Ni ouat ni sus personajes me pertenecen, por el contrario la historia sí es mía.

Este fic va dedicado a mis chicas del whatsapp swanqueen, a las del grupo evil regals, al grupo de las reinas, a mi petita, a mi morena, a Irina, a amandis la tetis y por supuesto a mi manager adorada.

Va especialmente dedicado a mi niña, esthefybautista, porque la amo más que a mi vida y hoy hacemos cuatro mesecillos.

A mi Miss Swan favorita, que es mi hermana traumatizada, a Vero porque la quiero mucho y a Natalia porque es un cielo y me hace feliz con sus publicaciones.

Gracias a los que me leen y comentan, ayuda mucho saber vuestras opiniones. Sin más os dejo disfrutar del capítulo no sin antes recordaros que debéis leer a franchiulla, my dark queen, EvilSwanQueen21, el lado ciego del amor y por supuesto a mi amada esthefybautista.

CAPÍTULO 1 HUÉRFANAS

Era ya tarde cuando llegó a su apartamento, un pequeño habitáculo donde la soledad la saludaba desde cada rincón, desde cada una de sus paredes, desnudas y sin un solo ornamento, una casa vacía de recuerdos, vacía como ella.

Sus ojos aguamarinas, con evidentes signos de cansancio y una mueca amarga en sus labios, volvía a ser su cumpleaños, cumplía veinticinco pero no le importaba, detestaba ese día, detestaba cada momento que le recordaba un pasado feliz, una promesa rota.

Se sentó frente al televisor tras dejar su placa y su pistola sobre la mesa, estirar sus piernas sobre la mesa y subir el volumen para que las voces mecánicas del aparato le hicieran compañía.

Inconscientemente sus pensamientos se fueron muchos años atrás, demasiados, a momentos que ella no recordaba pero le habían relatado en demasiadas ocasiones, su mente voló nuevamente a Regina.

Veinticinco años atrás:

Llovía insistentemente, era una noche lúgubre y oscura cuando los agentes de servicios sociales salían de ese orfanato tras dejar entre sus muros a aquella pequeña, huérfana de la noche a la mañana, esperando que pronto encontrara una familia que le diese todo lo que el destino le había quitado.

Dentro del orfanato, la directora arropaba en sus brazos a esa pequeña de cabellos rubios y ojos de color difuso, aun no definido, la pequeña de pocos meses de edad dormía serena en sus brazos mientras le cantaba una canción de cuna y revisaba el papeleo que le habían dejado aquellos hombres del estado.

Un accidente se había llevado la vida de los Swan, padres de esa pequeña que ahora tenía a su cargo. Su nombre era Emma, un bonito nombre, pensó mientras la acunaba con ternura. Era injusto que se hubiese quedado sola en el mundo y esperaba que encontrase pronto una familia.

De pronto un ruido tenue la sobresaltó y sonrió, pues sabía perfectamente quién había causado dicho sonido, solo una podía estar despierta y deambulando por los pasillos a esas horas de la noche, su Regina.

Con el bebé aun en sus brazos salió de su despacho y encontró a la morena de ojos chocolate justo en el comienzo de las largas escaleras, escabulléndose e intentando no hacer ruido, a pesar de que se quedó completamente quieta y dibujó en su rostro una expresión de horror al verse descubierta.

-Regina, ven aquí ¿Qué haces despierta?

-"Quería ver a los hombres del gobierno"

-No eran hombres del gobierno, pero ya se han ido y tu señorita deberías estar durmiendo

-"¿Quién es Granny?"

-¿El bebé? Se llama Emma y esos hombres a los que has estado espiando la acaban de traer.

-"¿También es herfana?"

-Se dice huérfana pequeña y sí, también lo es

-"Entonces es mi hermana ¿Puedo cogerla?"

La directora del orfanato cogió a la pequeña de cuatro años y se la llevó con ella a su despacho. Llevaba prácticamente desde que nació y su padre había intentado cambiarla por algún tipo de droga. Era inteligente, despierta y extremadamente cariñosa, a pesar de que por el lastre que llevaba al ser hija de drogadictos ninguna familia llagaba a interesarse por ella por lo que aún no la habían adoptado.

La niña estaba feliz, se había librado de una reprimenda y había dejado de ser la pequeña de ese caserón. Una vez en el despachó se sentó en el gran sillón y, con gran alegría, cogió entre sus brazos a la pequeña, siguiendo las indicaciones de la directora para no despertarla y no hacerle ningún daño.

-No le tomes mucho cariño Regina, sabes que en cualquier momento puede irse, al igual que tú.

-"Yo no me voy a ir, Emma tampoco, ahora es mi hermana"

-Puedes tenerla un ratito más pero te vas a dormir pronto, es tarde señorita

La directora se quedó mirando como Regina mecía con cuidado y miraba con ojos curiosos el rostro del bebé. La morena estaba muy sola, era la más pequeña del lugar y los mayores solían portarse bastante mal con ella, aunque no le importaba. Regina era soñadora, inocente y con un mundo interior extenso, tenía una curiosidad inagotable y era muy propensa a desaparecer, meterse en problemas ya que le gustaba demasiado explorar y conocer. Al ver como acunaba a la pequeña Emma pensó que ojalá las adoptasen pronto, ambas necesitaban un hogar.

Ese deseo no se cumplió, los años iban pasando y Emma y Regina, como dos hermanas, se volvieron inseparables, ahí donde una iba la otra la seguía. Se defendían y se apoyaban en cada travesura, en cada lío en los que se metían. Todas las familias que visitaban el lugar acababan convencidos de que eran hermanas y no las podían separar, por lo que ninguna de las dos abandonaba el orfanato aunque tampoco les importaba. Mientras estuvieran juntas eran felices, eran familia y su complicidad iba creciendo al igual que ellas.

La directora del orfanato, ala que las niñas cariñosamente llamaban Granny, acabó por hacerse a la idea de que las tendría con ella hasta la mayoría de edad, ya que pasada la franja de los cinco años era muy difícil que una familia las eligiera a ninguna de las dos. Se convirtieron en sus niñas, su rubia ojos aguamarina y su morena con los ojos color chocolate, dos niñas que en su tierna infancia hicieron la promesa de estar juntas toda la vida, dos huérfanas que unidas formaban una familia.

Una promesa dibujada en pequeños diarios infantiles que con el paso de los años se volvió la razón de ser de ambas, una promesa que, veinte años después, seguía torturando a Emma Swan en su soledad, una promesa que Regina había roto hacía demasiados años.