Los personajes de Crepúsculo pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es de mi propiedad.
Sinopsis
Bella ha estado secuestrada desde hace once años. Una vez que ha vuelto al mundo exterior, no sabe cómo continuar. Hay mucho por lo que ha pasado, pero pese a que tiene todo para hablar, no lo hace. Literalmente no habla. Edward es su amigo y antiguo amor, y hará lo imposible por escuchar su voz de nuevo.
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-º-
Una mujer de mediana edad llamada Sasha, se detuvo frente a la puerta de su furgón escuchando un sollozo cercano.
Pensó que podría tratarse de un perro. No sería la primera vez que estos durmiesen debajo del vehículo, ya sea por el rápido cambio climático de septiembre, o porque están escondiéndose de otros perros.
Inclinándose hacia abajo, no ve absolutamente nada. Extrañada, se levanta y decide inspeccionar el furgón antes de salir.
Camina hasta la parte trasera del vehículo, curiosa por el ruido, y se detiene de golpe por el susto.
No se tratan de sollozos de perro, sino de una persona agazapada sobre el resquicio de un medidor, sucia hasta lo imposible.
Lo primero que piensa es que se trata de una indigente. Está a punto de pedirle que salga de su porche, pero algo en su interior se lo impide. Es la forma en que su cuerpo se sacude de frío, lo que le hace dar cuenta que aquella chica no está bien.
Olvidándose de su atuendo y la manicure reciente en sus uñas, se agacha para apartarle el cabello de la cara.
—Oye ¿puedes oírme? —le pregunta. Ella se aleja tan rápido que la mujer casi se va de bruces. El miedo que ve en sus ojos, la deja helada. Luego se encoge como una lombriz, sin dejar de sollozar— Dios santo… —susurra con pesar— ¿Quién te hizo esto?
La chica empieza a llorar muy fuerte. Con las manos llenas de tierra, se cubre el rostro casi con vergüenza de que la vean llorar. Allí, Sasha se percata de las heridas sangrantes en sus nudillos y uñas.
—Escúchame, no voy a hacerte daño. Necesito que me respondas algunas preguntas—intenta infundir confianza con una voz suave— Dime tu nombre para poder ayudarte. ¿Tienes cómo contactarte con tu familia? ¿Eres de aquí, de Denver?
Niega a todas, sin responderlas abiertamente.
Sasha suspira, apesadumbrada, justo cuando la puerta de su casa se cierra de un portazo.
—¡Irina, Irina! —grita— ¡Ven rápido, Irina!
La menor de sus hijas corre a su encuentro.
Se detiene detrás de su madre, confundida.
—¿Qué es eso?
—Llama a una ambulancia. ¡Rápido!
Irina se queda un instante pensando en lo que ha dicho, y su madre tiene que gritarle una vez más para que entienda. Presiona números rápidamente y les explica lo poco y nada que sabe de esta chica.
Después, ayuda a su madre y entre ambas la toman de los brazos.
Patea en el suelo con desesperación, intentando escapar de sus brazos. Sin embargo, las fuerzas le abandonan y de pronto se derrumba al suelo, desmayada.
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Esme Cullen acaba de estabilizar a un motoquero accidentado cuando las puertas de Urgencias se abren de par en par. Se pega a la pared para dar espacio a la camilla que traen con tanta prisa.
Angie, su amiga y colega, le hace ademán con la mano para hablar.
—Acaban de llegar más accidentados y no queda personal disponible. ¿Crees que puedes con este?
Esme mira hacia la sala donde le han ingresado.
—¿Algún dato?
Angie encoge los hombros.
—Sin identificación. Los Denali la encontraron en el porche de su casa y la trajeron. Nudillos rotos, frío… y miedo.
—¿Miedo?
Su amiga asiente.
—Velo por ti misma.
Angie desaparece de Urgencias y Esme entra a la habitación número cuatro, cerrando las cortinas. Los enfermeros ya están buscándole la vena e instalando todo lo necesario para ser atendida. Susurran entre sí, expectantes.
Obviando la conversación que no entiende, se acerca con su linterna para los ojos.
Asombrada, notando que los latidos del corazón le abandonan, deja caer el aparato al suelo, antes incluso tocar su rostro.
Una de las enfermeras en práctica, nota su trance, aclarándose la garganta.
—Doctora Cullen ¿se encuentra usted bien?
Esme no puede contestar, su mirada se ha vuelto borrosa. El nombre viene a su mente de inmediato, pero lo descarta.
No puede ser.
Se vuelve pálida como una hoja de cuaderno y la respiración se le corta. Con manos temblorosas, hace a un lado su rostro para buscar la evidencia. Sabe que está actuando como una loca frente a los enfermeros, pero no le importa.
Pierde los estribos.
Allí hay dos líneas marrones, lo suficientemente claras, pese a la mugre.
Sus dos manchas de nacimiento.
—Oh… Dios mío —gimotea, al borde de las lágrimas— Bella… Bella.
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Capítulo 1
POV Edward
Mi hermana ha puesto mermelada en mi tostada. Y lo peor es que odio la mermelada. Remuevo mi té mientras le da un mordisco y arruga la nariz en señal de triunfo. La mataría si no la quisiera tanto.
No, no es cierto. No la mataría tampoco. Puede ser un demonio vestido de ángel, pero es mi hermana.
—Gracias por las tostadas —se mofa.
Le lanzo una bola de migas de pan y Leticia alcanza a zafarse.
Llevo viviendo en casa de mi madre desde hace un par de semanas. Papá se marchó hace seis meses y mi hermana menor no ha podido aceptarlo. Se ha vuelto rebelde e insolente, y mi madre ya no sabe qué hacer. Así que me pidió ayuda. Como Leticia y yo nunca peleamos, cuando le llamo la atención ella se enoja conmigo y no me habla en días, y esos días se porta bien. Así que, aunque no quiera, hago un rol de padre la mayor parte del tiempo. Papá está presente en nuestras vidas, pero Leticia no ha querido hablar con él, ni siquiera asistiendo a nuestras comidas de los jueves.
Yo pienso que es temporal. Está triste y enojada de que él se haya ido, casi viéndolo como un abandono. Intento hablar con ella todo lo que puedo, pero es un poco cerrada.
Tiene 15 años, supongo que es normal ese tipo de actitud.
—¿Tú no tienes escuela hoy? —pregunto con duda.
Se limpia la boca con la servilleta, manchada de mermelada.
—Mamá me dejó faltar.
—¿Por qué?
—Porque estoy enferma.
—Enferma de perezosa.
Me lanza la bola de migas devuelta.
—¿Y tú no tienes que trabajar?
—No
—¿Por qué?
—Porque tengo que cuidar a una chica enferma de perezosa.
La verdad es que mi jornada es de tarde. Y el problema es que no quiero ir. Desde que Emmett, mi jefe y amigo desde la secundaria, me pidió que le reemplazara en la jefatura debido a su luna de miel, he descubierto que no me gusta este tipo de ambiente.
Lo acepté porque es mi amigo y nos conocemos lo suficiente para que confíe en una tarea tan grande como mantener a pie su Supermercado. El problema es que no sirvo para esto.
He sido supervisor por cinco años consecutivos, y luego de que me despidieran sin razón alguna, Emmett me tendió una ayuda contratándome como su mano derecha. Todo ha ido bien porque nos ayudamos mutuamente, el problema es que ahora estoy solo y trato de hacer las cosas lo mejor posible.
Lo que termina perjudicando a todo el mundo.
Mi padre es la cabecilla en una empresa de taxis. Recuerdo que antes eso me llamaba mucho la atención. Ahora, sin embargo, es una verdadera lata. Y lo peor no es que no me guste, sino que lo estoy haciendo pésimo. Todos los trabajadores me pasan por encima. La mayoría me exige, me exige y me exige y se me va a explotar la cabeza. Por suerte, Kate siempre está al mando. Y a veces Ángela, pero Ángela me calma a mí. Ambas se encargan de mantener el perfecto orden de las cosas.
De niño solía acompañar a papá al trabajo. Toda mi infancia fui hijo único, así que iba a todos los lugares que quería.
—Oye, tierra llamando a Edward. Veamos una peli en la sala.
Recogemos las cosas del desayuno, limpiando todo a nuestro paso.
—Tú tienes que estudiar. No creo que mamá te haya dejado aquí sin más.
—Estoy convaleciente, no fastidies.
Me echo a reír.
Nos sentamos en el sofá largo de la sala, el favorito de papá. Leticia se percata de ello y hace una mueca, pero le tomo el brazo para que deje de ser tan niñata. Me fulmina con la mirada, sin embargo, logro que se quede en su lugar.
Leticia es como una mezcla de caras entre papá y mamá. Yo soy como mi padre en todo sentido, menos en el cabello, pero Leti no. Puedes pasarte la tarde entera notando parecidos. Que la nariz es de papá, que los ojos de mamá, que las mejillas esto, que la barbilla esto otro. El cabello es diferente de ambos, porque es broncíneo, como el mío y la abuela Cullen.
Acomoda los pies en mis rodillas, mientras buscamos una comedia.
—¿Te contó mamá que va a arreglar el cuarto de invitados?
No dejo de mirar la tele, tomándole atención.
—¿En serio?
—Sip. Quiere pintarla y decorarla para sus sesiones de yoga.
—¿Sesiones de yoga?
—¿No sabes que hace sesiones de yoga?
—No la he visto hacer sesiones de yoga desde que estoy aquí.
—Ah, es que ha estado trabajando mucho. Pero hace yoga. Lo busca en YouTube y no hay manera de hablarle en medio de su rito.
Los pasatiempos favoritos de mamá son pasarlo con Leti, cocinar y salir a trotar. No sé cómo se las habrá arreglado para incluir el yoga, porque siempre está trabajando, pero me parece estupendo.
Desde que papá se fue, ella ha estado tristona. Dice que mi presencia ha ayudado a aliviar su vida. Se siente segura a la hora de tomar decisiones, preguntándome si lo está haciendo bien o mal. Soy su hijo, pero también le corrijo cuando me lo pide. Creo que haber pasado casada la mitad de su vida, hace que ahora se le dificulte seguir adelante. De cualquier manera, me siento orgulloso de ver lo mucho que lo intenta con ganas.
Leticia me saca el celular del bolsillo, sin que pueda arrancárselo de las manos.
—¿Qué…?
—Apuesto a que tu noviecita Ángela ha estado enviándote mensajes privados.
—Eso no es de tu incumbencia. Y no tengo ninguna noviecita llamada Ángela.
—Cómo sea. ¡Mira! Tienes llamadas perdidas… —levanta sus cejas sugestiva, aunque luego frunce el ceño— de mamá.
Le quito el teléfono y veo que tengo 7 llamadas perdidas de mi madre. Confundido, reviso y veo que he traído el celular en modo silencio desde anoche.
Le marco y cubro la boca de Leti para que deje de gritonearme al oído.
—Mamá, disculpa que no te haya atendido. No me he dado cuenta que…
—Edward, que bueno que me has llamado.
Su voz se escucha temblorosa y quebradiza.
—¿Qué pasa? Te noto un poco extraña ¿Va todo bien?
Recibo un exhaustivo silencio, sintiendo su agitación.
—Edward, tienes que venir de inmediato al hospital.
—¿Al hospital? ¿Por qué? ¿Le pasó algo a papá?
Leti se endereza, mirándome con los ojos marrones enormes.
—No es por tu padre, no tengo idea de él. Te necesito aquí Ed. Ahora. Ha pasado algo increíble esta mañana.
—No me asustes.
A continuación, su voz es de puro ruego.
—Solo ven. Date prisa.
Date prisa.
Leti me llena de preguntas mientras me pongo de pie. No respondo ninguna de ellas, solo que debemos salir al hospital de inmediato. De ninguna manera voy a dejar a mi hermana adolescente sola en casa, para que después traiga a la tropa de sus amigos y mamá pierda la cabeza. Por más que insiste en quedarse, mi respuesta sigue siendo no. Con un bufido, se envuelve en una bufanda y salimos fuera.
El cinturón le aprieta el pecho, pero hago caso omiso de sus quejas.
Para nuestra mala suerte, nos topamos con un accidente automovilístico en la carretera, lo que provoca tráfico y un montón de gente molesta. Miro la hora y han pasado veinte minutos desde que salimos de casa. El sol acaba de salir entre las nubes, y la luz nos llega a los ojos. Me pongo las gafas oscuras mientras sintonizamos a los Guns N' Roses.
Esa música siempre me traslada a la adolescencia. De pie en las gradas, Emmett y yo nos imaginábamos de grandes dedicándonos al heavy metal. Por suerte, eso se nos pasó con el tiempo.
Pasaron muchas cosas de por medio para que yo dejase de escuchar esa música.
La voz lejana de Leticia aterriza en mi audición.
—¿Qué me estabas diciendo?
Hace un mohín.
—Que falta una semana para mi cumpleaños ¡Nunca me escuchas!
—Te escucho, solo que estaba un poco despistado. ¿Una semana dices?
—Sip —responde con entusiasmo— Lo sé porque hoy es 13, si le sumas 7 da 20. Mi cumpleaños.
Miro a Leticia un momento. Lo ha dicho tan distraída que no se da cuenta que me he quedado pegado en un punto muerto. Ni siquiera recordaba que hoy es 13.
13 de septiembre.
El ruido del claxon atrás de nosotros me regresa a la realidad.
Aparcamos en el lado subterráneo del hospital.
Urgencias está colmado de gente. No hay espacio para nadie y el ambiente es sofocante. Nos hacemos paso en la fila de Muestras y Leticia toma un camino diferente.
—¡Oye! ¿A dónde vas?
Gira en sus talones, como si fuese una bailarina.
—A la cafetería. Tranquilo, que no pienso escaparme. —me guiña un ojo.
Yo no confío tanto.
Avanzo un pasillo más adelante y encuentro a mi madre hablar en susurros con la doctora Angie. De pie con el fichero médico, parece más cansada y preocupada que nunca.
—Mamá. —Angie y ella intercambian miradas discretas, y nos quedamos a solas— Parece que estás repleta de trabajo.
Remueve nerviosa las manos en el archivador.
—Tengo algo que decirte.
—Sí, eso supuse. —intento sonreír, mas no consigo que lo haga.
No sé cómo interpretar su expresión; tristeza, felicidad, preocupación.
Espero que diga que alguien de nuestra familia tiene alguna enfermedad terminal, problemas a los riñones, cáncer, esclerosis múltiple. Incluso Alzheimer. Sé que ella es demasiado joven para padecerlo, pero hoy en día ya no se sabe. Mi mente se prepara para la contención. No puedo derrumbarme si la situación es grave. Espero y espero.
Espero cualquier cosa.
—Bella apareció esta mañana. Está aquí en el hospital.
Cualquier cosa, menos eso.
Las paredes se contraen ante mis ojos.
Como el flash de una foto, la imagen de su rostro viene a mi cabeza y todo parece ocurrir de nuevo; estoy yo, once años atrás, caminando a su casa y encontrándome a la muchedumbre reunida en su calle, tratando de averiguar por qué hay tantas patrullas policiales en el jardín delantero.
Vuelvo a revivir su desaparición, las cámaras, los periodistas atosigándonos día y noche.
Viviendo de interrogaciones, viviendo siendo apuntados con el dedo, sobre todo yo. Porque era su novio, porque la gente creía que era mi culpa.
Hace once años atrás Bella Swan desapareció en extrañas circunstancias. Ningún investigador profesional pudo resolver su caso. Por años vimos sus fotografías en los noticieros, reportajes de su vida, entrevistas de conocidos, vecinos, profesores.
Nadie supo nada de ella. Nunca.
Mis manos empiezan a sudar.
Alice, mi mejor amiga desde los doce años, ha sido la única de nosotros que puede recordar y hablar del tema sin estremecerse. A mí me cuesta muchísimo. Me cuesta hablar de ella tan abiertamente, porque han sido muchas cosas y hemos pasado por tanto.
Regreso a la tierra y miro a mi madre, que parece haberse dividido en dos. No puedo ver con claridad, ni pensar nada más coherente.
¿Está viva? ¿Está muerta?
Escucho voces a lo lejos.
—Hijo —repite esa palabra mientras reacciono.
—¿Dónde está? —pregunto y miro a la puerta de urgencias— ¿Dónde está? —repito— ¡Dónde está! Quiero verla.
Antes de que ose acercarme a la puerta, mi madre me agarra del brazo.
—Está sedada en este momento.
—¿Sedada?
—Sí, sedada. Tiene problemas para respirar y mucha pérdida de peso. Edward, escúchame, la policía ya viene en camino y Bella por el momento no puede recibir visitas. Te pido por favor que te calmes. Yo sé que esto es chocante para todos.
Me dejo caer en la silla de espera.
—¿La viste?
El profesionalismo que disfraza conmigo, desaparece, y veo a una mujer frágil que acaba de encontrar lo que se le ha perdido.
Lo mismo que siento yo.
—Sí. La atendí en Urgencias. Sasha la encontró en un estado deplorable. Llegó inconsciente y con principios de hipotermia.
—¿Sasha?
—Sasha Denali. La encontró en el porche de su casa esta mañana. —levanta la mirada.
Me quedo callado. Sentado en una esquina del hospital, como si me hubiesen exprimido toda la energía.
—Hipotermia, pérdida de peso, problemas para respirar ¿algo más…?
Estoy muy confundido. En momentos creo que nado en un sueño eterno. La habitación sigue dándome vueltas.
Mamá se remueve inquieta.
—Tiene heridas en el cuerpo.
—Heridas ¿qué tipo de heridas?
Suspira— De todo tipo. Incluso quemaduras. —me llevo las manos a la cabeza, sopesando la información— Ed, ella está muy grave. Ni siquiera… ni siquiera sabemos cómo es que sigue viva.
Mi madre va y viene todo el tiempo para ver si me siento bien. Envía a Leticia a comprar algunas cosas que faltan en casa, sin que pueda averiguar por qué de pronto me veo acabado. La sala se ha llenado de policías, y la gente no entiende nada.
Quiero decirles que yo tampoco entiendo nada.
—Mira, Alice ya está aquí.
Alice viene corriendo a toda velocidad, su rostro tan pálido como el mío. Aguanta la respiración, parándose delante de nosotros.
Con Alice siempre hemos sido grandes amigos. Ella dice que en otra vida fuimos mellizos. Y con la desaparición de Bella, nos unimos mucho más, a diferencia de Emmett, que sufría el tormento en silencio. De algún modo, nos teníamos el uno al otro. Llorábamos en el hombro del otro.
—¿Es verdad? —pregunta con la voz entrecortada— Esme, lo que… lo que me dijiste por…
No puedo seguir aguantando las lágrimas. No con Alice presente.
—Es verdad —responde mi madre.
Nos miramos durante un segundo tan eterno que pienso que nos hemos quedado congelados.
—¿Está viva?
Y entonces, veo en su rostro todos los años que han transcurrido desde aquel episodio. Todas las veces que repasamos y repasamos la información que obtuvo la policía. Todo lo que se hablaba en la tv, lo que escuchamos, los rumores, nuestras teorías. Nunca llegamos a nada.
Nuestra conclusión, después de todo, fue que a Bella se la tragó la tierra. Así sin más.
Ahora, después de tanto tiempo, esa luz de esperanza vuelve a brillar sin darnos tiempo a reaccionar.
—Sí
Alice solloza y corta nuestra distancia para abrazarme. Rompe a llorar con ganas, con alivio, como cualquier persona que haya esperado este momento, por mucho que haya sido imposible.
Y yo, no puedo evitarlo, pero lloro con ella.
¡Holaa! Comenzamos con nueva historia y por supuesto drama.
Como primer capítulo, existen muchas dudas, las que se resolverán a medida que avancemos. Por ahora, comenzamos con la aparición de Bella ¡Once años! No es menor. Una introducción a la vida en familia de Edward y su trabajo.
Hasta el momento todos los capítulos son contados desde el punto de vista de Edward.
Voy a actualizar los Lunes, pero como está empezando, capaz que me adelante esta semana.
Me cuentan si les gustó o no, es muy importante para mi!
Besos y que tengan linda semana.
