¡Hola!

Éste es un pequeñísimo drabble Scor/Rose... podría decirse que algo tierno y dulzón, ése era el objetivo.

Espero que sea de su agrado, les recomiendo leerlo con una taza humeante de chocolate y una caja de bizcochos al lado.

Saludos, una cereza rosada y un abrazo de Scorpius,

Suun.

Disclaimer: Lo único que es mío de todo esto es la idea de ver a los hijos de mis ídolos como una pareja feliz. El resto es de J.K.Rowling, absolutamente suyo.


No había pensado en esa opción como un camino viable. La verdad era que no había considerado ninguna opción como posible. Lo había tomado total y completamente desprevenido. Y era que, debajo de todas esas capas de autosuficiencia y control, había un pequeño montículo de arena que iba creciendo de a poco. Y era arena cálida y luminosa, arena de playa dorada, suave como talco. Y esa agradablemente incómoda arena tenía nombre y apellido. RoseWeasley. ¡Diablos! Si incluso pensarlo lo encendía. Era asfixiante para alguien como él notarse atrapado en un deslumbramiento de aquellos.

Movió con suavidad la silla para que ella se sentara. Sus impresionantes ojos azules se clavaron en él, suspicaces. Al cabo de medio segundo, pareció rendirse y tomó asiento con recatada jovialidad. ¡Era tan bonita! Su blanca piel relampagueaba a la luz de la luna, llamándolo inocentemente.

Una auténtica velada de romance francés. Eso había conseguido preparar. Y era que, cuando se trataba de ella, Scorpius Malfoy se convertía en un idiota épico. Absolutamente clásico y, a su parecer, corriente.

—¿Y bien? —logró articular— ¿Qué te parece?

—Nada mal... nada mal... —suspiró ella.

—¿Nada mal? —preguntó, entre contrariado y ofendido— ¿Eso es todo?

Lo volvía loco. Se había esforzado más allá de sus límites para organizar esa cena y, para ella, "no estaba mal". Era un golpe duro en su orgullo, en su trabajo, en...

—Scorpius — Rose interrumpió sus pensamientos. Se había levantado y acariciaba su barbilla en un gesto tierno. Él giró el rostro a un costado, irritado y evitando mirarla. Si lo hacía, se perdería en el plácido océano de sus ojos y su justificado enojo se escabulliría para siempre.

—Scor —insistió ella. A regañadientes, se volvió para enfrentarla, demostrando su consternación. Rose sonrió, divertida—. Scorpius Malfoy —continuó—, llevamos diez años de matrimonio, tenemos dos hermosos hijos y recuerdas cada aniversario sin saltarte uno —su mujer lanzó una fugaz mirada a su alrededor, azorada—. Sabes de sobra que tengo todo lo que necesito.

—¡Pero...! —comenzó a protestar aunque, para su frustración, no pudo terminar, porque los labios de Rose sellaron su frase... como siempre— Esto no es justo... —murmuró él, cuando se atrevió a soltarla.

—Sí que lo es —replicó ella... y volvió a besarlo.