manos se mancaban de sangre, él pedía a cualquiera que pudiera escucharlo que le permitieran perder su vida por salvar la de Fili.
Sollozos que partían el alma a cualquiera que los escuchara sonaban mientras terminaba de cubrir la herida, con la venda que muy lentamente se veía tornándose de rojo. Aún perdido en la oscuridad de la tristeza, puso una mano en su espalda, necesitando sentir un movimiento, una sola respiración, para que su vida volviera a tener un sentido.
Escuchó en su lugar, un quejido.
-¿Fili? –murmuró, aun temblando, acercándose suave y apresuradamente a él.
Un nuevo gemido, y entonces, con el aliento de su hermano tan cerca, abrió los ojos.
-Mi querido hermano pequeño… -sacó fuerzas de cualquier lugar para hablar con su débil voz- yo debo estar contigo. Si he de morir, será a tu lado.
Pero esa muerte de la que hablaba no iba a suceder ahora. Porque aunque con una mueca, se apoyó en el suelo y se sentó.
-Fili… -murmuró su hermano, con los ojos humedecidos de nuevo, sin que ninguna otra palabra pudiera suspirarse en sus labios.
Viendo el temor en su rostro, Fili le puso una mano en el pelo, el gesto que durante toda su vida había hecho cuando tenía que calmarlo. Acariciándole con el pulgar suavemente, le limpió una lágrima.
-Logré evitar que me clavaran demasiado profundo el cuchillo… Gracias por estar ahí para recogerme.
A pesar de su rostro enrojecido por el llanto, y de las lágrimas que como ríos caían por sus mejillas y empapaban sus ojos, y de su cuerpo temblando en fuertes sollozos; entonces Kili rio.
Y el dolor murió en esa risa, risa de alivio, de sanación, aquella risa del joven enano que tanto amaban todos los que la oían; y su hermano la pudo escuchar aun pudiendo ser esa la última vez.
-Tú también me has recogido –dijo Kili, pues verdad era que siempre había estado ahí para eso, y que la última vez apenas se remontaba a días antes.
-Siempre lo haremos. Estaremos ahí, el uno para el otro –dijo el hermano mayor, y acercándolo a él juntó sus frentes.
Bajo los estruendos y los gritos de la guerra, en aquel único momento, los hermanos sonrientes se encontraron, un instante de amor, de fraternidad, en medio de aquel infierno. Una ligera luz, que llegó a brillar en la oscuridad.
Y después tomaros sus armas e ignoraron sus heridas, y partieron hacia la batalla con los suyos, para ir a luchar juntos, espalda contra espalda, sin que nada jamás pudiera separar a aquellos hermanos.
