No eres bienvenido.-

-¡Eres una niña tonta, deberías tener más cuidado!

-¡¿Yo soy la tonta?! ¡Solo trataba de ser amable!

-Keh, yo no necesito la ayuda de una humana tonta como tú.

-¡Idiota! - Gritó Kagome, caminando con los puños apretados por delante de él. Eso estaba bien.

El grupo estaba caminando como siempre pasando por las afueras de un pueblo en el cual Inuyasha no quería poner un pie. Había visto la forma en que lo miraban, a él y a todos. Eran animales de circo para ellos.

¿Un grupo con una miko, un monje y una exterminadora de demonios siendo acompañados por dos demonios y un hibrido? Inuyasha podía ver lo que ellos veían, una abominación.

Los otros también se habían percatado de que no eran bienvenidos, por lo que nadie hizo comentarios al respecto y siguieron su camino.

Sin embargo, algunos aldeanos curiosos se asomban para verlos, y cuchicheaban entre ellos.

Inuyasha podría oirlos.

Cuando Kagome se había hacercado a su lado, Inuyasha los había oido.

Cuando ella tocó su hombro con cariño, él los había oido.

Cuando Kagome se inclinó para tocar una de sus orejas, incluso Shippo podía escucharlos.

Entonces él le gritó. A ella. A Kagome.

Sabía que la chica solo intentaba animarlo. Solo intentaba hacerle saber que ella lo aceptaba. Que él era querido por alguien. Por ella. Por su extraño y leal grupo.

Pero Inuyasha no podía permitir que ella escuchase todas esas cosas que decían. Todos esas palabras hirientes dirigidas a él... y a ella. Si las escuchaba, tan frecuentemente como él podía hacerlo, entonces quizá ella terminase por creerlas. Quizá ella se diese cuenta que él era una abominación que no debería existir, quizá entendiese que su lugar no estaba a su lado sino con los humanos, su especie. Quizá ella entendiese que si seguía así de unida a él, terminarían por no aceptarla en ninguna aldea salvo en la de Kaede.

Y él no podría soportar que Kagome lo dejara. Simplemente no podía.

Dejó que todo el grupo se adelantara antes de echar una mirada hacia los entrometidos aldeanos.

Inuyasha les enseñó los colmillos y flexionó sus dedos, mostrando sus filosas garras.

Lo miraron asustados y se retiraron, dispersandose dentro de la aldea.

-Keh.

OoOoOoOoOoO

Nota de autora: Este fic cortito no tiene realmente nada muy importante que contar, pero hace tiempo que pienso en ello y solo quería ponerlo en palabras y compartirlo con ustedes.

Saludos desde Uruguay.-