Disclaimer: Once Upon a Time no me pertenece. Los personajes y lugares son propiedad de Edward Kitsis, Adam Horowitz y de la ABC.
Este fic participa en "Dos mundos, dos historias", el reto de "Bienvenidos a Storybrooke" el foro de Once Upon a Time en español.
Siempre he tenido ganas de escribir sobre Red/Ruby porque me gusta mucho el personaje. Así que ahora que tengo una oportunidad, la aprovecharé. Para la primera parte, tenemos a Red en el bosque encantado. Espero que les guste.
Las dos caras de la luna
1
Red
El bosque olía delicioso. Al menos para Red, que adoraba el olor a tierra mojada y agujas de pino que solía embargar el lugar. Estaba convencida de que, si la libertad tenía un olor, ése debía ser el olor del bosque después de la lluvia. El mejor aroma del mundo.
Se detuvo para respirar profundamente. Siempre le había parecido que en el bosque sus sentidos se agudizaban. Era casi como si pudiera sentir el olor de cada uno de los árboles por separado o como si escuchara a cada pajarillo cantor y arroyuelo. Incluso le parecía que podía ver más allá de los árboles. Todo el bosque estaba a su alcance. Cerró los ojos; así le parecía que podía escuchar y oler con mayor intensidad. Para Red, era una de las sensaciones más maravillosas del mundo entero.
—¡Red, no te quedes atrás! —la voz de Peter, su mejor amigo del mundo entero, la hizo volver al bosque de golpe y porrazo—. Ya sabes que a tu abuela no le gusta que lleguemos tarde –añadió el chico, asomando el rostro entre unos arbustos.
Red resopló. ¡Su abuela y sus estúpidas normas! Que si llegar a casa antes del anochecer -especialmente durante la luna llena-, que si comerse todas las verduras, que si usar esa horrenda capa roja a toda hora. Con tantas reglas era imposible sentirse libre o divertirse. Y eso era precisamente lo que Red, de catorce -casi quince- años, quería con toda la intensidad del mundo.
Se moría de ganas de viajar por el mundo, conocer lugares exóticos y vivir aventuras. Seguro que ella y Peter podrían matar monstruos y salvar pueblos. Incluso, si tenía algo de suerte, podría aprender algo de magia. Eso sería interesante.
Pero no podía dejar sola a su abuela, por desgracia. Mal que mal, ella era la única familia que la anciana tenía en el mundo. No era que su abuela necesitara a nadie que la protegiera. No, ella era perfectamente capaz de cuidarse sola. Con su ballesta le bastaba y sobraba. Pero siempre estaba la soledad. La Abuela necesitaba compañía. Su cabaña estaba alejada de la aldea y en invierno estaba casi completamente aislada.
Red no podía irse aún. Tendría que calmar sus aventuras por un tiempo más.
—¡Vamos, mujer! —Peter apareció de nuevo entre los árboles—. Es para hoy, tontorrona. ¡A que no me alcanzas"
—¡Ya verás que sí! —exclamó la chica, recogiendo el canasto con las bayas silvestres que habían estado recolectando. Nunca había podido resistirse a un reto de Peter.
Los dos muchachos corrieron por el bosque entre risas y gritos. Se conocían desde pequeños porque Peter vivía en la cabaña más cercana. Al dar sus primeros pasos, ya eran mejores amigos.
—¡Un momento! —chilló la chica, dejándose caer al suelo con un resoplido—. Creo que me torcí el tobillottobillo tobillo.
El muchacho, que llevaba bastante ventaja, dio media vuelta y se acercó a ella con expresión preocupada. Al ver que su amiga se palpaba el tobillo lastimado, se puso en cuclillas junto a ella, sólo para recibir un brusco empujón por parte de su amiga.
—¡Inocente!
—¡Tramposa! —protestó Peter, aún sentado en el suelo. Se levantó rápidamente y corrió tras ella. No iba a dejarse ganar así como así. Mucho menos iba a dejar que ella hiciera trampas tan descaradas.
Justo cuando la muchacha llegó al límite del bosque, sintió que su amigo la agarraba de la cintura con firmeza. ¿En qué momento se había vuelto tan fuerte?
—Gané —declaró la chica con una sonrisita y clavó en él sus ojos. A Peter siempre le había parecido que los ojos de su amiga tenían un algo animal en ellos. Algo que los hacía ciertamente irresistibles.
—Con trampa —bufó a modo de respuesta.
Ruby se encogió de hombros.
—Gané de todas formas. Nunca dijimos que fuera una competencia justa —Peter suspiró al escuchar eso. Discutir con Red, aunque él tuviera toda la razón del mundo, era una pérdida de tiempo. ¡Era terca como una mula, esa chica!
Sin embargo, no soltó la cintura de su amiga. No quería hacerlo. De un tiempo a esa parte, algo había cambiado. Desde siempre, él y Red habían declarado que eran como hermanos. Pero los pensamientos que últimamente rondaban su mente no tenían nada de fraternales. Cuando se bañaban en el río durante el verano, tenía que apartar la mirada y cuando ella se inclinaba frente a él y dejaba ver el borde redondeado de sus senos, también. Muchas veces había sentido una punzada en los pantalones, donde ciertamente no debía sentir nada por su hermana. Se había repetido incontables veces que Red era su mejor amiga, pero eso -lo que fuera que fuese- era más fuerte que él.
Ahora la tenía frente a él con las mejillas coloradas por la carrera y el pelo revuelto. Preciosa.
Y seguía siendo la misma Red de siempre, su mejor amiga. Pero a pesar de eso, se resistió a soltarla. A él le parecía como si el tiempo se hubiera detenido, aunque seguro que desde las últimas palabras de la chica sólo habían transcurrido un par de segundos.
—¿Pasa algo, Peter? —la muchacha alzó una ceja al ver la expresión en el rostro de su compañero—. ¿Tengo algo en la cara? —añadió tocándose las mejillas. Era la misma Red de siempre, alegre y juguetona, pero a Peter le parecía que todo era diferente.
Estaba seguro de que había algo distinto en el aire, en la forma en que el viento jugueteaba con las ramas de los árboles y el pelo de Red.
—No, no es nada —musitó, sin saber qué decir.
—Entonces, ¿serías tan amable de soltarme?
Peter no la soltó; en lugar de eso, la aferró con aún más fuerza provocando un ataque de risa de su amiga. Nunca podría cansarse del olor a bosque que emanaba el cabello de Red, la chica más increíble de todo el universo.
—Peter, ¿qué haces? —protestó la chica al ver que su amigo no parecía estar dispuesto a dejarla ir. Desde hacía un tiempo que sentía que Peter estaba comportándose de una manera muy extraña; lo había pillado más de una vez mirándola de una manera curiosa, como si fuera la primera vez que la veía. Además, también había notado que baSlbuceaba incoherencias cuando ella le preguntaba qué le pasaba. Algo le pasaba a su amigo.
Sin embargo, el chico no le contestó. En lugar de eso, se acercó más a ella y la besó. En un principio Red ni supo qué hacer, pero pronto se encontró a sí misma devolviéndole el beso. Peter siempre había sido honesto y directo, y ese beso lo demostraba. Cuando él se separó de ella; los dos apartaron la mirada, con las mejillas ardiendo. ¿Qué habían hecho?
Por unos minutos sólo escucharon el viento entre las hojas.
—¿Por qué no lo dijiste antes? —musitó Red tras el largo silencio.
—¿Qué cosa? —fue la réplica de Peter con una sonrisa de lado.
—Que te gusto —respondió ella—. ¿O pretendes que crea que ese beso fue para decirme que tenía una mancha en la nariz? —Peter se sonrojó y no dijo nada—. Me alegra que lo hayas hecho.
Peter sonrió y la besó de nuevo.
Él también se alegraba.
Y esta es la primera parte. Se me ocurrió darle un poco más de historia al pobre Peter; mira que lo introducen en un capítulo y lo matan en el mismo. En fin, nos vemos en el próximo capítulo. ¡Espero que lo hayan disfrutado!
Muselina
