Hacía mucho tiempo que Don no sabía lo que eran unos días de vacaciones, sin estrés por el trabajo, sin tener que preocuparse por no poder dormir las suficientes horas y sin poder hacer otra cosa que pensar en el caso que llevara entre manos.

Ahora por fin podía disfrutar de esos días tan merecidos, en su apartamento, viendo un partido de baseball en al televisión y tomando una cerveza bien fría, como si nada pudiera molestar su tranquilidad.

Charlie aparecería pronto, tal y como habían acordado, cuando terminara sus clases de la tarde en la universidad, se pasaría por su apartamento para poder estar con su hermano sin tener que terminar hablando sobre asesinatos, criminales o matemáticas, simplemente siendo los hermanos Epps.

Por eso cuando a las siete y media de la tarde alguien llamó a su apartamento, Don supo que no se trataba de su hermano, aún faltaba casi una hora para que llegara de clase y que tampoco era su padre, pues iba a estar toda la tarde con Larry.

Tras pensar que no se podía tratar de nadie conocido, pues sabía que había pedido expresamente que no le molestaran durante esos días, a menos que el mundo se estuviera acabando, fue a abrir la puerta.

Al otro lado de la puerta no había nadie, quien fuera que había llamado, se había ido lo suficientemente rápido como para que él no pudiera verle a tiempo. Justo en el momento en el que iba a cerrar de nuevo la puerta y volver a la tranquilidad del partido en la televisión y la cerveza fría, un ruido llamó su atención, algo que apenas había sido audible, pero que le había cogido por sorpresa y le hizo asomarse de nuevo a la puerta para ver si había escuchado bien.

Entonces lo vio, al lado de su puerta había un carrito de bebé y tapado con una pequeña manta blanca, Don vio a un casi recién nacido que se removía en debajo, haciendo pequeños ruiditos y mirándole a él como si quisiera decirle algo. Encima del niño había un sobre cerrado, sin remitente, sin dirección ni indicación alguna sobre de donde podía provenir.

Don miró a un lado y a otro del pasillo, pero continuó sin ver a nadie. Definitivamente, quien hubiera dejado allí al bebé, lo tenía todo muy controlado. Sin saber muy bien como reaccionar, Don metió el carrito en casa, mientras era incapaz de apartar la mirada de la criatura que se movía delante de él; levantando de vez en cuenta los pequeños bracitos hacia él como si quisiera que lo cogiera.

En todos años que llevaba Don en el FBI, creía haberse encontrado en todas las situaciones posibles y bajo las mayores presiones posibles; pero por primera vez en mucho tiempo, se sintió incapaz de hacer nada frente a la pequeña criatura que tenía delante, excepto una cosa.

Se acercó al cochecito y con suma delicadeza cogió al bebé, que en vez de asustarse de que aquel extraño lo cogiera en brazos, le sonrió y comenzó a acomodarse entre sus brazos, como si fuera lo que hacía en todo momento.

"Hola." Dijó Don de la forma más cariñosa que encontró. "¿Tu quien eres?" El bebé sonrió otra vez como si eso fuera una respuesta para Don. "¿Cómo es posible que alguien te haya dejado aquí sin más?" Don acercó su mano hasta el bebé y le acarició la mejilla, para ver un momento después como era el bebé el que agarraba con fuerza su dedo índice y tiraba de él.

Don se sentó en el sofá, igual que había hecho antes, pero ahora no le prestó ninguna atención al partido que todavía estaba emitiéndose en televisión, sino que sus ojos estaban clavados en aquel bebé, que poco a poco se estaba quedando dormido, con una de sus manitas sujetando su camiseta y con la otra ocultando su pequeño rostro. Un par de minutos después, la criatura se había quedado completamente dormida.

Mientras miraba el pequeño cuerpecito acurrucado contra él, observándolo respirar con tranquilidad, le parecía completamente increíble que alguien pudiera haberlo dejado abandonado y mucho menos sobre porque lo habían dejado en su puerta.

Entonces, se acordó del sobre. El que había dejado al bebé allí, tenía que haber explicado como podía desprenderse de una criatura tan pequeña e inocente sin sentirse tremendamente culpable por ello.

Don se movió despacio, intentando no despertar al bebé y con sumo cuidado consiguió alcanzar el sobre, que había dejado sobre la mesa, junto a la botella de cerveza. Aunque le costó un poco hacerlo con una mano, logró deshacerse del sobre y dar con la nota. Estaba escrita a mano y había algún tachón que otro. La letra era algo irregular, como si hubiera sido escrita demasiado rápido, con excesiva prisa por terminar.

Don pensó en guardarla y enseñársela a Megan cuando la viera para que le diera su opinión y ver si le daba alguna pista que le ayudara a encontrar el paradero de los padres de la criatura. Sin perder más tiempo, comenzó a leer la carta.

"Siento hacerte esto así, pero, por mucho que lo he intentado, no me he sentido con fuerzas para entregarte directamente a nuestro hijo. Dirás que soy una cobarde y seguramente tendrás razón, porque me he marchado sin darte siquiera la más mínima explicación.

¿Pero qué quieres que te diga, que hace dos meses tuve un hijo tuyo y que no puedo tenerlo conmigo por más tiempo?, ¿Qué se que contigo estará más seguro? Porque todo eso es cierto, pero no puedo decírtelo a la cara, no puedo dejar que me preguntes todo aquello que querrás saber, porque creo que ni yo misma tengo las respuestas.

Cuida de ella, porque ¿sabes? Es una niña, se que contigo estará bien, tu podrás protegerla, igual que haces con todas las víctimas de tus casos. Piensa si quieres que ella es una víctima más, una inocente que necesita de tu ayuda, que la protejas, de una madre que no es otra cosa que una cobarde y una total irresponsable, que se la había ocultado a su propio padre hasta ahora mismo y de la gente que trata de deshacerse de mi.

Por eso quiero que esté contigo, se que ellos no saben que estuvimos juntos, con que no darán contigo y con ella. Así podré moverme más tranquila, sabiendo que nuestra hija está en un lugar seguro, con gente que cuidará de ella y que la querrá. Se que tu hermano y tu padre también serán la mejor influencia para ella y la querrán desde el primer momento.

¿Don, podrás perdonarme algún día? Espero que no me guardes rencor por haberte escondido esta preciosidad que se que ahora tendrás en los brazos y que la quieras por siempre.

Por si no nos volvemos a ver o por si me encuentran antes de poder acabar con ellos, Don te quiero, te quise cuando nos conocimos y cuando supe que estaba embarazada de ti, te quise cuando di a luz esta niña y te vi reflejado en ella y te quiero ahora que se que ella está en las mejores manos y con las mejores personas en las que podría pensar para cuidar de ella.

Te quiere ahora y siempre

Irina."

La carta terminaba allí, pero Don la volvió a leer un par de veces más antes de dejarla definitivamente sobre la mesa. Apenas podía creerse que todo aquello tuviera sentido. Había olvidado a Irina cuando ella había dejado de contestar a sus llamadas. Había sido una chica genial y lo habían pasado muy bien durante los días juntos. Al pensarlo se dio cuenta que no estuvieron juntos más de dos meses antes de que ella desapareciera de su vida.

La niña se movió en sus brazos, momento en el que él recordó que la pequeña estaba todavía allí. La volvió a mirar, ahora que sabía que era una niña, que era su niña. Nunca hubiera pensado poder decir aquello, saber que tenía entre sus brazos a su hija, a su propia sangre, que su hija iba a estar allí, de repente, sin haberla esperado, sin saber que existía un momento antes.

"¿Tienes un nombre? Porque tu madre no me lo ha dicho en al carta." Don volvió a acariciar la mejilla de la criatura, pero ahora lo hizo de una forma completamente diferente, sintiendo algo que nunca había notado en su corazón hasta ese momento, notando que tenía que proteger a aquel bebé como fuera, porque de algún modo, sin apenas conocerla, ya se había enamorado de esos ojos castaños oscuros, que sin duda eran de un Epps y de la sonrisa que ya le había regalado dos veces. "¿Qué tal Margareth como tu abuela? Si Magie suena bien y veo que a ti también te gusta." Dijo finalmente él cuando vio que la niña sonreía al escuchar el nombre que ahora le pertenecía.

Por lo que había leído en la carta, algo raro ocurría con la madre de la niña, alguien la perseguía y estaba en peligro. Hablaría con el equipo a primera hora el día siguiente para ponerles al corriente y que buscaran información, pero ahora tenía otra prioridad, tan pequeña que apenas abultaba entres sus brazos, pero tan grande al mismo tiempo que ocupaba toda su atención desde que la había mirado por primera vez, tan sólo unos minutos antes.

- o -

El timbre le sobresaltó, pero consiguió no hacer ningún movimiento brusco para levantarse y colocar a la niña otra vez en su carrito, antes de abrir la puerta. Desde abajo, la niña lo miró de nuevo y otra vez, dibujó su pequeña y preciosa sonrisa, ante la que él no pudo evitar sonreír también. La dejó tapada con la misma manta blanca de nuevo y la arropó con mucho cuidado.

"Vuelvo en seguida, seguro que es Charlie." Le parecía increíble como la niña parecía comprender todas sus palabras y como se quedaba tranquila cada vez que el rozaba su carita con su mano, que casi ocupaba todo su rostro al completo.

Tal y como había supuesto, al abrir de nuevo la puerta, se encontró con Charlie. "Don ¿estás bien?, pareces sorprendido de verme."

"No es por ti." El leve ruido proveniente del interior del apartamento llamó la atención de Charlie que miró a su hermano esperando una respuesta.

"¿Estás con alguien?"

En lugar de decir nada, pues tampoco estaba muy seguro de cómo explicarle todo aquello a su hermano de palabra, Don se hizo a un lado y dejó que Charlie entrara en su piso. Charlie miró por el salón, hasta que justo detrás de Don, dio con el carrito.

Con la mayor de sus sorpresas, volvió a mirar a Don, esperando que ahora si que le dijera algo que le diera algo de sentido a lo que estaba viendo. Sin embargo al volver a escuchar el ruido, se acercó al carrito, dejando en el suelo su bolsa y se encontró con la mirada más tierna que hubiera visto en toda su vida.

"Dios mío. ¿Quién es?" Dijo Charlie mientras cogía a la niña, que lo miraba tratando de reconocerle y que alargó sus pequeños brazos hacía él cuando vio que iba a sacarla del carrito otra vez.

"Según creo, es mi hija." Antes de terminar de escuchar aquella frase y con la niña en los brazos, Charlie ya se había vuelto hacia su hermano, sabiendo que aquella criatura era la hija de su hermano.

Desde luego se trataba de una Epps, esa forma de mirar, sólo la había visto en su padre y su hermano. La forma en que la niña lo contemplaba totalmente tranquila y sus manitas jugando con la suya haciendo que aquello pareciera lo más normal del mundo, parecieron decirle que conocía a esa niña de mucho antes.

"Don ¿Cómo es posible?, ¿Por qué no nos habías dicho nada?" Charlie habló sin apartar la mirada de la niña que estaba concentrada en su mano y el moviendo de sus dedos. Sin darse cuenta, Charlie estaba sonriendo ampliamente, parecía haber olvidado que tan sólo cinco minutos antes desconocía la existencia de aquella niña.

"Hace una hora no sabía que esa niña existía, Charlie, la he encontrado en la puerta de mi apartamento, en ese carrito y con esta nota encima."

La niña rió sonoramente cuando Charlie le hizo cosquillas en su pequeña nariz. "¿Al menos sabrás quien es su madre?" Aunque estaba llevando aquella conversación con su hermano, Charlie no era capaz de dejar de mirar a la niña ni por un segundo,

"Según la nota es Irina."

Don observaba a Charlie, como en los pocos minutos en los que había tenido a la niña en brazos, tan rápido como lo había hecho él, parecía conocer perfectamente a la niña, lo que le hacía reír y como se sentía más cómoda para quedarse dormida, tal y como estaba haciendo en ese momento, apoyando la cabecita sobre el pecho de Charlie y cerrando sus diminutos ojos, hasta dejar de moverse y volver a quedarse dormida un momento más tarde.

"¿Irina, pero si hace meses que no hablas con ella?, ¿Estás seguro?" Ahora que la niña se había quedado dormida, Charlie levantó por fin la mirada hasta su hermano.

"Charlie, ¿Cómo crees que voy a estar seguro de algo cuando acabo de descubrir que soy padre y que esa niña es mi hija? Ya se que puede que Irina o quien sea me esté tomando el pelo, pero ahora mismo no puedo hacer otra cosa."

Don se sentó en el sofá, en el mismo lugar que lo había hecho antes. Estaba hecho un lío, pero cada vez que se fijaba en el pequeño cuerpecito que Charlie acunaba entre sus brazos, todas sus dudas desaparecían de repente, dejando paso al mayor de los orgullos.

"Mañana hablaré con Megan y los demás a ver que pueden descubrir, pero ahora mismo…"

"¿Por qué no te vienes a casa esta noche? Tu y ella estaréis mejor y papá seguro que está encantado de conocerla, creo que todavía guarda por ahí cosas de cuando éramos pequeños."

Aunque no lo dijo, a Don no le hicieron falta palabras para saber que Charlie quería tener a esa niña cerca el mayor tiempo posible y si su hermano se iba a casa con él, podría estar con ella toda la noche.

"¿Y si al final resulta que no es mía?, ¿no creo que debamos olvidar esa posibilidad?" Charlie ya no le estaba escuchando pues estaba mirando otra vez a la niña que parecía remugar. Charlie volvió a acunarla y a tararear por lo bajo. "Muy bien, cogeré un par de cosas y luego nos marchamos." Charlie le sonrió a Don al escuchar aquellas palabras y por un breve momento, Don creyó ver en el rostro de su hermano la misma sonrisa que había visto en la niña.