Capítulo 1: Comenzando de nuevo

La noche había caído sobre La Madriguera, donde todos se habían refugiado tras la Batalla. Las estrellas del cielo brillaban con intensidad, tratando de brindar su propio homenaje a todos aquellos que habían dado su vida por un bien mayor. La suave brisa movía las ramas de los árboles, ofreciendo un sonido dulce y tranquilizador, tan digno del momento como podía haberlo sido el canto de un fénix. La noche era triste, era lúgubre, pero también era tranquila. Tras largos años, la comunidad mágica volvía a respirar un poco más tranquila.

Hermione levantó la vista, contemplando el cielo negro, tan oscuro y a la vez tan transparente, incapaz de ocultar los sentimientos que también el sufría. Harry buscaba un vacio inalcanzable, escrutando un horizonte perdido en la inmensidad de la noche. Ron, por su parte, permanecía inmóvil, entre los dos, observando el suelo como si esperara que las semillas de tulipanes empezaran a brotar en ese mismo instante.

Los tres se encontraban apoyados contra la pared trasera de la casa, en la soledad del jardín. Los Weasly y algunos miembros de la Orden se encontraban en la cocina, dejando que las horas pasaran y que aliviaran su carga. La Madriguera, que durante un año había sido punto de encuentro, de lucha, de resistencia, cumplía ahora con su última misión, sirviendo de centro en el cual velar a todos aquellos que se habían ido.

Ginny salió al jardín y se sentó junto a Hermione, quien pasó un brazo por encima de su hombro y la acerco hacia si, en un abrazo repleto de amor y apoyo. Las lágrimas no resbalaban por su rostro, como ocurría con el resto de la familia. Sus ojos, aunque con un brillo diferente y triste, permanecían impasibles y ajenos, como si su cuerpo y su alma hubieran decidido tomar caminos diferentes. Fue ella quien rompió el silencio en el que sus tres amigos llevaban sumidos desde hacía horas, fue ella quien dio el primer paso para continuar.

- Así que así es la paz… - susurró, recostando su cabeza sobre el hombro de Hermione. – Estoy segura de que a Fred no le hubiera gustado, poco humor, menos sonrisas… - añadió, dibujando una pequeña sonrisa en su rostro que, aunque ninguno vio, todos sintieron.

Harry y Hermione no tuvieron el valor de responder. Era, quizá, la primera vez desde la vuelta de Voldemort en que ambos se sentían extraños entre los Weasly, en la que no se sentían parte de la familia. Temerosos de pecar de insensibles o de falta de tacto, permanecieron en silencio, contemplando el cielo y el horizonte.

Ron, sin embargo, pareció cobrar vida con aquellas palabras. Acarició la mano de su hermana, apoya en una de las rodillas de Hermione y sonrió.

- Sí, no hubiera permitido nada parecido. Un par de varitas de broma, un ojo morado o un pollo de dos metros seguro que habrían sido su idea para aliviar la tensión… Ojala yo tuviera el valor de hacer algo así, algo que nos hiciera a todos sonreír. – dijo, con tal melancolía que Hermione no pudo hacer más que tomar su mano y regalarle una caricia.

- ¿Cómo está George? – se atrevió a preguntar, sin dejar se abrazar a Ginny y apretando dulcemente la mano de Ron.

- George está… - empezó Ginny, pero sus ojos se llenaron, por primera vez desde que había pisado La Madriguera, de lágrimas amargas y dolorosas. – Está destrozado… Es como si no fuera él… - Consiguió decir.

Harry se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta del jardín, notando tres pares de ojos fijos en su nuca. Ni Ron ni Ginny dijeron nada, ya fuera por desconcierto, por pena o por razones que Harry no quería imaginar. Hermione, sin embargo, se levantó lentamente, evitando molestar a Ginny, que lloraba en silencio, y se acercó a él justo cuando su mano se aferraba al pequeño picaporte de hierro.

- No lo hagas. – le advirtió, poniendo una mano en su hombro y forzando a que se diera la vuelta.

- Hermione, yo no puedo… No puedo soportarlo, no puedo estar aquí, he hecho demasiado daño a esta familia.

- Harry Potter, jamás pensé que tuviera que usar esta palabra contigo, pero te estás comportando de un modo egoísta. ¿Te imaginas la angustia de la Sra. Weasly si te vas¿O la angustia de Ron, al no tener a su mejor amigo al lado en los momentos más duros de su vida¿Acaso te imaginas el dolor de Ginny, que te ha esperado durante un año, sin buscarte, cuando se dé cuenta de que no estás a su lado, sino que has huido sin decirle nada? – Hermione miraba a Harry con una mezcla entre advertencia y crítica que taladraba a Harry, justo como Dumbledore lo hubiera hecho si hubiera estado vivo. Y justo como hubiera ocurrido con el Director, su mirada se suavizó al instante. – ¿Te imaginas tu agonía, al llevar tu pena sólo, lejos de la gente que quieres y que tanto podrían ayudarte a ti también?

Harry se quedó mudo, sin palabras para responder a una Hermione que demostraba, como siempre había hecho, ser mucho más inteligente, incluido emocionalmente hablando, que si mismo; mucho más lógica de lo que él sería jamás.

Suspiró y buscó palabras, pensamientos que le ayudaran a escapar de su dolor, pero no los encontró. La muerte de Sirius, la de Dumbledore, incluso la de Dobby habían sido menos dolorosas que la de Fred, Lupin o Tonks. Lo cierto era que, las muertes de su padrino o su Director, habían llegado en momentos en los que había que seguir luchando, en los que la acción liberaba la cabeza de recuerdos y el corazón de pena. Sin embargo ahora, cuando todo había terminado, la vida de Harry se había quedado vacía, sin objetivos, sin futuro aparente… Era en ese momento cuando, mentalmente, no podía evitar hacer balance, volver a recordar a aquellos que daban sentido a su vida, que le orientarían en su nueva aventura. Parecía imposible, pero Harry Potter tenía miedo a la nueva vida que emprendía desde ese momento, al abanico de posibilidades que se habría ante él.

Recordó aquellos momentos con Ginny, en Hogwarts, cuando se perdían por los terrenos para alejarse de Voldemort, del peligro, de la profecía… Aquellos momentos en los que Harry se sentía fuera de si, en los que creía vivir la vida de otro… ¿Sería así su nueva vida? Una sonrisa nostálgica se dibujó en su rostro y, de pronto, como si hubiera viajado miles de kilómetros en tan sólo un instante, sintió que las palabras, las ideas, volvían a él. Tomó la mano de Hermione, que aun estaba apoyada en su hombro, y comenzaron a caminar, lentamente, de vuelta al punto en el que sus amigos aun se encontraban.

- Y ahora ¿Qué? – preguntó. - ¿Irás por tus padres?

- Sí, me gustaría ir cuanto antes, aunque sé que aun no es seguro. – dijo, y de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas. – Ay, Harry… ¿Y si algo ha salido mal¿Y si no me recuerdan? – preguntó, con la voz entrecortada.

- Tranquila, - dijo él, parando de pronto para abrazarla. – Eres la bruja más increíble que conozco, mucha mala suerte tendría que ser que, el primer hechizo que no logras en tu vida, fuera este…

Ella sonrió y le devolvió el abrazo. Cuando regresaron a la pared en que aun se apoyaban Ron Y Ginny, vieron que no se habían movido, Ni siquiera sus labios parecían haber articulado palabra. Harry se acercó a Ginny y, con un suave tirón, la levantó del suelo y se alejaron un poco. Limpió las lagrimas que aun corrían por su cara, sintiendo que, por primera vez, aquello no era embarazoso, ni siquiera comprometido. Sabía que tenía que ser así, quería que fuera así… Había elegido volver a vivir la vida de otro y hacer de ella su propia vida.

- Gin, quiero que sepas… - dijo, respirando hondo y apreciando que, tal y como lo había sido en el funeral de Dumbledore, las palabras sinceras y sentidas eran lo más difícil en un momento como aquel. - …estoy aquí, que lo voy a estar. Sé que ha pasado tiempo y no sé que sientes, pero no necesito tener una relación contigo. Sólo necesito que sepas que estoy aquí, pase lo que pase, sientas lo que sientas y quieras lo que quieras.

Sin saber muy bien porque, Ginny se abalanzó sobre él y lo abrazó. Era perfecto, sentir su abrazo, ver lo cerca que estaban, que siempre habían estado desde que el decidiera celebrar con un beso su victoria en Quidditch. Era tal y como tenía que ser. No hubo besos, no hubo "te quieros", sólo hubo cariño. Sentados junto a un árbol, Ginny se durmió sobre el hombro de Harry, mientras este jugaba con su pelo.

A unos metros, Ron se desprendía de su coraza de chico fuerte y protector y dejaba que Hermione calmara su dolor acariciándole la mano.

- ¿Sabes? Aquella noche, nuestra primera noche en Grimmauld Place, me di cuenta de todo lo que me ayuda que me des la mano, que me la acaricies o que me la aprietes suavemente… – dijo Hermione, sabiendo que Ron necesitaba sentir que aun tenía fuerza para ayudar a ella también. – Es como si me curara de todo lo que me preocupa, como si alejara mi miedo. Ron, te debo tanto por todo lo que has hecho por mi durante este año…

- No, yo soy quien te debe algo. – contestó el, decidido, incorporándose un poco por primera vez desde que se habían recostado en aquella pared. – Soy yo quien te lo debo todo… Por estar a mi lado cuando no sabía de mi familia, por buscarme cuando me fui, por perdonarme cuando volví… Por salvarme la vida en todos los sentidos posibles… No te alejes¿quieres? Quédate conmigo.

- Ron… - una sonrisa se dibujo en la boca de Hermione. – Sabes que siempre estoy contigo… Pero tendré que irme en algún momento, buscar a mis padres, empezar una vida…

- Estaré allí, iré contigo. – dijo Ron al momento.

- Ron, creo que los dos vamos a tener que aprender a sentir que nada nos separa, aunque estemos a kilómetros de distancia. Tú sabes que, esté donde esté, voy a estar contigo… - dijo con dulzura, rogando que no se intimidara.

Sin embargo, Ron sonrió y besó suavemente su mejilla.

- Algún día, Hermione Jean Granger, - dijo con decisión – me voy a casar contigo.

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Gracias a todos lo que habéis considerado este primer capítulo lo suficientemente bueno como para leer hasta el final. Gracias a todos los que, habiendo llegado hasta aquí, queréis saber cómo seguirá.

No voy a presionar por comentarios, tratando de lograr que la gente me escriba amenazando con no volver a actualizar hasta tener cierto número. Sé que el tiempo, las ganas de seguir leyendo otras historias y la pereza son muy fuertes, y no por ello voy a privar a aquellos que dais sentido a mi historia de la posibilidad de compartir esta aventura.

Gracias a todos, de corazón.

JUNE