Twenty-five nights for dream
Una colección de veinticinco one-shots dedicados a parejas de Bleach que me parece, merecen la pena ser recordadas.
Noche 1: "Forever"
Basada en: "Dime" - Poema de Jorge L. Borges, originalmente escrito por Gustavo Alejandro Castiñeiras, titulado "Poema de un Recuerdo".
Personajes: Ichigo Kurosaki y Rukia Kuchiki
Aclaraciones: Ni Bleach ni sus personajes me pertenecen, todo es obra de Kubo Tite-sama.
"Dime por favor donde no estás
en qué lugar puedo no ser tu ausencia
dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar, sin que me duela."
J. L. Borges
No hice nada. No pude hacer nada tampoco. No me dejaron ayudarte. Estabas allí, tumbado en el suelo, abatido por el poder de la Sociedad de Almas. Te miré confundida, absorta en mis pensamientos y lloré.
Renji me miraba sin entender y mi hermano estaba allí también, junto a mí. Pero yo no hice nada. No hice más que llorar.
¿Por qué fueron tan crueles? Después de todo, nosotros fuimos los más afectados por la guerra. Luchamos codo a codo con los capitanes, caminamos y entramos en cada uno de los rincones de Las Noches. Vivimos muchas situaciones y arriesgamos nuestras vidas junto a ellos… y ahora nos pagan así.
Nos dejan solos, alejados, cada uno en su mundo.
Hubiera preferido morir en Hueco Mundo a esto. ¡Maldición! Aún lloro al recordarte, aún lloro al entender que estabas allí inerte, tirado en el suelo como aquella vez… y no hice nada.
No hice nada porque no podía hacer nada. ¿Qué podía hacer yo, una shinigami con un apellido prestado y sin siquiera un buen puesto, frente a la recientemente creada Cámara de los 46 y un sin número de shinigamis de alto rango que acreditó su sentencia?
Nada.
Miré a mi hermano a los ojos sin pensarlo, y él simplemente apartó su vista con tristeza. No podía siquiera verme y yo lo sabía, sabía que él no había aprobado esto… pero… tampoco pudo hacer nada. Ellos creían que lo mejor para ti era olvidar.
Pero, ¿qué hay de mí? Nadie pensó en mí. Nadie pensó en los que quedamos recordándolo todo. Porque ni a uno solo de los que participamos en aquella oportunidad se nos olvidó ningún detalle. Porque todos sufrimos en nuestra piel cada una de las cortadas y cada uno de los ataques… y ellos ni siquiera se dignaron a hacernos olvidar.
¿Es que acaso pretenden que suframos para siempre?
Miré a Renji, que me observaba en silencio desde hacía rato. Noté su rostro apagado y sombrío. Intenté mostrarle un gesto, algo que le dijera que podía continuar, pero no pude. Porque no era cierto, yo no podía seguir así.
Mi hermano me sostuvo por el brazo hasta que reaccioné a pararme y aferrarme a su mano como si fuera la última salvación. Y no podía dejar de llorar. Esa sería la última vez que te vería… y tú estabas allí, en el piso frío del invierno, dentro de tu cuerpo y sin ningún reiatsu que te identificara como el salvador de todos los mundos.
Atravesamos la senkaimon y corrí. Corrí por los pasillos del Seireitei. Corrí sin rumbo fijo hacia algún lugar que no me recordara a ti. Porque incluso ahora puedo saber que en cada rincón de cualquier lugar que sea, te recuerdo. Y no puedo dejar de recriminarme que no hice nada.
Incluso ahora, sigo preguntándote a ti por qué no puedo olvidarte, por qué tu recuerdo me lastima más que saber que nunca te dije lo que sentía realmente.
- Rukia – la voz de Renji me distrajo, mas no contesté. No quería que él me viera otro día más así. Últimamente he sido sólo la sombra de lo que alguna vez fui y sabía que mi amigo sufría por eso. Mantuve mis ojos cerrados y fingí dormir.
Él se acercó y se arrodilló junto a mi cama improvisada en uno de las galerías de la mansión, de la que hace meses que no salgo.
- Esperaba encontrarte más animada hoy… pero veo que sólo finges dormir para que no note tus lágrimas… - sabía que él se había dado cuenta de que estaba despierta, pero de todas formas continué con mi teatro. No quería que él viera mis ojos enrojecidos de tanto llorar. – Hace mucho tiempo que no paseamos por los jardines, ¿quieres ir? – esperaba una respuesta que nunca llegó. No quería ir a ningún sitio, porque todo me recordaba a ti y yo no quería recordarte.
No quería recordarte porque eso me dolía y tus recuerdos me estaban matando de a poco. Pero, sé que deseaba más que nada volverte a ver en mis pensamientos, porque era gracias a ti que estaba viva. Y todo eso era un círculo vicioso que no terminaría jamás.
- Creo que no quieres – me dijo Renji, ya resignado a que no le hable. – Pero deberías salir a caminar… los cerezos están en flor y te encantaría verlos…
Se marchó sin despedirse, como solía hacerlo cada tarde en la que me visitaba. No quería ver los cerezos, no sin ti, no sólo con tu recuerdo.
Pero, fui. Me levanté y salí al jardín, a caminar en el campo rosado por las flores. Recordé con dolor cada una de tus palabras, de tus acciones. La calidez de tu energía espiritual. Todo y cada uno de tus recuerdos pasaron por mi mente mientras caminaba y las lágrimas salían inconscientemente de mis ojos.
Y así, me sentí sola. Tan sola como nunca antes. Porque no era sólo mi soledad, sino tu ausencia. Yo estaba sola porque me faltabas tú.
Suspiré al notar que allí también estaba mi hermano. Se acercó sigilosamente a mí, como si no quisiera molestarme y yo sonreí tristemente.
- Pensé que estabas descansando – dijo sin más emoción en la voz que la que tenía siempre.
- Ya descansé lo suficiente en esta vida – le contesté sin pensarlo. Quería estar viva para recordarte, para mantener vivos tus recuerdos, incluso aunque no podrías recordar nunca. Y mi hermano se sorprendió con mi respuesta, a tal punto que aceleró sus pasos disimuladamente para quedar a mi lado.
- ¿Has pensado en lo que te dije? – me preguntó con auténtico interés.
- ¿En volver al escuadrón? – le respondí con otra pregunta que lo confundió aún más. Nunca había visto a Byakuya con tantas dudas en sus ojos. Me sequé el rostro con un pañuelo que sostenía eternamente entre mis manos y volví a mirarlo.
- Creo que es lo mejor – afirmó. Sabía que él había pensado por mí todo este tiempo, que había resuelto todos los problemas que mi estado había suscitado en mi escuadrón y que incluso había pedido expresamente al capitán Ukitake que dejara mi sitio sin ocupar hasta que me recupere. Pero yo no quería volver, sólo quería recordar sin que duela.
- Nada es mejor ni peor – noté que me miró con mayor intensidad, intentando descifrar qué pasaba por mi mente en ese momento. – Todo es igual para mí – hice una pausa, que pareció eterna para ambos.
Después de que habíamos caminado unos cuantos metros, paré en seco y hablé nuevamente – Hermano – lo miré sin vacilación en mi mirada – volveré a Karakura
Y aquí estaba, en Karakura. Después de nueve meses de haber hecho nada por ti y por nuestros recuerdos, había logrado que me permitieran volver.
No, no es eso. Había logrado decidir algo por mi misma. Había logrado poder pensar que en realidad tú serías el que me dijera cuál era el camino, porque si tu eras el camino que yo debía seguir y me lo habían arrebatado, tú mismo serías el que me diga cómo continuar.
Aunque no puedas verme ahora, aunque no tengas ni una pizca del poder que solías tener tiempo atrás, yo sabía que de alguna forma podía llegar a ti y a tu corazón.
Seguí tus pisadas a donde quiera que fueras, sin respetar siquiera tu intimidad. Sabía que nadie podía verme, porque no sólo te castigaron a ti, sino a todos nuestros amigos. De vez en cuando notaba que el instinto de Ishida le permitía sentir que yo estaba parada en un rincón de la clase, admirándote. Pero ni su refinado sentido quincy logró reconocerme.
Suspiré una y otra vez allí parada, pero no lloré. No podía llorar ahora que había decidido volver a verte y a preguntarte en silencio qué hacer.
Te seguí incansablemente, día y noche por varios días, hasta que decidí que era suficiente y dejé que siguieras con tu vida en paz, como si nunca yo hubiera estado allí. Como si nunca hubieras estado conmigo, como si no hubieras arriesgado tu vida por mí… como si nada.
Me alejé de tu casa, ya era pasada la media noche. No había ningún sonido y el frío se hacía notar, pero nada me importaba. Estaba decidida a hacer algo por fin. Lo que nunca había hecho, ahora lo haría. Por ti y por mí.
El río no había cambiado. Su flujo era lento y hasta parecía feliz de verme. Sonreí al llegar a la orilla que solíamos ver al pasar de la escuela y volví mi vista en el cielo estrellado.
No podía evitar recordarte entre tus compañeros, sin sonreír, con tu ceño arrugado por tu maldita costumbre de parecer siempre malhumorado. Más de una vez Arisawa o Inoue intentaron animarte, pero estabas absorto en algún pensamiento. ¿Qué sería lo que estabas pensando?
Primero se me ocurrió que estarías pensando en mí, pero eso es imposible. Todos tus recuerdos fueron borrados aquel día que estabas tumbado en el suelo, desmayado por el bakudoh que lanzó sobre ti el Comandante. Así que algo más te condenaba a estar preocupado.
No parecía que nada grave te sucedía, porque nadie en casa lo había notado. Todos estaban bien, como siempre. Creo que me acostumbré tanto a ti como a tu familia y los extraño también. Pero nunca me duele pensar en nadie como me duele pensar en ti.
Las horas pasaron rápido y me sentí aliviada de no tener que aparentar que dormía cuando alguien entraba en mi alcoba. Sabía que estaba sola y me sentía bien por eso. En verdad hacía noches que no dormía, y días que no probaba bocado. Porque lo único que me mantenía con vida era la sensación de que te perdí, el saber que no estabas conmigo. Y eso ahora tampoco tiene sentido.
Porque no te perdí, porque no me recuerdas. Y porque no estás conmigo porque ni siquiera me conoces.
El aire de la mañana comenzaba a traer consigo el rocío, y cada pequeña gota que me mojaba me recordaba la lluvia. La lluvia que nos unió más que a nada en el mundo. Porque éramos unidos, éramos tan unidos que nadie podía separarnos.
Salvo la Sociedad de Almas. Porque ellos podían hacerlo y lo hicieron, sin consentimiento de nadie más que de ellos mismos. Y yo no hice nada.
¡Pero no podía hacer nada! Y sólo me estoy quejando en silencio desde hace meses.
Suspiré y me levanté sin prisas, caminando paralelamente al río, sin importarme nada más que recordarte aún con más intensidad que antes, porque ahora sabía que era la única que podía recordar.
Cuando desperté de mi letargo inconsciente, ya estaba amaneciendo. Pensé que estarías por ir a la escuela y sonreí. Seguramente te levantarías tarde y tomarías una tostada por desayuno, para luego salir rápidamente mientras Yuzu te regañaba por no tomar más que eso. Pero, mi sonrisa se apagó de pronto cuando vi tu figura apoyada en la baranda del mirador. ¿Qué estabas haciendo allí?
¿Podría ser que me estuvieras buscando? No, era imposible siquiera pensar aquello. Entonces… ¿qué estabas haciendo allí tan temprano?
¿Esperarías a alguien? ¿Quién sería esa persona? ¿Ishida? ¿O Sado? ¿O tal vez Inoue?
¿A mí?
No, a mí no.
Decidí seguir caminando como si no te hubiera visto. No tenía caso seguirte otra vez y romper tu intimidad indefinidamente. No era bueno ni para ti ni para mí. Cerré los ojos y continué.
- Rukia… - un susurro en la brisa quiso distraerme, pero no lo lograría. Nadie podría estar llamándome, porque nadie podía verme. - ¿Eres tu Rukia? – insistió la suave voz.
No pude resistirme y volteé a verte. Seguías allí, recostado sobre la baranda, mirando el amanecer como si nunca hubieras visto uno. Y eso confirmó en mi mente que no eras tú el que hablaba, sino el "tú" de mi mente. Preferí cerrar los ojos, allí parada y seguir escuchándote dentro de mí.
- ¿Por qué te quedas ahí parada como idiota? – dijiste - ¿Acaso no estás contenta de verme otra vez? – preguntaste enojado y yo, sonreí. Mas tu voz se volvió con bronca - ¡Dime! ¡¿Por qué no viniste antes?! ¡¿Pensaste que te olvidaría tan fácil?! – estabas regañándome y yo no podía dejar de sonreír mientras creía que lo que escuchaba era real y hasta podía verte enojado en mis recuerdos.
Pero, al abrir mis ojos, estabas ahí solo, parado, mirando a la nada. El sol había salido en su totalidad y te alumbraba de tal forma que parecías diferente. Y noté tu mirada perdida y tu tristeza, que se parecía mucho a la mía. Suspiré con nostalgia, sabiendo que si pudieras siquiera escucharme, hubiera podido animarte de alguna forma, pero eso no era posible.
Dime, dime algo más, algo que pueda darme las esperanzas de que alguna vez en esta larga eternidad me vas a volver a mirar a los ojos con tu entrecejo fruncido y a llamarme de alguna forma que me haga enojar. Dime algo, algo que me indique que me recuerdas aunque no me puedas ver.
- Algo… sólo di algo – dije sin querer, mientras te miraba fijo entre lágrimas que no pude evitar.
- Yo… te amo – abrí mis ojos, con un sonrojo leve en mis mejillas. ¿Habías dicho eso? ¿O era otra vez mi imaginación? ¿O eran mis pensamientos borrosos que me estaban engañando?
Te miré y esta vez quise ver que me mirabas. Me mirabas fijo desde la distancia y noté que tus labios no se movían, que estaban estáticos y entre abiertos. Y mis pies caminaron hacia ti, buscando las respuestas que tanto te pedí en mis pensamientos.
Llegué a tenerte a unos pocos metros, y tus ojos seguían en los míos, tan tristes y nostálgicos.
- Yo también te amo – mi voz era apenas audible y estaba impregnada de llanto.
Tu mirada era intensa y viva, pero tus piernas temblaban ligeramente, así como todo mi cuerpo. ¿Era real? ¿Eras realmente tú? ¿Me estabas mirando o sólo era un engaño más de mi mente?
- ¿Por qué…? ¿Por qué tuvo que ser así? – susurraste al mismo tiempo en que bajaste tu cabeza para tomarla entre tus manos – si tan sólo hubiera podido decírtelo antes… - dijiste con aprehensión – Ahora sólo eres un recuerdo
Tus palabras me asombraron. ¿Un recuerdo? Entonces… ¿no me estabas viendo?
- ¡Ichigo! ¡Mírame! – grité con todas mis fuerzas, pero no respondiste, ni un músculo se movió en tu cuerpo.
- Yo… lo siento Rukia… no me atreví a decírtelo antes… - dijiste con dificultad – y ahora es tarde… quién sabe dónde estarás… si ni siquiera puedo verte… aunque lo intente, aunque sea lo que más desee, no puedo… - apreté mis puños, odiando más a la Sociedad de Almas… ¡Me recordabas! Y yo… no podía hacer más que quedarme allí parada frente a ti. – Te extraño – dijiste, y me estremecí.
- Y yo a ti – te contesté con una sonrisa apenas marcada. Sabía que no me escuchabas, pero qué más daba.
- Alguna vez nos volveremos a ver – afirmaste sin mirarme, aún con tu cabeza entre tus manos.
- Haré lo imposible porque eso sea así… Mientas tanto…
- ¿Vivirás en mi mente hasta entonces? – preguntaste, como con vergüenza. Pero, alzaste tus ojos hacia mí, e incluso hubiera podido jurar que me estabas viendo.
- Viviré contigo siempre…
Noche 2: "San"
Dedicada a Nnoitra y Nelliel
"Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto..."
