Disclaimer: Todo es de Meyer, yo sólo me divierto masacrando, digo, usando a sus personajes.
Titulo: Lluvia.
Pareja: Rosalie&Emmett.
Sumary: Las gotas de lluvia se estrellan contra la ventana, recordándole su horrible existencia. Pero eso no importa, siempre y cuando él esté junto a ella.
El amor consuela como el resplandor del sol después de la lluvia.
William Shakespeare
Observa la lluvia caer desde su ventana, mientras el silencio reina en la habitación. El frío que hace podría calar hasta los huesos de un humano, pero eso es algo que ella no es. Escucha las gotas de lluvia golpear contra el piso -clap, clap- y eso no hace más que hundirla en la tristeza en la que se encuentra.
La melancolía es palpable en el aire que corre libremente por la habitación. No le gusta ese tipo de climas, prefiere los lugares soleados, pero eso es algo que alguien como ella no podrá soñar nunca más.
Clap, clap.
Se hunde más en el sillón en el que su perfecto cuerpo reposa, y mira indiferente hacia la calle, donde la lluvia hace de las suyas. Quiere llorar, sentir las lágrimas caer libremente por su rostro, pero no puede, por aquella estúpida maldición a la que está atada. Al contrario, ningún sollozo, ningún quejido escapa de su garganta. Fácilmente podría pasar por una estatua -una muy perfecta estatua- sentada en el sillón.
Está sola.
Odia sentirse así, y la lluvia no hace más que recordárselo. Por que ella no es como Alice que disfruta bailar bajo la lluvia, o como Esme que uno de sus pasatiempos favoritos es ver la lluvia golpear contra su ventana.
Lluvia. Soledad.
Todos han salido de caza y la han dejado sola viendo las gotas resbalar sobre el ventanal que está enfrente de ella, provocando que el aire se haga más frío de lo que ya es. Frío, como aquella oscura noche en la que le arrebataron todo lo que ella anhelaba y deseaba. Todo en ella es frío, como un constante recordatorio de lo que es y de lo que vivió.
Escucha la puerta abrirse, y ahí está él, con sus rizos negros y sus ojos igual de negros, con una mueca seria grabada en su cara siempre alegre.
Al verlo, una parte de ella quiere reclamarle por el hecho de no haber cazado correctamente. Pero otra parte, su parte más egoísta, se alegre de verle allí, siempre disponible para ella.
Emmett cruza la habitación, y la envuelve entre sus protectores brazos, sin decir nada, mientras Rosalie se contiene de no soltar un gemido.
Sus brazos también son fríos.
Emmett la abraza aún más fuerte, y a Rosalie ya no le importa si las manos que la sostiene son frías, heladas, o hirvientes.
Lo que importa es que son de Emmett.
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