Los rayos de sol que se colaban por la ventana ya estaban calentando la piel de mi espalda, fue ese el aviso de que hace rato había amanecido, aunque quería dormir un poco más, los músculos de mi cuerpo ya suplicaban por una elongación así que decidí incorporarme hasta quedar sentada y de esa manera me di un buen estirón soltando un gran bostezo. Mire a mi alrededor, la habitación se veía majestuosa con la intrusa luz del sol. Con mi mirada recorrí todo el lugar hasta que di con mi acompañante; él aún dormía, tan plácidamente, tan hermoso y al tiempo tan sensual, la sabana apenas cubría su cuerpo desnudo, no pude evitar pensar en lo perfecto que es por sobre toda imperfección marcada en su piel debido a su fuerte pasado. No me importa cuántas cicatrices tenga, mis manos siempre que estarían a disposición de repasarlo como si del mapa al país de las maravillas se tratara, pero hasta ahí no puedo detenerme, el relieve de sus bien formados músculos, son mi máxima debilidad, es una característica que lo hace ver tan masculino, imponente y dominante, especialmente sus piernas y sus brazos, que me aprisionan en medio de la noche cuando hace frio, o mejor aún, cuando estamos en medio de tanto éxtasis de placer y hace uso de su fuerza para embestirme de una y mil maneras. No puedo evitar sonreír, al recordar cada travesura que hacemos dentro y fuera de la cama, en los pasillos oscuros a mitad de la noche o en la ducha dónde él irrumpe y cumple su promesa de hacerme suya todos los días. Me hace feliz tenerlo todos los días, le agradezco al mundo por haberlo traído de vuelta a mí para protegerme, y me regocija el hecho de que pueda vivir más tiempo a mi lado, verlo todas las mañanas luego de una noche entera de gritarle lo mucho que lo amo y lo deseo. Ahí está él con el pecho descubierto.., sí, mi lugar favorito para descansar y pensar que soy realmente afortunada de tenerlo y hacerlo mío cuando yo quiera, hacerme de su cuello con mi boca, y poder saborear esos labios de donde brotan las palabras más hermosas que jamás he oído y las más sucias cuando estamos a solas.

Ese es él, quien ahora lo es todo para mí, quien mientras yo acaricio su suave y rubio cabello abre sus ojos, sus dulces y hermosos ojos del color de la miel.

— Buenos días majestad.
— Buenos días Reiner —me he permitido darle un beso —se lo he dicho muchas veces señor Braun. No es necesario que me diga majestad cuando estemos solos
— Esta bien, no lo haré más. señorita de Braun.
—¿Señorita de Braun? Aún es muy pronto.
— ¿Cuantas veces tenemos que hacerlo para convencerte?
—Quizás una vez más y después veremos...
—¿una vez más? bien... lo que ordene mi Reina.