Hola!
Bueno, al fin llego a traerles este proyecto en el que llevo un tiempo trabajando pero no me animaba a subirlo.
Un nuevo fic quizás mucho más "adulto" que cualquier cosa que haya escrito.
Es un nuevo contexto y una nueva manera de trabajar con los personajes así que espero que les guste. Como siempre, es DELENA y aunque estoy muy nerviosa sobre la historia y un tanto insegura porque no sé si va a ser o no aceptada como yo quiero.
En fin, me dejo de hablar tanto y comienzo con esta nueva locura.
Desde ya, Gracias por todo y especialmente gracias a Noe por ayudarme en mis momentos de inseguridad con esta historia, el primer capítulo va dedicado para ella por la buena energía que me regaló y el empujoncito que me dio para decidirme a publicar esto!
Breaking Laws (Damon&Elena) [+18]
Disclamier: los personajes y escenarios de TVD aquí citados no me pertenecen, pertenecen a LJ Smith y la CW.
Pairing: DELENA :)
Summary: Él es uno de los abogados penalistas más reconocidos de New York; ella, una jóven y brillante estudiante de derecho que se convertirá en su asistente.
En un mundo como el de ellos, la promesa de placer sin ataduras es demasiado atractiva ¿Pero realmente podrán seguir divirtiéndose manteniendo las emociones fuera del juego?
Trailer: Breaking Laws fic by (disponible en youtube)
Prólogo
Elena Gilbert entró aquella mañana de lunes en el enorme edificio con una sonrisa y pasos confiados. En el piso número 17 de un alto edificio del centro de Manhattan, Nueva York, funcionaba el reconocido bufete de abogados M&S y Asociados, el lugar donde ella trabajaría a partir de ahora.
Elena era una estudiante de derecho a la que sólo le quedaban dos años y algunas materias más para terminar su carrera y gracias a sus brillantes notas en la Escuela de Leyes de la Universidad de Nueva York, había sido convocada por el director del bufete como secretaria ejecutiva y asesora del departamento de abogados penales, que era la especialidad que ella quería seguir en su carrera una vez que obtuviera el título.
Una vida dura y llena de desafíos, junto con una belleza envidiable y los años que había pasado estudiando, convertían a la señorita Gilbert en una joven segura de sí misma y llena de confianza. Exudaba seguridad en cada paso que daba y no era raro que al pasar por algún lugar varias cabezas voltearan hacia ella: Elena estaba acostumbrada a los ojos ajenos sobre sí misma y también a la exigencia por lo que con su carisma, inteligencia y personalidad era capaz de manejar casi cualquier situación arreglándoselas para tener a todo el mundo comiendo de la palma de su mano.
Cuando la bella Elena Gilbert vestida en una camisa color azul oscura con tres botones desabrochados, zapatos negros de taco infartantemente alto y una falda negra que abrazaba sus piernas como el mejor amante entró a la recepción del bufete la mayoría de los ojos voltearon hacia ella que no titubeo en su avance y se dirigió al escritorio vacío de la recepcionista, esperando con una mueca impaciente mientras sus oídos se llenaban con algunos susurros.
-¿Estoy en lo cierto al asumir que usted es la señorita Elena Gilbert? -preguntó una respetuosa voz a su espalda y Elena volteó con una sonrisa.
-En persona -confirmó- ¿Con quién tengo el placer?
-Soy Elijah Mikaelson, el director del bufete -se presentó educadamente extendiendo una mano hacia la chica.
-Justo la persona que quería ver. Un placer Doctor.
Elena sonrió satisfecha y sacudió la mano del extraño con seguridad y sutileza.
-El placer es todo mío, señorita. No he recibido más que elogios suyos desde la Escuela de Leyes. Mis colegas parecen estar encantados con usted.
Elijah daba clases en la universidad durante el tiempo que le quedaba libre, pero ella nunca había sido su alumna ya que él dictaba las materias propias de la especialización en Derecho Administrativo, por lo que nunca se habían cruzado en el aula, pero al pedir a sus colegas consejo para contratar a una joven estudiante para la plaza libre que tenía en su empresa los profesores del área penal no tardaron ni un segundo en recomendar a Elena. En un primer momento Elijah hubiera preferido contratar a algún alumno que estuviera más avanzado en su carrera, quizás cursando el último año, pero luego de investigar un poco descubrió que la señorita Gilbert era tan brillante que definitivamente no se pudo negar a ofrecerle el puesto que claramente ella aceptó encantada.
-¿Le parece si hacemos un pequeño recorrido por las instalaciones antes de dejarla en manos del área penal?
-Encantada.
Y solo con esa sonrisa decorada por unos carnosos y suaves labios de color carmesí y la confianza en cada uno de sus movimientos, Elijah supo que había hecho bien en elegirla.
El bufete tenía a su disposición dos plantas del edificio y estaba perfectamente distribuido: en la primer planta, es decir, el piso 17, se encontraban el área de Juicios de Familia que tenía que ver con divorcios, cuestiones de menores y otro tipo de casos de ese estilo, el área de Juicios/Contratos y Acuerdos Comerciales y/o Administrativos y en la segunda planta se encontraba la zona preferida de Elena: el área penal. Podrías sorprenderte al encontrar la inmensa cantidad de juicios y casos que entran y salen de las oficinas de los especialistas en juicios penales de M&S y Asociados.
El equipo completo de trabajo estaba compuesto por casi veinte personas, sin contar el personal administrativo, pero Elena solo pudo recordar los nombres que Elijah mencionó como los más importantes.
Giuseppe Salvatore era el socio de quien había sido el padre de Elijah y compartía la junta directiva con el mayor de los Mikaelson ahora que su padre había muerto, Meredith Fell y Stefan Salvatore eran los más destacados entre siete abogados dentro del área de Familia y Menores y ambos parecían agradables y cordiales cuando se dio el momento de las presentaciones. En el área de Comercio, Hayley Marshall y Klaus Mikaelson, que resultaron estar comprometidos, eran los dos más destacados de un grupo de seis abogados y finalmente, estaba su grupo de trabajo.
El equipo de abogados penales no era tan grande como los otros básicamente porque, como Elena bien sabía, había muchísimos abogados penales por el mundo, pero realmente pocos de ellos eran buenos en su trabajo. Por eso el grupo se reducía sólo a tres hombres, ya que el bufete era reconocido por su excelencia y no se permitirían aceptar profesionales que no calificaran en sus estándares. Kol Mikaelson, Alaric Saltzman y Damon Salvatore llevaban ya varios años fuera de la escuela de leyes y aún así sus nombres seguían resonando por las aulas de la especialidad penal, habían sido brillantes en su carrera y evidentemente eran los mejores profesionales en el estado entero, como dejaba en evidencia la enorme pila de expedientes que descansaba en la mesa redonda que ocupaba parte de la sala de recepción.
-Davina, querida ¿Serías tan amable de llamar a los doctores para que vengan a conocer a su nueva secretaria?
-Enseguida, Doctor Mikaelson. Mucho gusto, señorita, mi nombre es Davina Claire.
-Encantada, Elena Gilbert.
-La señorita Claire será su asistente a partir de ahora. Ella se encuentra en primer año de la universidad. Imagino que se llevarán bien.
-Parece agradable -se limitó a contestar Elena, incapaz de emitir un juicio sin conocer de nada a la chica.
Mientras esperaban la llegada de sus nuevos jefes, Elijah le explicó a Elena que el área contaba con tres amplios despachos que pertenecían cada uno a uno de los miembros del equipo y con una espaciosa oficina que a partir de ahora sería suya. Jamás lo demostraría frente a ellos, pero el simple hecho de tener su propia oficina ya le parecía un enorme paso en su carrera.
El primero en llegar fue el mayor del grupo: Alaric Saltzman era la única cara conocida, ya que también daba clases en la escuela de derecho y había sido profesor de Elena durante el primer año de su carrera.
-Que gusto encontrarte de nuevo, Elena -saludó cálidamente.
-Igualmente, doctor Saltzman -sonrió la chica acercándose a estrechar su mano.
-Llámame Ric, Elena. Estaremos viéndonos todos los días a partir de ahora…
-Un placer, Ric.
-Así que esta es nuestra adorable nueva secretaria -ese fue el momento que eligió Kol Mikaelson para salir de su despacho al encuentro del resto.
A diferencia de Alaric, que tenía un pantalón de vestir y una camisa blanca sin saco ni corbata, Mikaelson llevaba un traje completo y prolijo, al igual que su hermano mayor, pero su aspecto formal era desafiado por un cabello corto aunque algo alborotado y una sonrisa traviesa y brillante.
-Kol Mikaelson -se presentó acercándose a Elena que extendió su mano para saludarlo.
Ella se sorprendió cuando, en lugar de estrecharle la mano, Kol se inclinó a besar su piel en un gesto teatral que le sacó una pequeña risita.
-Encantada, dr. Mikaelson. Elena Gilbert -sonrió la chica.
-¡Son solo flores, Rebekah! -esa fue la primera vez que Elena escuchó la voz del restante miembro del equipo- Te dije que tenía trabajo, no puedo perder tiempo en ir a elegir flores
Damon Salvatore venía caminando del fondo del pasillo, donde se encontraba su despacho, gritándole al teléfono y aflojándose la corbata como si se sintiera asfixiado. Cuando dejó el nudo en paz, flojo e improlijo alrededor de su cuello, se pasó nerviosamente la mano por el cabello antes de contestar.
-¡Ya sé que nos casaremos solo una vez en la vida, Bekah! Pero no voy a dejar mi trabajo para ir a comprar unas estúpidas flores que terminarás eligiendo tu sola.
Cuando Damon llegó a la sala, molesto y aún hablando al teléfono, recibió la mirada de reproche de Elijah y se disculpó con un asentimiento, levantando un dedo en señal de que le diera solo un segundo más. Elena frunció el ceño ante la impunidad con la que el chico parecía manejar todo con un simple gesto y se cruzó de brazos mirándolo impaciente.
-Tengo una reunión esperándome. Te veo en la noche -dijo con un tono tenso pero menos elevado y luego hizo una pausa poniendo los ojos en blanco- Lo discutimos después. Te quiero. Hasta la noche.
Y sin más cortó la comunicación dejando su moderno smartphone en su bolsillo. Elena tuvo que parpadear rápidamente un par de veces para absorber toda aquella información tan de repente.
-Mi hermana te tiene bien agarrado de las pelotas ¿Eh Salvatore? -se burló Kol ganándose una risa de Alaric y una mirada fulminante del propio Damon.
Así que eso era. Pensó Elena. Damon actuaba como si fuera el dueño de todo eso porque en realidad lo era. Le llevó un instante darse cuenta de que era el hijo mayor de Giuseppe Salvatore, quien poseía la mitad de las acciones del estudio de abogados. Era evidente que en poco tiempo sería Damon quien ocuparía ese lugar.
-Ya quisieras, Mikaelson -soltó Damon de mal humor haciendo reír al pequeño Mikaelson.
-Kol, estás en presencia de una señorita -le regañó duramente su hermano y Elena le quitó importancia al gesto con una mano.
En solo un par de segundos de conversación Elena había descubierto más acerca de su jefe de lo que probablemente querría saber. Al parecer Damon Salvatore estaba organizando una boda con una joven con la que evidentemente había estado discutiendo, y esa misma joven resultaba ser la hermana de los Mikaelson, de nombre Rebekah. Ni siquiera sabía por qué, pero había algo de la situación que no le gustaba ni un poco.
Elijah le había explicado más temprano que si bien cumpliría con las tareas ejecutivas de todo el área penal, dependería directamente del doctor Salvatore. Elena alzó sus brillantes ojos color café para mirar a su jefe y descubrió que era quizás la tercera o cuarta vez desde que había aparecido por el pasillo que se alborotaba el pelo en un gesto claramente nervioso. Él la miró de arriba abajo sin cortarse ni un poco en su análisis y dejó escapar una sonrisa torcida llena de satisfacción al mirarla.
Era cierto que la chica estaba completamente fuera de su alcance, pero mirar no hacía daño a nadie ¿No? Damon permitió que la belleza de la chica calmara su alterado humor, consecuencia de la discusión con su futura esposa, y se acercó en dos largos pasos hasta estar frente a la chica.
-Tú debes ser mi nueva secretaria ¿Verdad?
-Encantada de conocerlo, doctor Salvatore -saludó la chica, incapaz de apartar los ojos de sus profundos iris azules pero ni siquiera estando hipnotizada por su mirada como de hecho estaba se permitió salirse de su papel y le extendió la mano formalmente, con una sonrisa respetuosa y segura- Elena Gilbert.
-El placer es todo mío, Elena -sentenció Damon mirando por un momento su mano antes de estrecharla por un segundo más de lo debido.
La forma en la que pronunció su nombre hizo que un inexplicable estremecimiento recorriera la espalda de Elena, ninguno de los hombres en la sala se dio cuenta de ese pequeño hecho, excepto Damon, que era todo un experto en los cuerpos de las mujeres y notó al instante el casi imperceptible movimiento.
-Bueno, señorita Gilbert. La dejo en manos de mis colegas. Puede acudir a la junta directiva en caso de que sea necesario. Bienvenida. Que tenga un buen día…
Elijah salió de la sala después de despedirse de sus socios dejando atrás un incómodo silencio que resultó oportunamente roto por el menor de los Mikaelson.
-Yo estoy saliendo para el juzgado -comentó mirando su reloj con preocupación- Lamentablemente no podré disfrutar de su compañía esta mañana, señorita Gilbert. Espero que tengan un buen día -bromeó saludando a todos con un gesto y Elena decidió que le empezaba a caer bien. Dicho esto, Kol se dirigió a las escaleras y se fue rumbo a su destino.
-Acompáñame, Elena. Te mostraré tu oficina.
Su tono autoritario, combinado con el hecho de que era la única persona que la tuteaba en el bufete ponía a la chica un poco nerviosa. Además, tenía que admitir que se trataba del hombre más hermoso que sus ojos hubieran visto en mucho, mucho tiempo. Sus rodillas temblaron suavemente cuando sintió la mano de su nuevo jefe en la parte baja de su espalda, conduciéndola con suavidad hasta que alcanzaron el final del pasillo. Damon mantenía aquella sonrisa rebelde y llena de secretos cuando abrió una puerta pero a la chica no le hizo ninguna gracia descubrir que su "oficina" en realidad compartía una pared de vidrio con puertas corredizas con el enorme despacho que supuso era el de Damon. Por lo tanto, no sólo él podría verla trabajar en cualquier cosa, sino que, si la puerta estaba abierta como en ese momento, prácticamente se encontraban en el mismo espacio.
-Son cristales espejados -explicó Damon cuando la chica inspeccionó mejor el vidrio- Significa que desde mi despacho puedo ver lo que pasa aquí pero desde aquí no se puede ver lo que pasa del otro lado.
-Que conveniente -murmuró la chica un poco molesta por estar constantemente bajo el escrutinio de su jefe.
-Puedes instalarte a tu gusto, en el escritorio hay algunos mails que necesito que envies y le pedí a Davina que fotocopiara los expedientes de los casos en los que estoy trabajando. Puedes venir si tienes alguna duda.
-Entendido -sonrió la chica dando un paso adelante, acercándose a él sin titubear.
Damon se mordió el labio sin poder evitar que sus ojos recayeran en el escote de su nueva secretaria ahora que la tenía tan cerca y Elena, poseída por su habitual carácter impulsivo, dio un segundo paso quedando completamente frente a él.
-Tienes la corbata hecha un asco -dijo lentamente extendiendo la mano cautelosamente hacia su pecho.
-¿Ah sí?
Damon no hizo nada para detenerla, pero tampoco le dio permiso de tocarlo por lo que los suaves roces de Elena mientras le acomodaba el nudo de la corbata fueron aún más excitantes de lo que podría haber esperado.
-Listo -susurró con ojos llenos de inocencia y una sonrisa llena de travesuras coloreó sus labios.
Damon le regaló una de sus mejores sonrisas torcidas y antes de siquiera poder pensarlo inclinó su rostro hacia el de la chica que lo esquivó hábilmente en un momento de consciencia repentino. No sabía qué era. Pero había algo en aquella jovencita que lo atraía terriblemente. Y era evidente que ella estaba consciente de eso. Damon Salvatore lo sabía: no hay nada más peligroso en el mundo que una mujer consciente de su atractivo.
-Estaré trabajando -susurró ella a modo de despedida y se alejó contoneando su dulce trasero.
Damon se relamió los labios mirándola alejarse y poco después la vio acomodarse en el escritorio que a partir de ahora le iba a pertenecer.
Fue testigo de cómo ella utilizaba la cámara frontal de su móvil para arreglarse el cabello y luego puso a sonar en el aparato una de sus canciones preferidas de Radiohead. En el momento exacto en el que los acordes llegaron a sus oídos y vio la sonrisa de placer de Elena ante la música, Damon supo que algo había cambiado.
Con el pasar de los días, los gritos de Damon discutiendo con su esposa por teléfono de enseñaron a Elena que su jefe no solo discutía con la menor de los Mikaelson por cosas tan insignificantes como la elección de la decoración para su boda sino sobre cosas mucho más importantes como la cantidad de horas que él le dedicaba al trabajo o su molesto hábito de ser muy poco cuidadoso con sus indiscretas y constantes aventuras con otras mujeres. Su relación era simple matemática: Rebekah había dejado de recibir dinero de su padre tan pronto como decidió que no quería estudiar, aunque por más que Mikael le quitó su dinero, no pudo privarla de la parte de la empresa que le correspondía por herencia.
Rebekah necesitaba su dinero, Damon sus acciones. Ninguno de estos requisitos indispensables incluía que su relación contara con fidelidad. Así había sido siempre. De hecho, por más que ella pensaba que lo ocultaba, Damon estaba perfectamente al tanto de la relación de su novia con el encargado del edificio del mismo modo que Rebekah sabía de las constantes mujeres que entraban y salían de la vida de su futuro marido.
Todo había sido sencillo hasta que el encargado del edificio decidió formar una relación real con otra mujer y dejar de lado el romance con la chica. Damon no estaba seguro exactamente de qué, pero había algo en Rebekah que cambió rotundamente. De repente se había convertido en una molestia constante, exigiéndole que dejara de ver a otras mujeres y reclamándole constamentemente la cantidad de horas que pasaba fuera de casa.
Esa fue la razón por la cual ese mediodía, mientras Damon, Ric y Kol sostenían una reunión para hablar de los casos que llevaban, el primero no hubiera estado pensando con mucha claridad, ya que en su cabeza los gritos de Rebekah por teléfono dos minutos antes seguían haciéndolo hervir de cólera.
-¡Damon! -gritó Ric molesto cuando vio que su amigo volvía a estar completamente perdido en sus pensamientos.
-¡¿Qué?!
-Te dije que vamos a perder el juicio de los Fell si no hacemos algo y rápido. Los plazos vencen mañana -soltó exasperado, las hojas con las pruebas descansaban esparcidas por la mesa y ninguno de los tres era capaz de obtener una idea para ganar la causa.
La hija de quince años de Logan Fell había sido secuestrada hacía unos meses y el viejo tenía enormes sospechas de que había sido todo culpa de una red de trata de blancas que, según él, tenía contacto con los Lockwood. Había cientos de personas intentando poner una mano sobre Lockwood desde hacía años, y este parecía ser el caso más cercano a lograrlo, pero ellos simplemente parecían no ser capaces de poner las piezas juntas. Era un caso importante, quizás el más importante que hubieran manejado los tres juntos, y los plazos vencían a finales de esa semana. Si ellos no habían conseguido presentar el alegato, Fell se iría a buscar otro equipo de abogados.
Ese fue el momento que eligió su brillante nueva secretaria para entrar en la sala llevando una bandeja con tres tazas humeantes de café.
-Algo me dice que lo necesitan -sonrió dejando una taza de café frente a cada uno de ellos- ¿Puedo preguntar qué eran todos esos gritos?
Damon se soltó un poco el nudo de la corbata, completamente abrumado por el cansancio, mientras la observaba levantar los papeles de la mesa sin pedir permiso. Los ojos castaños de la chica volaron a través de las líneas leyendo cada dato disponible del caso ante la atenta mirada de Damon, con los días él se había acostumbrado a mirarla, contemplarla se había vuelto uno de sus más sublimes placeres.
-¿Qué opinas, Lena?
El rostro de Damon se endureció cuando escuchó la familiaridad con la que Kol trataba a la chica, en solo un par de días, su amigo había logrado ganársela completamente y eran raros los días en los que sus comentarios y bromas faltaban a la hora del almuerzo. Él no tenía idea de por qué, pero había algo que le molestaba acerca de la joven comenzando a desarrollar una relación con su compañero.
-¿Chequearon la matrícula del auto? -preguntó señalando una de las fotografías donde la hija de Logan Fell yacía acurrucada y sucia dentro de la cajuela abierta de un auto.
-Es de otro estado, no hay forma de vincularla con Lockwood.
-Si no me equivoco, su hijo está estudiando en Texas. Podría perfectamente haber usado el auto del chico.
-Cuidado ahí, Elena -advirtió Ric- Podrías estar involucrando a alguien más en la causa…
-Quizás sea porque él ya está involucrado.
-Necesitamos encontrar una conección entre la chica Fell y Lockwood -comentó Damon exasperado- Una patente de Texas y un chico que estudia en ese mismo estado no funciona como prueba, Gilbert.
-Pero quizás esto sí.
Elena sonrió satisfecha mientras le mostraba a su jefe la fotografía que había estado buscando en su teléfono.
Tyler Lockwood estaba sentado en su descapotable, manejando despreocupadamente con Annie Fell sentada a su lado. La chica vestía exactamente como había descrito su padre el día que desapareció.
-¿De dónde sacaste eso? -preguntó Damon completamente sorprendido.
-Usé el nombre del estudio para pedir acceso a las cámaras de seguridad del estacionamiento del supermercado. Tienen un ángulo que toma perfectamente la ruta fuera del pueblo. Solo tuve que revisar las cintas y hacer un poco de zoom. Ahí está su prueba.
Todos se quedaron callados ante eso mientras la chica sonreía con suficiencia. Kol le sonrió felicitandola al instante y Ric también se sumó a sus palabras de aliento, orgulloso de su alumna. Damon fue el que se quedó más sorprendido de los tres, observándola como si fuera casi un extraterrestre.
-¿Qué pasa Salvatore? -rió la chica- ¿No creías que pudiera haber un cerebro detrás de esta cara bonita? -se burló la chica y sacó unos papeles que antes sostenía firmemente con un brazo- Me tomé la libertad de preparar el alegato. Si consideran que es correcto, solo necesito sus firmas y podré enviarlo hoy mismo.
Por alguna razón, la chica le tendió los papeles a Damon, quien puso toda su concentración en un intento de encontrar un error, pero resultó que al final no había nada que corregir.
-¿Dónde aprendiste a pensar así? -preguntó él completamente sorprendido.
-¿Necesita consejo, señor Salvatore?
Esta vez, él rió suavemente ante la atrevida broma de la chica y firmó él mismo los papeles antes de devolvérselos.
-Bienvenida a bordo, Elena -sonrió conforme con el trabajo bien hecho y la chica le devolvió la sonrisa, alegre de haber demostrado su capacidad.
En ese momento ninguno de los cuatro lo sabía, pero ese era solo el comienzo de lo que serían cientos de casos en los que la chica siempre aparecería para ayudarlos en esos momentos en los que pensaban que estaban en un callejón sin salida. Definitivamente, ella era brillante. Elena era increíble, tanto físicamente como en lo poco que había mostrado de su personalidad. Aunque aún le quedaban muchísimos aspectos por descubrir sobre su nueva secretaria, y Damon Salvatore estaría encantado de investigarlos…
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