Bueno, como de mi otro fanfic sobre esta serie, La batalla por el mundo real, hay gente que me ha escrito pidiendo una historia más normalilla con Kari y sus hermanos como protagonista pues aquí va. Pero no puedo dejar la acción a un lado lo siento ^^U, es algo que me supera.

CAPÍTULO 1

PROBLEMAS EN EL COLEGIO

EL REGRESO DEL HERMANO MAYOR

Hasta que oyó el sonido de algo pesado caer, Tai estaba durmiendo plácidamente. Teniendo que palpar varias veces la mesa para encontrar el despertador, echó un vistazo a la hora. Aún le quedaba más de media hora para levantarse, ¿entonces a qué venía ese ruido? ¿Quizás el gato había vuelto a tirar algo al suelo?

Cuando se levantó medio sonámbulo, comprobó que su hermana no estaba en su cama. Le pareció raro, pero quizás únicamente había ido al baño. Algo perezoso, salió al pasillo para ver que se había podido caer, aunque lo más seguro es que sus padres también lo hubieran oído y estuvieran recogiéndolo. Siempre que hubiese sido en su casa claro.

Al salir de la oscuridad, los rayos de sol de por la mañana le dejaron momentáneamente ciego. Tras rascarse un poco los ojos, miro por su alrededor, y encontró a su madre recogiendo cosas del suelo y metiéndolas en una caja. Esta advirtió su presencia y le dio los buenos días con una sonrisa.

- Perdona hijo, ¿te he despertado?

- Más bien. ¿Qué haces con eso a estas horas, mamá?

- Estamos vaciando el cuarto de tu hermano.

- ¿Su cuarto? ¿Para qué?

De la habitación salió Kari, aún con su pijama, cargando una caja que parecía que le pesaba demasiado por la cara que traía. Su madre la ayudó a cogerla y entre las dos la dejaron en la cocina.

- Tai, ¿es qué no te acuerdas? Hoy volvía a casa – le recordó su madre.

- ¿Ah, si? – Vagamente recordaba haber oído algo la noche anterior, pero como estaba más concentrado viendo la televisión no había prestado mucha atención.

- Por fin va a volver… que alegría… - murmuró Kari, cosa que pillo totalmente por sorpresa a Tai.

- Pero, Kari, tenías solo tres años cuando se marchó – le recordó - ¿Acaso recuerdas como es?

- No mucho… pero están las fotos, y a veces las miró para no olvidarle – le confesó, algo sonrojada – Estoy segura que sigue estando igual.

- Han pasado cinco años hija, algo habrá cambiado.

- Lo sé pero… me refería a siendo igual de amable y cariñoso a como era antes conmigo.

Su madre sonrió. Era cierto lo que decía, su hermano era muy protector con los cuando eran pequeños, quizás hasta demasiado en algunas ocasiones, pero sobre todo con Kari, sometiéndose a todos sus caprichos; si quería montar a caballito la subía a sus hombros y cabalgaba, si quería jugar jugaba a lo que quisiera, si quería bañarse se bañaba con ella aunque acabase de salir del baño.

La mujer tenía que admitir que su hijo mayor había hecho más por sus dos hermanos que su marido en sus veinte años de matrimonio. Ahora estaría más grande e igual un poco cambiando, aunque no lo parecía cuando les llamaba. Pero para ella, seguiría siendo su pequeño.

- Cuando volváis del colegio ya estará aquí, vuestro padre ha ido a buscarle.

- ¿No puedo esperarme solo un poco hasta que llegue, por favor? – Rogó su hija, juntando las manos y poniendo carita de niña buena.

- Ya te dijimos ayer que no. Además, él te dijo por teléfono que nada más llegará, cuando fueran las cinco, iría a buscarte al colegio, ¿no?

- Si, lo sé pero… es que tengo tantas ganas de verle que… es que yo…

- Creo que lo que tiene es vergüenza – comentó su hermano, sonriendo con malicia.

La pequeña agachó la cabeza, sonrojada. Su madre abrió la boca sorprendida que, su hija que a veces demostraba ser demasiado madura, estuviera avergonzada por reencontrarse con su hermano mayor.

- ¡Eres un tonto hermano! ¡Me prometiste que no te reirías! – Protestó, y enfadada se fue a su cuarto.

Tai y su madre rieron por lo bajo. Comprendía a la pequeña, apenas tenía muchos recuerdos de su hermano mayor, y era normal que estuviera nerviosa por volver a verlo, a fin de cuentas para ella era casi como un completo desconocido por mucho que hubieran hablado por teléfono varias veces.

Se sentía igual que su hermana, algo nervioso también por volver a verlo. Tal y como lo había descrito Kari, así era su hermano, además de ser muy comprensivo y atento. Gracias a él aprendió a montar en bici, y tiene que reconocer que tuvo una enorme paciencia con él, así como también le enseñó a nadar y a jugar al fútbol. Cuando le dijo hacía una semana que su equipo se clasificaba para la copa juvenil nacional le felicitó, así como le dijo que tenía muchas ganas de verle jugar algún día. Y también de jugar con él.

- Vamos hijo, vete preparando para ir al colegio que ahora mismo preparo el desayuno.

- Si, ya voy.

Aunque era una lata tener que llegar media hora antes para ocuparse de las tareas de la clase, a Sora le gustaba levantarse pronto para así aprovechar mejor el día, por muy pesado que ufera.

Esperando en el tren que paraba cerca del colegio, observaba a un joven mayor que ella. Tenía el pelo castaño y bastante despeinado y vestía unos vaqueros negros con una camiseta de un grupo extranjero que Sora no conocía. No podía verle la cara bien, porque llevaba gafas de sol y un libro con mapas de la ciudad le tapaba la otra parte de la cara, pero estaba segura que no le echaría más que un par de años.

Le hacía gracia ver como no paraba de mirar el libro en todas las posiciones posibles mientras se rascaba la cabeza, como sino entendiera nada. Quizás es que era de otra ciudad.

- Es guapo, ¿verdad? – Le susurró al oído Keiko, su compañera de clase.

- ¿Q-Qué? – Fue lo único que pudo decir, porque su amiga realmente la había asustado.

- Llevas un buen rato mirando a ese chico sin parar. No sabía que te gustarán más mayores.

- No digas tonterías, Keiko. Ya sabes que a mi los chicos no me…

- Te interesan – terminó la frase y luego comenzó a reírse.

Sora sonrió ante esa tontería de su amiga y luego miró al suelo pensativa sobre ella misma. Era verdad que no era como las otras chicas y muchas la consideraban una marimacho. No le gustaba llevar falda como a las demás ni tampoco arreglarse mucho, todo lo contrario, prefería los pantalones vaqueros, las deportivas y unas camisetas simples, y por supuesto le encantaba llevar gorro. Tampoco es que no le interesarán los chicos, pero no había encontrado el adecuado a fin de cuentas.

Pensó en sus amigos, en los chicos que conocía; Joe era demasiado estudioso para su gusto, pero no iba a dejar de admitir que una fantástica persona. Izzy era demasiado pequeño para ella, así como Tk. Yamato era un poco creidillo y Tai bastante divertido, pero no podía sentir nada por ellos, casi eran como sus hermanos. Ni se le pasaría por la cabeza salir con ellos en otro plan que no fuera amigos.

Miró de nuevo de reojo al chico. Seguía igual, peleándose con el libro de la ciudad, casi parecía un humorista cuando se puso boca abajo en el asiento a mirar el libro. Mucha gente se asustó y lo miro con cara extraña pero a Sora se le escapó una pequeña risa. Desde luego parecía ser un tipo divertido y bastante raro.

Al bajar en la parada, se llevó una enorme sorpresa de que el chico bajó en la misma que ellas. En todo momento fue por delante de ellas, y mientras Keiko le decía cosas, Sora solo le miraba a él. Sin duda no podía ser de aquí porque no paraba mirar de un lado a otro a la vez que al libro con el mapa de la zona.

Cuando llegaron al cruce de la sexta y quinta calle, se paró, mirando en las dos direcciones varias veces y luego de nuevo a su libro. Al pasar por su lado, Sora pudo oír como se quejaba.

- Maldita sea… está claro que no voy a llegar a ninguna parte, ¿por dónde voy ahora?

No sabe que lo hizo pararse a su lado y ofrecerle su ayuda. Quizás fue la costumbre de su carácter que le impedía dejar a la gente que necesitase ayuda o simplemente, realmente ese chico le atraía por alguna razón.

- D-Disculpe… ¿necesita ayuda? – Preguntó, tímidamente.

El joven se giró para mirarla, permitiéndole a Sora ver por primera vez su cara con totalidad claridad. Como había pensado, no debía tener poco más de dos años más que ella. Por un momento la miró por encima de las gafas, muy fijamente, lo que asustó a su amiga un poco, que se puso tras de ella.

Fue entonces cuando Sora vio fijamente sus ojos, que le recordaron por el color a unas castañas asadas. El joven volvió a subirse las gafas y le enseñó el mapa del libro.

- Estoy buscando el Instituto Odaiba. Me dijeron que estaba por aquí cerca, pero no entiendo este mapa. Este cruceño sale aquí.

- A ver…

Sora le echó un vistazo y enseguida lo entendió, cuando en un margen de la hoja miró la fecha de ese plano. Era de hace más de diez años.

- E-Es que… ese plano es de hace más de diez años – le explicó – Todo esto lo construyeron hace cuatro.

- ¡¿Qué? – Gritó el chico pasmado, asustando a las dos chicas – Con razón no me sonaba nada de lo que miraba en la calla.

Ahora Sora entendía porque no paraba de mirar a todas partes con cada paso que daba. Estaba buscando algo que le sonase para guiarse. Entonces, si que era de la ciudad.

- Y ahora que hago… menuda faena. Como no llegue a mi hora el director me echará un sermón de aquí te espero.

- B-B-Bueno, nosotras vamos al colegio Odaiba que está al lado – comentó Keiko, aún estando detrás de Sora. Le parecía muy guapo el chico pero le daba algo de miedo – Si quieres, te podemos acompañar.

- ¡¿De verdad? – Exclamó el joven y luego cogió las manos de Sora y comenzó a llorar a lágrima viva - ¡Gracias, muchas gracias de verdad!

Sora por un momento no supo como reaccionar, pero se enrojeció levemente. Era la primera vez que un chico le cogía las manos así, bueno, y que actuaba de esa manera ante ella. Parecía un buen tipo, nada peligroso.

Por el camino, Keiko no paró de hacerle preguntas, para sonsacarle información. Como si fuera una radio, cantó todo; tenía catorce años y acababa de volver del extranjero para estudiar la secundaria en Japón. Al llevar tanto fuera, y estar todo cambiado, se había perdido de buena manera. Iba a ir a matricularse en el instituto para empezar cuanto antes.

Tras un cuarto de hora de caminata, finalmente llegaron a la puerta del Instituto. Con una reverencia, el joven se los agradeció y se metió para adentro corriendo. Las dos se despidieron con un movimiento de mano, aunque él ya no estaba allí.

- Y bien, ¿qué te parece tu príncipe azul? – Le comentó Meiko, con una sonrisa de diablesa.

- ¡Oh, déjalo ya! – Protestó - ¡Ya sabes que no me interesan los chicos!

- Ya, ya… - por un momento, a Sora se le pasó la extraña idea por la cabeza de que ya conocía a ese chico, o al menos eso le había parecido por un momento. Daba igual, seguramente solo era su imaginación.

Las dos se fueron a su colegio, que estaba justo al lado. Ambos recintos en verdad estaban unidos, pero solo les separaba una verja para dividir ambos patios y recintos deportivos. Por lo demás, todo era del mismo recinto escolar; la cafetería, los vestuarios, etc.

Tai bostezó cuando pasó por la verja del colegio. Aunque solo se había levantado media hora de su hora habitual, eso se le notaba mucho, sobre todo a él que era de dormir a pierna suelta normalmente.

Su hermana caminaba desanimada a su lado. Estaba claro lo que le pasaba. Le había pedido otras diez veces más a su madre el poder esperar a su hermano en casa, pero nada, se lo seguía prohibiendo.

- Venga, Kari, levanta el ánimo. Cuando salgamos a las cinco ya estará aquí. Seguro que te saluda con los brazos abiertos para que le des un fuerte abrazos – intentó animarla, sabiendo que eso era lo que más le gustaría a la pequeña.

- Pero es que… yo quería recibirle así cuando abriese la puerta… mamá es muy mala.

- Es que faltar solo porque venga él no es una razón suficiente. Y ya faltas mucho por estar enferma, hermanita.

- Lo sé, pero… jope, que rabia me da no estar mala ahora mismo…

- No digas eso ni en broma Kari – le dijo seriamente – Cuando estás enferma te pones fatal y te sube mucho la fiebre. Tú solo espera y verás como el tiempo se te pasa volando.

- Si…

Se reunieron con sus amigos, que en verdad era el grupo de los niños elegidos con los que habían compartido tantas cosas en el mundo digital. Joe era el único que no estaba, seguramente se habría ido al aula a estudiar.

- Buenos días – saludó Yamato al ver a la pareja de hermanos.

- ¡Yo! – Dijo simplemente Tai.

Como siempre hablaron de sus cosas, Tai y Yamato del partido del findesemana, Yoshiro estaba concentrado en su ordenador y Mimi, Sora y Kari hablaban sobre otros temas que a los chicos no les interesaban, aunque las dos chicas notaron que la hermana pequeña de Tai estaba rara.

- Tai, ¿qué le pasa a tu hermana? – Le preguntó Sora, en un susurro.

- Es que mi madre no le ha dejado quedarse en casa para recibir a nuestro hermano.

- ¿Tu hermano? – Soltaron a la vez Mimi, Yoshiro y Yamato.

Tai por un momento se quedó quieto como si hubiera dicho alguna locura, pero claro, había olvidado por un momento que ellos no lo conocían.

- Si, hoy vuelve de América – les explicó – Mi padre fue a buscarlo al aeropuerto y como teníamos que venir a clase, no podremos verlo hasta que terminen. Luego vendrá a buscarnos cuando suene la campana.

- Ahora entiendo que Kari esté así… - murmuró Sora, que comprendió a la pequeña. Llevaba una semana diciendo las ganas que tenía de que volviese su hermano mayor para verlo, y no le extrañaba que estuviera tan chafada si aún tenía que esperar ocho horas para poder verlo.

- No sabía que tuvierais un hermano mayor – comentó Yamato.

- Pues ya ves – rio Tai, rascándose la parte de la nuca.

Iba a decir otra cosa cuando oyeron gritos que provenían de la entrada. Por pleno instinto, los niños elegidos pensaron en un digimon, pero no, no eran digimon lo que había hecho gritar a los demás estudiantes que había en la entrada.

Un grupo de cinco adolescentes, vistiendo gabardinas blancas y con bastante pinta de macarras, habían entrado en el recinto. La verdad es que tenían una pinta bastante peligrosa.

- Vaya mierda de sitio, brother – dijo el que tenía el pelo rubio, recogido en un largo tupe.

- Ya ves, tronco. No sé porque el jefe quiere controlar este lugar – habló esta vez el que tenía la cabeza rapada.

Caminaban de forma chulesca, amenazando a todo el que estaba cerca de ellos. Los chicos prefirieron pasar desapercibidos, no haciéndoles mucho caso.

- Psss, mira eso brother.

El rubio le señaló al calvo una chica que estaba junto con otro grupo de jóvenes. Gracias a su pantalón ajustado de color azul, su trasero se dejaba notar bastante.

- No esta nada mal, tronco.

Los dos se acercaron al grupo de los niños elegidos, que hicieron como que no los veían acercarse, pensando en que si hacían eso, quizás pasasen de largo. Pero se llevaron una terrible desilusión, los dos se pararon justo delante de ellos. Comenzaron a hablar, dirigiéndose a Sora.

- Oye nena, ¿no te quieres saltar las clases y venirte a pasar el rato con nosotros? – Le ofreció el rubio del tupe.

- Te prometemos que te trataremos bien – tras decir estas palabras, los dos comenzaron a reírse.

Asustada, Sora retrocedió un paso, sin poder mediar palabra. Tai y Yamato se pusieron delante de ella.

- No va a ir a ninguna parte con vosotros, macarras – se avalentó Tai, aunque con algo de miedo en el cuerpo por lo que pudiera pasar.

- Oh, mira brother, tenemos aquí a un gallito.

- Ya ves, tronco. A mi me gustan los gallitos… para comer.

Le dio una fuerte patada en el estómago que hizo caer a Tai al suelo. Yamato iba a atacar, pero el rubio del tupé le pegó un puñetazo en la cara que también lo tiro contra el suelo.

- ¡Tai, Yamato! – Exclamó Sora que se agachó a su lado.

Iba a decirle algo a los macarras cuando el calvo la agarró del brazo, levantándola del suelo.

- ¡No! ¡Suéltame! – Gritó, forcejeando, pero le era imposible poder librarse del calvo, tenía más fuerza que ella.

- Vamos, te prometemos que no te haremos nada malo… o quizás si, depende lo bien que te portes con nosotros.

- ¡No, suéltame!

Yamato y Tai intentaron volver a atacar, pero de nuevo el rubio del tupé los tumbo de un solo golpe, dejándolos casi inmóviles.

- Seréis idiotas. Haber si aprendéis donde está vuestro sitio, criajos.

- ¡Hermano!

Kari se arrodilló junto a su hermano, que temblaba debido al dolor del golpe que había recibido. El calvo le hizo una señal a su compañero que examinó a la pequeña y luego asintió, sonriendo.

El dolor que sintió Kari fue horrible cuando la agarraron del pelo para arrastrarla hacía ellos.

- ¡Ay, suéltame! – Protestó.

- Tú también te vienes con nosotros.

Sora logró liberarse de su captor y mordió el brazo del rubio para liberar a Kari, poniéndose luego frente a ella.

- ¡Si os queréis llevar a alguien llevadme a mi, pero dejad en paz a la niña!

El rubio del tupé le metió un fuerte bofetón que tiró a Sora al suelo.

- ¡Maldita puta! – Exclamó, furioso - ¡Pensaba ser bueno contigo, pero vas a conocer el infierno cuando lleguemos a nuestra guarida!

La agarró de nuevo del brazo, y esta vez no encontró mucha resistencia. El golpe la había dejado medio grogy. En su ayuda acudió Kari, que le mordió el brazo al rubio con todas sus fuerzas, pero pronto cayó también al suelo cuando el calvo le metió otro bofetón a la pequeña y luego la agarró en brazos para llevársela.

- S-Soltadlas… sino… me las vais a pagar… - los amenazó Tai, que se había puesto en pie.

- Vaya, ¿qué te parece brother? Nos está amenazando este microbio.

- Creo que será mejor enseñarle cuál es su lugar, tronco.

Asuka Asamiya caminaba por la pista de atletismo con el nuevo estudiante. Como delegada de su clase, le habían pedido que le enseñará las instalaciones. No es que le importase, pero era un auténtico marrón tener que hacerlo cada vez.

- Y esto es todo – finalizó su explicación.

- Vaya, este sitio es muy grande. Tardaré en acostumbrarme.

- No creas. Cuando lleves un par de días te acostumbrarás.

- No estoy tan convencido, verás tengo muy mal sentido de la orientación y…

Le cortó un alboroto que oyeron desde el otro lado de la verja, donde estaba el colegio. El nuevo ya sabía eso y pensaba que seguramente serían los niños jugando, pero eran unos gritos demasiado fuertes como para ser de un simple juego.

Cuando se asomaron por la zona norte, desde donde podía verse la entrada, Asuka se echó las manos a la boca cuando vio como dos macarras le daban una paliza a un chico del colegio. No entendía muy bien la situación, pero eso era horrible. Además, había otros tres macarras allí también que parecía que se lo estaban pasando pipa viendo como sus amigos le daba esa paliza al chico.

- ¡Esto es horrible, hay que llamar….!

Pero antes de que pudiera decir nada, el chico nuevo ya había saltado la valla y se dirigía hacía allí a la velocidad del rayo.

A Tai le dolía todo el cuerpo, pero aún así se levantó una vez más a pesar de las burlas de esos dos macarras y sus amigos. Intentó darles un puñetazo, que estos esquivaron a cámara lenta, para burlarse de él.

Casi desmayado, Tai se dejo caer sobre el macarra rubio del tupé, que se moría de la risa.

- Vaya, este mocoso ha resistido bastante brother. Parece que no le hace gracia que nos llevemos a su hermana.

- Venga, acaba con él tronco. A fin de cuentas esa niña no es para nosotros, sino para el jefe.

- ¿Q-Qué…?

- ¿Sabes? – Se acercó al oído para susúrrarle – A nuestro jefe le pierden los chochitos de las niñas pequeñas… y va a gozar con tu hermana de una forma increíble… la grabaremos para que así puedas escuchar sus llantos, ¿qué te parece?

Furioso, Tai usó las últimas fuerzas que le quedaban para darle un puñetazo. El macarra casi ni se inmutó ante esta acción, más bien se rió.

Su compañero cogió a las dos chicas cargándolas sobre sus hombros, también divertido con la escena, pero ya un poco cansado.

- Vamos, termina ya y vámonos. Tengo ganas de probar a esta chica, parece deliciosa.

- En un momento.

De un puñetazo, tumbó al crío que lentamente cayó al suelo, hasta desplomarse.

Tai se maldijo así mismo. Se iban a llevar a su hermana y a Sora para violarlas y no había podido hacer nada por evitarlo. Lloró de la impotencia, rogando que las dos chicas le perdonasen y pidiendo al cielo que alguien las ayudase, solo pedía eso.

Mientras con su visión borrosa los veía marchar, Tai no hacía más que rezar, de que alguien llegase a tiempo y las rescatase.

El rubio del tupé caminaba por delante de su amigo, bastante contento con el botín. Su jefe seguro que estaría más satisfecho que ellos, que tendrían que repartirse a una chica entre once, pero bueno, algo era algo. Ya había amenazado a todos con que si decían algo los matarían a todos y se habían acojonado de verdad, incluso creyó ver que alguno se había meado encima del miedo. Esa sensación de superioridad le encantaba.

Su compañero se paró de pronto, y el macarra rubio se giro, extrañado.

- ¿Qué te pasa, brother? Venga, vamos.

De golpe, el calvo cayó a tierra de cara, cayendo inconsciente.

- ¡O-Oye, ¿qué te pasa?

Junto con sus compañeros, se acercó a mirar lo que le pasaba. Realmente estaba inconsciente, y lo que era más raro aún, las dos niñas habían desaparecido.

Mirando para todos lados, vieron como alguien las cargaba hasta donde estaba el grupo del chico al que habían dado la paliza, y las dejaba suavemente en el suelo.

El chico les dio un par de palmadas suaves en las mejillas. La primera en despertar fue Kari, que por un momento creyó estar viendo una visión por lo borroso que lo veía todo. Cuando se le aclaró un poco la vista, vio a un joven de pelo castaño y despeinado, que le dibujó una sonrisa en su cara morena por el sol.

- ¿Estás bien? – Le preguntó el chico.

- ¿Q-Quién…? – Kari lo miró mejor, y era casi como si lo conociera de algo – T-Tú eres…

Sora despertó en ese momento, y miró a su salvador. Le dolía mucho la cabeza a causa del bofetón pero no tardó tanto en hablar como Kari.

- ¿N-No eres el de esta mañana…? – Le preguntó, medio desiorientada.

- Si, gracias por lo de esta mañana.

Y sin decir nada más, se dirigió hacía Tai, que estaba rodeado por Yoshiro y sus dos amigos restantes del grupo.

- Ey, chico, ¿cómo te encuentras?

- Ugh… si… gracias, por salvar a mi hermana y a Sora.

- Has sido muy valiente, tu hermana estará orgullosa de ti. Y seguro que tu amiga también.

- Si no… si no he podido salvarlas…

- Pero lo has intentando, que es más de lo que han hecho muchos de los que hay por aquí – le animó con sus palabras – Ahora descansa y dejarme a mi el resto, ¿vale, Tai?

Cuando el chico se giro para ir en dirección a los macarras, Tai lo miró pasmado. ¿Cómo era que sabía su nombre?

El chico no tardó en situarse frente a frente a los macarras, que lo miraban furiosos, sobre todo el rubio del tupé.

- ¡Tú! ¡¿Has sido tú el qué le ha hecho esto a mi amigo, brother?

- Eso de ir secuestrando niñas no esta bien. ¿Tan mal os va con las de vuestra edad que tenéis que ir a por chicas que no pueden defenderse? Aunque no me extrañaría que os rechazasen, sois feos de narices, tio. ¿Ese tupé es para pillar la radio sin antena o qué?

- ¡¿Qué has dicho?

Mientras que sus tres compañeros le miraban amenazantes, listos para lanzarse a por él en cualquier momento. Hideo Noritaka, el más bajo y gordo del grupo, con cara de besugo, miraba fijamente al chico de forma examinadora. Estaba seguro de haberlo visto antes en algún sitio.

- ¿Qué te pasa, Hideo? – Le preguntó el macarra rubio.

- No sé… pero estoy seguro de que he visto a este chico en alguna parte.

- ¿Qué?

El macarra rubio lo miro y examinó. No sabía donde lo podía haber visto Hideo sino parecía más que un cero a la izquierda. Seguro que era una nenaza. Si había ganado a su colega era porque lo había pillado por la espalda con la guardia baja, nada más.

- No sé quien eres, pero vamos a llevarnos a esos dos niñas te guste o no.

- ¿Ah, si? ¿Y qué haréis si os las lleváis?

- La grande nos servirá de entretenimiento, primero nos divertiremos con ella, y luego le arrancaremos la ropa y depsues… jeje… nos hará gozar a todos nosotros.

- ¿Y la pequeña? ¿Para qué la queréis?

- Para nuestro jefe – contestó otro que tenía la boca tapada con una mascarilla – Le pirran las niñas pequeñas. Es un suertudo, siempre tiene una para él solo.

- Vaya… así que las queríais para eso.

- ¡Exacto, así que apártate de nuestro camino sino quieres salir mal parado, brother!

- ¿Y si no lo hago?

- ¡Pues te daré una paliza que no olvidarás jamás! – Le amenazó el calvo corriendo hacía él.

Todo pasó tan rápido que nadie podía creer lo que estaba viendo sus ojos. En un visto y no visto, el chico esquivó el puñetazo del macarra rubio y luego le contraatacó con un único puñetazo en el estómago, que lo hizo morder el polvo, inconsciente.

Los alumnos del colegio, así como el grupo de niños elegidos, estaban alucinando, aplaudiendo al joven salvador que había aparecido. Por otro lado, el grupo de los macarras no se podía creer lo que habían visto. Acaban de derrotar al segundo más fuerte de su grupo, después de su jefe, claro. Y de un solo golpe.

- ¡¿Pero quién ese ese tipo? – Preguntó el de la mascarilla.

- ¡Se ha cargado a brother de un golpe! – Exclamó el otro macarra que tenía el pelo a lo punk.

Hideo temblaba, asustado. Ahora ya sabía donde había visto a ese chico, no tenía lugar a dudas. Ese movimiento que había usado para derrotar a su compañero se lo había confirmado.

- ¿Qué te pasa, Hideo? – Quiso saber el punky - ¡Pareces un flan tio!

- Y-Y-Ya sabía yo que me sonaba ese chico… y-yo sé quién es…

- ¡¿Eh? ¡¿Si? ¡Pues dínoslo! – Le exigió el de la mascarilla.

- E-E-E-Es…. ¡es Kamiya Kenji, el Akuma dansa! – Gritó, pudiendo oírle todos los que estaban allí.

Todos los alumnos comenzaron a hablar entre susurros. Algunos parecían conocerlos, otros parecía que no. Los dos macarras se quedaron indiferentes aunque sabían que había oído ese nombre, o al menos lo del diablo bailarín en algún sitio.

Al ver que sus compañeros no lograban relacionar su nombre, comenzó a hacerles una explicación.

- ¡H-Hace cinco años apareció un crio que era capaz de usar varios estilos de combate en el estilo libre y se hizo muy famoso! ¡Recientemente había aparecido en la televisión en competiciones del extranjero quedando en muy buena posición a pesar de ser su primera vez en torneos de ese nivel!

Ahora sus compañeros ya sabían donde lo habían visto. Claro, en una competición de estilo libre le vieron derrumbar a un luchador de sumo dos veces como él con varias combinaciones de patadas. Y ese video decían que era de hacía tres años. Por eso no lo habían reconocido al verlo. Aún recordaban como se emocionaron con el video, aplaudiendo su actuación, sobre todo porque era japonés.

- ¡N-No puede ser él! ¡Kamiya Kenji está en el extranjero! – Exclamó el de la mascarilla.

- He vuelto para terminar mis estudios aquí – le explicó – Y también para ver de paso a mis hermanos.

- ¿A-A-A tus hermanos?

- Si – señaló hacía el grupo de Tai y los otros – A ese chico que esta ahí tirando medio muerto y a esa niña que llevaba vuestro amigo en los brazos, a la que decíais que ibais a llevarle a vuestro jefe.

A los dos macarras casi sintieron que se les salía el alma por la boca. Aunque solo habían oído rumores de cuando estaba en Japón, todo el mundo conocía al famoso Akuma Dansa, que a pesar de ser un criajo que no levantaba de un palmo del suelo se había enfrentando más de una vez a alguna panda de macarras. Y había ganado.

Y ahora, ellos, sin saberlo, se habían metido ni más ni menos con sus dos hermanos pequeños. Casi sintieron que su corazón dejaba de latir.

- ¡Sabia qué era mi hermano! – Exclamó Kari, contenta de verlo y aún emocionada por la actuación que acaba de hacer dejando K.O al macarra del tupé.

- ¿Ese es Kenji? – Murmuró Tai, que no lo había reconocido a simple vista.

Aunque no mucho, algo si que había cambiando, por eso no lo había podido reconocer cuando se le acercó. Pero en su voz y su forma de tratarle, así como de animarle, si que había visto un tono que parecía familiar.

Sora por su parte ahora comprendía también porque por un momento ese chico le había sonado de algo. De pequeña lo había visto varias veces cuando había ido a jugar con Tai, y de hecho había jugado también con él. Pero ahora llevaba el pelo más corto que cuando lo vio la última vez de pequeña.

Estaba sin habla con la enorme actuación que había hecho, dejando inconscientes a esos dos macarras. Y encima parecía que su nombre les provocaba temor a los otros tres. No entendía porque, pero le había parecido oír algo de lucha o una cosa por el estilo.

- Bueno… - se golpeó los puños con fuerza, dejando oír el crujir de sus huesos - ¿Estáis listos para recibir una pequeña lección por lo que le habéis hecho a mis hermanos y sus amigos? – Les preguntó, amenazante y con unos ojos cargados de furia.