Prendado y prendedor
El amor vendrá a buscarte
solo para recordarte quién eres.
Oh, el amor vendrá por ti
amenazando romperte
para quitarte todo lo que tienes.
Alicia Keys.
Lucía como un ángel. Si hay un Cielo, debe mirarlo ella desde una nube, con esas prendas blancas que no están manchadas con rojo. Nada de Princesa Masacre. Solo Euphie. Euphie inocente, mil sueños desenvolviéndose entre sus dedos, una promesa clara y concisa como el centellar de una delicada campana, ofrecida ni más ni menos que a un traidor sin compasión ni afecto hacia su propia sangre. Porque Lelouch era británico, debía ser mejor que él en muchos sentidos. No valoraba su propia condición como activo, ni la influencia que pudiera tener en su entorno de siquiera molestarse. Sin embargo, ser Zero era cruzar la raya. Inútil y ególatra.
Lleva aún la insignia a todas partes. Adornando su uniforme del ejército, en los bolsillos de los jeans deslavados que usa para hacerse pasar por civil, entre los anotadores de la Academia y en las formas de secuencias burocráticas que debe llenar antes o después de cada misión. Una vez, con Gino en su apartamento, la tenía entre la cubierta de cuero de su agenda electrónica y él la vio cuando la dejó programada junto a la cama (descaradamente de dos plazas, porque ya le habían dicho que después de tantos encuentros y de tener incluso cepillo de dientes y ropa allí, era lógico que tuvieran un lugar pensado para dos cuerpos que se mueven en amplitudes aprendidas por kamasutras distribuidos en internet)…
-Suzz, ¿qué es eso? Siempre que te miro, lo tienes en alguna parte. ¿Te da suerte?
Suzaku se metió entre las sábanas, evitando sus ojos, que se asomaban por encima de su hombro, mientras que sus manos estaban ocupadas en los mandos de la consola de videojuegos y en el televisor se detenía la batalla titánica de mechas con un "Pausa" enmarcado con mujeres tan desnudas como el mismo Gino, sentado sobre su alfombra y alternando su idea de una diversión civilizada con el consumo de la tercera caja de pizza familiar en la noche. Siempre comía cinco veces más que Anya y Suzaku juntos después de una práctica intensiva.
-Era de la princesa Euphemia.
Arthur daba vueltas por el cuarto y maulló al escuchar el nombre, en tanto un abismo se abría en el corazón de Suzaku y comenzaba a succionar toda muestra de calor allí, hasta seguramente dejarlo pálido. Solo pensar en Lelouch le devolvía el color, un rojo furioso que se acompañaba con dientes apretados y nudillos blancos que pronto se estrellaban contra una palma firme en su frustración.
-Si me esperas un momento a que suba de nivel, guardaré la partida e iré a consolarte.
Inútil hubiera sido mandarlo al Infierno. Esa clase de reacciones, a Gino no le herían, siquiera le llegaba el mensaje. Y en el fondo, a Suzaku le gustaba que se lo tomara con ligereza. Evitaba que esa vorágine de ansias destructivas se desplazara por sus nervios como una enfermedad, entorpeciendo desde su apariencia personal a su desempeño al día siguiente. Que comenzaba pronto.
-De eso ni hablar. Tenemos que levantarnos en tres horas.
El himno de la victoria acompañado de vitoreos electrónicos le desmintió aunque se ocultara bajo la almohada.
-Bien sabes que con solo tocarte un minuto puedo llevarte a la luna. Es una de mis cualidades patentadas.
Suzaku se sonrojó. Pasos y el peso brusco, repentinamente abandonado en el colchón que se sacudió como en un pequeño terremoto. Arthur manifestó su queja desde debajo de la cama y Suzaku hubiera empezado con las suyas, si sus labios no estuvieran ocupados.
