En un cálido amanecer, la luz del alba se extendió por cada rincón en Cromópolis, despertando a los habitantes listos para un
nuevo día. Justino, el somnoliento árbitro, se encontraba cerca del Complejo Medusa avisando que dentro de unas horas se disputaría
un combate de tinta allí. Algunas pequeñas medusas se aseguraron de guardar sus pertenencias y cubrieron las ventanas de sus casas
para evitar que las mancharan. Uno que otro joven inkling salía de su hogar para tomar el tren, armados con rociadores, pinceles y
demás para combatir. Hacía un día espléndido, indudablemente.
-¡Hoy es! -gritó Nikki emocionada.
Levántandose de un salto de la cama, se calzó las pantuflas y corrió hacia el cuarto de baño. Se echó un poco de agua en la cara,
cepilló alegremente sus colmillos y se sonrió a sí misma en el espejo. Luego se dirigió brincando a la cocina y le dio los buenos
días a sus padres.
-Y ahí está la cumpleañera -dijo su madre, que preparaba panqueques.
-¿Estás nerviosa? -preguntó su padre, que leía el periódico.
-No -contestó Nikki con seguridad-, ni un poquitín.
Pasó por encima del sofá y se sentó, tomó el control remoto y encendió la televisión. El Noticiero de Cromópolis estaba apunto de
empezar.
-Justo a tiempo.
El logo de las Calamarciñas apareció acompañado de la alegre música de introducción.
-¡Bienvenidos sean al Noticiero de Cromópolis! -saludó Mar, una cálida y sonriente inkling.
-¡Hola a todos! -prosiguió Tina, una inkling de mirada tristona.
-¡Vamos a anunciar los escenarios actuales!
-Veamos los escenarios de los combates amistosos.
Una leyenda en la parte superior de la pantalla decía "Campamento Arowana" y segundos después, la parte inferior se rellenó por la
imagen del escenario.
-¡Deberíamos ir a acampar este fin de semana! -sugirió Mar enérgicamente.
-¡Ay, no! -se negó Tina-. El fin de semana es para ver la tele.
La leyenda cambió a "Complejo Medusa" y reemplazaron la imagen por otra diferente.
-¡De pequeñas jugábamos aquí a los reventados!
-Jugabas tú, yo solo quería que me dejaras en paz.
Nikki señaló la televisión y miró por encima del hombro a sus padres.
-¡Genial, podrán verme pelear desde la ventana del apartamento! -exclamó.
-Seguimos con los combates competitivos.
-Vamos a ver los escenarios...
La leyenda cambió de nuevo a "Almacén Rodaballo" y la imagen se reemplazó una vez más.
-¿Te acuerdas cuando trabajábamos aquí?
-Sí, siempre descomponías la cinta transportadora...
Por útima vez, la leyenda cambió a "Plataforma Gaviota" y la imagen fue reemplazada.
-¡Hay que hacer clavados desde la plataforma! -dijo Mar despreocupadamente.
-¿Estás loca? -repuso Tina sobresaltada-. ¡No podemos nadar en el agua!
La pantalla del noticiero quedó en blanco.
-Con esto concluyen las noticias de hoy.
Las Calamarciñas posaron agitando las manos y pronunciaron su eslogan:
-¡Nos vemos!
Nikki se puso en pie de un salto y se encaminó a toda velocidad a su habitación para tomar dinero de su alcancía de calamar.
-¿Adónde vas, cariño? -preguntó su madre.
-Me voy a la Plaza de Cromópolis -respondió Nikki contando el dinero-. Tengo que ir a la estación cuanto antes.
-Pero todavía no has desayunado -terció su padre.
-Comeré algo en el camino. No se preocupen, volveré más tarde.
Giró el picaporte de la puerta y se apresuró a salir del edificio.
-¡Buena suerte, Nik! -le desearon sus padres.

Una vez afuera, Nikki miró su reflejo en un vidrio y se cercioró de tener la ropa para principiantes: la camiseta básica,
la cinta blanca y los tenis crema, todo en perfecas condiciones. Levantó el pulgar y girando sobre los talones, caminó tranquilamente
hacia la estación de tren.
-¡Eh, Nik! -la llamó un chico.
-¡Hola, Cade! -el inkling se acercó y chocó el puño con ella a modo de saludo.
Cade era amigo de Nikki. Se llevaban bastante bien, aunque él era un poco retraído y callado.
-¿Lista para el primer día? -preguntó con timidez.
-Claro que sí, ansio patear traseros de inkling -dijo ella haciendo ademán de patear algo.
-Yo no, tengo un poco de... Creo que no quiero "patear traseros" y ya.
-No seas miedoso. ¡Anda, va a ser divertido!
Los dos continuaron caminando hacia la estación y tomaron el tranvía de camino a la plaza. La música de fondo tenía tan buen ritmo
que Nikki iba tarareándola mientras movía los dedos, y Cade observaba el paisaje por la ventanilla. Una vez que atravesaron la gran
ciudad, el tranvía se detuvo frente a un pequeño parque.
-Mira, parece que aquí es -Cade señaló un lugar pegando la punta de su dedo en el vidrio.
La Torre Calamar sobresalía del muro blanco que rodeaba la plaza y podía apreciarse el enorme Volbagrezón, la principal fuente de
energía, enroscado en su punta.
-¿Qué te parece si tú te bajas y yo me quedo aquí?
-Cade -Nikki lo jaló del brazo y lo forzó a bajar.
Un montón de inklings, unos tranquilos y otros inquietos, se dirigían a la entrada.
-No quería combatir hoy, pero mis padres insistieron -comentó Cade desganado.
-Hubiera sido un error perderte la primera batalla de nuestras entintadas vidas -corroboró Nikki, que pasó por la puerta con reja
junto a su amigo. La plaza se encontraba en la forma de un cuadrado con una enorme acera y había diferentes tiendas a un lado. Los
muros tenían rayones y pequeños graffitis hechos por artistas callejeros, había un par de bancas, unos cuantos postes y varios
barandales alrededor. Una escalera llevaba a la arena de duelos —donde competían dos inklings solamente—, incluido el estudio de las
Calamarciñas, donde sus fans las observaban desde afuera tratando de conseguir un saludo. Cabe mencionar que todo el mundo se veía
chévere.
-¿Por dónde empezamos? -inquirió Nikki.
Cade desdobló un pequeño trozo de papel con algo escrito en él.
-Mi primo Travis inició hace una semana y me dio esto -se puso a leerlo con su amiga-. Creo que son instrucciones o algo así.
-"Antes que nada, vayan a la armería de Jairo en las Galerías Besamel -recitó Nikki-. No hace falta decirle que son principiantes, él
reconoce fácilmente a los inklings nuevos. Por cierto, en cuanto les entregue su arma, salgan de inmediato... Los dependientes suelen
ser amables, pero detestan atender a los que "no tienen onda". Cuando tengan el nivel adecuado, ¡visiten los locales las veces que
quieran! Y... ¡Mucha suerte en su primer día, que se diviertan!"
El par de novatos se miraron y luego echaron una ojeada a las Galerías Besamel, la zona de tiendas del lugar.
-Bien, visitemos a Jairo.
Marcharon hacia la armería y abrieron la puerta, introduciendo sólo la cabeza.
-¿Hola? -dijeron al unísono.
Entraron casi en puntillas a la tienda, observaron en derredor con curiosidad y se acercaron al mostrador.
-Qué raro -murmuró Cade-. ¿Dónde estará...? ¡AAAH!
Un hombrecillo apareció dando un salto desde una pila de cajas, asustando al temeroso Cade, quien rodeó a Nikki con los brazos.
-¡Hola, hola! ¿En qué los puedo ayudar, compañeros? -se acomodó los grandes anteojos mientras sonreía. El sujeto era un cangrejo
de herradura, bajito y rechoncho que utilizaba un casco de militar.
Nikki se apartó de Cade y le dio unas palmadas en la espalda para calmarlo.
-Venimos a adquirir un arma -repuso ella.
-Oh, deben ser nuevos por aquí... -Jairo entrecerró los ojos y se rascó la barbilla-. Aguarden un momento -miró por debajo del
mostrador y sacó dos brillantes pistolas-. He aquí el rociador básico: su buena cadencia de tiro y consumo de tinta equilibrado la
hacen el arma perfecta para principiantes. Es de poca precisión, pero esparce tanta tinta que ni lo notarán.
Nikki tomó un rociador y lo contempló asombrada, pero Cade se tapó los ojos.
-No pasa nada si lo miras, C -afirmó Nikki, que apuntaba con el arma a todas partes como si fuera a disparar-. No seas gallina y
tómalo.
Cade alargó el brazo y tomó el otro rociador con la mano temblorosa.
-Y ahora -Jairo se aproximó a la puerta para abrirla-, retíranse antes de que alguien los vea.
Nikki se desconcertó al principio, pero segundos después recordó la indicación del primo de Cade.
-Eh, sí -salió apresuradamente agarrando a su amigo del brazo-. Gracias por atendernos.
Una vez fuera de la armería, Cade tragó saliva y miró a la chica con angustia.
-No... no estoy seguro de poder tirar del gatillo -confesó él.
-No matarás a nadie, no hay que temer. Andando, vayamos al vestíbulo a practicar.
El chico suspiró y siguió a su amiga a la entrada de la Torre Calamar.
-¡Qué gusto verte! -saludó una voz.
-¡Travis! -respondió Cade desviándose del camino.
Nikki miró por encima del hombro y sintió gran curiosidad por conocer al inkling que se hallaba sentado sobre un barandal.
-Nik, te presento a mi primo, Travis -dijo Cade.
-¡Un placer conocerte! -Travis se bajó y extendió la mano.
-El placer es todo mío -Nikki correspondió-. Cade te mencionó hace rato. De hecho, acabamos de obtener nuestras armas.
-Genial, ¡pues bienvenidos! ¿Se dirigen al vestíbulo?
Nikki y Cade asintieron con la cabeza.
-¿Les gustaría que los ayudase? Puedo darles consejos y enseñarles a manejar un rociador correctamente.
Los novatos volvieron a asentir con la cabeza, siguieron a Travis hacia el vestíbulo en silencio y la puerta se abrió
automáticamente.