DISCLAIMER: Salvo la trama de esta loca historia, nada de lo que van a leer a continuacón me pertenece, y obvio, no hago esto con fines lucrativos
" Es un error postmoderno pensar que se puede escibir primero y vivir después. Peromuchos jóvenes desean ser escritores porque quieren vivir como escritores. Eso es dar la vuelta a las cosas." ( "El vendedor de cuentos", Jostein Gaarder)
Amatista.
A Hermione le encantaban las rosas: blancas, rojas, lilas. . . Daba lo mismo. Las plantaba por cada rincón de su casa. Había rosas en la pequeña cocina, plantadas en delicados tiestos en las ventanas; rosas en el baño, primorosamente colocadas en las baldas de una estantería sobre el lavabo; rosas en su habitación, un pequeño ramillete a cada lado de la cama y algunas más en la terraza.
La madre de Hermione, Joanne, solía decir que más que una casa, aquello parecía una herboristería gigante. Y no le faltaba razón.
Para Hermione, las rosas eran su pasión. El hobby que había comenzado en sus años de escuela como una diversión más, pronto desplazó a otros aspectos de su vida; como el afectivo, por ejemplo. Cuidaba cada una de sus flores con mimo y cariño, y se esmeraba por tenerlas siempre hermosas y brillantes. Su dedicación la había llevado a ser muy conocida, y pronto abandonó su carrera de farmacia para dedicarse por completo al cuidado de las rosas.
Para tal efecto, levantó un pequeño invernadero en su jardín, donde pasaba la mayor parte del día regando, trasplantando, abonando, podando; en una palabra, cuidando, los delicados rosales. En no mucho tiempo, su interés por el mundo de la jardinería de había extendido a otras especies, y pronto hubo que ampliar el pequeño invernadero para dar cabida a las amapolas que comenzaban a florecer, las hortensias, los lirios y nomeolvides; las azucenas se agrupaban al fondo, y los jazmines junto a la puerta. Pero el centro, en el lugar más destacado, sobresalía una única flor. El orgullo de Hermione.
Una rosa amatista.
Era algo tan pequeño que la gente que visitaba el invernadero, atraída por la fama que tenía, apenas si reparaba en ella. La amatista únicamente utilizaba la luz de la luna, y no la del sol, para llevar a cabo sus funciones. Por eso,Hermione la mantenía tapada durante el día, y tan solo cuando la luna dejaba ver sus tímidos rayos en el cielo, retiraba con sumo cuidado la sábana que la cubría y la observaba embelesada.
La rosa amatista era una extraña flor que tan solo crecía en una región apartada de la estepa siberiana. El líquido que corría por sus venas era dulce y suave, y servía como un exquisito condimento para casi cualquier tipo de comida.
La amatista florecía una sola vez a lo largo de su vida. Pero era un momento mágico. El instante en que abría sus pétalos duraba segundos tan solo, pero las pocas personas que había tenido la suerte de poder contemplarlo, aseguraban que era un espectáculo conmovedor e inolvidable. La flor más bonita que jamás se vería.
Por eso,Hermione la cuidaba poniendo en ella toda su alma, y esperaba pacientemente el momento de verla florecer.
Bueno, por eso, y porque sentía autentica curiosidad por la leyenda. Por el mito según el cual, cuando la amatista abría sus pétalos, dejaba escapar al mismo tiempo miles de diminutas esporas. Unas esporas mágicas, que al inhalarlas se convertían en el filtro de amor más potente que existía, haciendo que te enamorases locamente de la primera persona del sexo opuesto a la que vieses.
No es como si ella creyese en esas estúpidas leyendas.Es más.Estaba segura de que todo eso era puras patrañas para engatusar a los crédulos e inocentes. Lo que a ella la movía era riguroso interés científico. Que su vida personal fuera una auténtica mierda no tenía nada que ver en ese asunto.
En absoluto.
Nada que ver.
· · · · · · ·
CuandoDraco recibió la noticia de que su próximo reportaje sería una entrevista a una mujer que dedicaba su vida al cuidado de las flores, ni en sus más locos sueños imaginó que ésta fuese Hermione Granger.
Su ex - compañera Hermione Granger.
La ex - empollona Hermione Granger.
Su pesadilla recurrente Hermione Granger.
No.Draco jamás creyó que una vez acabado Howarts la volvería a ver. Por eso, cuando el redactor jefe lo llamó a su oficina para informarle acerca de la entrevista que se llevaría a cabo ese mismo día, lo último que sintió fue alegría. Más bien, por su expresión, no faltaba mucho para que la vena del cuello comenzara a hinchársele yel humo asalirpor sus orejas.
- ¡No puedes hacerme esto!- estalló levantándose de forma brusca y casi derribando la silla.- no pienso aceptar ese trabajo¡ y no puedes obligarme a que lo haga!
- Cálmate, Draco.- gruñó friamente Ethan Mowsk. Era un hombre de aspecto agradable, bien trajeado e impecablemente peinado. Desde el primer momento en el queDraco cruzó la puerta de su despacho, ambos sintieron una gran conexión mutua, que con el paso del tiempo se convirtió en una gran complicidad. En su interior, Mowsk solía comparar aDraco con el hijo que nunca tuvo, y de ahí que lo tratara con cierta deferencia sobre los demás periodistas de su editorial.- No me hables asñí. ¿Qué problema hay con la entrevista?
- Hermione Grangeres el problema, Ethan.
- ¿Granger¿La jardienra?
- Si.- asintióDraco con aire apesadumbrado.-me niego rotundamente a hacerle ese reportaje.
- No seas ridículo. No estás en situación de negarte a nada.
Tenía razón. La continuidad de Draco en el periódico se tambaleaba peligrosamente. Su último articulo había sido un auténtico fracaso que a duras penas se habia conseguido publicar.
- Acepta este encargo, y hazlo lo mejor que puedas.- Prosiguió con un tono ya más amable.- es tu última oportunidad, Draco, no la desperdicies.
- Está bien.- musitó derrotado.- Intentaré. . . poner lo mejor de mi mismo. Pero Ethan. . .esa mujer está chiflada. Completamente loca.
- ¿La conoces?
- Del colegio.
- ¿y?
- Era insoportable.- gruñóDraco deseando desde lo más profundo de su ser que fuera otro el que estuviera en esa situación.- Como estoy seguro de que lo seguirá siendo ahora. ¿ No hay otro que pueda hacerlo?
- Imposible. - negó categoricamente.- Huges está de baja por depresión desde hace más de dos semanas; Hammon de luna de miel en las Seychelles desde el martes pasado, y cualquiera lo hace volver. . . -se colocóbien los pequeños anteojos que utilizaba y que se le habían resbalado por el puente de la nariz.- Me temo que solo quedas tú, Draco.
Al oírlo,el rubiono tuvo más remedio que exhalar un suspiro de derrota y aceptar que no había más salida. Tendría que hacerle esa maldita entrevistaa Granger. Y maldita la gracia que le hacía. Preferiría comerse un escreguto de cola explosiva antes de hacerla. Pero parecía que esa opción quedaba irremisible y definitivamente, fuera de su alcance.
Fantástico, pensó con una mueca de fastidio en sus labio, esa Hermione Granger no deja de traerme problemas ni siquiera ahora. ¿Qué más podría pasarme?
· · · · · · ·
Hermione Grangerdespertó sobresaltada cerca de las una de la mañana. La rosa amatista. Se había olvidado de regarla.
Mierda. Doblemente mierda.
Rezongando por lo bajo se levantó de la cama y buscó a tientas sus pantuflas de conejitos blancos y peludos. ¿Dónde…?
¡Rufus!.- chilló viendo a su gato plácidamente recostado sobre una de sus zapatillas. Corrijo. Sobre lo que quedaba de una de sus zapatillas. Lo que antaño fuera un adorable conejito de peluche adornando la punta del zapato, lucía ahora como un conejo con sarna al que se le hubiera caído la mitad del pelo (Una amiga mía tuvo hace unas semanas a su pobre conejito, éste de verdad y no el de una zapatilla, con sarna y lo pasó fatal. x´DD).- ¡Gato desagradecido¡Sal de ahí ahora mismo!
Cuando por fin recuperó su zapatilla, después de perseguir al minino por toda la casa, se dirigió arrastrando los pies hacia la cocina. Una taza de café. Una taza de café bien cargada era lo que necesitaba, pensó sacándole la lengua a su reflejo en el espejo del pasillo.
Con aire ausente pasó sus dedos por la mata de cabello castaño para intentar acomodarlo un poco. Pero tras unos intentos infructuosos, se dio por vencida. A esas horas, su pelo parecería un nido de cuervos hiciera lo que hiciera. Recogiendo su café del microondas y soplando suavemente para enfriarlo, abrió la puerta trasera de la casa para salir al jardín.
Total, pensó echando una mirada crítica al añejo pijama de ositos que llevaba ese día, no es como si alguien fuera a verme así. Y con un leve crak, cerró la puerta a sus espaldas.
Y se dejó las llaves dentro.
· · · · · · ·
Si Draco pensaba que nada más podía irle mal, estaba evidentemente, más que equivocado. Tras salir de la editorial, cerca ya de las cinco de la tarde, había pasado fugazmente por su casa para recoger su vieja grabadora y un par de cintas por si acaso la cinta se alargaba. "Como si eso fuese posible tratándose de Granger, masculló malhumorado dirigiéndose hacia su coche, un desteñido Cavalli con menos vida por delante que kilómetros por detrás; apuesto a que antes de que se acabe la primera carilla ya no le quedará más que contara cerca de su estúpida flor, que. . ."
Draco cortó el hilo de sus pensamientos al notar que por más que giraba la llave de encendido, el coche se negaba a responder. Por más que lo intentó, lo único que consiguió fue que un espeso y maloliente humo gris saliera del capó. Estaba claro que a su querido y antiguo vehículo le había llegado su última hora.
No le había quedado más remedio que agarrar sus cosas y llamar a un taxi para dirigirse a South Hampton, la pequeña localidad muggle al este de Londres, donde vivía Hermione Granger. Pero eso no fue todo. Para colmo de males, a mitad de camino sufrieron un pinchazo a la altura del km 45 de la carretera secundaria "South Road" y no tuvieron más otra opción que demorarse para cambiar la rueda.
No. Ése no estaba resultando un buen día para Draco Malfoy. Pero, como es de conocimiento general, si algo va mal, solo puede empeorar.
Para cuando por fin llegó a South Hampton, ya era cerca de media noche. Las espesas nubes que se había ido formando a lo largo de todo el día, descargaban en ese instante los miles de litros de agua acumulada. Con desaliento, Draco comprobó que la dirección deHermione Granger estaba equivocada, como le informó muy amablemente la enjuta ancianita que le abrió la puerta del número 12 de Sepherson Street.
- Pero seguro que no tendrá problemas para encontrar su nueva casa.- añadió con un guiño sin duda creyendo que el atractivo muchacho era el novio de la joven morena.- Vive a las afueras del pueblo, por la misma carretera por la que venía, en dirección a Boulevard Street.
Dándole las gracias repetidamente por la valiosa información, Draco se despidió de la anciana y volvió a subir en el taxi con esperanzas renovadas.Mas si creyó que encontrar una casita color ocre con un pequeño jardín delantero, de dos pisos, y con una gran chimenea de piedra inconfundible situada sobre el tejado, iba a ser tarea fácil. Pronto volvió a comprender lo equivocado que estaba.
La espesa capa de lluvia a penas si le dejaba distinguir los contornos de los objetos a su alrededor. Por no hablar del resfriado que sin duda, tendría al día siguiente, pensó lúgubremente buscando un kleenex en su mochila. Comenzaba a desesperarse por su situación. Echando miradas inquietas al taxímetro comprendió que no tenía dinero suficiente para pagar la dilatada suma a la que ya ascendía el contador (la cual continuaba subiendo inexorablemente), y que tampoco podría permitirse hacer noche en un hotel.
Quizás fuera el cansancio, o quizás el incipiente resfriado que creyó detectar en si mismo, pero Draco jamás pudo comprender cómo fue que decidió tragarse su orgullo, y pedirle a Granger que lo dejara pernoctar en su casa. En cualquier caso, primero debería encontrarla.
A lo lejos divisó la borrosa silueta de una casa, y aunque no podía estar seguro de que era la que buscaba, era perfecta para pedir indicaciones.
Mandó detener el taxi por segunda vez, y cubriéndose de la lluvia como puedo, recorrió el camino de gravilla que atravesaba el jardín hasta la puerta de la vivienda. Todas las luces estaban apagadas, salvo una, que brillaba débilmente en una especie de invernadero.
Algo dubitativo, Draco se dirigió hacia allí tan deprisa como le permitieron sus agotadas piernas, y cual fue su sorpresa al encontrarse con una joven inclinada sobre algo que quedaba fuera del alcance de su vista. No pudo evitar recorrer asombrado la silueta femenina, cubierta con un ancho pijama de ¿ositos?
Dios.
Eso era lo más antierótico que había visto en su vida. Ni siquiera la faja que utilizaba su abuela era peor que eso. Incrédulo, Draco se encontró a si mismo reconociendo esa melena encrespada del color del heno.
- ¿Hermione¿Hermione Granger?
La castaña se giró asustada al percibir la voz de un hombre que la llamaba a sus espaldas.
Ni toda la experiencia del mundo la hubiera preparado para enfrentarse a la visión que se abrió ante sus ojos.
Un hombre. Rubio. Guapísimo. Completamente mojado. Con el pelo cayéndole en mechones sobre su cara. Y ojos azules, del color del mar, del cielo, de un día de tormenta.
¿Sí?- inquirió anonadada preguntándose qué designios del los dioses habían llevado a su puerta a ese ejemplar del sexo masculino hasta su puerta.
Y, en ese preciso instante, la rosa amatista floreció.
¿Qué ocurrirá ahora¿Será cierta la leyenda de la rosa¿LEs afectarán las esporas?
¿Cómo se las arreglaráDraco para pagar el taxi¿Y qué harán paraentrar en casaahora que Hermione se déjó las llaves dentro¿Qué pasará con rufus? x´DD
Si quieren enterarse de todo esto, y saber como sigue la historia, solo les queda una cosa: apretar REVIEW!;)
Si os ha gustado esta historia, no dejeis de leer mi nuevo fic, "Luna de Papel". Sin duda, lo mejor que he escrito nunca. Espero que os guste tanto como a mi me ha gustado escribirlo. Un beso y gracias.
