Amigas y amigos de FF, éste es el aporte que he estado compartiendo en la GF2014. Los capítulos los adapté de la versión presentada allá para que fueran un poco más consistentes, pero son de mi autoría. Espero que sean de su agrado y no se les olvide dejarme un review.
A mis fieles lectoras, las que me regalan los reviews con cada capítulo, miles de gracias, varias de ustedes hoy son consideradas no solo eso, sino mis amigas y han venido a formar parte de mi red social, compartiéndome sus ideas y apoyando mis trabajos, pero más que nada brindándome su confianza y amistad sincera. Y a los caballeros que leen, también gracias. Sus comentarios han influido mucho, aunque no los hayan dejado de modo visible a todos. Espero seguir contando con ellos ya sea en FF como en FB.
Aquí empezamos de nuevo….. estamos en esta aventura juntos.
Desde México, con amor….. *AnaEdith*
Estaba dándose por vencido. Toda la mañana tratando de entender lo que decían los libros de contabilidad, sus activos y pasivos, los informes de gastos, el reporte de inversiones. Pero nada.
Estaba preocupado porque ya se iba a dar el tiempo que su tía había programado realizar la primera de las recepciones de ese año y una era en honor a Candy, quien ya estaba por cumplir los 21 años.
Su interés era mucho más que evidente: la chica iba a llegar a la mayoría de edad y era casi inconcebible que no se hubiera casado, o tan siquiera consintiera en aceptar a alguno de sus pretendientes.
Le tenían preparada una fiesta de cumpleaños y después de ella, si acaso no encontraba algún pretendiente de buen nombre que le pudiera interesar, iban a comenzar a efectuar muchas otras.
La principal tenía que ver con el hecho de que Archie, para entonces, ya se habría recibido de la universidad, a una edad mas temprana de lo que se esperaba, pero seguida de ella se anunciaría el compromiso entre él y Annie, y, después, se pretendía tener otra para Paty, que ya estaría por regresar de Londres en esos días y llegaría del brazo de su sobrino, quien por cierto todavía no creían que hubiera aparecido después de casi dos años de haberlo creído muerto.
Stear se había marchado a Londres apenas hacía cuatro semanas y con el fin de no separarse de ella mientras Paty terminaba sus compromisos de la universidad, se había quedado en la mansión que tenían allá..
Pero, bien que a Albert le alegraba todas las buenas noticias, la principal, que Candy iba a ser la celebrada en esa fiesta, le estaba causando incomodidad.
Ya la había visto varias veces ataviada elegantemente y sintiendose tan dueña de si misma que lo había impresionado, pero su carita y cuerpo medio infantiles no le habían despertado tantas cosas como ahora.
Candy se miraba ya no como una niña, no como una adolescente, ya su cuerpo se notaba más curveado y su rostro tenía los rasgos más maduros, los que le daban certeza de que era una mujer.
Si no hubiese estado tan metido en sus negocios se hubiera dado cuenta antes, pero estaba muy ocupado. Había dejado de verla por casi dos años, entre sus viajes y compromisos. El peso de la responsabilidad le dejaba muy poco tiempo libre.
Debido a ello su tía Elroy tuvo que hacerse responsable de la joven. Llegó un momento en que no le permitió trabajar más y para ello le dio lugar en la casa y la llenó de clases y labores propias de cualquier chica que perteneciera a su nivel social.
Era imposible sujetar a esa muchacha, pero insólitamente no puso muchos reparos, ni tampoco buscó el auxilio suyo.
Solo rogaba que no se le metiera entre ceja y ceja el que su sobrino Neil regresara a pretenderla con más bríos. El muchacho había cambiado mucho desde el bochorno de la fiesta donde supo que él era su tío.
Se levantó de la silla sintiéndose frustrado. Siquiera George estuviera ahí para conversar con él de todas esas cosas, pero se había marchado a Brasil para supervisar los negocios tal y como hacía de forma regular mientras Albert lo hacía por todo el país y también por Europa.
Salió de la biblioteca sabiendo que solo estaba perdiendo el tiempo y que seguro su familia ya estaba por entrar al comedor para comer nuevamente.
Todos se iban sentando en sus lugares a excepción de Candy, que todavía parecía no haber regresado del jardín.
La tía abuela se notaba algo molesta. Esa muchacha no dejaba las malas costumbres de llegar tarde y hacer que se esperara hasta su entrada para poder hacer que les sirvieran. Valiente heredera, todavía silenciosamente reprochaba a Albert el que la hubiese adoptado.
Entonces la joven entró en la habitación. Llegaba sonriendo, tarareando una canción que interrumpió ante la mirada severa de la tía.
Ella se encogió de hombros levemente y pidió disculpas por su demora.
Albert la observó detenidamente, tal y como tenía varios días de haberlo hecho. Traía un vestido de corte más moderno de lo usual y se había recogido el cabello en un peinado poco estructurado, pero dejaba ver la blancura de su nuca y en ella solamente descansaban unos rizos muy coquetos.
Albert apenas si pudo tragar en seco. Se veía de una belleza natural abrumadora. ¿Desde cuando era tan hermosa?
Entonces la tía hizo un sonido de reclamo. Albert se dispuso a ordenar con la mirada que comenzaran a servirles, pero por dentro estaba sintiendo muchas cosas que no sabía en ese momento cómo describir.
La comida se tornó algo muy cordial, después de todo su familia estaba muy contenta de que toda la semana lo hubiesen tenido trabajando en casa. Lo mismo que el día, que fue verdaderamente placentero. Pero al llegar la noche y darse cuenta de que no podía dormir, siguió pensando en los motivos de estar ahora en la mansión de Chicago, como hacía años que no lo hacía.
La renovación de las oficinas hacía imposible trabajar en la suya y no faltaba mucho para que terminaran, así que debía ser diligente y no permitirse ninguna distracción.
Lo único era que la forma en que su protegida andaba todo el tiempo canturreando por la casa no le dejaba mucha concentración disponible.
Cuando no se ponía a cantar, estaba todavía correteando por todos lados, persiguiendo a los conejos, subiéndose a los árboles y llegaba frecuentemente con los bordes de los vestidos hechos un desastre.
Parecía una niña traviesa, pero en cuanto entraba a la estancia con las damas, se comportaba de un modo muy diferente. Ahí, su serenidad se hacía presente.
Con delicadeza tomaba control de cada parte de su ser. Del modo que sonreía, de las palabras que usaba, la forma en que inclusive tomaba la taza y la cucharilla para el té le parecía algo realmente fascinante.
Ahí era la personificación de la perfección. Su tía solía verla con verdadera aprobación cuando estaba en esos momentos tan formales.
Y ahora, su tía quería verla como la perfecta candidata para un matrimonio exitoso, por ello había aceptado ir a algunas fiestas donde Candy se había rodeado de las atenciones de varios jóvenes solteros.
A ninguno había tomado muy en serio. Todos le parecieron demasiado formales. Pero a pesar de ello, su tía seguía insistiendo y ya temía que en cualquier momento la lograra convencer.
La pregunta era, por qué tenía esos temores?
Precisamente él debía ser el más interesado en proveerle todas las facilidades para que ella lograra su felicidad. No lo había conseguido con Terrence, pero eso había sido algo que no pudo controlar. Las circunstancias los superaron a todos.
Ahora, a varios años de esos eventos tan desafortunados, Terrence estaba enfocado por completo al teatro.
Su matrimonio con Susana nunca logró llevarse a cabo, y aunque trató de regresar a la vida de Candy, ella ya no sentía el mismo amor que antes le profesaba, así que tuvo que regresar a la única de sus pasiones en la que era por completo correspondido: la actuación.
Y ella, que tanta pasión sentía por la enfermería, de cuando en cuando se presentaba en las clínicas para realizar labor social. Eso era muy bien visto entre las damas del voluntariado, sobre todo porque eran mujeres muy devotas y de profunda conciencia social, pero Candy también ahí había conmocionado a algunos médicos solteros y eso no le había agradado mucho que digamos.
Por lo menos, sabía que ella no iba a ceder a las pretensiones de la tía, ella se casaría por amor, al igual que como él pensaba hacerlo. Tendría oportunidad teniendo una agenda tan ocupada de conocer a alguna dama que lograra enamorarle?
Pues, no es que no hubiese conocido a algunas jóvenes interesantes, pero siempre de un modo inevitable terminaba dejándolas bajo el escrutinio de Candy. Que si no eran muy delgadas o muy altas o muy secas o simplonas.
Siempre que ella le explicaba el por qué no serían las compañeras perfectas, terminaba por darle la razón, y, ahora a dos años de su ultima salida, ni oportunidad tenía de seguir conociendo a nadie. Su tiempo libre era muy escaso.
Para lo único que se tomaba tiempo era para ir a cabalgar todas las mañanas y la mayoría de ellas lo hacía solo, hasta hace apenas un par de semanas en las que ella le había pedido cabalgar al lado suyo.
Justo ahora, al levantarse y vestirse con su traje de montar, sabía que ella esperaría pacientemente dentro de su habitación a que él tocase y salieran juntos.
Se encaminó a la puerta de su recámara y tocó muy suavemente un par de veces, entonces la puerta se entreabrió.
Detrás de la puerta apareció la carita desencajada de Candy. No hacía falta decir que su gesto lo dejó muy preocupado.
- Qué te pasa -le preguntó enseguida.
- Creo que no iré a cabalgar contigo esta mañana.
- Te sientes mal?
- Tuve una noche pésima. Se me fue el sueño pensando en que los preparativos de mi fiesta de cumpleaños. Tía Elroy se ha vuelto mucho más exigente, ¿sabías?
- Lo supongo.
- Estoy temblando de pensar que nunca lograré estar a la altura de lo que ella espera.
- Yo sé que lo harás excelente. -le dijo con una sonrisa la cual ella miró de un modo extraño.
- Pues bien... Espero hacerlo como ella quiere. Está obsesionada con la idea que este mismo año encuentre un buen candidato para casarme, si por ella fuera la boda la tendría lista para antes de que se llegue diciembre. -y soltó un sonido exasperado mientras sus ojos los entornaba con molestia-. Ya imagino la fila interminable de jóvenes que vendrá y muchos de ellos pensarán de mí que seré un buen negocio...-hizo una pausa torciendo levemente los labios- Discúlpame si no te acompaño hoy. ¿Lo dejamos para mañana?
- Desde luego. -contestó él.
Albert bajó las escaleras después de brindarle una expresión de entendimiento, pero solamente había sido eso: una expresión. Realmente se sentía muy preocupado.
Candy tenía la presión de su tía, aunado a la carga emocional de un ambiente en el cual debía encajar y por si eso fuera poco la sola idea de que habrían más varones pretendiéndola esa noche no sólo por motivos económicos sino por afecto, le estaba haciendo sentir peor. Y no solo a él, a ella también le parecía lo mismo.
Algo debía hacerse.. Algo que la librara de todas sus mortificaciones.
Cabalgó por menos tiempo del que había pensado hacer, porque ni siquiera eso le trajo tranquilidad ni despejó sus preocupaciones. También el hecho de no tenerla a su lado le dejó un sinsabor evidente, era agradable oírla reír y charlar con ella en las cabalgatas de todos los días, así que al no tenerla a su lado le restó por completo todo atractivo a sus recorridos habituales. "Es que me preocupa" se dijo, pero no se quedó muy convencido.
Debía pensar en ella del mismo modo que siempre se había forzado a hacerlo, pero honestamente parecía que no lo hacía. De pronto se asombraba de encontrarla en sus pensamientos, su risa, su cabello, la forma en que sus ojos brillaban cuando estaba feliz, y ni que decir cuando se encontraba triste. Toda ella girando y cantando por toda la casa era mucho más que una distracción, porque cuando no estaba pensando en ella, de repente se forzaba a hacerlo. Esa joven realmente lo hacía muy feliz..o por lo menos lo hacía cuando no se daba cuenta de que había ocasionado uno de los maremotos con los caballeros que se topaba afuera. Casi tenía deseos de no dejarla salir a veces a menos que fuese con su compañía, quizá así le manifestaran más respeto por creer que él pudiera ser su novio.
"¿Qué está pasando conmigo? ¿Cómo puedo pensar semejante cosa?" se reprochó de inmediato.
Si cuando recuperó la memoria en el Magnolia no lo hizo, había sido porque..porque.. no se atrevía ni siquiera a cuestionarse. En ese tiempo estaba muy confundido por no saber quien era, por la forma en que ella lo había acogido en su vida. Podía decirse que se había enamorado de ella, pero al volver la memoria la complejidad de su función como tutor, como el responsable de su vida, le obligó a descartar esos sentimientos, agobiándose de modo infinito con trabajo y convenciéndose de que ella jamás aceptaría ninguna de sus pretensiones.
Fue difícil volver a tratarla como la amiga que siempre había sido. Se dijo de todo: que ella era joven, que estaba enamorada de otro, que lo veía como un hermano, que había sido el gran amor de sus sobrinos, que la sociedad jamás lo vería con buenos ojos y eso le traería dolor a ella, y al final, que jamás iba a ser correspondido. Incluso se obligó a actuar en contra de sus sentimientos al producir el encuentro con Terry. Se dijo que eso era lo mejor para ella: su felicidad era primero.
Y cada vez que un destello de afecto para nada fraternal aparecía, se obligaba a salir de viaje para no pensar en ello.
¿Dos años lejos habían bastado desde que ella vivía en la mansión de Chicago? parecía ser que no era así.
Ni tampoco bastó el tiempo en que ella vivió con sus amadas madres. pero ¡si estaba seguro de que lo había conseguido! ¡Por eso había regresado!
Ahora todos esos sentimientos estaban apareciendo de modo inevitable. Ella ya no era una chiquilla, no estaba enamorada de Terry..pero, ¿Lo vería como un hermano igual que siempre?
Ya Archie lucía genuinamente enamorado de Annie y Stear desde hacía mucho que se había rendido al amor de Paty. El único que quedaba como sombra siempre había sido Neil, pero como él realmente no pertenecía a la familia, ni siquiera lo tenía a consideración.
Quizá debía olvidarse de sí mismo y pensar nuevamente en la felicidad de ella, el asunto es que ella no tenía intención de enamorarse una vez más. ¿Cómo podría hacerla feliz entonces?
Candy se regresó a la cama con desgano. No deseaba levantarse de la cama en todo el día. La noche sí había sido fatal. Ya tenía semanas fingiendo que no le molestaban las pretensiones de la tía abuela, pero conforme los días pasaban y la fecha llegaba, el desánimo por lo que consideraba una forma de mandarla cual potro a exhibición, le estaba ocasionando más tristeza.
Quizá lo peor era pensar que posiblemente era la única forma de no quedarse como una solterona. Annie se casaría con Archie, Paty lo haría con Stear.. Solamente ella quedaba de algún modo en el desamparo.. Ellas lograron el amor, y Candy a su vez el amor parecía siempre habérsele negado.
Y ya sabía que muchos matrimonios lograban ser felices a pesar de casarse por motivos no relacionados al amor, pero para ella tal idea le resultaba incomprensible. ¿Cómo podía alguien soportar abrazos, besos o caricias de alguien que no le producía ningún afecto?
Tembló de solo pensarlo.
Ella solamente había recibido un beso, fue de alguien que pensó que amaba y aún así respondió con una cachetada. Ahora pensar en cosas más íntimas, en lo que sabía que podían ser las relaciones maritales, sin amor, eso, la llenaba de un agobio demasiado perturbador.
Si tan siquiera pudiera pensar en que se iba a enamorar..pero el amor también había sido muy doloroso. Estaba entre la espada y la pared. No tenía el valor de amar a nadie más, pero tampoco quería quedarse con alguien sin amarle, del mismo modo que pensar en estar en soledad podía ser demasiado triste. ¿Alguien que la entendiera?
Quizá si fuese hombre las cosas fueran mucho más sencillas. Albert estaba a poco de llegar a los 30 años, bueno, faltaba algo todavía, pero él no parecía tener prisa por casarse, aunque tampoco se había negado a conocer muchachas si es que alguna fuese una mujer idónea para él.
Las recordaba. Unas las pudo ver en persona, de otras le comentaba algunas cosas, pero ninguna le pareció lo suficiente para él. Albert era un hombre tan perfecto, no merecía mujer menos perfecta de lo que era él.
Afortunadamente nunca se enserió demasiado con alguna. Las veía, las saludaba, quizá con alguna bailaría alguna pieza, pero nada más.
Si ella fuese hombre, sabría que para casarse no había tanta prisa. Que los hombres en tanto que maduran, muchas veces su atractivo aumenta más, sobre todo en lo referente a las damas. Siempre era más valorado un hombre hecho y derecho que un joven prosaico.
Y.. Algo sabía también: los muchachos que solían impresionarse con ella y que le manifestaran interés, no habían producido la menor reacción en ella. Nadie que le hiciere sentir tan halagada, nadie que le hubiera impresionado de algún modo. Solo quizá la habían hecho sentir incomoda de pronto. ¿Cómo iba a soportar tener a incontables jóvenes así en cada fiesta que iba a organizar la tía?
No. Candy tenía muy claro que su estándar en el amor era mucho más elevado que eso. Ni siquiera por Terry, que había sido el joven a quien más había amado, se atrevió a aceptar su cariño cuando ella ya no sentía el amor que antes le profesaba.
Y lo peor era no saber exactamente qué buscaba. No sabía cual era el modelo ideal de su vida.. ¿Alto, bajo? ¿delgado, robusto? ¿rubio, moreno..? No. Para ella parecían la misma cosa.
Quizá era que de algún modo se estaba poniendo barreras aunque se negara a admitirlo. Para las chicas había sido algo tan fácil...
Ellas se enamoraron una sola vez desde la adolescencia, su amor había prosperado, había alcanzado madurez, ahora eran mujeres plenas que iban a dar el paso más importante de sus vidas: en poco tiempo, cuando se fueran a casar, pero ¿ella?
Lo peor de todo era que a ninguna podía revelarle la ambigüedad de sus emociones. Ni siquiera a quien considerara toda la vida su mejor amigo. ¿O no era eso Albert para ella?
Hacía años habían compartido su vida, sus preocupaciones, sus sueños, alegrías y tristezas, pero hacía tanto tiempo que no estaba cerca de ella... Lo miraba, si, en contadas ocasiones, le escribía de un modo más o menos regular, pero fuera de ello, la cercanía y la privacidad que siempre habían logrado se había perdido.
¿Y si Albert se casaba también?
Un escalofrío le recorrió toda la espalda hasta llegarle a las plantas de los pies.
Se tuvo que sentar en la cama, sintiendo que su corazón latía del mismo modo a cuando había sido asustada con la historia del fantasma que se aparecía a las 10 de la noche, de cuando era adolescente.
Una sensación ahogada en su pecho, un miedo atroz.
No. Albert no podía casarse porque..pues ¡porque no!
No podía, no podía, no podía...!
Se levantó a beber un poco de agua y después se dirigió sin contemplaciones a la ducha. Se dio el baño más rápido de su existencia y después se enfundó el primer vestido que encontró en el guardarropa, su cabello que estaba demasiado humedecido lo dejó caer sobre sus hombros tras cepillarlo durante varias ocasiones, tenía demasiada prisa por salir de la habitación. Esperaría a Albert afuera. Necesitaba saber si él tenía planes de formar una familia pronto, de buscar una mujer que compartiera su vida con él, porque si algo en su vida no soportaba era vivir la incertidumbre.
Quizá Albert tenía pensado hacer su vida prontamente, entonces ella quedaría sola de nuevo.. Eso era algo que no creía que pudiese tolerar.
Continuará…..
P.D. Espero sus reviews, ¿les gusta el inicio? Va a mejorar muchísimo más.
Besos!
