DISCLAIMER: Ninguno de los caracteres, situaciones, y episodios son míos o me pertenecen. Sólo escribo para disfrutar.
Rated: M.
nota autora: Sólo para los que no son amantes de Sayid, lo siento pero a mi no me parece tan bueno. Es una opinión, igual soy la única a la que no le gusta Sayid. (rectifico, sólo me gustaba cuando estaba con Shannon). CONTIENE SPOILERS, bueno, a estas alturas no debe quedar nadie sin saber nada pero hay que decirlo.
Summary: Un breve pensamiento sobre los sentimientos de un hombre.(si es que los tiene).
Él se sentía alivado. Ella ya no estaba, nunca más la tendría a su lado, pero tampoco la tendría ningún otro hombre. Eso le gustaba, la idea de ser el último, de haber poseído algo por completo hasta el final. Y por eso le había construído aquella tienda apartada, estratégica pero lejos de cualquier hombre, como si ella fuera una posesión particular. Era celoso, pero no por amor, y era machista, pero por convicción, ella no se enteró pero él ya se lo había dicho en la playa, una mujer como tú, como tú qué?, es que acaso ella no deberia saber como hacer un simple nudo, tant inútil era; o quizás cuando le dijo que se buscara a otro para construir la tienda, como si ella fuera una prostituta, y al final ella sólo fue eso para él, una tienda y un pago por un servicio, y ella ni siquiera se dió cuenta, ella se había enamorado y él se aprovechó. Ella que creía que la quería, si hubiera escuchado la conversación con Locke, sólo le dejó vivo por interés propio, no porque ella pudiera sufrir como consecuencia de haberse cargado a alguien, pero delante de la parejita imposible, o sea, del doctor y la pequeña ninfómana con pecas había quedado como un caballero enamorado, nada más lejos de la realidad, además, para que iba a cargarse al tipo que le quitó de encima al pesado de Boone.
Ahora estaba muerta y esto era una buena excusa, ya podía romper cuellos con las piernas, disparar y poner explosivos a mansalva.
Aunque casi le obligan a suicidarse, suerte que el bueno del cantante lo hizo por él, porque por un momento creyó que se tendría que lanzar al agua y nadar hasta encontrar la muerte, pero aquel tonto con síndrome de abstinencia se adelantó.
No en vano la habia dejado morir cuando se dió cuenta que deberia cargar con ella durante toda su estancia en la isla y posiblemente una vez estuvieran en América, mientras que ella sólo pedía amor mientras él pedía sexo. No la había dejado tirada en el húmedo y lodoso suelo, sin salir corriendo con ella en brazos por nada, no había empezado la comedia de la pistola, cuando todos sabian que él tenia suficiente puntería como para no tener que acercarse a la mujer que disparó. Que alivio habia sentido al ver a la dulce y joven bailarina llena de sangre, con los últimos alientos de vida saliendo por sus labios, ahora era libre y podía mirar a la mujer latina con lujuria, igual que miraba al resto de mujeres de aquella isla. Por fin podia sacar su verdadera naturaleza, golpear, torturar y volver a golpear, frente a los demás estaba justificado, aunque a veces sus necesidades personales le hacian pensar en ella, en su voz cantándole en la playa y en sus ojos verdes llenos de ilusión y amor, pero ya encontraría a otra, quizás la rubia doctora que debia tener más o menos su edad y mucha experiencia, y más adelante su excusa para no tener compromisos, la mujer que le había utilizado años atrás para salir de la cárcel, la mujer que le había inspirado sus juegos sucios y sus tretas ruines, seguramente la volvería a encontrar y bueno, quizás terminarian casándose, él ya tenia edad de fundar familia . Ahora eran almas gemelas.
Ahora, de ella, de la joven de sólo veinte años huérfana, sin amigos, sin familia y sin dinero que sólo le pedía un poco de cariño y que dejó morir bajo la lluvia, sólo quedaba el fràgil recuerdo unas piernas interminables.
Él era así, se lo dijo a Ben, le dijo lo que era. Nada ni nadie iba a cambiarle.
