Hello a todos! :) Este es un nuevo fic que traigo para compartir, ustedes ya verán como se desarrolla, espero les guste.

Oh, y lleva una dedicación especial a mi querida Oneechan :3 que ayudó a inspirar este fic...

Sin mas...

Kagome, te irás al infierno.

Introducción: Eres demasiado Santurrona.

Sin duda era una de las muchachas más bonitas del colegio, la inocencia que tenía en el alma se le desbordaba por los poros.

Kagome Higurashi vivía en un templo que se encontraba prácticamente en mitad de Tokio, a sus 18 años no conocía otra casa más que aquella de dos pisos rodeada por los territorios del templo que había pertenecido a su familia por generaciones.

Su vida era tranquila, se dedicaba a la escuela, a ayudar a su madre con la casa mientras ella trabajaba e igual ayudaba a su anciano –y muy excéntrico- abuelo con ciertos mantenimientos en el templo.

Asistía a un Bachiller normal de gobierno, tenía pocas amigas pues no era lo que se consideraría una "mariposa social". Sango, era su mejor amiga, pero sin duda eran inmensamente diferentes. Sango era social, alegre, todo mundo la conocía en el colegio por ser la persona que había decidido vender bailes privados en una kermés escolar… que a pesar de que se escandalizaron todos los padres de familia y más de la mitad de los directivos de la escuela, ese negocio había dado buenas ganancias…

El sonrojo le subió por el cuello hasta cubrir toda su cara mientras hacía una mueca apretando los ojos.

—¡Claro que no Sango! —Kagome tomó la prenda de encajes que su amiga sostenía en el aire y se la arrebató. Sango suprimió una risita.

—Vamos, Kagome… es tu primera cita con Houjo, ¡debes verte sexy y provocadora! —Sin dar lugar a otra cosa, Sango tomó otro de los sostenes que estaba colgado a su lado y lo midió con ojo crítico.

Kagome, sonrojada y ofuscada por el atrevimiento de su amiga, simplemente le entregó el sostén que ella tenía en las manos y se dio la media vuelta, caminando a grandes zancadas rumbo a la salida.

—¡Sólo iremos a cenar a Wc'Donalds! —Gimió antes de salir por la puerta.

Sango suspiró decepcionada y dejó salir unas cuantas lágrimas de cocodrilo mientras las dependientas la observaban desde el mostrador.

—La educo y la educo y no sirve de nada… —Sollozó dramáticamente antes de distraerse con la colección de lencería Primavera-Verano que estaba en oferta.

Por otro lado, Kagome caminaba a pasos rápidos por el centro comercial con la mirada fija en sus zapatos, se sentía tan avergonzada… Claro que no era la primera vez que Sango la incitaba a que se comprase lencería provocativa, pero por alguna razón esa vez, al imaginarse usando eso mientras Hojo la veía había calcinado sus nervios. Caminó sin detenerse hasta el área de comida dentro de la plaza comercial y pidió un vaso de té frío en el primer local donde lo vio anunciado. Debía calmarse.

Ya que recibió la bebida, avanzó hasta una mesa vacía y se sentó, soltando un profundo suspiro.

—Un día Sango acabará con mi cordura —susurró antes de darle otro sorbo al té.

—Lo dudo —Kagome estaba tomando del vaso cuando le fue arrebatado vilmente y Sango apareció en su campo visual, sentándose frente a ella, tomando su té—. Tengo ya casi seis años intentándolo y no lo he logrado —Sango suspiró desanimada.

Kagome no pudo evitar sonreír y rodar los ojos, de verdad que su mejor amiga estaba completamente loca. Se inclinó sobre la mesa y le quitó el vaso a Sango.

—Debo estar orgullosa de mi misma — le guiñó el ojo y siguió bebiendo.

—Santurrona —la acusó su amiga, haciendo pucheros con la boca—. Si tan sólo siguieras mi ejemplo, estoy segura que la cita de esta noche no sería con Houjo.

Los ojos de Kagome brillaron perspicaces y sonrió.

—¿Ah no? ¿Y entonces con quién? —Sango hizo una pausa dramática, mirando a su amiga fijamente a los ojos, luego juntó los hombros—. ¿Vez? Ni tú sabes….

—Hey, deja que hable… mhh… Si tú siguieras mi ejemplo, la cita de esta noche sería nada más y nada menos que con InuYasha Taisho —sonrió triunfal cuando al fin recordó el apellido del peliplateado.

Kagome se atragantó sin poder evitarlo, a la vez que el rubor se esparcía por su rostro nuevamente.

—¡C-claro que no! —Gimoteó controlando su pequeño ataque—. InuYasha es como mi hermano y…

Sango suspiró frustrada.

—¿Podrías al menos dejar esa mentira barata para que te la crean en tu casa? —Las dos se quedaron viéndose a los ojos unos segundos—. Tú estás enamorada de InuYasha desde hace años, que seas cobarde es muy distinto.

Dócilmente, Kagome bajó la mirada al vaso de té que descansaba entre sus manos.

—InuYasha nunca se fijaría en mí… a… a él le gustan las muchachas extrovertidas, risueñas, que las pueda llevar a fiestas y presumirlas —levantó sus preciosos ojos color chocolate que brillaban por lagrimillas que contenía—. Todo lo contrario a lo que soy yo.

El pecho de Sango punzó levemente cuando vio a Kagome tan triste, no había sido su intención hacerla sentir mal, pero ambas sabían que era verdad aquello, Kagome era muy cobarde para decirle algo a InuYasha, y él era todo un casanova.

Los Taisho eran una familia que era amiga de la familia Higurashi. El padre de Kagome y el padre de InuYasha habían trabajado juntos en la policía Japonesa, ambos fueron muy exitosos en sus tiempos al ser una de las mejores parejas de detectives de la ciudad. Cuando el padre de Kagome fue asesinado en un tiroteo entre la policía y unos asaltantes, Inuno fue el que apoyó a su familia con todo lo que pudo. Ahí había nacido la relación entre InuYasha y Kagome, por años pasaron sus fines de semana juntos, al lado de sus madres en el templo… solían jugar por todos los territorios del templo, a pesar de que InuYasha era dos años mayor que ella.

Habían sido amigos desde entonces, pero Kagome no se enamoró de él hasta que estaban en la secundaria, claro, después de que el pobre muchacho pasara por su tormentoso periodo de acné en la cara. Desde entonces Kagome estaba muy enamorada de él, y cuando fue momento que InuYasha saliera del bachiller para empezar la universidad, la pobre muchacha sufrió. Estaba demasiado acostumbrada a la presencia de InuYasha, a pesar de las peles y todo le era difícil no tenerlo cerca.

Ahora que InuYasha se dedicaba principalmente –si es que no completamente- a la universidad, había decido entrar a una ingeniería y eso le absorbía. Si tenía suerte, veía a InuYasha casi cada dos meses.

—¡Kagome! —El grito de Sango la sacó de sus pensamientos abruptamente.

—Lo…lo siento —se disculpó escondiendo su sonrojo.

—¡Pff! Nomás hablamos de InuYasha y tú te pierdes…

—N-no es eso… es…es…—Kagome tartamudeaba mientras ponía y quitaba el vaso de la mesa. Sango soltó un par de carcajadas al verla tan ansiosa.

—Vale, vale, ya —se mordió el labio para no seguir riéndose—. Vayamos a la tienda de Aeropostale… vi en su catálogo una blusa que me encantó…

Kagome estaba terminando de arreglarse para su cita con Houjo, realmente no es que se muriera de ganas de ir, pero el muchacho tenía meses rogándole y la verdad era que esperar a que InuYasha se enamorara de ella mágicamente, era perder el tiempo.

Se acomodó unos cabellos rebeldes que se salían de la coleta que se había hecho sonrió en el espejo para sí misma. Se veía bonita.

"… Si tú siguieras mi ejemplo, la cita de esta noche sería nada más y nada menos que con InuYasha Taisho…"

Las palabras de Sango retumbaron en su cabeza, negó consecutivamente con la cabeza para alejar esos pensamientos.

—No… InuYasha me ve como su amiga, nada más….

Muy decidida de sí misma avanzó hasta la puerta y la abrió dispuesta a salir, pero se petrificó ahí mismo cuando apenas enfocar su mirada, se encontró con un par de orbes color ámbar, mirándola sorprendidas.

—Inu….yasha… —Susurró aún estupefacta.

—¿Cómo demonios supiste que llegué? —Se quejó el muchacho frunciendo el ceño.

—Ahm…ahm… ¿qué haces aquí? —Preguntó extrañada.

InuYasha enarcó una ceja y la miró extrañado.

—¿Cómo que qué hago aquí? —Entró a su cuarto sin pedir permiso, pasándola de lado—. Te dije por textos que tengo una semana libre y que me quedaría en tu casa…

¿¡Él le dijo a ella que se quedaría dónde y que qué!? Kagome no podía recordar ni pizca de esa conversación, contrariada metió su mano a su bolsa y sacó el móvil… buscó entre los mensajes hasta que encontró la dichosa conversación donde él se explicaba… pero ella no había respondido…. Fue cuando su cerebro pudo recordar que Sango se había quedado con su teléfono por un día… y que justo después había hablado con su madre.

—La… mataré—masculló entre dientes,

InuYasha la observó extrañado.

—¿A quién? ¿Se te olvidó que venía? —No se podía explicar la reacción de la joven—. ¿Kagome, estás bien? Estás roja…

Ella soltó un profundo suspiro y sonrió levemente forzada.

—Disculpa, tuve una pequeña laguna mental… —sonrió y avanzó a la puerta—. La escuela me trae loca… —se rió nerviosa y salió del cuarto—. ¡Iré a preparar el cuarto de huéspedes!

Avanzó a punto de volverse loca hasta el cuarto de huéspedes y marcó el teléfono de Sango… varios timbres sonaron y ella se desesperaba cada vez más.

—Sango Daidouji —Contestó su amiga con su natural buen humor.

—¡Estás loca! ¿¡Cómo dejas que InuYasha se quede en mi casa una semana y no me avisas!?

Se escuchó como Sango contuvo la risa.

—Para nada, consulté con tu mamá y está de acuerdo —respondió tranquila.

—¡Pero hoy saldré con Houjo!

—Invita a InuYasha.

—¡Claro que no! ¡Dios, que hare! —Gimió desesperada y se tumbó en la cama.

Sango volvió a atragantarse con su risa.

—Bien, tengo la solución. Disfruta a InuYasha —le dijo con voz Insinuante—, iré a Wc'donalds y le diré a Houjo que te sentiste muy mal y que no podrás ir…

Kagome sonrió y se sentó.

—¿En verdad harías eso por mí?

—Seguro, de hecho, voy saliendo.

—¡Gracias Sango! ¡Te debo una enorme! —Emocionada cerró su celular y salió volando de ahí. ¡InuYasha se quedaba en su casa una semana!

La mañana del lunes, Higurashi había llegado de un humor estupendo al bachillerato, canturreaba y se veía como si se hubiera ganado la lotería.

—Mira que vienes de buenas —le dijo Sango al esperarla en la puerta del salón. Kagome la vio, corrió un par de pasos y la abrazó.

—¡Gracias por lo de anoche!

Sango sonrió con cierta malicia….

—Oh sí… ahora que recuerdo te hice un enorme favor anoche… —La sonrisa de Kagome se borró.

—Sí… —Algo le decía que algo le pasaría.

—Kagome, necesito cobrar ese favor —Sango se puso seria.

—Ah… ¿Sí…?

—Sep… y ya sé que quiero que hagas —Kagome la miró con miedo—. Verás Kagome, tú eres demasiado santurrona, en verdad… ¡Hay límites, niña! —Su amiga cada vez se preocupaba más—. Así que el favor que quiero que me hagas será para tu propio bien.

De repente toda la tensión de Kagome se desvaneció y sonrió… Había creído que la obligaría a hacer algo malo, pero por lo que decía quizás sólo quería que se pintara las uñas de negro o se maquillara como una chica gótica.

—Bien, haré lo que quieras —le sonrió y Sango hizo lo mismo.

—Bien Kagome, quiero que cometas los siete pecados capitales —los ojos de la de cabello azabache casi se salieron de sus cuencas, cuando Sango hizo su declaración en tono triunfante— y si no lo haces le diré a InuYasha que estás enamorada de él.

—Pe…pero…—La pobre Kagome había palidecido y miraba a Sango con horror.

—Tienes hasta que InuYasha se vaya para cometer tus siete pecados… sino cantaré como pajarito —le advirtió sonriente—. Cometerás un pecado por día, pero para no verme tan mala, tú podrás escoger cual —Sango le estiró a Kagome una notita adhesiva que tenía escritos los siete pecados—. Pero igualmente, para que no hagas trampa yo diré si el pecado es válido o no —sonrió emocionadísima y se puso detrás de Kagome para empujarla hacia el salón de clases—. Ahora vayamos a clases que entraremos tarde….

…continuará…