Buen tiempo astral a todos los lectores, en esta pequeña ocasión me he decidido a "remasterizar" un clásico del horror cósmico aderezado con los personajes de Love Live! School Idol Project, teniendo como protagonistas a la tierna Hanayo Koizumi y a Maki quien en esta historia cambiará de apellido para rememorar a ese personaje de la literatura que Lovecraft tuvo a bien concebir para su narración. Espero que sea de su agrado y que les despierte el interés por leer mas historias tanto de Love Live! como del autor mas aclamado de Providence y que creó los mitos de Cthulhu. ¡Saludos!


No hay día en que la incertidumbre no carcoma mis sensaciones en todos los rincones de mi cuerpo, el atroz y penetrante aroma de aquella terrible e inexplicable experiencia me causa aún algo de vértigo… por muy fatal que sea el rememorar todo aquello como un eco perdido en mi mente; mi curiosidad humana aún se atrevía a buscar los recovecos de aquel lugar simplemente olvidado por el tiempo y las maliciosas bocas de la gente que me dicen "jamás existió".

Mi nombre es Hanayo Koizumi, una estudiante universitaria agobiada y frustrada por aquello que a finales del año pasado tuve la desdicha de vivir. Yo era una estudiante promedio, buenas calificaciones, amistades increíbles y un futuro brillante como bibliotecaria, una profesión por demás apasionante y que en mi haber, contemplaba como ideal para mi ritmo de vida y mi forma de ser, tranquila, serena, sin ningún problema que saltara a la vista. Me hallaba proyectada en los últimos umbrales de mi vida como una amable y afanosa mujer de edad madura consumada, siendo la guardiana de tan inconmensurable conocimiento, de las puertas de todo aquello que guarda el aprendizaje de la humanidad por siglos y siglos.

Pero… heme aquí, temblando en la última habitación que ocuparé de por vida, con la mano temblorosa porque prefiero guardar la vista hacia abajo, hacia este papel donde escribo estas líneas, donde debo y necesito dejar, para la humanidad, mi testimonio, helo aquí:

En aquel entonces yo había ingresado a la universidad de Tokyo, me hallaba felizmente emocionada por tan mayor logro siendo que la sobre población y el inmenso cuerpo de estudiantes que peleaba tácitamente por una plaza en dicha escuela, lo hacía especialmente difícil.

Lograba yo entrar con un buen promedio, pero el punto flaco de mi carrera estudiantil es que al ingresar en una escuela ubicada en la zona más alejada de mi humilde hogar, debía yo rentar un piso/departamento para lograr estar cerca de mi nueva casa de estudios. De entre decenas de anuncios y algunas locaciones visitadas, una llamó poderosamente mi atención, se hallaba al final de la página de anuncios y cerca ya de las esquelas que profieren palabras a los que ya no existen jamás.

"Callejuela cerrada de Otonoki" Esa era la referencia que apuntaba el anuncio y aunque con mucho trabajo llegué a localizarla, me parecía algo raro que ni geo localizadores ni mapas más recientes dieran referencia alguna de esta calle, la indicaban como una callejuela clausurada, al ir caminando en ella me sentía algo abrumada y hasta un tanto extrañada, pues la mayoría de la gente que veía por esa calle, porque sobra decir, era poca eran en su mayoría ancianos y gente de edad muy avanzada que parecía murmurar cosas y detalles que no eran perceptibles a primera instancia.

Llegué yo al final de aquel callejón ancho, remataba con un alto muro que según mis cálculos debía dar a un pequeño río que cruzaba la zona y por la se dividía entre el resto de la urbe y ese pedazo de urbanidad perdida en el tiempo y el olvido.

Entré pues a lo que era un conjunto de departamentos más o menos grande, compactado y algo sucio, los azulejos blancos característicos de los edificios de Japón, se veían amarillentos, producto de la larga exposición al deterioro ambiental y a la intemperie, lo que denotaba que ya habían pasado largos años sin que alguien le diera mantenimiento al edificio; afuera, en la entrada, las baldosas de macetas estaban muertas, pequeños tallos que estaban marchitos se asomaban por encima de la árida tierra que estaba en estas, era en verdad un lugar muy triste.

El cabizbajo casero no me dio mayor explicación y de no ser por lo barato de la renta y que en efecto, quedaba muy cerca de la escuela, no hubiera considerado este lugar como un prospecto viable para quedarme a vivir ahí en mi instancia escolar.

Cierto día, después de un caluroso día de escuela, caminaba yo por las calles cercanas a Otonoki como la había abreviado para referirla en documentos, caminaba hundida profundamente en mis pensamientos, cuando de pronto un sonido tímido y fugaz se asomaba por alguna parte de aquella extraña callejuela, el día estaba nublado, el viento arrastraba algunas hojas caídas y el sol no parecía expandir su luz por debajo de los tejados encontrados de dicha calle, iba yo fijando la mirada en diversas ventanas y recovecos del lugar buscando la fuente de la música cuando me sorprendió, que el lugar donde más fuerte se escuchaban aquellas notas era del mismo edificio donde yo vivía.

Subí sin mayor problema las escaleras, pero cuanto más iba subiendo el sonido parecía enmudecer por ratos lo que dificultaba mi tarea de encontrar la fuente. Al menor rastro de notas volvía a continuar la pista y cual fue mi sorpresa, que al entrar de lleno en el último piso, se podía oír claramente un piano el cual emitía esas notas temerosas, como algo que quisieran anunciar.

Toqué un par de veces, pero al no recibir respuesta solo me recargue en la puerta para poder escuchar dichas notas… algo extraño pasó, mientras más oía la melodía, menos percepción de mí tenía, como si algo fuese levemente desprendido de mi interior y me alejara del piso donde me hallaba, como una fuerza mágica… o algo menos "feliz".

Al poco rato, oí el crujir de la chapa de la puerta para dejarme ver a una muy demacrada joven de cabello rojo la cual me miraba tan intensamente que creía que me mataría solo con la mirada, era intimidante a pesar de su condición, delgada y un poco apalidada, sus extremidades empezaban a delimitar las figuras de los huesos, denotando que tenía una mala alimentación, su mirada de azufre morado que podía compenetrar mi alma haciéndome retroceder un par de pasos… con voz calmada rompió el silencio y su postura de verdugo sepulcral "¿que deseas…?".

Fue así como me presenté y ella a su vez lo hacía: "Maki Zann", una amistad por demás casual pues era junto a mi, las únicas habitantes que nos alojábamos en ese edificio, me relató que ella había abandonado la preparatoria hacía tiempo por problemas mentales y terrores nocturnos, se encontraba en ese departamento porque sus padres se lo habían rentado con tal de alejarla de aquello que le atormentaba en su propia casa, a todas horas, en todos los rincones de esa mansión donde ella había crecido y donde por alguna extraña razón, empezó su locura. Los médicos le habían diagnosticado ataques de ansiedad y leves indicios de paranoias, lo extraño es que no sabían qué o cuál era la fuente de sus miedos y cuando intentaban algunas sesiones de hipnosis, esta reaccionaba de una forma tan violenta que tenían que contenerla entre 4 personas para poder administrarle sedantes.

Como terapia, había empezado a tocar el piano y tratar de serenar sus sentidos, pero las alucinaciones continuaban por lo que decidieron alejarla de la "fuente" por un tiempo. Es por ello que ahora vivía sola en un departamento con su instrumento bajo la visita muy ocasional de algún psicólogo que pudiera ir monitoreando el progreso de la chica según me contó.

Los días pasaban y a veces acompañaba a Maki a comer, la veía ida mientras probaba sus alimentos y de vez en cuando paraba en seco para ir a hacer alguna anotación musical en sus partituras, como recordando algo que no debía olvidar apuntar. En efecto Maki se había vuelto mi amiga en ese triste y seco lugar por lo que me había encariñado un poco con ella.

Por momentos Maki parecía una persona un tanto apacible, muy diferente a la primera vez que la vi, aunque de vez en cuando tenía ataques de ansiedad generalmente por las noches cuando la oía tocar violentamente el piano en acordes y velocidades tan demenciales que me era difícil situar o pensar en que ella sola tocara esas melodías.

Una tarde, cuando le pedí que me enseñara a tocar algo su semblante cambió, parecía ir abriendose mas conmigo, la amabilidad quizás estaba llegando a su corazón y yo, inundada por la curiosidad le empecé a silbar una melodía, una melodía de tantas que por las noches tocaba, pero ese fue mi primer error, en ese momento Maki cambió su rostro a una mueca de horror total y desfigurada, como si lo que yo estuviese silbando fuese la blasfemia más grande de todos los tiempos, llevó su mano a mi boca para impedirme silbar y a punta de empujones me sacó de su apartamento.

Los días pasaron y aunque aún podía oír a Maki tocar aquellos acordes de música en espiral y de formas muy detalladas desde mi ventana jamás me dejó volver a su cuarto. Yo me había sentido apesadumbrada pues la única amiga que tenía en ese lugar y por la cual me preocupé por su débil condición me había sacado de su vida… hasta cierta noche, la noche en que todo acabó mal.