Bajó del tren un poco después que el alumnado. Definitivamente quería pasar por desapercibida. Le habían dicho que tenía que subir a una suerte de carrozas que no eran tiradas por caballos, sino que por unas cosas horribles, cuyo nombre había olvidado. Pero podía ser también que no los viera, pero si es que los veía, que no se asustara.

Todo esto era demasiado nuevo y sorprendente para ella… El país, Inglaterra. Un lugar enorme y asombroso, lleno de grandes edificios, y… ¡castillos! Siempre había querido tener la oportunidad de entrar a uno, y ahora podría vivir en uno de ellos durante 1 año. Y no en cualquier castillo, sino que en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Viajar en tren era nuevo para ella, eso no se usaba en su país, largo y delgado, demasiado pequeño y lejano como para que los estudiantes de Hogwarts recordaran su nombre. No valía la pena ni si quiera intentar explicarles dónde quedaba.

De hecho… le daba demasiada vergüenza darse a conocer. Era una bruja cavernícola al lado de este grupo de magos, que tenían todos los avances y conocimientos en magia que ella nunca lograría aprender. Bueno… tampoco le interesaba aprender todo. Solo quería aprender sobre transformaciones y encantos. Nada más. Por eso no había aceptado la proposición de la señora Mc Gonagall, que amablemente le había ofrecido un cupo para primer año. Ni loca iba a ir a clases con chiquillos de 10 u 11 años a sus 20. Se burlarían de ella hasta el fin de los tiempos.

Por eso bajó tarde del tren, y… los carruajes no estaban. Entonces decidió esperar…

5 minutos…

10 minutos…

20 minutos…

30 minutos…

Nada.

No tenía ni la menor idea de cómo llegaría al castillo, solo se decidió a caminar, cargando un pesado bolso que se había negado a dejar en el tren.

Caminó, y caminó… solo podía captar que el camino iba subiendo, como una serpiente alrededor de un gran cerro.

Hora y media más tarde…

Vio que por el camino se acercaba alguien grande, con el cabello desgreñado. Pero era muy grande. ¡Era más grande de lo que imaginaba era capaz de serlo un ser humano!

Miedo. Mejor se escondía entre los árboles y arbustos. Algo decía, pero no entendía qué era... y prefería no oir.

- ¡Estrella! ¡Estrella!... pobrecilla, dónde estará, debe de haberse perdido. Quizá ni si quiera está en los terrenos de Hogwarts. Quizá se perdió al entrar al andén en Kings Cross, de pronto está perdida en cualquier lugar de Inglaterra… rayos, ¡porqué no fui a buscarla personalmente, como me dijo la señorita Mc Gonagall! Tuve que quedarme dormido…

La chica lo pensó, lo pensó, y lo pensó… hasta que de pronto se dio cuenta de que el hombre-gigante que podía ser su salvación, casi se había perdido en la distancia.

¡A correr!

Corrió, corrió, no se imaginaba que el hombre-gigante podría dar tales zancadas, gritando ¡Estrella! ¡Estrella!

- ¡Hola! ¡Yo soy Estrella, estoy aquí!

Era imposible alcanzarlo con sus pies, pero su voz sí llegaría.

El hombre-gigante se dio vuelta, miró hacia todas partes, y de pronto, lejos, pudo ver una joven pequeña, con voz algo aguda, cubierta por un abrigo, cargando un bolso enorme, y una cabeza llena de largos crespos.

- Disculpe señor gi… ¡señor! Al principio me asusté y pensé que podría ser algún ser del bosque, y me escondí en los arbustos. Pero pronto me di cuenta de que no era así, y ya estaba muy lejos… corrí, pero no pude alcanzarle, y…

- Tranquila, tranquila chiquilla. Bienvenida a Hogwarts, colegio de Magia y Hechicería. Disculpa que la bienvenida sea tan poco cálida y multitudinaria, pero… ¿porqué no intentaste pedir ayuda a alguien en el tren?

- Es que me dio vergüenza…

- Pero como pequeña… no puedes quedarte parada así, estando perdida. Tienes que pedir ayuda o algo… No te preocupes, ni yo ni nadie te va a comer… jajaja. Soy Hagrid, guardián de las llaves de Hogwarts, y profesor de cuidado de criaturas mágicas. A mi lado no tienes nada que temer. Vamos, la señorita Mc Gonagall te está esperando. ¡Te haz perdido incluso la cena de bienvenida! ¿Porqué llevas ese pesado bolso? Déjame cargarlo por ti.

Caminar al lado de aquel extraño hombre-gigante ya era demasiado extravagante para ella, pero lo fue más cuando vio lo enorme que era el castillo. En verdad solo restaban 15 minutos para llegar caminando, y al acercarse cada vez más, parecía que su corazón iba a salirse de su pecho. Estaba no solo nerviosa, ansiosa, avergonzada por perderse y causarles problemas, sino que también abrumada por tantas cosas extrañas a ella… el tren, el hombre-gigante, y qué decir sobre el enorme castillo.

- Vamos, por aquí... Tarta de freza.

El hombre-gigante le dijo eso a una extraña estatua, que se abrió, dando paso a una escalera mecánica, según ella, que llevaba a una puerta…

- Señorita Mc Gonagall, aquí tiene a su desaparecida aprendiz.

- Muchas gracias Hagrid, puedes retirarte.

- Adiós pequeña.

- ¡Adiós! Muchas gracias - se despidió ella, agitando levemente su mano.

La señorita Mc Gonagall de inmediato le pareció una mujer respetable, distinguida, y sin querer su cuerpo se puso tieso como una tabla.

- jajaja, tranquila querida, bienvenida. No estés tan nerviosa, siéntate, siéntete como en tu casa, después de todo, éste será tu hogar desde ahora, por un año.

La joven se tranquilizó, tomó asiento, y se quedó mirando a la señorita Mc Gonagall expectante.

- Oh, es cierto, no debes haber comido nada, pues ni si quiera haz tenido tiempo de cambiar dinero muggle para comprar algo. Por favor, come, adelante.

De un movimiento de varita, aparecieron unos sándwich, un jarro con un jugo extraño y un vaso. Probó el jugo… era extraño, pero delicioso. Y los sándwich, maravillosos.

- ¿Cómo ha estado tu viaje, Estrella?

- Pues… muy largo.

- Es cierto… el viaje desde Chile en avión debe de haber sido extenuante. Y dime… ¿porqué te perdiste?

- Es que… al subir al tren me encerré en un lugar, me dio mucha vergüenza que los alumnos me vieran. Al llegar mejor esperé a que se fueran antes que yo, pero creo que salí demasiado tarde… y ya no había carruajes.

- ¡Dios mío! ¿entonces caminaste todo el camino hasta el castillo? - Mc Gonagall la miró espantada.

- Sí, es que…

- Pero niña, después de un viaje tan largo en avión, más el tren y la caminata, debes estar exhausta, mejor toma unos sándwiches más, y te conduzco a tu habitación.

Estrella estaba tan soñolienta que solo notó que subían por unas escaleras, que giraron un poco en círculos, hasta llegar a una habitación pequeña, pero hermosa. Las paredes eran blancas, y tenían algunos cuadros en ellas de pequeñas personas y animales profundamente dormidos. La cama tenía un… ¡mosquitero! otra cosa nueva... Era antigua pero hermosa, de suaves líneas.

- Muy bien Estrella, nos encontramos mañana en la entrada principal, a las 8 de la mañana. Cualquier cosa que necesites en tu habitación, deja un papelillo escrito encima del velador, y un elfo doméstico se encargará de ellos.

- ¿Un elfo domestico? - qué sería eso tan extraño, se preguntaba Estrella.

- ¿Cómo?

- No, nada nada. - la joven decidió mejor no preguntar... por ahora.

- Muy bien, buenas noches Estrella, que tengas dulces sueños.

- Buenas noches señorita Mc Gonagall.

Pronto notó que sus cosas estaban junto a la cama, y ni si quiera pensó en desempacar. Eran las 12 de la noche, solo se puso su pijama, exploró lentamente la gloriosa cama… sintiendo lentamente la suavidad de sus sábanas. No podía creer que esto pudiera merecerlo ella, una joven de un lugar tan lejano… se cubrió, puso su cabeza en la almohada, y se quedó profundamente dormida.

yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy

Cap editado!! Estaba escrito de manera muy pobre, y ni se entendía... jajaja! ahora sí!!

saludos...

Almanara