-Capitán Jack Harkness.

Aún teniendo la vista borrosa a base del agua y del cloro, nada más sacar la cabeza del agua pudo diferenciar quien le llamaba. Parecía como si volviese del pasado, pero nunca le mencionó este momento. Su pelo volvía a ser demasiado corto para su gusto, y la ternilla de sus orejas colgaba de una forma muy graciosa. Pero esos ojos, esos ojos azules siempre le tuvieron prendado. Estaba frente a él, en el bordillo de la piscina. Jack colocó los brazos cerca de sus pies, para poder sostenerse sin nadar y le miró, sonriendo de medio lado, como siempre.

-Doctor.

Saludos y risas fue lo que continuó mientras tomaban algo y se ponían al día. Había pasado poco menos de un mes desde que el Doctor se fue a morir, y, si este Doctor era del pasado, no debería contárselo. Sin embargo, lo que hablaban no eran historias antiguas, hablaban de Rose, si, pero también de Donna y de Martha. Incluso nombró a una tal Amelia, que Jack no conocía. Pero este seguía hablando y hablando, sin explicar nada.

-¿Cuántos años tienes? –Tenía que preguntárselo, ya que él no estaba dispuesto a soltar prenda por sí solo.

-Tengo más de dos mil años, Jack.

Sus ojos azules estaban clavados en el Capitán, que aún vestía como si acabase de salir de la guerra. Este asentía y daba varios tragos a su bebida.

-¿Volviste a verme? ¿O a alguno de nosotros? Ya sabes… en nuestro futuro. En tu pasado…

La cabeza del doctor se movió de un lado a otro, lentamente, negando con severidad. Sus ojos estaban tristes por ese comentario, sería normal pensar que abandonó a sus amigos después de todo.

-Ni siquiera esta visita estaba escrita en tu futuro.

-Eso quiere decir que lo estás cambiando.

Cuantas veces les había dicho a todos sus acompañantes que el futuro no debería cambiarse a la ligera, y que una palabra, una visita, o un movimiento en un momento determinado, podría acabar con la creación. Sin embargo, el doctor, no titubeó, ni parpadeó, ni siquiera parecía preocupado por cambiar el futuro.

-Tenemos que hacer que todo cambie.

-¿Por qué? – Su pregunta sonaba rotunda. Parecía que Jack se había enfadado. Jack, el imperturbable, enfadado.

-El tercer imperio de la Tierra.

La risa del capitán se escuchó por todo el establecimiento, pero nadie le dio la menor importancia.

-¿El tercero? Ya era hora de que se vengasen por todos los ataques que han recibido – Decía todo eso sin dejar de reír, si algo tenían en común esos dos hombres era que la raza humana les parecía increíble.

-No lo entiendes, Jack. El futuro ha cambiado y aún no sé que lo ha provocado. El tercer imperio de la Tierra es un holocausto. Están matando a todas las razas alienígenas. El universo se muere y nadie puede hacer nada.

-¿Intentaste salvarlo?

-Si, no solo yo. Intentamos salvarlo quince. Mis pasados y mis futuros, viajamos en nuestra propia línea temporal para intentar salvar el universo.

A cada palabra que decía, la melancolía y la tristeza se le notaba más. Tuvo que ser una guerra impresionante. Quince hombres del tiempo luchando contra la raza humana para salvar el universo.

-¿Y qué sucedió?

-Averiguaron como matarnos. Tres de mis futuros fueron asesinados con armas humanas.

Eso si que no se lo esperaba, sus ojos se abrieron de asombro y parecían humedecerse en lágrimas.

-¿Y yo?

-No pude ayudarte.

-¿Morí?

-No. Estabas encerrado, te torturaban. Morías una y otra vez y esperaban a que despertases para seguir torturándote. Cuando pude encontrarte llevabas en esa situación tres años. Créeme, no eras el mismo Jack Harkness que conoces ahora.

Sus palabras le causaban miedo y dolor ¿A eso estaba destinado? Nadie debería pasar por una situación semejante.

-¿Qué hacemos para cambiarlo?

La sonrisa del doctor volvió a ser la misma sonrisa traviesa que indicaba problemas. Eso tranquilizó a Jack, aunque no estaba muy seguro de por qué.

-La grieta espacio temporal está abierta. Es minúscula, pero aún se puede viajar por ella.

-Si, en Torchwood estamos trabajando todos los días con basura intergaláctica que llega a través de ella.

-Bien, pues tenemos que evitar que se cierre.

Ambos se miraron a los ojos. Casi parecían del mismo tono de azul. Sus sonrisas se ensancharon, sabían lo que eso significaba. Ahora era pura felicidad lo que sentían. Viajes entre dimensiones. Tenían en mente a la misma persona y, al nombrarla, lo hicieron al unisono.

-Rose.