1617
—Lubac proviene de más allá, del firmamento— relata el de ascendencia europea al chiquillo que le admira con sus brillantes ojos de ágata, cristalinos como un cielo sin tormentas.
E Iván los ama.
Especialmente porque en ellos ahoga toda la cólera y exaltación que surgieron en su interior gracias a los pasados y aciagos lustros, en los que contempló a su gente fenecer por hambre y poder. En los que tuvo que sacrificar a miles de sus habitantes con tal de permanecer y subsistir sin estar obligado a inclinarse frente a sus rivales.
Valió la pena, se rumoreaba que pronto la Comunidad Polaca-Lituana se disolvería. A la par que Suecia está a un ápice de aceptar la suspensión de hostilidades ofrecida por los Romanov, la nueva dinastía gobernante de un país que abarca dos continentes y un poco más; una familia por la que Iván no tiembla al manchar los retazos de su alma.
Sus manos.
Observa la invisible linfa recorriendo desde sus largas falanges hasta sus muñecas, sin embargo, ésta se disipa al simple toque del deslumbrante infante.
—¿Tiene algo en sus manos? — entrevista el pequeño, a quien es notable le incomodan las nobles prendas que otro ha escogido por él. —¿Puede continuar? ¿Lubac significa serpiente en su idioma? ¿Cree que podría aprender ruso? — enuncia de corrido, para después taparse la boquita, puesto que Arthur le ha indicado que es de pésima educación cuestionar a los adultos.
Empero, al representante de la futura Unión Soviética le congracia que el menor sea tan atrevido, en términos de desafiar a la estricta educación que el zafio inglés le otorga a modo de expiación.
—No, serpiente es змея— aclara, soltándose lentamente del crío al que Francia abandonó en pos de tomar su siesta de belleza. —Lubac es su patronímico, como el tuyo es Nueva Inglaterra— expresa, dedicando una leve pausa a memorizar el rostro inocente de aquella nación incipiente, —llamamos Lubac a esa serpiente para comenzar a entenderla.
El chiquillo parpadea, confuso e interrogante, así que el ruso se encarga de aclararle cómo es que al nombrar "algo" se le pierde el temor inicial a lo desconocido y se principia la exploración. De hecho, el europeo encuentra fascinante los modos y formas en los que los mortales se están encargando de diseccionar al mundo.
—¿Y Lubac es mala? No todas las serpientes son malas…— manifiesta el menor, interrumpiéndose a sí mismo de relatar los mitos de sus tierras porque su hermano mayor, su progenitor, le ha dictaminado que olvide todas aquellas tonterías del Gran Espíritu, los lobos y espíritus que albergan los bosques.
—No, ella sólo busca quién la ame de verdad— revela el hombre de claros cabellos, omitiendo el extraño comportamiento de su acompañante.
Pausa.
Se pregunta: "¿qué significa ser amado de verdad?".
Después de todo, el ruso no dispone del tiempo o la paciencia de Grecia o India para dilucidar acerca del concepto de amor.
¿Será amor la calidez que experimenta con sus queridas hermanas? ¿O el candor que en él despierta cierta simbolización asiática?
Le gustaría saberlo.
Vira el rostro hacia su interlocutor, el cual aguarda pacientemente con una tímida sonrisa. Extraordinario gesto que despierta malsanos anhelos en el recién llegado a nuevas tierras, dado que Rusia sólo era un poco mayor que el preciado americano cuando otros se encargaron de arrebatarle toda ingenuidad, castidad e integridad.
—Lubac desciende, como una estrella fugaz y adopta la forma de quién más ames para…— opta por continuar, riéndose levemente ante los sonidos de admiración que emite el otro blondo varón.
—¿Tomaría la forma de Inglaterra? — cuestiona el nene, con toda la verdad en su boca sin pasarla por filtro alguno, y a Iván le molesta aquél detalle. Tal vez porque él mismo no puede ser así de honesto, jamás tuvo la oportunidad de serlo pues la franqueza era una debilidad aún con sus consanguíneas.
—No, sólo se transforma en mujeres— puntualiza y sonríe al notar lo rápido que se dibuja una mueca de indignación en la carita de su acompañante.
—¡Pero yo quiero más a Inglaterra! — proclama tal enunciación y otras, guardando silencio sólo cuando el europeo lleva a cabo un simple ademán. A razón de que a Iván no le incomoda la compañía del chiquillo, pero sí el timbre chillón que la voz de éste puede alcanzar en determinados momentos.
—Está bien, Lubac toma cualquier forma, incluido Inglaterra— sostiene de inmediato, porque modificar aquél mito por una vez no hará daño a nadie, —¿feliz? — dice suavemente, en un tono que haría correr a otros —incluido cierto galo— mas no al americano, nunca a él, que simplemente asiente quedito para seguir escuchando el relato.
Se alimenta emocionalmente de las expresiones del párvulo en cuanto prosigue con la descripción de cómo aquella serpiente infernal engaña a los devotos que aguardan a sus amados y los conmina a la locura, al suicidio y la perdición. El blondo varón es tan transparente como el mejor de los vodkas tras el final del invierno.
Le hace bien.
Así que, cuando observa al niño correr —lejos de él—: duele. Un poco, porque es bastante común que humanos, criaturas y hasta otras encarnaciones busquen alejarse de su presencia. Empero, no es el caso, dado que Nueva Inglaterra no tarda ni un instante en retornar junto al alto y robusto foráneo que ha arribado en sus tierras, en su corazón.
—Para ti, ¡te protegerá de Lubac!— ofrece un objeto al mayor, una de las formaciones corneas de las que están recubiertas las águilas. —Dices en voz alta el nombre de la persona y lo tocas con la pluma, si no es la persona la pluma se pondrá fea— expone uno de los mitos de su gente, de los nativos a los que Kirkland preferiría su nueva colonia relegase al olvido.
—Deberías quedártela, Nueva Inglaterra— comenta el grandulón, el cual realmente no cree en esos mitos, pero sólo por curiosidad pasa la pluma por la mejilla del chiquillo.
El niño ríe debido a las cosquillas y niega con la cabeza.
—Tengo una, ¡y la llevaré conmigo cuando esté allá arriba! — exclama de improviso, señalando al firmamento que en aquél momento les regala un anaranjado ocaso.
Los pómulos del chiquillo van lentamente mutando al tono de las manzanas, dado que todos aquellos que le rodean se han encargado de puntualizarle una y mil veces que nadie puede alcanzar el cielo, tocar las estrellas y tener una casa en la Luna. Empero, él sueña… él sueña aunque hasta aquél momento nadie le había escuchado.
—Entonces, si tengo una… supongo que nos veremos allá arriba— acota con simpleza, porque siempre se ha preguntado qué hay más allá de las nubes.
—¡Pues yo llegaré primero! — rebate de inmediato el chiquillo e Iván niega con la cabeza, dispuesto a dar pie a otra conversación de lo más entretenida con aquella colonia.
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ACLARACIONES
•Огненный змей (Lúbac, la serpiente) es un mito eslávico acerca de cómo una serpiente demonio encarna en doncellas para atormentar a aquellos que han perdido a su amor, especialmente aviudas.
•En los años comprendidos entre 1598-1613, Rusia no sólo enfrenta múltiples guerras civiles, también tiene que hacerle frente a la entonces poderosa Comunidad Polaco-Lituana y a Suecia. Años después, la Comunidad se quebrantaría y Su prefiere pactar en lugar de seguir invirtiendo su capital en conflictos bélicos.
•La primera colonia británica en suelo americano fue Virginia (1607), así que imaginemos que Alfred existe desde ese entonces.
•El amor tal y como lo entendemos actualmente no era un concepto de lo más difundido en aquellos ayeres, incluso ahora en Rusia no comprenden por qué el amor debe tener como fin último la libertad (escoger de quién nos enamoramos, si nos casamos, etc.) si la libertad también nos procura una jaula de consecuencias.
