Este fic surge de la colaboración entre CieloCriss y Asondomar. Como no podía ser de otra manera, es un mishiro dramático en el que la realidad se ve mezclada con el mundo onírico. Esperamos que la historia entusiasme tanto a los lectores como a nosotras.
Gracias por leer,
Digimon no nos pertenece.
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PULSO
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El laberinto al que fuimos a parar
No lo sé. La pregunta es cómo llegué a aquí. Y no hay respuesta. Si no lo recuerdo, la única explicación lógica es que esto sea un sueño. Las ruinas, los códigos, el calor, los ecos. Todo es falso. Lo sé, es mentira porque no puede ser de otra manera. No puede.
No hay ninguna puerta. He presionado en todas las esquinas, en cada baldosa, no hay nada oculto. Ni salidas ni entradas.
Es una pesadilla. Estar encerrado es uno de los más profundos miedos. En un cubo de piedra, sin ventanas ni rendijas. Debo haber adquirido la capacidad de ver en la oscuridad, es eso. No hay lugares imposibles.
Si cierro los ojos sigo viendo.
Me quedo sin luz. Mis manos palpan la pared, las leen. Pero cualquier intento de memorizar su mensaje es inútil.
El eco se acerca.
Koushiro.
Es mi nombre. Esa voz...
Koushiro.
…que llora. La recuerdo. Se acerca porque grita.
Sigue sin haber respuestas. Si tan solo pudiera decir su nombre... Mimi. Solo logro pensarlo, despego mis labios pero mi garganta no responde. Mimi. Siempre bromeo con ello, un nombre sencillo para una persona complicada. Mimi, si dejases de llorar, sabrías que estoy pensando en tu nombre.
Estoy aquí, Koushiro.
¿Aquí? ¿Dónde es aquí? No puedes estar aquí porque estoy solo. No hay niños corriendo, no hay mesa que poner, no hay visitas. Nada, nadie. Estoy solo. Sin salida, sin luz. Sin ti.
Estoy a tu lado. Te necesito.
.*.*.*.
Todavía tiene pulso, eso me dijeron antes de llevárselo.
Yo quedé suspendida en una nube, parpadeé sin detenerme.
No sé cómo, entró demasiada luz en la calle aunque era de noche. El blanco se me hizo un color cruel, extrañé los ojos negros de Koushiro, comprendí que a partir de ese día nuestra vida iba a ser una escala de grises.
La tos de la niña me hizo reaccionar. La traía en brazos, ella estornudaba por tiempos y cuando la respiración se le hacía bola en el pecho, le daban episodios de espasmos.
Quise taparle los ojos para que no viera nada, ni siquiera a ella se le veían suficientemente negros.
Me senté en la acera sin dejar de abrazarla. A mi lado, lo que quedaba del auto parecía desfragmentarse cada vez más, como si se estuviera formando un rompecabezas imposible.
Entre los cristales rotos de la ventana del conductor,podía verse intactala bolsa de plástico con el logo de la farmacia "Kusuri"(*).
La medicina de la niña.
La medicina para los nervios.
La medicina para el amor.
¿Y dónde había dejado Koushiro la medicina para los milagros? ¿Esa no la había comprado? ¿Verdad que sí?
La nube donde estaba suspendida comenzó a despejarse, a desaparecer, y yo sentí que me caía. Fue como esos sueños de caída libre que tenía cuando era pequeñay recién me había acostado en la cama.
Koushiro... le dije desde mi interior, los ojos me lloraron al revés.
Estoy a tu lado. Te necesito.
De nuevo la niña me trajo a la realidad. Me tocó las mejillas húmedas, me dijo "mami", se estremeció en mis brazos y volvió a toser.
Mi principito soltó el llanto en cuanto salió de la casa y corrió hasta aferrarse a mi falda.
¿Dóndeestápapá?¿quéestápasando?¿quiénessonestosseñores?¿porquénomecontestasmami?¿semuriópapá?¿verdadqueno? Las palabras de mi hijo se me encimaron y no pude responder, apenas le entendí.
Quise reprenderlo por salir de casa, se lo había prohibido al escuchar el impacto del accidente que nos nubló la razón a todos.
No podía escuchar el escándalo de la ambulancia. El niño se tapaba las orejas mientras lloraba y yo no era capaz de precisar si la sirena estaba encendida. El sujeto del seguro del auto estaba diciendo algo, creo, y los peritos me hacían preguntas.
¿Suesposoconsumíaestupefacientes?¿puedefirmarestepapel?...
Apenas podía distinguir los flashes de las cámaras, incluso había reporteros. Al conductor del otro auto no le había pasado gran cosa. Entonces, ¿por qué tanto escándalo?
La ambulancia comenzó a alejarse. Me puse tiesa unos instantes, dejé a mi hija junto a su hermano, corrí hacia los paramédicos. Todo iba demasiado rápido. Dijeron algo sobre un paro cardíaco, dijeron algo sobre el pulso de Koushiro y yo me sentí muy mal, recordando que apenas hacía una hora que nos habíamos gritado como nunca antes.
Koushiro. Le repetí dentro de mí. Estoy a tu lado. Te necesito.
Los niños, que siempre peleaban por cualquier cosa, se tomaron de las manos. Él lloraba y ella tosía. A mí de nuevo me elevaron las nubes.
.*.*.*.
Las paredes se acercan. Se están moviendo. Aunque no puedo verlas, escucho el arrastre de los muros. Sé que el cubo empequeñece porque noto la presión del aire en mi cabeza. No temo. No tengo ningún motivo para tener miedo. Llegará un momento en el que el aire no pueda comprimirse más y todo estalle.
Cuando eso ocurra, podré tocar a Mimi.
Le diré que la física nos salvó. El aire fue más fuerte que los muros de piedra. En ocasiones, lo que no podemos ver guarda un gran poder.
No llores más, Mimi. Pronto todo estallará.
Las paredes se detienen. Grito tu nombre pero no puedo escuchar mi propia voz. Sigues llamándome. Suena como un eco. Se acerca, mientras las paredes se alejan y el aire se descomprime. Corro. Te busco. Me doy golpes y no llego a ninguna parte, todo parece girar.
Koushiro.
Dime dónde estás, por favor. Dime cómo puedo ayudarte. No llores más.
.*.*.*.
Cuando llegaron Taichi y Sora, pude volver a ser consciente de lo que pasaba.
—Tranquila —me dijo Sora. Fue como si hubiera abierto los ojos por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que estaba en el hospital. No sabía cómo había llegado hasta allí ni dónde estaban mis hijos. Miré a la puerta. Inconscientemente esperaba que Koushiro apareciera por ella, que el mal sueño había acabado.
—¿Quién les avisó? —pregunté mientras me echaba en los brazos de mi mejor amiga.
Ni Taichi ni Sora me respondieron.
—Sé que Koushiro se va a poner bien —les lloré con la mayor sinceridad posible—, pero debo sufrir un poco, siento que es mi deber, entre más llore más fácil será que todo haya sido sólo un sueño... eso le dije al encargado del seguro del auto, pero no me comprendió ni un poco...
—Mimi... —susurró Sora, acariciando mi cabello enredado. De reojo vi que Taichi hablaba por el celular.
El hospital tenía focos de luz fluorescente. A mí me mareaban. ¿Le habrían dado la medicina a mi princesa? ¿Alguien habría recogido la bolsa de la farmacia?
—La medicina —avisé a mi amiga, separándome de su regazo—, la medicina se quedó en el auto.
—No te preocupes por eso.
—No entiendes, tenemos que recogerla. Se accidentó por ir a comprarla, le grité cosas horribles, para el colmo la niña no dejaba de toser —dije poniéndome de pie. No me había dado cuenta, pero estaba encamada.
—Escucha, Mimi, te has desmayado, será mejor que descanses un poco más.
—¿Qué me he desmayado? ¡Eso no es cierto! Fui muy fuerte, Sora, te lo juro. —Se me vinieron las lágrimas, porque me acababa de enterar.
¿Y los niños? ¿Y Koushiro? ¿Y la maldita medicina? ¿Por qué seguía volando entre las nubes? Ni que fuera Yamato viajando por el espacio.
—Sí, eres fuerte. No te preocupes, Mimi. —Ella me siguió la corriente—. Por ahora descansa un poco más, ¿quieres?Nosotros nos haremos cargo. Por los niños no te preocupes, están con Miyako.
Asentí con inconformidad. No se me quitaba de la mente la bolsa de la medicina. Seguramente había comprado la medicina de la princesita, como también había comprado sus medicinas. Eran especiales, sus medicinas eran especiales.
—No puedo, Sora, tengo que regresar a por las medicinas —insistí.
—El auto se lo llevó la grúa hace una hora —me informó Taichi—. No podrías sacar nada de ahí. Eso sí, la verdad es que debiste haberme dicho lo que pasaba, Mimi-chan.
—¿Haberte dicho el qué? ¡¿Cómo podía saberque Kou iba a accidentarse?!
—Debiste haberme dicho que en el carro había sustancias ilegales.
.*.*.*.
Echo a reír. No puedo parar. No escucho las carcajadas, ni siento mi estómago contraerse, no parece que haya ocurrido nada divertido. Estoy tumbado en el suelo y sé que me estoy riendo porque veo las letras flotando sobre mí. JA JAJA. Bailan, me marean. Son azules con el borde blanco.
Esto debe ser lo que se conoce como mal viaje. No es un sueño porque, si lo fuera, sabría cómo controlarlo. Podría ver a Mimi solo con desearlo. Y la deseo. Cierro los ojos. Trato de recordar su cuerpo, su cara, sus labios... Sus labios en rojo.
Pero las letras azules siguen ahí, riéndose. ¿Se burlan de mí? ¿Es esto una broma?
Un laberinto. La palabra ha venido a mí como un destello.
Ahora que Mimi ya no grita, esto no es tan malo. Puedo estar aquí hasta que se me pase. Me quedaré tumbado, ignorando las burlas. Los efectos se pasarán pronto.
Diría que esta es una de esas veces en las que la gente se arrepiente de sus errores y promete cambiar. La mayoría no lo hacen. Las mentiras mueven el mundo. Empiezas mintiendo a tus padres. Le siguen los maestros, los amigos, los jefes. Mientes a tu novia. Le sigues mintiendo cuando se convierte en tu mujer. Prometes no hacerlo pero lo haces, ya ni lo piensas, tampoco te justificas. Mientes a tus hijos, ni sabes que lo haces. Eres Koushiro hijo, Koushiro marido, Koushiro en el laberinto. Te engañas a ti mismo todos los días, a tus deseos, aspiraciones, fortalezas. Te cuentas que eres quien necesitas ser. Koushiro empleado del mes. Koushiro padre. Koushiro consumiendo drogas.
Para no mentir esta vez, diré que no voy a cambiar. No hay ningún error. Si te alejas lo suficiente, ves que todo ayuda al equilibrio. Nada importa más que el equilibrio.
.*.*.*.
—Quiero verlo —le dije a Sora mientras me daba la mano—. Quiero verlo, llévame a verlo... dijeron algo feo sobre su pulso.
Sé que sus ojos hacían esfuerzos por mirarme. El párpado inferior le temblaba y, al fijarme en su boca, me pareció mucho mayor de lo que éramos. ¿O es que había pasado años inconsciente como la bella durmiente?
Sora no decía nada. Me dio la impresión de que estaba esperando a que Yagami volviese del pasillo con nuevas noticias.
Casi podía leerle la mente.
—¿Por qué no puedo verlo?
No te va a gustar, me dijeron sus pupilas. Aunque lo que salió de su boca fue "hablaré con los doctores", yo solo pensaba en las palabras que me contaba su mirada. No te va a gustar, no te va a gustar... insistí en repetírmelas, era una pequeña y asustada parte de mí la que hablaba. Y había otra parte optimista, diciendo que eso solo era un mal día, un día muy largo. Que no me preocupara, pues al igual que el sueño de la Bella Durmiente, al despertar todo el reino bailaría conmigo. Así debía ser. Aunque muchos me llaman ingenua, solía pasar que las cosas salían bien cuando lo deseaba de verdad.
Quizás por eso, cuando estuve al lado de Koushiro, mi primera reacción fue reír.
Reí tanto...las vías a las que estaba conectado y la máquina que le hacía respirar no eran más que un disfraz para mí. Íbamos a una fiesta, a un concurso por parejas y habíamos elegido la temática hospital. La temática accidente de coche.
La temática comatosos.
Reí porque de ningún modo parecía real. No nos podía estar pasando, no a nosotros.
Los pitidos de la máquina que se enganchaba en uno de sus dedos acabaron con mi risa. Los números de la pantalla eran cada vez más pequeños. No dejé de mirarlos hasta que volvieron a crecer.
Respiré aliviada, aunque no entiendo cuanto importan esos números si al mirar a mi Koushiro seguía tan paralizado como antes. Por fin me atreví a tocarle, muy suavemente, con mi mano enfundada en plástico sobre sus dedos amarillentos.
Escuché los pasos de los médicos. Entraron en la sala, todos vestidos del mismo modo que yo, de blanco y azul impoluto, con mascarillas, gorro y guantes. Me aparté de la cama, ellos hicieron caso omiso de mi presencia.
Koushiro, lo llamé otra vez por dentro. ¿En qué laberinto fuimos a parar?
El más bajo de ellos le examinó las pupilas con un puntero de luz. El otro anotó sus pulsaciones. Yo miré a esos números, por si tenían nuestra respuesta.
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Fin del capítulo 1
(*) Kusuri significa "medicina" en japonés.
