Capítulo 1—Huéspedes

Nunca he tenido una gran aspiración en la vida, y a pesar de ello, todo ha venido a mí, y siempre ha sido fácil. Jamás he tenido ningún problema real.

Y ahora esta chica de la clase F me intenta entregar una carta. Claramente, de amor.

—No lo quiero—le replico, y sigo en mi camino a clase. Ella parece devastada.

No sé quién es, pero tiene mucho valor para venir a ofrecerme algo así. Debería saber ya que no acepto ninguna confesión. Nada relacionado con sentimientos que puedan entorpecerme.

No estoy interesado en nadie. Nadie puede saber cómo es ser como yo. Nadie puede entenderme. Así que, ¿para qué estar con alguien? Solo sería una carga.

A la salida del instituto, Watanabe me para un instante.

—Oye, esa es la chica de esta mañana—me susurra. Al mirar a un lado, la veo con sus amigos. Parece que mi presencia la pone nerviosa.

No es precisamente fea.

—Vamos—respondo, y me doy media vuelta para irme.

—¡Hey, Irie!—exclama Watanabe, apresurado y extrañado.

Y justo cuando creo que me he librado de ellos, el que parece un yakuza viene corriendo hacia mí.

—¡Espera, eh!—grita, como un poseso.

—¡Kin-san!—exclaman sus amigos, apurados.

—¡No creas que puedas actuar así solo porque estás en la clase A!—grita, señalándome de forma dramática.

La chica de esta mañana se acerca a él, tratando de calmarle.

—¡Para, Kin-chan!—dije, poniendo una mano en su hombro, pero él la ignora.

—Rechazaste la carta de Kotoko, ¿verdad?—sigue diciendo a voces. Así que Kotoko, ¿eh?

—¡Kin-chan, por favor, detente!—repite ella, al borde de las lágrimas.

—¿Te corre sangre por las venas?

—¡Es suficiente! ¡Por favor, detente!—insiste ella, avergonzada.

Me giro. No puedo creer que tenga que hacer esto.

—Yo odio a las chicas estúpidas—replico. Todos se quedan congelados. Watanabe, incómodo, se tapa la boca con la mano—. Vamos—le digo, y continúo mi camino.

—¡Bastardo!—sigue gritando el tal Kin-san—. ¿Crees que la gente de la clase F no son humanos?

Conforme nos alejamos, no escucho nada más. Tampoco es que me importe.

—Irie...—empieza Watanabe.

—No—respondo, cortante, y él sabe qué es lo que quiero decir.

Esa misma noche, mientras vemos las noticias, vuelvo a ver a esa chica en la televisión. Su casa se ha caído por el terremoto de esta tarde. Parece avergonzada de su padre y del comportamiento de sus amigos, especialmente del yakuza.

—¿Eh?...—murmuro, interesado.

Mi padre parece reconocer al de la chica, y mi madre aprovecha el momento, como de costumbre.

—¿Por qué no lo llamas? Podrían vivir aquí un tiempo. La casa está tan triste, y tener una chica por aquí seguro que nos alegra. ¿Verdad, oniichan?—se gira hacia mí con una sonrisa en su cara.

La conozco de sobra. Es mi madre. Sé cuáles son sus intenciones, y no me entusiasman demasiado. Por lo general.

—De acuerdo—respondo, y aquello me sorprende incluso a mí. ¿Por qué no me he negado, como de costumbre?

Mi madre parece ilusionada. Se gira con los ojos brillantes a mi padre, que sonríe de oreja a oreja.

No tardan en llamar y ofrecer la casa. El padre de la chica parece aceptar sin problemas.

Esto va a ser interesante.

A la mañana siguiente, me encuentro al yakuza en la puerta del instituto, con otro par de chicos que parecen delincuentes. Todos llevan cajas con "Recaudos del desastre del amor" escrito en ellas. El chico de ayer no deja de gritar por un megáfono. Es entonces cuando la veo a ella.

En fin, qué más da.

—Oye—digo, molesto—. ¿Me dejarías pasar?

La chica de ayer se sobresalta y su cara se transforma en una de terror.

—¡Irie-kun!—exclama.

—¡Tú!—grita el yakuza—. ¿De quién crees que es la culpa de que Kotoko ahora esté sufriendo tanto?

¿Acaso este tipo no sabe nada?

—Es la culpa del terremoto de nivel 2, ¿cierto?—replico, inmutable. ¿Por qué más iba a ser?

—¡Cállate!—exclama, y da un paso atrás, señalándome a la cara—. ¡Es porque tú le dijiste todas esas cosas tan desagradables a Kotoko! ¡Ese fue el origen de todos los desastres que sufrió Kotoko!

Este tipo definitivamente perdería en un club de debate.

Increíble. No sabía que existía alguien tan estúpido.

—¿Estás diciendo que yo causé el terremoto?—no me puedo creer que tenga que preguntarlo.

—¡Así es!—afirma.

—¡Kin-chan, es suficiente! ¡Por favor, detente!—dice ella, agarrándole de la chaqueta. Su rostro está descompuesto de puro nerviosismo.

No puedo seguir más tiempo aquí.

—Bien—digo, rebuscando en mi bolsillo—. No tendrás ninguna queja si dono algo, ¿verdad?—no tardo en encontrar un billete, y se lo tiendo a ellos.

Ella frunce el ceño y me da un manotazo. No me hubiera esperado esto ni en un millón de años. ¿Por qué hace eso? ¿Quién es esta chica?

—¡No te burles de mí!—su voz tiembla, y eso mueve algo dentro de mí—. ¡Fue un total desperdicio haber tenido sentimientos por alguien como tú en estos dos años!—sus ojos lagrimean y su rostro está rojo. Nunca había visto a nadie tan apasionado sobre algo—. ¡No quiero tus bendiciones aunque eso me mate!

Obviamente no lo sabe. ¿Qué dirá al enterarse de que viene a vivir a mi casa?

Definitivamente será interesante.

—¿Eh...? ¿Estás segura que está bien decir eso?—respondo, sabiendo que recordará mis palabras más tarde.

—¡Por supuesto que sí!—exclama, enfadada—. ¡No hay motivo para que tú cuides de mí! ¡No me trates como una tonta solo porque soy estúpida!—jadea, emocionada.

No puedo evitar reírme. Necesito ver su cara cuando llegue a mi casa y sepa que estará allí por un tiempo.

Esa misma noche, pican al timbre y mi padre acude a abrir. Desde detrás de él, oculto tras su gordura, puedo observar su rostro de alivio al verle. Probablemente piensa que no hay forma de que yo sea su hijo.

Pobrecilla.

Tras los saludos de siempre entre amigos, mi padre se gira hacia ella.

—Oh, así que esta es Kotoko-chan, ¿verdad?

Ella hace una reverencia torpe.

—¡Gusto en conocerlo!

—Sí, bienvenida—sonríe mi padre. A continuación me llama. Me levanto del sofá y me coloco allí, a plena vista.

Ella se yergue y abre los ojos, absolutamente sorprendida. Reprimo la risa.

—Bienvenidos—digo, educado.

Su rostro se transforma en uno de consternación mientras su padre se presenta.

—Gusto en conocerte. Soy Aihara—dice él en un tono jovial.

Ella da un paso atrás y deja caer su bolsa para llevarse las manos a la boca. La incredulidad es demasiado clara en su rostro.

—Soy el hijo mayor, Naoki. Es un gusto conocerlo—respondo.

Ella continúa con esa expresión en la cara. Es tan cómico que casi podría reír.

—Una joven hija agradable, ¿no te parece?—sonríe su padre.

—Estoy asombrado—respondo, con una pequeña reverencia.

A continuación comienzan una conversación sobre las fotografías que mi madre ha tomado esta mañana. A veces me asusta lo histérica que puede llegar a ser.

Poco después entran de forma educada. ¿Quién hubiera esperado que una chica tan tonta pudiera tener modales?

—Oniichan, la conoces por su cara, ¿verdad?—me pregunta mi madre.

Sonrío para mí mismo.

—Sí. Nuestros salones de clase están muy separados, pero últimamente pasaron muchas cosas—reprimo una carcajada ante su expresión—. ¿Verdad, Kotoko-san?—parece consternada, de alguna forma. Sinceramente, no la entiendo.

Mi madre empieza entonces a divagar. Siempre quiso una niña, bien que lo sé. Y por fin tendrá una, supongo.

Mi hermano pequeño entra en ese momento. Mi madre le da la bienvenida y le dice que se acerque a saludar. Él, tan educado como siempre, da un paso adelante y obedece, tranquilo.

—Es un gusto conocerlos. Soy Irie Yuuki. Estoy en el tercer año de primaria.

—¡Qué chiquillo más listo!—exclama el padre de Kotoko en un tono tierno.

Kotoko sonríe y se agacha ante él.

—Soy Aihara Kotoko. Gusto en conocerte, Yuuki-kun.

Yuuki la mira fijamente. Por supuesto que sabe quién es. Ya le conté que va a la clase F. Es mi hermano, al fin y al cabo.

Kotoko le devuelve la mirada con desconcierto.

Yuuki no tarda en preguntarle algunos kanjis, y tristemente, la humilla delante de todos nosotros. Es incapaz de leer kanjis de primaria...

Pero él la insulta, y mi madre no tarda en regañarle. Intenta obligarle a disculparse, pero él se niega y se va corriendo.

—¡Idiota! ¡Te odio!—exclama conforme se va a su cuarto. Mi cuarto.

Kotoko parece impactada. Mis padres se disculpan en su nombre, pero nada parece calmarla. Verla así me da algo de pena, pero decido callar.

Mi madre me sugiere (más bien me ordena) ayudar a Kotoko con sus cosas. Las sigo, y mi madre empieza a parlotear otra vez sobre cómo quería una niña. Kotoko hace un cumplido a la habitación. Parece incómoda.

—Esta solía ser la habitación de Yuuki—le digo, serio. Es algo que no le gustó a él, y creo que debe saberlo. Ella me mira, sorprendida e incluso más incómoda que instantes antes—. Gracias a ti, tuve que llevar su escritorio a mi habitación, y ahora está todo amontonado.

—¡Oniichan, no digas esas cosas!—me recrimina mi madre. Ni que hubiera dicho una mentira—. No lo escuches, Kotoko-chan—sonríe.

Ella asiente, sin saber muy bien qué hacer.

—Por favor, ayuda a Kotoko-chan a desempacar, ¿de acuerdo?—dice mi madre conforme se marcha—. Tengo que preparar la cena. Nos vemos luego, Kotoko-chan—sonríe y baja las escaleras.

Kotoko parece una niña perdida en medio de un supermercado.

—Ahora bien, ¿con qué debería ayudarte?—digo, incorporándome. No me importaría hacerlo, en absoluto.

—Está bien. Puedo hacerlo sola—responde, apurada, gesticulando con las manos.

No sería nada inconveniente.

Me agacho para recoger su bolsa y paro en el último momento, antes de que mis dedos agarren el asa.

No sería inconveniente, pero...

—Ah, es verdad—digo, indiferente, y la miro a la cara conforme me yergo—. No había razón para que yo cuide de ti, ¿verdad?

Ella se queda completamente congelada en el sitio.

—Si estás aquí o no, no es asunto mío—digo, ya en la puerta. Yuuki está a mi lado, observando—. Por favor, no interfieras con mi estilo de vida.

Cierro lentamente, y justo en el último momento, Yuuki le saca la lengua.

Entramos en mi cuarto, e inmediatamente, le doy un cate a Yuuki. Él se gira, molesto.

—Jo, niichan, ¿por qué has hecho eso?

—No hagas burla a otras personas de esa forma—le digo, tranquilo, mientras me recuesto en mi cama—. No es educado.

Yuuki murmura algo por lo bajo, y decido ignorarlo.

Mi madre nos trae la cena a la habitación, por lo que no hay ninguna cena incómoda ni nada parecido.

Después de cenar, Yuuki acaba sus tareas opcionales y se va al baño primero. Me entretengo leyendo algunos párrafos de las clases de mañana. No tarda en regresar, unos minutos más tarde.

Tras la ducha, ya en pijama, voy directo a dormir. Normalmente no me cuesta mucho comenzar a sentir sueño, pero hoy ha sido un día... peculiar.

No dejo de dar vueltas en la cama, y no sé qué me ocurre.

—¿Oniichan?—la voz de Yuuki interrumpe el silencio de la noche.

—¿Mmm?—inquiero, demasiado perezoso para decir nada más.

—¿Qué va a pasar a partir de ahora?

Callo unos instantes. No es una mala pregunta.

—Quién sabe—respondo, y esa respuesta parece, si no satisfacerle, al menos fastidiarle lo suficiente para que no diga nada más.

A pesar de ello, tardo unos minutos en dormirme. Lo último que recuerdo, antes de caer rendido al fin, es el rostro de Kotoko, herido ante mis palabras.