(Este fic es en respuesta a la petición de Loredi en el meme de los besos)

Autora: Nessa j.

Beta: sin betear

Fandom: Harry Potter

Claim: Blaise/Scorpius y Blaise/Malfoys

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Blaise Zabini, como buen slytherin que se precie, es astuto y ambicioso y sabe (sin más) que puede conseguir todo lo que se proponga. Desde bien pequeñito -cuando su madre le hacía elegir entre comerse la verdura a la noche o comerse tres cucharadas más, a él no lo engañaba- ha sabido escoger, por supuesto y siempre, lo mejor y poner en práctica sus mejores dotes y recursos (todos ellos) para dar con aquello que está en su punto de mira.

Blaise Zabini siempre ha tenido una pequeña debilidad por los Malfoy. Rubios y pálidos, perfectas figuras de mármol andantes, tan diferentes a él con su tez oscura, provocando un apetitoso y exquisito contraste. Los Malfoy, totalmente orgullosos y misteriosos, sabedores de su poder y superiores a cualquier mortal, enormes titantes frente a minúsculos insectos. Los Malfoy, que hacen temblar con su helada mirada y derretir con su boca ardiente.

Blaise Zabini, en cuanto vio a ese pequeño niño de once años tan rubio y arrogante, tan blanco que estaba seguro que podía entrever sus venas azules por esa fina piel, supo que sería para él. No pasó mucho tiempo hasta que, ya siendo su mejor amigo y compañero, le diera ese pequeño beso casto en los labios, haciendo que todo el pequeño Draco se sonrojara, mostrando su faceta más adorable; para pasar más adelante a cosas más creativas. "Si las paredes pudieran hablar" le decía Draco con la ropa desordenada y los labios hinchados.

Blaise Zabini conoció al patriarca de los Malfoy un verano de quinto curso. Era tan rubio como su hijo, pero incluso más altivo y poderoso, con el pelo largo y una varita con forma de serpiente que lo volvía loco. Solía ir a visitarlo a su despacho para enseñarle todo aquello que no aprendían en la escuela, fue su mejor maestro; Blaise aún recuerda con nostalgia esas tardes calurosas en la Mansión Malfoy, donde Lucius le enseñó todo lo desconocido e inexplorado, reflejo de su gran y extensa experiencia.

Por eso, cuando a Blaise Zabini se le presentó Scorpius Malfoy en Italia pidiéndole la mano de su hija, sonrió. Porque pudo ver claramente al joven en uno de los pasillos de su Mansión, perdido en una de las muchas habitaciones en medio de la noche, donde Blaise lo sorprendería acorralándolo y con suavidad le besaría, lamiendo sus finos labios y cogiéndole con fuerza el pelo rubio, y haciéndole olvidar su arrogancia aristócrata y hereditaria para darle paso a la súplica, la cual Blaise se encargaría de acallar con ansias en la cama.

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