Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"

Disclaimer: Tanto Harry, como Charlie, o como mi hermosopreciososexy Fred, pertenecen a una rubia millonaria hermosamente llamada Joanne Rowling, y lo único que pertenece a esta fea cabezota es el resto de la historia.

No sean muy duros conmigo, ¿vale? Es la primera historia que subo a ff (y no es mi mejor trabajo que digamos xD)

Ya, no los aburro más, ahí va.


Como en los viejos tiempos

.

.

.

-No olvides que el próximo año también puedes venir a visitarnos. Como en los viejos tiempos -había dicho aquella vez su padre, mientras le daba las anuales palmadas en la espalda y lo miraba con ternura hasta que desaparecía por la chimenea.

Pero los viejos tiempos, simplemente, nunca volverían.


Desesperación.

.

.

.

¿Justo en ese momento, desesperación?

Definitivamente, no tenía suficiente ropa oscura en su armario; aunque quizá sí la necesaria para la ocasión. De todos modos la belleza no era lo que primaba ese día, sino más bien el sentimiento.

Fuese cual fuese el sentimiento.


Se dejó caer junto a él, con sus rodillas rozando la verde hojarasca a su lado. Los demás ya habían vuelto a sus hogares hace mucho, pero él no había aceptado acompañarlos a su viaje. Él sabía que este paseo tenía que hacerlo completamente solo.

Recordó los libros que había leído en la época de escuela, cuando sus únicas preocupaciones eran la magia, y estudiar. En esas páginas desgastadas, parecía que todo lo que se relacionaba al personaje principal iba en acuerdo implícito con lo que sentía.

Si estaba alegre, había sol.

Si estaba enamorado todo parecía florecer a su alrededor.

Y si estaba triste, si había muerto alguien, llovía. Todas las personas que lo acompañaban parecían combinadas con aquel entorno grisáceo y húmedo, con sus ropas negras y los paraguas a juego, con sus rostros bañados en lágrimas azules caídas del cielo, y de sus ojos cerrados.

Pero aquel día el sol, solemne y orgulloso, deslumbraba en lo más alto del cielo, como una vil y cruel burla que amenazaba con desvanecer las demostraciones de angustia que él portaba en su rostro, esas que tanto le costaban sacar cuando se encontraba en medio de las muchedumbres.

Y aquello, a pesar de todo, dolía aún más.


La soledad, el discreto -pero único- acompañante que le quedaba.

El panorama parecía repetirse cada año. Él, solo, en medio de tantos santuarios a la muerte –o a la vida-, con la misma capa cada vez, como un recuerdo silencioso.

La lluvia lo golpeó abruptamente en el rostro y se confundió con las gotas amargas que se derramaban de sus ojos cerrados. El pequeño ramo de princesas violáceas, tampoco a cubierto del llanto de las nubes cargadas, parecía adquirir un tono cada vez más dolorido y siniestro mientras se bañaba con la humedad del entorno. Pero eso, ¿qué importaba?

Esta vez fue diferente. Este año el clima acompañaba a su tristeza.


-No olvides que el próximo año también puedes venir a visitarnos. Como en los viejos tiempos.

Sin duda, Charlie Weasley visitaría a su padre todos los años, sin excepción.

Fuese cual fuese el lugar en que estuviera.